19 febrero, 2023 01:23

Henry Morgan, Barbanegra, Francis Drake, Anne Bonny, BarbarrojaPiratas. Hombres y mujeres, algunos enfermos psicópatas sedientos de sangre, otros tan sólo codiciosos y algunos tan célebres y memorables que sus nombres todavía se recuerdan siglos después de su muerte. Fuera en el Caribe, el Mediterráneo, el Atlántico o el Pacífico, los piratas vivían de los mares rodeados de crueldad, pero también de fama.

Muchos de ellos comenzaron siendo corsarios, navegantes contratados por un estado mediante patente de corso, para atacar y saquear las naves de un país enemigo en zonas designadas, pero pronto descubrieron que el oficio era tan sumamente lucrativo que decidieron ir por libre y trabajar por su cuenta y convertirse en ladrones, delincuentes, criminales, fugitivos y saqueadores en su propio beneficio: piratas.

La piratería es un negocio tan antiguo como la propia humanidad. Las primeras referencias históricas de esta actividad datan del siglo V a. C., en la conocida como Costa de los piratas, en el Golfo Pérsico. Piratas eran los que secuestraron a Julio César en su juventud, piratas eran los vikingos que asolaban las costas del noroeste europeo, piratas eran los navegantes otomanos que asolaron el Mediterráneo durante siglos y piratas son los pescadores que, hambrientos, en la actualidad saquean la costa este africana.

Varios barcos navegando.

Varios barcos navegando.

A pesar de que todos los mares del mundo sufrieron el azote de estos criminales, hubo un país cuya riqueza todos ansiaban y al que los piratas y corsarios pusieron bajo su catalejo durante siglos: España y los antiguos reinos que la precedieron, sobre todo el de Castilla. Pero un día, su Rey, Enrique III el Doliente, dijo basta. Y puso al frente de la caza de estos indeseables a un noble caballero nacido en Valladolid que sembró el terror entre los piratas, causaba pavor a los ingleses y a punto estuvo de atacar Londres: Pero Niño Lasso.

Durante el siglo XIV, tras siglos de luchas internas, guerras y ríos de sangre, el reino de Castilla comienza a dominar una Península Ibérica que compartía con los reinos de Navarra, Aragón, Portugal y Granada. Parecía un lugar adecuado para un ambicioso hombre que quería tener su lugar en la historia.

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Niño, el amigo del Rey

Pero Niño nacía en 1378 cerca de Valladolid. Sus padres eran Juan Niño e Inés Lasso de la Vega, ambos nobles pertenecientes a antiguos linajes en decadencia que parecían no tener mucho futuro. Pero la suerte de la familia cambió cuando el Rey Juan I de Castilla decidió nombrar a Inés como niñera del príncipe heredero, Enrique III, provocando que Pero Niño no sólo recibiera la mejor educación posible, al recibirla junto a un futuro Rey, sino que se forjara una amistad entre los dos que duraría hasta el fin de sus días.

Desde muy joven, Niño ya apuntaba maneras, convirtiéndose en un excepcional espadachín y ballestero y destacando en justas y torneos en los que decía guiarse por el romántico código de honor de los caballeros medievales, salvando a las doncellas y luchando contra las injusticias.

Portada de 'El Victorial'.

Portada de 'El Victorial'. Wikimedia Commons

Al menos eso es lo que nos cuenta El Victorial, una crónica de sus hazañas escrita por un alférez que le acompañó a lo largo de toda su vida. En una época en la que nadie solía preocuparse excesivamente por la posteridad, el joven Pero Niño se aseguró de dejar constancia de su historia en la considerada como la primera biografía de la literatura española, en un intento por difundir su imagen pública entre sus contemporáneos y los siglos venideros.

Siendo tan sólo un adolescente, Pero Niño fue enviado por su amigo el Rey Enrique III el Doliente a sofocar algunas revueltas que habían estallado tras su reciente coronación como Rey de Castilla y poco después se le ordenó que asistiera a la corona durante la guerra contra Portugal. Sin embargo, sus legendarias hazañas comenzarían tiempo después y siempre vinculadas al mar.

