20 mayo, 2023 02:47

Diego Ibáñez es un talento descomunal y a la vez, un misterio: quizá porque se da muy poca importancia a sí mismo, quizá porque aunque borda todo lo que toca siempre deja la sensación de que sólo pasaba por aquí -como medio de casualidad-, quizá porque se ríe de las poses y de la solemnidad impostada de los artistas. De sus intensidades ridículas y de sus exageraciones poéticas.

Él se encoge de hombros, pide un botellín de cerveza, duda de casi todo, habla con sus amigos de siempre, hace esfuerzos por no mentirle al psicólogo, lee a Foster Wallace y a Marta D. Riezu o comenta las últimas películas que amó, como Fue la mano de Dios o Close. Respecto a la segunda: “La primera vez que se nota la presión de la masculinidad es cuando te enfrentas, ¡mira qué palabra!, al primer beso o la primera relación sexual”, chasquea la lengua, con corajillo.

[Carolina Durante: "Nuestra generación es mucho más infeliz que la de nuestros padres"]

“Hay un estrés, un agobio porque todo salga bien, y el porno, y su puta madre… hay que calmarse. Nos han ido un poco a joder”. Pues sí. Pero la verdad es que, aunque sea discreto o se autoproteja o deteste la exhibición sentimental, su lenguaje nunca deja de ser el de la ternura. Y el de las cosas sencillas. Por ejemplo: estamos vivos. Es un éxito total, sobre todo para alguien, como él, obsesionado con la muerte. Y, además, hoy hay partido. 

R.- El día que me deje de ilusionar un Madrid-Barça me voy a preocupar-, dice. 

P.- ¿Querrá decir que no hay retorno? 

R.- Querrá decir que hay algo en mí que se está muriendo (ríe).

Le aterra “dar la chapa”, como contará en esta entrevista. Le aterra molestar, ser una carga para los que quiere. Por eso a veces peca de silencioso o de críptico, hasta con los suyos. Yo diría que incluso hace esfuerzos por desparecer. Aunque con su grupo, Carolina Durante, haya escrito los himnos románticos, angustiosos y existenciales de toda una generación, aunque sea el frontman genial, de estilo epiléptico y radical, que revienta el Wizink Center sin inmutarse, aunque resulte un actor iniciático y prometedor en Cardo (Atresplayer), la serie-pelotazo de Ana Rujas. Está aprendiendo a tratar consigo mismo. A caerse bien. Y ese es un trabajo que dura toda la vida. 

En realidad, Diego Ibáñez es un genio camuflado de chaval normal. Los pájaros negros van por dentro, pero aquí fuera -casi consigue engañar- sólo vemos a un tipo amable con sudadera Adidas y rizos sobre la frente que deja caer la tarde del jueves charlando de esto y de aquello en las mesitas lúgubres del fondo del Pepe Botella, las que parecen una cafetería roída dentro del vagón de un tren de otro tiempo. Generan algo, una especie de burbuja de intimidad y una sensación de que fuera de aquí el mundo sigue girando a toda velocidad. 

Diego Ibáñez.

Diego Ibáñez. Rafael Bastante.

Luego le diré que el sitio le pega. 

Luego le diré que me parece un “antimoderno” y se reirá. “Depende de quién lo diga, depende del entorno en el que te muevas. Para mis colegas de toda la vida soy el moderno de turno. Y yo a la palabra le veo algo de peyorativo. El moderno siempre tiene que estar al frente de las cosas: agota. Quizá no conozco a ningún moderno de verdad. Sólo los restos malos de la palabra, como pasó con ‘indie’, que antes era preciosa: era pasar de todo, era decir que no a las marcas… pero ahora, ¿qué grupo no va a tocar en un festival porque esté Coca-cola en el cartel?”. Acabará reconociendo que sí es un “antimoderno”, al menos en el sentido de que se siente inconforme, en desacuerdo con su época. “Yo creo que soy un clasicorro”. 

No es que Diego se vuelva vulgar cuando baja del escenario, como cantaba Enrique Urquijo, es todo lo contrario: resulta aún más complejo. Es un niño angustiado por el paso del tiempo, un niño agarrado a lo bello de las cosas, un niño que sufre por adelantado porque no para de pensar en que llegarán a su fin, como si se derramase dentro de él continuamente un reloj de arena. El “tic, tac” lo carga el diablo. 

