4 junio, 2023 02:16

Sara Baras (San Fernando, Cádiz, 1972) tiene un ángel dormido en cada pie: ella los despierta taconeando y ellos la ponen a levitar. Ese es el pacto.

Ella lo lleva como los grandes llevan sus dones: con una humildad desconcertante, como si le hubiera tocado el genio en la tómbola. Como si no dependiera -del todo- de sí misma, como si su talento fuera más grande que ella y la poseyera, como si Sara fuese la mensajera de algo que la trasciende, algo más hondo y enraizado en la naturaleza que ella desencripta con el cuerpo y con su mirada miura, hembra y animal de las tablas.

De casta le viene al galgo. Su madre era la bailaora Concha Baras; su padre, el militar de sus amores, el hombre extrañamente tierno que le marcó la vida y que falleció hace poco, dejándola rota pero con una promesa: también actuó el día de su muerte, porque, como decía la Kahlo, al final del día, una siempre aguanta más de lo que creía.

A él que le dedica este último show, Alma, con sus boleros preferidos. Es su gran puente, su comunicación casi médium con él. Se ha vuelto más espiritual de lo que pensaba. Y eso que ya había tocado los cielos trabajando con los mejores, empezando por sí misma, que es la líder y su propia jefa. Mamó el arte de su madre y de Paco de Lucía y ahora pone en pie a Nueva York, Miami y Washington, y hasta a la la Sydney Opera House de Australia. Todas las medallas son suyas. Todos los premios. Sara Baras es España. Un eterno cartel colgado en la puerta de un teatro: “No hay entradas”. Y a Dios gracias.

Sara Baras nos presenta su espectáculo.

Sara Baras nos presenta su espectáculo. José Verdugo.

A la Baras se le achinan los ojos cuando sonríe, que es muy a menudo, y habla con voz ronquita, casi susurrada, como si estuviera contando confesiones todo el rato en un patio de corrala en San Fernando: se siente una muy rápido su comadre, también bajo la colosal lámpara de araña de esta salita del Teatro de Gran Vía. También entre los telones rojos que la envuelven como a una santa flamenca.

Es bella y tintineante. Extremadamente emocional. Sabe bien que el flamenco es técnica y, luego, soltar. Ahí arrancan todas las magias. La elegancia es eso, ya lo saben ustedes: hacerlo sin rigidez, pero con oficio. Dice Sara que ella ya se levanta flamenquita por la mañana, porque es su “forma de vida”, su “filosofía”.

Respuesta.- Yo encuentro una tela y ya me quiero hacer un vestido para bailar, o quiero iluminarme así, o asá, o quiero bailar una música en este tempo. Cualquier olor, cualquier sabor, cualquier rito me lleva a pensar, a crear. Bailar es buscar la libertad. Es exigirla. Es soñar y hacer soñar. Me considero muy privilegiada por dedicarme a algo que me gusta tanto.

Pregunta.- Privilegiada no, es que eres la mejor.

R.- (Ríe). Mira, pues nunca hay que bajar la guardia. Hay mucho trabajo y mucho sacrificio detrás. Pero esta suerte… esta suerte no la tiene cualquiera. La suerte de encontrarte con tu vocación. La suerte de encontrarte en la vida con lo que amas.

Sara Baras haciendo palmas.

Sara Baras haciendo palmas. José Verdugo.

P.- Hablemos de Alma.

R.- Es el espectáculo que he dedicado a mi padre, y que fusiona el bolero (él era un enamorado del bolero), boleros de siempre, con palos del flamenco muy tradicionales. Por supuesto, con la visión de hoy, pero el recuerdo es muy bonito y está muy presente. Siete músicos en directo y siete bailarines. Es un espectáculo de dos horas muy especial para recordar a personas que no están entre nosotros pero sí dentro. Y se consigue. Hay una parte más sentimental que nunca.

P.- ¿Qué es el alma para Sara Baras? ¿Eso existe?

R.- Ahora mismo, para mí lo es todo. Puede ser que las cosas que no tengan alma no estén ahora en mi vida, no me interesan. Y eso se nota muy fácilmente: cuando las cosas se hacen entregando el cien por cien de lo que eres tienen un alma diferente.

