21 agosto, 2022 02:28
Somiedo

Entre las frondosas y escarpadas laderas del corazón del Parque Natural de Somiedo, en Asturias, emerge una casona naranja junto a un viejo campanario agujereado por balazos republicanos. Frente al edificio yace un inmenso mastín negro, Tango, que mira hacia los vastos valles sobre los que asoman los primeros rayos del sol. Tras el solemne animal, que ni se inmuta ante la presencia de viajeros, se encuentra Rosalía Garrido, su dueña, la regente de los Apartamentos Buenamadre. El suyo es el primer alojamiento de Europa en formar parte de la Red Natura 2000, la red ecológica de conservación de la biodiversidad más relevante del continente.

"¿Sabes?", pregunta tras dar una bocanada de aire. "Me suelen decir que aquí estoy sola, pero una cosa es estarlo y otra sentirlo. Como verás, no me siento sola". Al preguntarle cómo es posible que la soledad no la persiga en un lugar tan remoto en el que los días más duros del invierno la dejan sin electricidad y completamente aislada, ella extiende los brazos y señala a su alrededor con una sonrisa cómplice. "Me crié en este paraíso".

No es para menos. En el hayedo que emerge a su izquierda se esconden infinidad de especies de animales, insectos y vegetales inencontrables en otros lugares de la Península Ibérica: osos pardos que se aproximan a los guindos para robar frutas; misteriosas rosalías alpinas que anidan en los troncos podridos de las hayas y tan sólo asoman sus alas y antenas color turquesa dos días al año; inquietantes 'matalobos', también conocidos como anapelos azules, peligrosas plantas venenosas capaces de matar a un ser humano adulto en cuestión de minutos; y numerosas variedades de setas que convierten a Somiedo en un paraíso micológico ejemplar, uno de los más estudiados de España.

Rosalía, sentada junto a su perra Tosca frente a sus apartamentos en el Coto de Buenamadre

Rosalía, sentada junto a su perra Tosca frente a sus apartamentos en el Coto de Buenamadre David G. Maciejewski El Español

"Somos el primer Parque Natural de Asturias, declarado como tal el 11 de junio de 1988", recuerda Rosalía mientras otea el amanecer. "Formamos parte de la Reserva de la Biosfera desde el año 2000 y estamos acreditados en la Carta Europea de Turismo Sostenible". Además, desde hace dos años, el concejo forma parte de la Red Natura 2000, la marca más importante de la Unión Europea en materia sostenibilidad, a cuya acreditación se han sumado los primeros negocios regionales.

Rosalía es una persona esencial para Somiedo. Por un lado, es el hilo de carne y hueso que une pasado con presente. Desciende de la famosa abadesa doña Inés de Miranda, por lo que la historia de Asturias corre por su ADN. Por otro, es la mejor embajadora de la cultura local y representa a la Asociación de Hostelería de Somiedo, lo que la convierte en una de las mujeres más respetadas de la zona. Su influencia se extiende a los planes de sostenibilidad turística regionales: quiere convencer a las autoridades políticas para que delimiten nuevas estrategias que potencien y protejan la etnografía somedana.

Enramados de fuentes y xanas mitológicas

El objetivo de Rosalía es recuperar la tradición perdida y preservar el legado de aquellos hombres y mujeres, madres y padres, abuelos y abuelas que hicieron de este lugar un enclave idílico. Lograrlo pasa por recuperar "parte del patrimonio etnográfico, como las fuentes, los lavaderos, las ocheras, los molinos", todo aquello relacionado con su historia. Estos emplazamientos, otrora llenos de vida y símbolos de la riqueza asturiana, hoy están en desuso y "totalmente tapados por la vegetación y la maleza". Su objetivo es que "una vez al año se limpien, se les dé visibilidad y se pongan bonitos entre todos para recuperar su esencia".

