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El Patronato de viviendas militares de A Coruña. El futuro de la vivienda moderna en los 60

La arquitectura moderna llegó a Coruña a finales de los cincuenta y principios de los sesenta. Aunque inicialmente esta se circunscribió a edificios singulares pronto alcanzó al tejido residencial más neutro, aquel que se integra dentro de la ciudad de forma natural
Edificio para el Patronato de Viviendas Militares de A Coruña
Nuria Prieto
Edificio para el Patronato de Viviendas Militares de A Coruña
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Hay arquitectos que parecen obrar magia. El investigador Arthur Drexler describía los espacios diseñados por el arquitecto Richard Neutra diciendo: “estar sentado en un salón de Neutra y tener la sensación de encontrarse fuera de la casa”. Las manos del arquitecto, en ocasiones son capaces de crear relaciones espaciales sorprendentes, únicas que provocan en aquella persona que las experimenta una sensación inolvidable. Quizás a eso pueda resumirse la componente mágica de una profesión que trabaja, en realidad, con las manos y la mundanidad de las necesidades humanas. Y, sin embargo, esta aparente decepción no es ajena a los planteamientos arquitectónicos de cada época que, la eluden en favor de esa capacidad de transmitir “algo”.

El arquitecto Juhani Pallasmaa (1936) hablaba de la mano que piensa, mientras que Bernard Rudofsky (1905-1988) teorizaba tras haber elaborado un profundo y rico catálogo arquitectónico de la arquitectura vernácula internacional. Sus textos ponen de manifiesto la capacidad de la arquitectura de provocar reacciones físicas y psicológicas en los seres humanos, integrándolas en una componente sociocultural de la que se puede obtener una clara trazabilidad en la filosofía. Pero al final, y a pesar de ese movimiento pendular que va desde lo vernáculo a la abstracción de aspecto inefable vinculada al pensamiento filosófico, las emociones de un espacio o de un edificio se resumen en un enunciado como el referido a la obra de Neutra: estar dentro de la casa, pero encontrarse fuera. Algo que no es fácil de percibir salvo que la mirada sea capaz de detenerse en los detalles que catalizan la sensibilidad. 

Foto: Nuria Prieto

En la ciudad, muchas intervenciones arquitectónicas son en apariencia construcciones grises ausentes de emoción, pero otras, tras una mirada más pausada comienzan a trasmitir ciertas sensaciones. El conocimiento de la historia del lugar o de las motivaciones internas de una intervención arquitectónica pueden proporcionar, en ocasiones, un contexto cercano capaz de sustituir a la mirada sensible por una, en apariencia más científica cuya base se encuentra en la interpretación de la identidad del lugar. 

La desaparición de la plaza de toros en A Coruña genera una transformación urbana de gran escala. El vacío urbano tras la demolición de esta pieza crea una onda expansiva a su alrededor que tiene como consecuencia la puesta en crisis de un gran área de estudio. Las implicaciones de una transformación así, provocan una dualidad enunciada por el crítico Kenneth Frampton: la arquitectura avanza por crisis o por utopía, es decir, realizando modificaciones que mejoren la preexistencia o proponiendo una organización ideal en la que el conjunto funcione a la perfección a todos los niveles

Foto: Nuria Prieto

El vacío de la plaza de toros

Los edificios que se construyeron en el área de la antigua plaza de toros adoptaron una escala y un tratamiento del tejido urbano vanguardistas. Dentro de estas edificaciones, hay una obra de Andrés Fernández-Albalat que asume una posición destacada en el conjunto del nuevo desarrollo urbano. El edificio para el Patronato de Viviendas Militares (1963), situado en la avenida de Finisterre, 30-36, es una pieza de gran impacto volumétrico que, de alguna forma, crea un umbral urbano en la conexión de esta importante vía con el corazón de la ciudad. 

En el Patronato de viviendas militares, Fernández-Albalat dibuja el futuro de la vivienda moderna en A Coruña. Esta es una pieza de escala moderna, con vocación de transformación que causa un impacto similar al que provocaría el fotomontaje realizado por Ludwig Mies van der Rohe para un rascacielos en Friedrichstrasse en 1923. La propuesta de Mies van de Rohe causó sorpresa a pesar del clima abierto y rico culturalmente de la Alemania de entreguerras. Y sin embargo definió una tendencia impulsada por el desarrollo tecnológico emergente a principios del siglo XX que crearía una ambición por llegar alto. El cambio de estrato, en ciudades de menor escala como A Coruña, además de un contexto rigidizado por la censura cultural de la dictadura española, definen parámetros más complejos para el arquitecto. Fernández-Albalat, como arquitecto pionero de la modernidad gallega, buscó la forma de trasladar esa vanguardia a la ciudad mediante diversas estrategias. Cercano a los postulados del arquitecto austriaco Richard Neutra, Fernández- Albalat se apoya en los postulados vanguardistas como los nuevos materiales, estructuras innovadoras separadas del cerramiento, distribuciones adaptadas a la vida moderna y cambios de escala. 