P.- ¿Qué tiene Diego Ibáñez de su madre y qué de su padre? 

R.- Tengo más cosas de mi padre de las que me gustaría tener, y más cosas de mi madre de las que pensaba que tenía, pero tiendo hacia mi padre. 

P.- ¿Crees que acabamos pareciéndonos, extrañamente, más, a la persona con la que tenemos más conflictos emocionales? 

R.- Bueno. Leí una frase que apunté en el bloc de notas del móvil y decía algo como que empezamos a disculpar a nuestros padres cuando crecemos y nos vamos pareciendo a ellos. Era algo así. Creo que de mi madre tengo atributos… como que soy cariñoso y empático. Luego hay personas que me verán y dirán “tú no eres cariñoso”, pero lo soy con mis amigos de verdad. Alguien que es cariñoso de 0 a 1 segundo me parece un poco sospechoso. De mi padre creo que tengo… el ser una persona muy crítica, muy analítica, para lo bueno y para lo malo.

P.- ¿Le estás perdonando sus pecaditos porque te ves reflejado en él? 

R.- Le estoy perdonando porque le quiero perdonar. Porque soy ingenuo. Y porque al final somos más católicos de lo que creemos. 

"Tuve una infancia feliz y me guta decirlo porque creo que alegra a mi madre y la alivia" 

P.- ¿Qué tipo de niño fuiste? 

R.- Un niño muy inquieto, muy movido, muy rebelde. No paraba. Me gustaba hacer deporte. Tenía muchos amigos, recuerdo. No sé. Tuve una infancia feliz. No voy a decir que esté orgulloso de eso, pero sí me gusta decir que me gusta creerlo, porque hay una parte de ello que alegra a mi madre. 

P.- ¿Así siente que hizo un buen trabajo? 

R-. Sí. Me gusta no tener que engañarla cuando le digo que fui feliz. Eso me hace feliz (ríe). Lo digo de verdad. Para ella creo que es un alivio. 

Dice Diego que empezó a escribir cuando arrancó el grupo. Que respeta más la literatura que la música. Que no se atreve a intentar algo más, algo “serio”. Que con la banda empezaron por “envidia” a las otras bandas, y luego entendieron que les divertía. “La primera vez que hicimos una canción me pareció flipante. Ya no una canción buena, sino una canción. Me da mucha rabia cuando la gente en Twitter coge la letra de una canción de Bad Gyal y la comparte poniendo ‘Lorca’. Me toca los cojones muchísimo. Porque no es lo mismo. Y porque todo es complejo. Si se ríen de una canción de Bad Gyal, que la hagan ellos”, lanza. 

“De todos modos creo que una letra lo bastante buena también funciona sin música, porque es un poema. Tiene música interna. Las cosas tienen música, tienen ritmo. Me gusta Nacho Vegas. Creo que es uno de los cinco mejores letristas de España, pero espero que no haya que sufrir tanto como él para escribir tan bien”. 

Diego Ibáñez.

Diego Ibáñez. Rafael Bastante.

P.- ¿Tú eres un sufridor? 

R.- Sí, pero no lo hago a propósito. Procuro no serlo. Intento no hacer sufrir a los demás con mi sufrimiento. Intento no vomitar constantemente mis quejas. La gente que es una queja constante al final jode a los suyos. 

P.- De alguna manera, hay en la tristeza una forma de decirle a los que te rodean “sois incompetentes para mi felicidad, no sabéis hacerme feliz”. Pero sibilinamente. 

R.- Sí, pero es una trampa, porque al final depende de uno mismo. Esa es la única historia. Me da verdadera rabia. Muchas veces me pregunto “¿cómo me puedo quejar yo?”. 

P.- ¿Has hecho canciones-venganza? A lo Shakira. 

R.- No. 

P.- ¿Y revancha? 

R.- Tampoco. No te lo compro (ríe). Pero he hecho canciones en momentos de frustración, de enfado. Se me da mejor en esos momentos. También es más fácil fingir que estás enfadado. 

"No he hecho canciones de venganza, pero sí he escrito enfadado o con mal de amores" 

P.- ¿Tenemos tendencia a la ira?