Uno de estos elementos mágicos del folclore asturianu es el enramado de fuentes, un festival en el que los vecinos de los diferentes pueblos y parroquias del Parque Natural de Somiedo se reúnen para recoger flores silvestres y colocarlas, a modo de decoración, alrededor de las fuentes. El origen de esta tradición es incierto, aunque históricamente se practicaba para celebrar la finalización de una obra relevante, como una casa o una cuadra. Simbólicamente, la costumbre de enramar las fuentes también se practicaba para bendecir o proteger el agua y garantizar la fortuna de las cosechas.

Uno de los enramados de fuentes durante la noche de San Juan

Uno de los enramados de fuentes durante la noche de San Juan Celestino Álvarez Alonso Imagen cedida

En ese afán por preservar la tradición, Somiedo celebra este bellísimo encuentro floral durante la noche de San Juan. Una madrugada en la que se desatan los ritos y las costumbres, como dejar un vaso de agua al sereno y beberlo al día siguiente, o salir desnudo a bañarse en el rocío del campo. "¡Mi abuela lo hacía!", evoca Rosalía, encargada de coordinar el enramado durante 2022. "Se revolcaba en el rocío de la madrugada y, al volver a casa, la esperaban con mantas porque llegaba muerta de frío", recuerda entre risas.

Durante el enramado de fuentes también despierta otra de las figuras esenciales de Somiedo: las xanas, unos personajes mitológicos encantados o poseídos, típicos del folclore asturiano, que se aparecían a los somedanos por las noches. Especialmente a los chicos, a los que se les cruzaban en las fuentes. Estos seres de inmensa belleza, cuenta la leyenda, les pedían algo a cambio de un premio, como un caballo, y si el chico cumplía, el hechizo se rompía y la xana quedaba 'desencantada'. También cuentan que raptaban a los bebés de las mujeres y les daban el cambiazo por los xaninos, sus hijos no humanos, para que estos recibiesen los sacramentos cristianos y aprendiesen el lenguaje de las personas.

Mientras Rosalía Garrido explica lo que supone para la riqueza natural de Somiedo este tipo de historias folclóricas, las tradiciones y el haber adquirido algunos de los primeros sellos de sostenibilidad de la Red Natura 2000, como el que ostentan sus apartamentos de forma oficial desde junio de 2022a su derecha se vislumbra cómo un todoterreno sube una carretera que serpentea la montaña.

Vista de otro enramado de fuentes durante la noche de San Juan somedana

Vista de otro enramado de fuentes durante la noche de San Juan somedana Olga Fernández Otero. Imagen cedida

El vehículo dirige a los trotamundos, o quizás a varios vecinos, hacia lo alto del Valle de Lago, una parroquia montañesa en la que Rosalía cuenta con un buen puñado de amigas que, junto a ella, aglutinan a ese grupo de mujeres a la vanguardia de negocios rurales que son, paradójicamente, la última línea de batalla de la tradición. Son ellas, las mujeres, esa 'guardia somedana' inquebrantable, las que preservan los viejos oficios, las historias y la cultura centenaria de este oasis del sur de Asturias.

La molienda de Guillermina

A pesar de que una ola de calor azota con fuerza el resto de España, en lo alto de las brañas no se puede caminar sin paraguas, botas, gorro y orejeras. Las ráfagas de viento y las fuertes lluvias han provocado un desprendimiento en la carretera de acceso de Valle de Lago y nadie puede entrar ni salir de la parroquia. Mientras algunos turistas y lugareños degustan, aislados, la deliciosa fabada de Natalia Carvalho en el restaurante Las Duernas, Guillermina conduce a Porfolio | EL ESPAÑOL a uno de los principales reclamos no paisajísticos de la zona: un molino hidráulico que, a pesar de tener cientos de años, sigue en activo.