Foto: Nuria Prieto

Arquitectura moderna en la avenida de Finisterre

Las viviendas de la avenida Finisterre proponen abordar la vanguardia a través de varios niveles: la posición urbana, una distribución interior moderna, una nueva definición en la escala y el uso de materiales innovadores que le permiten una serie de mejoras como la apertura de mayores huecos debido a la independización del cerramiento con respecto a la estructura. El cambio al que se enfrentaban los arquitectos en aquel momento puede ejemplificarse en una afirmación de Jean Prouvé que el arquitecto Alejandro de la Sota recogía en uno de sus textos: “Si los ingenieros de aeronáutica compañeros suyos tuvieran el mismo espíritu para hacer los aviones que los arquitectos para hacer sus obras, los aviones no volarían”. Esta afirmación explica el cambio de paradigma y la búsqueda de formas nuevas.

Foto: Nuria Prieto

La posición urbana del edificio destaca con respecto al tejido de la ciudad como respuesta a la  desaparición de una pieza de gran escala, la plaza de toros. Al mismo tiempo, esa posición define la tendencia de la arquitectura moderna. La distribución interior del edificio incluye al menos dos viviendas por planta, con cuatro dormitorios cada una de ellas, aunque estas varían según el nivel. Lo verdaderamente destacable de la distribución de estas viviendas es la fluidez espacial de las mismas en las áreas comunes que, por primera vez utilizan la distinción clásica: zona de día-zona de noche, que regiría la composición funcional de la vivienda moderna durante las siguientes décadas. La nueva definición de la escala del edificio permite que el volumen del mismo pueda fragmentarse en secciones para adaptarse al ritmo de las fachadas en una y otra dirección. La fachada haca la avenida de Finisterre se divide en varias bandas buscando una mejor orientación y, al mismo tiempo, reduciendo su impacto formal sobre la fachada de la avenida. La fragmentación se subraya mediante la adición de balcones volados, de aspecto esbelto y ligero.

Foto: Nuria Prieto

El último de los aspectos importantes con el que Fernández-Albalat inscribe a este edificio en la modernidad es el uso de materiales tecnológicos como el hormigón, el vidrio y el acero. Estos materiales permiten realizar una estructura de gran atura, esbelta en la que la fachada pueda independizarse de forma que los huecos sean mayores. El tamaño de los huecos es un rasgo fundamental de la modernidad, no desde un punto de vista formal, si no porque permite una mayor entrada de luz y mejor ventilación, aspectos ambicionados por la vida contemporánea. Estas transformaciones a través de la tecnología provocan también cambios en la distribución de instalaciones que, sin duda, provocarían mejoras en la vida cotidiana. 

La fachada presenta un aspecto neutro, con carpinterías de aluminio, revestimientos de gres que recuerdan al pasado marinero de la ciudad. El edificio se mimetiza en la gama cromática propia de la ciudad: grises, azules y blancos, además de la reflexión de los paños acristalados.

Foto: Nuria Prieto

La modernidad coruñesa

Parecía difícil para A Coruña integrarse en los caminos de la modernidad. Fernández-Galiano definía en su editorial para Arquitectura Viva en 1995 un contexto de Galicia sobre el que dibujaba el panorama de la modernidad:

“Galicia siempre estuvo lejos. Finisterre español y europeo, este extremo atlántico se desdibuja en la niebla y la distancia, construyendo una imagen mítica y mágica que impregna cuanto se levanta o posa en su solar arcaico. Peregrina y emigrante, Galicia atrae a las gentes por los caminos de la tierra y las expulsa por los caminos del mar, en un latido luminoso y doliente que fertiliza y sangra un país ancestral. Campesina y marinera, su geografía profunda confunde la construcción con el paisaje, diluye las ciudades en el campo, y enreda el litoral tortuoso alrededor de un mar nutricio y eterno.”

Foto: Nuria Prieto

Pero en Galicia había arquitectos como Andrés Fernández-Albalat dispuestos a inscribirla en la modernidad más vanguardista. Fernández-Albalat no fue el único, pero sí uno de los más destacados en la ciudad de A Coruña. La fábrica de Coca-Cola o la SEAT, ambas del mismo autor, fueron piezas singulares que anticiparon la llegada inevitable de la arquitectura moderna, pero las viviendas desarrolladas por este arquitecto producen un efecto catalizador ya que, integradas en una trama urbana emergente o densa, determinan la tendencia en el futuro de la ciudad.

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