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El origen del cazador de piratas

A principios del siglo XV, la piratería se había convertido en un problema para Castilla. Conforme el comercio marítimo crecía, también lo hacía la cantidad de piratas que asolaban los mares y los pueblos y ciudades costeras del reino. Pero la corona no tenía una Marina Real organizada a su disposición, así que el Rey decidió confiar en uno de sus amigos y nobles más leales y capaces para que se hiciera cargo de los piratas y corsarios que hostigaban a su reino: Pero Niño.

Pero se había casado en 1399 con Constanza de Guevara, que fallecería tan sólo cinco años después, dejando a su cargo un hijo que tampoco le sobreviviría. Así que, cuando el Rey le ordenó partir, Niño aceptó la misión sin pensárselo, dejando en tierra firme el pasado y el dolor para comenzar a construir su fama en el mar con tan sólo 25 años, en 1403.

Enrique III equipó a su nuevo y flamante cazador de piratas con las mejores embarcaciones del reino y le proporcionó una experimentada tripulación que pagaba la corona. Pero el joven Niño no tenía ni idea de barcos, de océanos, ni de piratas, así que recurrió a dos oficiales experimentados, un sevillano y un genovés y partió, con dos galeras y una nao desde Sevilla, en 1404, para patrullar el Mediterráneo.

Pero Niño estableció su base de operaciones en Cartagena desde donde comenzó a hostigar a los piratas musulmanes y cristianos que rondaban a los buques mercantes castellanos. Sus primeras expediciones se saldaron sin botín ni gloria, por eso cuando fue informado de que dos reconocidos corsarios, el castellano Juan de Castrillo y el balear Arnau Aymar, se encontraban cerca de las Baleares, decidió ir a por ellos.

Escultura de Benedicto XIII en Peñíscola, Valencia.

Escultura de Benedicto XIII en Peñíscola, Valencia. Wikimedia Commons

A la altura de Menorca se encontró con estos dos granujas que, asustados, partieron a refugiarse en el puerto de Marsella. Niño quería capturarlos en el mismo puerto y prender fuego a la ciudad por darles cobijo, pero justo cuando el combate parecía inminente, la máxima autoridad de la plaza solicitó la presencia del capitán castellano. Era el aragonés Pedro Martínez de Luna, el Papa Benedicto XIII, que amenazó a Niño con ser excomulgado si perseveraba con su hostil actitud. El castellano, comprendiendo que los corsarios estaban bajo la protección papal, se excusó alegando que creía estar dando caza a piratas musulmanes.

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Tras ser informado de que el Rey de Túnez armaba buques corsarios, Pero Niño se dirigió al Norte de África. Tras permanecer en posición de emboscada durante varios días sin que ningún barco se acercara, perdió la paciencia y decidió lanzar un ataque sorpresa al inexpugnable puerto tunecino.

Sigilosamente se internaron en la bahía hacia el puerto, hasta que divisaron el buque del Rey, que los descubrió, y comenzó la huida por un canal tierra adentro, mientras Niño los seguía con sus galeras hasta que se acercó a su presa lo suficiente para embestirla. Justo en ese momento Niño saltó sobre la cubierta enemiga armado y listo para la lucha suponiendo que sus marineros le seguirían, pero debido al fuerte impacto de la colisión, su barco había rebotado alejándose y evitando que sus soldados pudieran saltar junto a su capitán. Se quedó solo en el navío enemigo resistiendo hasta que sus galeras pudieron alcanzarle de nuevo y ayudarle a rendir al barco real, que acabó encallado, saqueado y quemado por los castellanos, no sin antes hacerse con su botín y los prisioneros.

En septiembre de 1404, Niño decidió regresar a Cartagena para reabastecerse y repartir el botín entre la corona y sus hombres. En tierra recibió un mensaje del Rey con orden de dejar las embarcaciones en Sevilla y regresar a la Corte.