Mantener viva la chispa de la historia de Somiedo es una de las razones por las que Guillermina prosigue con su negocio. Ella regenta La Corona del Auterio, una casa de aldea de alquiler que, como los apartamentos de Rosalía, forma parte de la Red Natura 2000. Cuando hay turistas, los invita a su molino y lo pone en funcionamiento. Sin embargo, para ver girar y moler la muela volandera que machaca el trigo primero es necesario desviar el cauce del río y dirigir el curso del agua. Sorprende el ingenio con el que nuestros antepasados aprendieron a utilizar la naturaleza en su propio beneficio.

El interior del molino de teito de Guillermina, en funcionamiento

"Este molino pertenecía a mis abuelos maternos", explica Guillermina mientras el estertor de la molienda ruge como un animal salvaje. "Antes se cultivaba el trigo y la gente venía a hacer la molienda para alimentar a los animales o hacer pan. Era un molino de maquila: quienes lo querían usar pagaban en especias, la 'maquila', una cantidad de harina de la propia molienda". Se refiere a esa España del trueque, del quid pro quo, de los humildes. Una España en la que palabras como baixador, frayón o güeyo formaban parte del vocabulario cotidiano. Hoy, lamentablemente, están en desuso o extintas.

Vista exterior del molino de teito de Guillermina, en lo alto de Valle del Lago

Vista exterior del molino de teito de Guillermina, en lo alto de Valle del Lago David G. Maciejewski El Español

Lo que sí permanece inalterable es el oficio del

El suyo es el único molino de teito del que hay constancia en toda España. Si sigue en pie es gracias, otra vez, a una mujer: Laurentina, su madre. "El empeño y esfuerzo de una persona que no manejaba tractor ni maquinaria, que traía sus propias cargas y hacía el teito con sus manos". Cuando el molino llegó a Guillermina por herencia familiar, ella quiso continuar la tradición. "En el año 2000 tiramos el teito porque los cabrios, que son los palos inclinados que lo sujetan, se estaban quebrando".

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El teitado es un oficio que requiere de mucha inversión y paciencia. De ahí que los planes de sostenibilidad regionales den especial importancia a esta figura típica de la cultura asturleonesa. Además, el conjunto etnográfico de las cabañas de teito está incluido en la lista de proyectos que, potencialmente, podrían empezar a formar parte de los lugares de Protección del Patrimonio Mundial Cultural y Natural de la UNESCO. Pero su mantenimiento es complejo y requiere de constancia. "El edificio pide que vayas añadiendo más escoba porque, de lo contrario, entra humedad y se deteriora. Así que cada cuatro años se tiene que reponer".

Por eso muchos se han caído a pesar de las millonarias inversiones realizadas desde Europa. Además, Guillermina considera que precisamente la falta de tradición de teitar provoca que muchos prados y fincas estén invadidas por la planta de la escoba, también conocida como retama negra o Cytisus scoparius, el vegetal con el que se elaboran los teitos. Una vez más, el complejo equilibrio de los ecosistemas rurales se basa en esos viejos oficios y tradiciones que ya muy pocos practican.

Guillermina en su granja junto a uno de sus animales

Guillermina en su granja junto a uno de sus animales Imagen cedida

Patrimonio Mundial de la Humanidad

Uno de los grandes reclamos de los somedanos es que su Parque Natural sea declarado Patrimonio Mundial de la Humanidad de la UNESCO. De momento, son sus teitos los que aspiran a obtener este calificativo, pero muchos consideran que incluir sólo las populares construcciones de escoba es aspirar a poco.

Por eso, una parada obligatoria en este viaje es Pola de Somiedo, su núcleo urbano más importante. Concretamente, su Ayuntamiento, quien gestiona gran parte de los planes de sostenibilidad e iniciativas a las que van dirigidas los fondos gubernamentales y las subvenciones europeas. Allí se encuentra Mino Fernández Fervienza, alcalde socialista desde hace 26 años. Una de las personas que mejor conoce el territorio.