"Los dos grandes cambios de mi vida han cambiado mi baile: tener a mi hijo, perder a mi padre. Lo que bailo es lo que soy"

P.- ¿Eres una persona espiritual? ¿Qué relación tienes con Dios?

R.- Pues mira, creo que esta obra me ha enseñado a sentir de otra manera. Gracias a mi padre, claro. La estrené cuando mi padre estaba aquí y no se encontraba bien, entonces venía a la siguiente, y en la siguiente falleció. Y yo bailé ese día. Por lo tanto… ¡me ha enseñado tanto! Me ha llevado espiritualmente a un sitio donde yo no estaba.

P.- ¿Bailaste el mismo día, después de que falleciera tu padre?

R.- Sí. Bailé.

P.- Fuiste muy valiente.

R.- Se lo prometí y lo hice.

La mano de Sara Baras.

La mano de Sara Baras. José Verdugo.

P.- Alucino con estas cosas de los grandes artistas. Después de la pérdida, del trauma… Show must go on.

R.- Sí. Para mí ha sido un antes y un después, no en mi vida profesional, sino en mi vida, en mi existencia como mujer. Nunca pensé que podría pero sí pude. ¡Es que se lo prometí…! Aunque creo que no se lo prometí creyendo de verdad que me podía pasar. Mi hermana y yo trabajamos juntas, y creo que somos las dos más cercanas a mi padre. En este caso, ella se quedó y yo fui. Por eso te digo… que aquí encontré la parte más espiritual de toda mi vida, no lo había encontrado hasta ahora, quizás no lo había buscado tampoco. Pero aquí hay una búsqueda de encontrarme con él. Y ahí, en el escenario, es como siempre. Él nunca ha salido a un escenario, él no tiene nada que ver, no se dedicaba a esto. Y ahí celebro sus boleros favoritos.

P.- Siempre podemos aguantar más de lo que creíamos, ¿no?

R.- Totalmente. Es sorprendente nuestra fuerza. Dices “no sé cómo haría yo esto”, pero después te sale. Eso pasa con el escenario, ¿sabes? Hay un momento en el que estás cansada y que no… pero cuando se levanta el telón, ¡parece que has mentido! Y no has mentido. Es que surge una fuerza nueva en ese momento. Además hice la función bien, no la hice mal. Es decir, lo pasé fatal pero tiré pa’lante. Es lo que a él le hubiera gustado y lo hice.

P.- Una pregunta que me gusta mucho hacerle a mis entrevistados es qué tienes tú de tu madre y qué de tu padre. Creo que tu madre era bailaora y tu padre militar. Qué combinación, ¿no?

R.- (Ríe). Sí. Yo a mi madre le debo muchísimo. Ella es la que me enseñó no solamente a bailar, sino a amar y respetar el mundo del arte. Mi abuelo ya era pianista clásico, tengo por ahí toda la rama, en casa. Y mi padre para mí ha sido la persona más importante de mi vida, una persona muy cariñosa, muy cercana, muy sencilla, ¡con un amor…! Y como buen militar, luego era muy ordenado para sus cosas, muy responsable con su trabajo.

Sara Baras.

Sara Baras. José Verdugo.

P.- Fíjate que tenemos la idea del hombre militar como de un hombre frío.

R.- Sí, pero no era así, era todo lo contrario, un amor, un amor, un amor… Me ha escrito gente que lo conocía de la época en la que había que hacer la mili y toda esa movida, y venían a decirme “cómo se portó tu padre conmigo”. Era una persona súper querida. Yo creo que tengo la mezcla de los dos. Lo he perdido, lo he perdido. Pero puedo o recordarlo llorando o recordarlo con agradecimiento por haber vivido toda la vida a su lado y haber aprendido tanto y haber tenido tantos momentos tan maravillosos.

P.- ¿Cuál es la canción que más te une con tu padre, que te lleva directamente a su recuerdo, como un puente?

R.- En Alma hay doce boleros: dos que son originales para Alma y todos los demás, que son pura nostalgia, que hemos ido eligiendo. Te extraño. Imagínate. O Vete de mí. Está Remolino, de Céspedes. Y cada uno lo hacemos con un palo. Nostalgia lo hacemos por seguiriya… lo bonito es que él no era entendido de flamenco, y le costaba mucho trabajo diferenciar los palos del flamenco, pero cuando le ponías una melodía que conocía sí la diferenciaba rítmicamente. Por eso empezó Alma. No puedo recordar una simple canción, ¡aunque “una simple canción” sea algo muy grande! Yo bailo desde que soy una niña y él me vio bailar desde que era una niña.

