26 diciembre, 2021 02:31

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Glu glu, me ahogo. Me tienen con una cuerda atada al cuello, dentro de un cercado. Han puesto un poco de paja en el suelo de piedra. Será para que me sienta en casa. Pero en mi casa no hay un señor en el medio del corral montado a caballo, inmóvil. ¿Será que se ha quedado helado? Tampoco hay casas alrededor, ni arcos para entrar a este enorme corral, ni empedrado. En mi corral hay una cerca de madera con una puerta con bisagras. Y el suelo es de tierra y hay paja para que todos los animales estemos calentitos y durmamos en un lecho mullido. En este enorme corral de piedra hay otros cercados como el mío, en el de al lado hay abetos metidos en macetas, en otros cercados hay bolas de colores, figuritas de plástico, y hasta musgo. ¡Qué raros son estos humanos! ¡Con la de musgo que hay en el campo y que vengan aquí a buscarlo! Hay luces de colores por todas partes, y música, dicen que son villancicos y que esta es una plaza mayor.

Tengo frío, se me caen los mocos del frío, pero no hace tanto como el invierno pasado, que vino un temporal que decían que se llamaba como una gallina que hay en mi corral: Filomena. Entonces sí que hacía frío. Nevó tanto que se cayó hasta el arbolito donde dormía el pavo real. Aunque hacía tiempo que no dormía ahí porque se lo llevaron a un jardín en un lugar donde solo hay camellos. En nuestro corral las pavas y las gallinas respiraron cuando se fue, porque dicen que andaba detrás de todas, desplegando su cola real. Las gallinas, después de que se fuera el pavo real, estuvieron un tiempo confinadas en su corral, porque trajeron una gallina china que les contagió un virus, y se quedaron todas desplumadas y tosiendo por todas partes. No querían comer grano porque no les sabía a nada. ¡Ni huevos ponían! Ahora las pinchan cada seis meses porque, si no, no las dejan pasear por el corral.

"Trajeron una gallina china que les contagió un virus, y se quedaron todas desplumadas y tosiendo"

Dicen que en esta plaza me quedaré hasta que una familia venga a buscarme. Me llevarán para compartir con ellos la cena de Nochebuena. Si me porto bien, seguro que me puedo quedar toda la Navidad con ellos. Igual hasta me adoptan y me quedo toda la vida en su casa. Ahí viene uno con coleta y otro en una silla que se mueve, se paran, me miran, pero no, estos no me van a llevar, porque no se han puesto de acuerdo en si quieren celebrar la Navidad. Además, dicen que no soy un pavo ecológico ni de comercio justo. ¡Qué injusticia, insultarme de ese modo! ¡Yo qué culpa tengo del grano que me dan o de los tratos que hace el que me cría!

El mercadillo de Navidad en la Plaza Mayor de Madrid.

El mercadillo de Navidad en la Plaza Mayor de Madrid. Europa Press

Se acerca después un señor con una rosa roja en la solapa. Es muy alto y muy guapo, y va rodeado de mujeres, dicen que es el que manda. Parece un pavo real. Les va diciendo que no compra pavo ni nada hasta que no tengan seguro el presupuesto. ¡Estos tampoco me llevan!

Por ahí vienen otros, llevan una bandera de colores en los relojes y en el cuello de la camisa, y hasta en este trapo con el que se cubren la boca. En la bandera llevan un pájaro pintado. No es un pavo. En el corral dicen que, si ves uno de esos pájaros, estás en peligro porque se comen a los pájaros que no son como ellos. Parece que estos tampoco me van a llevar. Dicen que soy extranjero, que en su mesa solo habrá corderos de Segovia.

Anda, vienen otros, seguro que tampoco me llevan, ¡qué mañana de desprecios llevo! Estos llevan el pelo pegado para atrás y camisetas con cocodrilos. Llegan diciendo que aquí sí hay libertad porque la gente puede ir a tomar cervezas adonde quiera. Una mujer con los labios rojos y ojos de ternera degollada y otro que dicen que está casado y tiene muchos títulos universitarios se han puesto a discutir. Ella dice que pavo, y él que codornices, que las aves de caza son más sabrosas que las de corral. Parece que van a llegar a las manos. Menos mal que ha llegado un señor con bigote y les ha dicho que ni pavo ni pollas, que este año comen cordero, como los de la banderita. Nada, que tampoco estos me llevan a su casa, aunque mejor, porque dicen que se van a mudar, que en la que viven ahora desaparecen cosas. ¿Tendrán duendes? No me extraña que se cambien de casa.

Veo desde aquí a unos con la camiseta naranja que ni se han parado. Dicen que este año no tienen ni para pavo ni para peladillas, que como son pocos se comprarán unas latas en el Ahorramás, que es un supermercado de por aquí. Y por ahí vienen otros, que dicen que de pavo nada, que butifarra, y, como tampoco se ponen de acuerdo, dicen que van a hacer un referéndum.

Qué frío, por ahí viene un señor muy gordo y muy abrigado con una bata morada toda llena de botones y un anillo de piedra gorda en el dedo. Me agarra de la papada, me mira el ojo como si fuera un besugo. Me palpa la pechuga. Saca un plástico dorado del bolsillo de la bata morada. Y le dan un papel y a mí. Será el certificado de adopción. Por fin alguien me quiere en su mesa. Ha comprado orejones, ciruelas pasas, nueces, ¡y hasta guindas!, y un buen vino. Menudo banquete me voy a dar estas Navidades. Me agarra del cuello. ¡Menudos modales! Y me lleva a su casa al lado de un puente muy grande desde donde se ve toda la ciudad. Al lado hay una casa muy muy grande, dice que también es suya y que se llama catedral.

Europa Press

Ya estoy calentito, dentro de una caja de cartón con agujeros. Después de tanto penar en la plaza mayor. ¡Qué señor más bueno mi padre! ¡Menuda noche más buena me espera! Se abre la caja, veo la luz, se me hace el pico agua solo de pensar en las guindas. Aparece una señora muy limpia con un delantal y un cuchillo. ¿Será para quitarle el hueso a las ciruelas? ¡Qué detalle! ¡Qué bien voy a estar en la casa del señor! Escucho una voz que sale de una caja grande que tienen colgada en la pared, hay un señor con el pelo blanco y casi sin voz que dice: "Por la alta incidencia de la COVID, se comunican nuevas medidas sanitarias: quedan suspendidas las celebraciones navideñas". Qué fastidio, me quedo sin cena. Pero qué pasa, la señora del delantal me vuelve a meter en la caja. Me saca de la casa y me devuelven a la plaza mayor. ¿Qué he hecho? Soy un buen pavo. No quiero volver al cercado ni al frío empedrado de la plaza mayor. Me temo que estas navidades las paso con este señor montado en el caballo, inmóvil, helado. Qué frío tengo. Se me caen los mocos del frío. Glu glu, me ahogo.

*Ana Griott es la escritora española recomendada este años por The New York Times como una de las 25 mejores autoras infantiles.