"En Somiedo tenemos todos los reconocimientos posibles, y para el de Patrimonio de la Humanidad estamos en la lista", asegura el político. "Nos presentamos como el conjunto etnográfico de las cabañas de teito y estamos admitidos. Ahora estudiamos la posibilidad de que no sea sólo un patrimonio etnográfico, sino declarar todo el territorio, con sus recursos naturales, ganaderos y paisajísticos, Patrimonio de la Humanidad. Queremos reformular esa candidatura y ampliarla. Todo está en proceso de estudio y el Gobierno de Asturias ya se ha mostrado razonablemente por la labor".

Vaqueiras de alzada: eternas trashumantes

La libertad salvaje corre por las venas de la tercera protagonista de la 'Guardia Somedana' que preserva ese fuego de la tradición que nunca se apaga. Sofía González Berdasco es una de las últimas vaqueiras de alzada de Asturias. Hay quien considera a estos hombres y mujeres una etnia desde el siglo XVI; otros prefieren referirse a ellos como una minoría social con sus propias costumbres. Su mera presencia ya es motivo para reivindicar una cultura asombrosa, muy estudiada por prestigiosos antropólogos como Adolfo García Martínez, autor de Los vaqueiros de alzada de asturias.

La peculiaridad de este grupo étnico es la trashumancia: históricamente recorrieron junto a todos sus animales (cerdos, gallinas, vacas, cabras) los enclaves más inhóspitos del territorio somedano, como El Puerto, La Falguera, La Peral o Llamardal, aún hoy consideradas brañas vaqueiras. Tenían varias casas y se movían de una a otra teniendo en cuenta la estacionalidad.

Sofía González Berdasco mira a través de unos prismáticos

Sofía González Berdasco mira a través de unos prismáticos Imagen cedida

La razón de ser de ese eterno errar por la montaña asturiana se debía a su decisión de escapar de los diezmos de la Iglesia, evitar trabajar los territorios de los palacios y aprovechar la cercanía con la vieja Castilla para beneficiarse del estraperlo. “Son el pueblo más libre que conozco”, llegó a publicar el escritor y jurista Gaspar Melchor de Jovellanos sobre estos ganaderos a los que nadie consiguió amedrentar.

Berdasco fue vaqueira durante 20 años. Ahora se ha reconvertido en guía turística, pero aún siente que forma parte de esa estirpe trashumante. “Aquí me llaman la vaqueira”, explica, orgullosa, antes de recordar que los que forman parte de esta minoría lo son para toda la vida. “A mí no me tocó caminar como a mi madre; yo ya lo hacía con camiones en los que llevábamos todos los animales”. Sin embargo, sí que vivió la pobreza propia de los vaqueiros de antaño: “Cuando era niña me crié en un pueblo aislado, sin agua. Para estudiar teníamos que ir a internados, porque los pueblos quedaban demasiado lejos como para ir y venir todos los días”.

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Como tantos otros grupos minoritarios, los vaqueiros de alzada estuvieron aislados del resto de grandes núcleos urbanos, lo que los convirtió en una suerte de tribu endogámica. “Nos rechazaban en los pueblos en los que pasábamos el invierno porque compartíamos espacio con la gente que vivía allí todo el año, los xaldos. Había una enemistad tremenda entre vaqueiros y xaldos. Ellos no querían casarse con los vaqueiros. Yo misma viví ese rechazo en el colegio: había compañeros cuyas abuelas les decían que no estuvieran cerca de mí por ser quien era”.

El folclore y las canciones, rememora Berdasco, recogieron ese odio mutuo. “No hay vida más arrastrada que la del pobre vaqueiro, que anda de arriba para abajo, que no gana para chigreiros”, rezaban los cantares populares.

A sus 40 años, Sofía conoce bien los dos mundos: el de la libertad de aquellos vaqueiros indómitos y aislados, y el del moderno turismo de masas, el nuevo reclamo con el que Somiedo se mantiene con vida. También el de los ganaderos que odiaban al lobo y al oso porque les devoraba el ganado y, tras su reconversión en guía natural, el de los ecologistas que saben que la presencia de estos animales es sinónimo de riqueza de los ecosistemas y, por tanto, deben ser protegidos.