P.- A los artistas os influyen mucho vuestros padres y luego, mucho, vuestros hijos. ¿Cómo estás tú atravesada por esas experiencias? ¿Afectan a tu baile?

R.- Totalmente, totalmente. Yo tengo un hijo. Él no baila, aún, está en otro mundo, se mueve en otro mundo. Va a cumplir 12 años. Quizás yo tampoco he provocado que él venga a este mundo del teatro. Lo conoce todo, pero no participa. Eso sí: quizá sea el gran primer cambio en mi vida, a la hora de bailar, el haber sido madre. Me cambió la forma de bailar, me cambió artísticamente y en mi escala de valores. Si algo te cambia en tu vida, te cambia en tu arte. Hablamos de sentimientos. Este arte técnicamente es muy difícil, pero llega un momento en el que tienes que apartarlo y dejarte llevar. Y ahí entra tu propia biografía a funcionar.

Me ha llamado mucho la atención tu pregunta, porque es así, porque los dos grandes cambios de mi vida han sido los dos grandes cambios de mi baile. Tener a mi hijo, perder a mi padre. Esos pasos han tenido todo el sentido. Tú creas desde lo que sientes, desde lo que vives, desde lo que eres. Yo creo con autonomía.

"A veces me pregunto cómo vive la gente que no baila, ¿cómo se desahoga?"

P.- ¿Qué te ha enseñado la danza como mujer?

R.- A vivir. A veces el baile ha ido por delante de mí.

P.- ¿En qué sentido?

R.- En el flamenco es muy importante la improvisación. A veces me he sentido más fuerte o he sido capaz de expresar cosas con mi baile que con mi palabra no sabía, ¿no?

P.- ¿Eres tímida?

R.- Un poco. Y a lo mejor he considerado que no era el momento de decir algo en mi vida, pero en el baile se me ha escapado. En el baile se te escapa. A veces me pregunto cómo vive la gente que no baila, ¿cómo se desahoga? Para mí el baile es todo. Todos tendríamos que bailar. Porque no es lo mismo bailar bien que bailar. Bailar tenemos que bailar todos.

P.- Bailar tiene que ver con la libertad, ¿no? No me imagino a un dictador bailando.

R.- (Ríe). ¡Claro! Yo tampoco. Por eso tenemos que bailar. Para ser libres.

P.- La gente severa del mundo está ocupada manejando los hilos: no baila. Por su quietud les reconoceréis.

R.- (Ríe). A bailar todo el mundo ya, hombre.

Sara.

Sara. José Verdugo.

P.- Me hablabas de tener tu propia compañía privada desde hace 25 años. ¿Cómo es para una mujer emanciparse en la industria, poder decir “mira, aquí mando yo”? Ser tu jefa, tener libertad creativa total. No siempre fue así, supongo, porque empezaste siendo niña.

R.- Para mí ha sido muy bonito, porque desde el primer equipo que formamos ya no nos valorábamos por ser hombre o mujer, sino que nos mirábamos como artistas. Nos mirábamos como a profesionales. Como mujer, siempre he sido la jefa, es verdad, y empecé muy joven. Y yo llegué en un momento en el que estaba mucho más presente el baile de hombre que el baile de mujeres, aunque hubiera grandes artistas maravillosas. La vida, por ser mujer, “cortaba”, digamos, muchas carreras que hubieran sido bestiales, y aún así las hay que lo fueron.

P.- Atender a la casa, ¿no?

R.- Totalmente, y la cena, y los niños, no sé qué. Y sin embargo, nuestra generación ya no. Recuerdo que estrenamos la compañía con un espectáculo dedicado al baile de mujer, cuando a mí me encanta el baile de hombres, y siempre he sido muy rápida con los pies, y me ha maravillado siempre. Mi generación es diferente: antiguamente bailaban las mujeres con un tipo de movimiento y los hombres con otro. Hoy día, todos hacemos los mismos, no es lo que hagas sino cómo lo hagas. Tú lo haces de una manera más femenina y un hombre de una manera más masculina, pero realmente compartimos el estudio, y nos metemos allí a trabajar y a ensayar y a hacer lo mismo.

