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Cuando la Praza de Cervantes era el gran mercado de Santiago

Durante la Edad Media esta plaza era el lugar donde se intercambiaban alimentos y en donde se informaba a los habitantes de las ordenanzas municipales. Fue a finales del siglo XIX cuando el mercado se trasladó a su emplazamiento actual

La plaza de Cervantes es uno de lo puntos de encuentro más habituales de los habitantes de Compostela, un emplazamiento en el que dar comienzo a una mañana de compras y recados o a una tarde de vinos y tapeo. 

Esta plaza actúa como espacio organizador de una de las zonas más altas del casco histórico, y es que hasta ella acaban conduciendo casi todas las rúas de su entorno, ya saben, podríamos decir que todos los caminos llevan a Cervantes, con perdón de Roma.

Hay que decir que el busto del ilustre escritor que preside la plaza fue colocado en lo alto de una columna en la primera mitad del siglo XIX y con ello nos recuerda que el autor del Quijote portaba dos apellidos de origen gallego, Cervantes y Saavedra. Pero no piensen que este lugar debe toda su historia a esta figura de la literatura ya que tenemos que remontarnos atrás para explicar todo lo que acontecía en este emplazamiento.

Busto de Cervantes presidiendo la plaza
(Fuente: Shutterstock)

Situándonos en el siglo XII, la que hoy es conocida como Plaza de Cervantes era conocida como el “Foro” pues era un punto donde el pueblo se reunía y acudían a escuchar al anunciador o pregonero que leía los acuerdos municipales y las ordenanzas del Arzobispo. 

Posteriormente, la actividad comercial que generaba Compostela en la Edad Media era inmensa y era en esta plaza, la de Cervantes, en donde se sabe que hasta se llegaron a realizar autos de fe en tiempos de la Inquisición y que hasta 1570 se situaba en ella el rollo o columna en torno al cual se impartía justicia, una columna que venía de presidir ejecuciones en el Monte de la Almáciga y que pasó a la Carballeira de Santa Susana, en donde se le perdió la pista en el siglo XIX.

Como ya avanzábamos, esta plaza ubicada en el Norte del casco histórico, comenzó a ser un punto neurálgico de intercambio comercial en la época medieval y el sitio donde los pregoneros daban a conocer al pueblo las nuevas legislaciones, normas o cualquier acuerdo que hubiese decidido el Ayuntamiento.

Fuente: todocoleccion.net

Aquí encontramos la razón del nombre de una de las calles que va a desembocar en la Plaza, la Rúa do Preguntoiro. Preguntoiro, que viene de Preconitorum, era el término con el que se denominaba al encargado de pregonar las tarifas de los productos que se intercambiasen, intentando así, evitar posible fraudes, sin demasiado éxito, todo hay que decirlo.

Con el paso de los años, no pocos, la Plaza se convirtió en el lugar por excelencia de asentamiento de mercaderías, sobre todo de alimentos y pasó a denominarse entonces como Plaza do Pan o Plaza do Campo funcionando como  el principal espacio de mercado de Santiago. Fue a finales del siglo XIX cuando ese espacio de mercado se trasladó a su ubicación actual, el Mercado de Abastos y entonces la plaza se bautizó con el nombre que luce hoy en día, Plaza de Cervantes.

Como curiosidad extra sepan ustedes que el entorno de esta plaza estuvo poblado sobre todo por la burguesía, los mercaderes, cambiadores de moneda, notarios e hidalgos urbanos que se repartían por allí y por Casas Reais, la Rúa da Moeda Vella y la zona de la Algalia. Además consta que en la Praza de Cervantes trabajaban los físicos y cirujanos de la ciudad entre los siglos XIII y XIV. Además en esta plaza estuvo ubicada durante dos siglos la antigua sede del ayuntamiento de Santiago, hasta que en 1787 se ubicó en el actual Pazo de Raxoi.

Ultramarinos Cepeda
(Foto: Ana Gayoso)

Actualmente es una de las plazas por las que pasear y es zona casi inevitable de paso si se quiere recorrer el casco histórico pues comunica la zona más baja con la más alta y es normal que la atraviesen varias veces en su visita. Parte de la plaza está cubierta por soportales es un emplazamiento estupendo para gozar de un café al sol, comprar algo en uno de los ultramarinos más antiguos de la ciudad, el mítico Cepeda o , simplemente, dejarnos llevar por el ir y venir de la gente, que recuerda a aquel foro que hoy vigila Miguel de Cervantes.

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