El 'Jardín del Edén' del oso salvaje

La fertilidad de la biodiversidad de Somiedo convierte a este pequeño concejo en el sur de Asturias en uno de los atractivos turísticos más potentes de España. Además de acoger decenas de negocios que forman parte de la Red Natura 2000, como el de Rosalía o Guillermina, e iconos de la tradición asturiana como Sofía, es uno de los pocos enclaves de la cordillera cantábrica al que acuden viajeros, conservacionistas y científicos de todo el mundo para hacer avistamientos de osos pardos en libertad. Un reclamo turístico que deja un sustancioso beneficio en las arcas locales.

Imagen de un ejemplar de oso pardo cantábrico que se puede encontrar en las montañas de Somiedo

Imagen de un ejemplar de oso pardo cantábrico que se puede encontrar en las montañas de Somiedo Llamazares iStock

No es extraño pasear por los senderos que recorren las montañas y encontrar a grupos de personas con gigantescos telescopios agazapados entre las rocas. Numerosas empresas locales, como la que dirige Sofía González Berdasco, Somiedo Experience, u otras como Trabau Ecoturismo, montada por Victor Trabau, el último tixileiro de España, se dedican a organizar expediciones por la montaña para tratar de observar a estos animales que hace décadas estuvieron a punto de extinguirse por culpa de la caza ilegal y las trampas para depredadores.

La recuperación del oso

Guillermo Palomero, director de la Fundación Oso Pardo, es quien más sabe en España sobre este gran carnívoro. Ataviado con su outfit de aventurero y con los prismáticos colgados al cuello, el experto explica cómo gracias a proyectos de conservación nacionales e internacionales (un ejemplo de solidaridad extranjera lo dio la fundación TENT) se ha conseguido salvar al oso de la extinción. Los ejemplares de este animal cantábrico se han multiplicado desde mediados de los años ochenta: antes apenas había 60; hoy las cifras oscilan entre los 350 y los 400.

"Se está recuperando bien", explica Palomero. "Todos hemos remado coordinados y en la misma dirección: oenegés, responsables locales de ayuntamientos, cazadores, apicultores y otras organizaciones. Hemos tenido que apagar algún fuego, pero ahí está el resultado: hace unos años se nos iba de las manos y ahora crece. Son dos buenas noticias", recala el representante de la FOP, quien señala que el oso salvaje es tanto un gran atractivo turístico como un activo económico importante que crea puestos de trabajo.

Su proliferación, por supuesto, no está exenta de problemas, como el de aquel ataque a una anciana de 75 años que salvó la vida de milagro. Un encontronazo anecdótico que, no obstante, preocupa a la población. Porque cada vez hay más osos díscolos que se acercan a los pueblos en busca de alimento en los vertederos. En otras ocasiones, se acercan a las manadas de los ganaderos y asustan a las reses, lo que provoca estampidas con graves pérdidas animales. Incluso puede llegar a atacar a la ganadería menor, como las cabras u ovejas.

"Lo que debemos hacer es ir por delante de unos conflictos perfectamente previsibles, como los daños a los colmenares, o pagar muy rápido los desastres que pueden hacer en el ganado. Algo bastante deficiente por los altos tiempos de entrega de las ayudas. Pueden pasar meses desde la pérdida del ganado hasta que reciben el cobro. La gente, en ese sentido, está descontenta".

A pesar de los enormes beneficios que trae consigo el oso, la masificación turística en zonas protegidas empieza a generar problemas. A pesar de que el 40% del Parque Natural de Somiedo tiene prohibido el acceso a los turistas en sus senderos de montaña, la presencia de 'buscadores de osos' en los montes puede llegar a desestabilizar la frágil convivencia entre animales y humanos. Así lo considera la bióloga y guía turística Gloria Lana, regente del Camping Lagos de Somiedo, cuyas rutas a caballo por Valle de Lago también forman parte de la Red Natura 2000.