P.- Leí que te quitaste el traje de cola, cosa que también era muy revolucionaria, porque preferíais bailar una farruca con pantalones.

R.- ¡Sí!

P.- Hija, mujer con pantalones pa’ bailar.

R.- Esa soy. Es que la primera vez que yo hice una farruca, la farruca sólo la bailaban los hombres. Ya no es sólo que me pusiera el pantalón, sino que era una coreografía que sólo bailaban los hombres, tú imagínate, y yo decía “¿pero por qué no la puedo bailar?”.

"Me puse pantalones para bailar e hice una farruca, algo que era sólo de los hombres: ahora pienso que fui muy valiente. Me dijeron que tuviera cuidado"

P.- ¿Fuiste incomprendida por eso en algún momento?

R.- Bueno, hizo mucho ruido. Incluso maestros y amigos que tenía me decían “Sara, cuidao’”.

P.- Pero cuidado de qué, qué nos iba a pasar tampoco.

R.- (Ríe). No, pero era en el sentido de que fuera un baile bien hecho o no. Y cuando me la vieron bailar, vieron que era un baile bien hecho y ya está. Así que fue muy bonito. Yo siempre he dicho que tengo una sombra que me acompaña y me alivia cuando miro atrás. Y pienso “qué valiente fui en ese momento, y quiero seguir siendo valiente”.

P.- Tuviste que echarle ovarios.

R.- Sí. Tuve. Por eso veinte años después, he hecho otra farruca. La de ahora.

P.- Convenciste, incluso a las gradas más reaccionarias o conservadoras. Funcionó.

R.- Realmente sí. Y de ahí a ahora mi farruca ha ido evolucionando, nunca la he dejado. Cada espectáculo no, pero cada dos espectáculos aparece una farruca. Me encanta. Y bailar en pantalones ahora no es nada, pero hace 25 años parecía una revolución. Y eso que tampoco he sido la primera. Ha habido artistas como Carmen Amaya que ya bailaban así y que dentro del flamenco no era del todo novedoso: sí bailar una coreografía así, no el pantalón.

Yo desde niña siempre he dicho que me encontraba más femenina bailando con pantalón que con vestido. Mi baile era más femenino y tenía más cuidado en las posturas y los movimientos vestida de hombre que vestida de mujer. Y eso me sigue pasando. Me encuentro muy cómoda sin tener que taparme, ¿sabes? El vestido tiene su estudio, y es muy difícil, y soy una enamorada de las telas, y lo que tú quieras, pero la figura con un pantalón me parece de una limpieza… preciosa.

"Desde niña he dicho que me sentía más femenina bailando con pantalón que con vestido: estoy más cómoda sin taparme"

P.- He visto que hay algunos chavalillos, varones, que empiezan ahora a bailar con vestido de flamenca.

R.- Me parece muy bien.

P.- Y con mantón.

R.- Es que se utiliza mucho y es precioso. Me parece perfecto que los niños bailen vestidos como quieran, ¡si el movimiento es el mismo, tú vístete como quieras, que estás en tu forma! Que el niño coja un mantón, igual que yo puedo coger, en el flamenco, un bastón. Ahí está sentirse libre. Hay que respetar la tradición y hay que querer y agradecer a los maestros de antes todo lo que nos han dado, pero tenemos la obligación de sentirnos libres y de poder expresarnos con libertad, si no, ¿qué cuentas? Para tener algo que contar y para que tu propia personalidad haga algo diferente, tiene que ser que lo sientas. Si no, no creo que puedas. Porque las cosas, casi todas, están hechas, ¿verdad? La gracia está en tu forma de hacerlo.

P.- ¿A quién pertenece el flamenco? ¿Payos, gitanos, ambos por igual? ¿Dónde están sus verdaderas raíces?

R.- La verdad es que yo creo que hoy día el flamenco es de los flamencos, y los flamencos somos los que somos flamencos, independientemente. Antes era casi obligatorio haber nacido en el sur. Ahora te vas por medio mundo y hay gente que baila súperbien, gente que ha venido aquí a estudiar y se ha quedado con todo.