El terror de los ingleses

En 1405 el Rey había firmado una alianza con Francia, en el que el castellano accedió a prestarle apoyo militar. El acuerdo permitía a Castilla la oportunidad de acometer acciones de represalia contra Inglaterra, cuyos corsarios llevaban más de tres años asaltando a las naves castellanas que atravesaban el Canal de la Mancha en su ruta comercial hacia Flandes.

El antiguo cazador de piratas se dirigió a Santander para armar su escuadra de guerra, actividad que durante semanas convirtió al puerto de la ciudad en un hervidero de actividad pocas veces vista con anterioridad. El Rey puso a su disposición tres naves de guerra que Niño dotó de decenas de marineros, ballesteros y soldados cántabros que partieron rumbo a su nueva base de operaciones en la ciudad francesa de La Rochelle.

Nadie se esperaba Pero Niño, un marinero castellano, fuera tan temerario, hábil e inteligente para atemorizar a toda Inglaterra.

En su primera incursión decidieron atacar Burdeos, entonces bajo dominio inglés, remontando con sus tres barcos el río. Cuando los ingleses los vieron llegar dieron la voz de alarma, pensando que se trataba de la vanguardia de una escuadra mucho más poderosa, así que todos los barcos de la zona huyeron despavoridos río arriba, dejando la ciudad a su merced. Desembarcó con sus hombres, incendió y saqueó cuanto pudo y regresaron a mar abierto.

Habían conseguido lo que buscaban: sembrar el terror entre los ingleses.

Niño asaltó Cornualles y la isla de Portland, mientras su prestigio aumentaba al mismo ritmo que el temor que levantaba a su paso. El ejército inglés no era capaz de contener las incursiones en su costa, por lo que el Rey de Inglaterra se vio obligado a preparar una defensa civil con milicias.

Nadie se esperaba que un marinero castellano fuera tan temerario, hábil e inteligente para atemorizar a todo un país, lo que aprovechó Niño para arrasar la ciudad de Polle y gran parte de la costa, pero quería algo más, el premio gordo: Londres.

De camino a La Rochelle dio orden de cambiar el rumbo para remontar el Támesis. Pero su propuesta era demasiado temeraria, así que, los marinos franceses que lo acompañaban le condujeron a Southampton, haciéndole creer que aquella era la capital de Inglaterra. Tras ver que la inexpugnable ciudad estaba fuertemente protegida, dio orden de regresar al mar.

Durante meses Pero Niño repetía siempre la misma operación. Se acercaba a la costa inglesa y los lugareños huían despavoridos, momento que aprovechaba para saquear e incendiar todo a su paso. Justo antes de volver a su base de operaciones decidió atacar la isla de Jersey, donde venció a más de 4.000 ingleses. Además, impuso a sus habitantes un tributo anual y obtuvo un botín de 10.000 coronas de oro.

Sepulcro de Enrique III en la capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo.

Sepulcro de Enrique III en la capilla de los Reyes Nuevos de la catedral de Toledo. Wikimedia Commons

Se retiró a Brest, desde donde viajó a París para reclamar el pago prometido por el Rey para continuar la colaboración castellana en a la guerra. En la capital gala fue invitado a participar en justas y torneos, donde tuvo ocasión de demostrar su destreza entre los asistentes hasta tal punto que su nombre y su habilidad estuvieron en boca de los ambientes cortesanos parisinos durante meses.

A su regreso a la Bretaña francesa recibió una carta de Enrique III que lo reclamaba de nuevo en Castilla. Llega a Santander, desde donde parte a la corte en Madrid y el Rey le arma caballero. Poco después, a los 27 años, Enrique fallece y Niño se pone a las órdenes del regente, alejado ya de la vida marítima.

Durante un torneo, en 1409 conoce a Beatriz de Portugal, una de las nietas del Rey luso Pedro I, con la que se casa. Pero poco después vuelve a quedarse viudo. Se casó nuevamente años más tarde con Juana de Estúñiga, pero no llegó a tener descendencia. Finalmente, aquel que había sido el terror de los mares y que había intimidado a toda una nación fallecía en 1453, en Cigales, en la provincia de Valladolid, dejando atrás una historia que sería recordada hasta el fin de los tiempos, la legendaria historia de Pero Niño.