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"En Somiedo se está dando un boom del oso, pero es algo relativamente reciente, desde hace 4 años. La gente no sólo viene a Somiedo a hacer avistamientos. Muchos ni siquiera han visto un oso ni tienen la necesidad de hacerlo", especifica Gloria, quien considera que a pesar de que los avistamientos ayudan a "desestacionalizar" el turismo, sí que "están produciendo una masificación en los puntos de observación".

Ese exceso de turistas provoca que los visitantes que están de paso a veces no respeten a los lugareños. "Dejan el coche en mitad de la carretera, ponen el telescopio en el corral de un vecino o bloquean la salida de un tractor. Eso genera conflictos, pero entre las propias personas, no por los osos. Si no se regula y se le sigue dando tanta publicidad, va acabar siendo negativo a medio y largo plazo", explica Gloria.

Gloria Lana frente a Campings Valle del Lago

Gloria Lana frente a Campings Valle del Lago David G. Maciejewski El Español

A pesar del ímprobo trabajo que realizan asociaciones como Fundación Oso Pardo por recuperar un animal que estuvo a punto de extinguirse en España, Gloria Lana, quien perteneció a la FOP durante 3 años, considera que más allá del gran carnívoro existen otros valores naturales y culturales que merecen ser reivindicados.

"La vegetación, las flores, las mariposas, los pájaros, la ganadería o la riqueza etnográfica", enumera la bióloga. Además, el oso, aunque sea uno de los animales más populares de Somiedo, "no es exclusivo de la zona, ya que es un legado de toda la cordillera cantábrica". Apostar todo a los avistamientos es una forma de obviar el resto de riquezas que ofrece Somiedo.

Las palabras de Gloria Lana están en sintonía con las de Sofía González Berdasco, la vaqueira, quien considera que lo que es una bendición económica también puede convertirse en un suplicio. “Hace falta regulación”, sostiene. “Siempre necesitas algo que tenga fuerza para poder promocionar un territorio, y el oso tiene esa atracción. Pero ya está ahí. Ahora deberíamos aprovechar ese impulso para mostrar todo lo que tenemos, como las cabañas de teito que se nos están cayendo o los molinos que no se recuperan. Yo siempre digo que si este patrimonio etnográfico formara parte de cualquier otro país europeo, estaría mejor conservado”.

Vista de un teito en lo alto de una braña asturiana

Vista de un teito en lo alto de una braña asturiana iStock

Uno de los grandes reclamos de los somedanos es que se les aplique aquel dicho tan vaqueiro: “No queremos ser más ni menos, sino iguales”. Y eso pasa por que las grandes dosis de dinero que se inyectan en el mundo rural para conservar el oso pardo, el lobo ibérico, el Parque Natural, los miradores o los senderos tengan también en cuenta las necesidades de sus ciudadanos.

Las carreteras, la sanidad, la banca, internet y la educación son las cinco piezas que no acaban de encajar. “Mi padre estaría muerto si no tuviera un piso en Oviedo”, confiesa Sofía. “Para llegar a un hospital te toca coger la carretera durante hora y media”. Hasta ese punto puede llegar el aislamiento en las zonas menos favorecidas de la orografía de Somiedo. “Mucha gente emigra a la ciudad por la triste razón de tener un hospital cerca. Suena duro, pero es así”.

El problema, juzgan Sofía y Gloria, es que "llega mucho dinero para Somiedo, pero ese dinero está destinado a gestionar el turismo sostenible. Y a la gente que vive aquí le duele ver que no se hagan grandes cambios. Las carreteras están fatal. El teléfono móvil no funciona. Los niños tienen colegio hasta tercero de la ESO y luego ya tienen que marcharse a otro instituto con una hora de carretera de por medio. Hay un pediatra dos días a la semana. El último banco que teníamos cerró durante tres meses, aunque por lo menos lo han sustituido por una nueva oficina".