Gente que parece que lo ha mamao’, como dicen en mi tierra. Por eso te decía que hay que valorar de dónde venimos, pero que hoy día, lo que está hecho con respeto y con calidad y con los pies en la tierra, con suficiente identidad, hay que aplaudirlo, y va encontrando su sitio. Es importante poder abrir los ojos y poder sentir el flamenco de una manera… hay público para todo, hay un abanico de estilos…

P.- ¡Pero son cosas tan pasionales! Generan debates muy acalorados. Son miradas muy viscerales.

R.- Claro, pero en esas miradas entramos todos. Y no somos tantos, los flamencos. Gracias a Paco de Lucía y a Camarón y a Morente y a Carmen Amaya y a Gades y a Farruco… ellos abrieron las puertas del mundo al flamenco y gracias a ellos está considerado un arte grande, un arte serio. Y nos representa en el mundo entero, es parte de nuestra cultura, deberíamos estar más orgullosos todavía de pensar que ha nacido aquí. Pero realmente ya está echado a rodar y no podemos meterle límites. Si tú sientes como Rosalía, pues muy bien, y si tú sientes como Juana la del Pipa, que es mi favorita, pues también muy bien. No creo que nadie le quite nada a nadie.

Sara Baras.

Sara Baras. José Verdugo.

P.- Hablábamos del flamenco como cosa nuestra, cosa nacida bajo nuestros pies. ¿Te sientes patriota, o como lo quieras llamar?

R.- Calla, calla. Me hacía gracia porque ha habido gente que ha dicho “Sara se autoproclama Marca España”. No, cariño, no: me lo entregó el Rey.

P.- ¿Éste?

R.- Éste. El otro me dio otra medalla en Washington. Pero cuando me hicieron Marca España me sentí súper orgullosa y me encanta llevar parte de nuestra cultura por medio mundo. Es una responsabilidad grande como española y como flamenca.

P.- ¿No has tenido ningún problema político con eso?

R.- No, para nada, me siento muy orgullosa de ser Marca España.

P.- ¿Y qué tal con el rey?

R.- La verdad que muy bien, me parece maravilloso.

P.- ¿Eres monárquica?

R.- (Ríe). No quiero entrar. No entro, no voy a entrar… (ríe).

P.- Es que me hacía pensar en el rey dándote la condecoración y tú pensando “guay, eres muy majo, pero yo no soy monárquica, cielo”.

R.- (Ríe a carcajadas). No, no, pero a mí me hizo mucha ilusión y lo agradezco muchísimo. Son muchos años. Los flamencos somos marca España sí o sí. Qué buena noticia lo de la nueva ley del flamenco. Esperemos que hagan algo importante por el flamenco.

"Hay gente que ha dicho ‘Sara se autoproclama Marca España’. No, cariño, no: me lo dijo el Rey Felipe"

P.- Ha habido épocas, yo creo, desgraciadamente, (cada vez menos, porque estamos cada vez más enraizados con el flamenco, o C. Tangana nos saca un disco de rumbas y todo el mundo flipa), donde se miraba al flamenco como a un género de catetos o de pobres. ¿Ha habido una mirada de complejo desde dentro de España?

R.- ¿Tú de dónde eres?

P.- De Málaga.

R.- Es que ya decía yo que andaluza tenías que ser para hacer esas preguntas. Cómo lo sabes, hija. Pero es lo que hablábamos con el machismo. Eso ha tenido su época. A mí esto no me ha pillado. A mí me ha pillado cuando este arte ya estaba considerado un arte grande y tenía la grandeza de Paco de Lucía o de Camarón. Orgullosa de ser marca España, andaluza y gaditana, orgullosa de haberme criado en la isla. Como decía Chavela Vargas, uno vuelve siempre a los viejos sitios…

P.- … donde amó la vida.

R.- ¡Ole!

P.- ¿Qué te pareció ver a la reina Letizia y al rey Felipe tocando el cajón flamenco en Cádiz?

R.- Maravilloso. Mira, pues nosotros estábamos fuera de España con la gira y nos llegó, y dije “no puede ser, el rey está muy suelto”. Fue muy bonito. Y qué bonito que el Congreso de la Lengua se hiciera en Cádiz, ¡qué bonito! ¿Ves? Es ya otra época.

P.- ¿Tú le darías unas clasecitas a la reina?

R.- ¿Yo? Ya ves. Le enseñaba la pataíta’ por bulerías.