Y hacen un último reclamo que entronca con la tradición vaqueira: "Debemos seguir defendiendo y protegiendo al ganadero, porque ahora mismo quedan muy pocos [sólo 8.000 cabezas de ganado y 140 ganaderos, según estadísticas oficiales aportadas por el Ayuntamiento]. Son los que de verdad construyen este paisaje y lo mantienen con vida. Sin ellos, Somiedo perdería la mitad de lo que tiene”.

Parque micológico ejemplar

Uno de los grandes atractivos de Somiedo es la variedad de hongos y setas que se pueden encontrar en sus montes. El Parque Natural tiene muchos enclaves de gran altitud. "Hay áreas montañosas que están a caballo entre una zona norte, típicamente asturiana, y otra continental, propia de León", señala Marta González García, secretaria del Centro de Estudios Micológicos Asturianos. "Ahí donde se juntan dos climas surgen cosas muy especiales".

Al hablar de micología y hongos, explica González, la gente suele pensar en la típica estructura de pie, con sombrero y láminas. Pero no es así. "Sus formas reproductivas no son las que se suelen asociar a la seta". Y pone el ejemplo de uno de los fungi más extraños de Asturias: la capitotricha pterosparti, descubierta, entre otros, por Enrique Rubio, uno de los micólogos más prestigiosos de España. "Es un apotecio amarillo precioso. Una especie completamente nueva para la ciencia".

Imagen de la capitotricha pterosparti descubierta por E. Rubio, S. Tello, Baral & J. Linde

Imagen de la capitotricha pterosparti descubierta por E. Rubio, S. Tello, Baral & J. Linde Imagen cedida

González recuerda que "Asturias es uno de los lugares con más hongos censados de España, con casi 5.000". A pesar de todo, la recolección para el consumo o divertimento "está terminantemente prohibida" al tener Somiedo la categoría de Parque Natural. Por lo tanto "es un paraíso micológico, pero para la investigación". Las zonas más prolíficas en hongos raros son, según la experta, el Alto de la Farrapona, donde se encuentran los famosos lagos de Saliencia, Castro, la braña de Mumián y Vegacimera, en León.

"Hay una zona de hayedo calcáreo en la que hay cosas específicas de los bosques en calizo. Luego está la pradería de las brañas, donde se encuentran hongos únicos de las zonas herbosas de los prados. También hay bosques y la zona de la turbera, un tipo humedal ácido, encharcado permanentemente, en la que se dan especies que requieren de humedad constante para sobrevivir". La riqueza de la biodiversidad micológica somedana atrae a científicos de todas las nacionalidades, especialmente de Francia y Alemania, que estudian ejemplares difícilmente encontrables en otros lugares del mundo.

El recorrido por el idilio somedano recuerda al viajero que el mundo rural no está exento de las perturbaciones de la burocracia, la política y la economía. Tampoco de la falta de sensibilidad de algunos turistas que están de paso. La clave de la supervivencia de los innumerables elementos que ofrece Somiedo pasa por la concienciación y el equilibrio. De ahí que muchas empresas 'ecoturistas' que apuestan por la sostenibilidad quieran enseñar a sus clientes a preservar la etnografía regional y ensalzar el valor de quienes, en el pasado, consiguieron convertir estos territorios en espacios mágicos llenos de belleza y cultura.

Rosalía, Guillermina, Sofía, Gloria y María representan sólo a una pequeña porción de las muchas guardianas somedanas que preservan la tradición de Asturias. El equilibrio es frágil y cualquier disrupción podría dañar el encanto salvaje de estos oasis de paz. Son sensibles a los cambios, igual que sus lugareños. Corresponde entonces al viajero o viajera, trashumante o no, contribuir a la preservación de la historia, los ecosistemas y las costumbres de estos paraísos de abundancia y libertad.