R.- Lo que tenemos es tendencia a la contención, porque en cuanto te sueltas un poco sale toda la rabia, o mí me pasa (ríe). O será que la gente está muy muerta por dentro. Yo escribo enfadado o con mal de amores. Pero quizás la canción más rabiosa que hemos hecho ha sido la de Aaaaaa#$!&. La grabamos dos veces. La primera fue cantada, quedaba raro, la segunda era gritada. Un amigo me dijo que era de nuestros mejores comienzos de canción. 

P.- ¿Hay gente que se pueda sentir aludida por ella? 

R.- (Ríe). Hombre. Claro. 

Hablamos de un capítulo de la segunda temporada de Cardo con una escena de sexo problemática. “¿Tú crees que fue violación?”, pregunta Diego. “No lo sé. Creo que no. ¿Y tú?”. “Ana me contó que no lo escribió como una violación”. 

P.- Bueno, ella es un animal herido en la serie. Y ese es un sexo triste y gélido. 

R.- Yo he tenido sexo de ese tipo. De frialdad. Todos, creo. Es horrible. Encima al hombre se le nota más, por si se le pone o no dura, con el bajón emocional… al menos ahí hay una señal. Pero tengo amigas que me han dicho “la de veces que he follado así, mirando al techo”. 

P.- Hemos tenido sexo triste. 

R.- Sí. Lo que me pregunto es si el tío de la serie hiciese eso diez veces seguidas… ¿es un violador? El patrón da pistas de cosas. Una amiga me decía: “Yo delante de según qué amigos, diría que me parece una violación, para que se pusieran un poquito las pilas”. 

P.- ¿Tienes método de actuación? 

R.- Esta temporada sí he sabido lo que es actuar, al menos un poco. En la primera temporada, el personaje se parecía más a cómo estaba yo en ese momento, es decir, inseguro, nervioso… por empezar a actuar… pero en la segunda he tenido que meterme en una emoción nueva, alejada de mí. Y he tenido que recurrir a cosas dentro de mí para generar esa emoción. 

P.- ¿Por ejemplo? 

R.- (Resopla). Buf. A rupturas con parejas. Y pensar “qué mal lo hice, joder”. Lo que hace Ana [Rujas] es durísimo. Ana lo hace rascando en la herida, y por eso acaba arrasada. Es increíble. Rasca costra hasta que salga sangre. Curra con la herida. Y luego vuelve a cerrarla, y luego vuelve a abrirla. 

Cuenta Diego que le dio vergüenza, en la serie, pronunciar la frase “yo me destruyo para saber que soy yo y no todos ellos”. 

"El alcohol ha sido la mítica forma de destruirme, pero la peor adicción es el móvil, porque ni siquiera es romántica"

P.- ¿Cuáles han sido tus formas clásicas de destruirte?

R.- El alcohol es mi mítica. Y es una forma de autodestrucción. En cuanto a adicciones… de verdad, la peor es el móvil, porque ni siquiera hay forma de que sea romántica. El alcohol y las drogas al menos te hacen personaje, pero es que esta mierda… si hubiese personajes adictos al móvil en las películas que vengan en los próximos cien años, seguiría sin ser atractivo. 

"No existen artistas sin vicios, y tampoco personas sin vicios"

P.- ¿Existen artistas sin vicios?

R.- No, y tampoco existen personas sin vicios. Algo hay siempre. Cuando he conocido a algún artista dentro de España (de esto de los grados que no le conozco, pero conozco a alguien que le conoce y esa persona conoce a otro alguien más cercano que le conoce) que a lo mejor le admiraba porque le presuponía una entereza (y le admiro igualmente, porque la admiración no la desploma un vicio), pero descubro que no era esa persona pulcra y enfocada en lo suyo… en sus quehaceres y pasiones. Siempre hay un vicio loquísimo detrás. También me alivia, ¿no? (ríe).

Lo único que me jode de los vicios es que nos hacen perder el tiempo. Perder el tiempo es una de mis mayores obsesiones. Perder el tiempo con Instagram o con Tiktok no te aporta absolutamente nada y encima no te hace feliz. Ahora estamos aplaudiendo por concentrarnos viendo una serie, pero en la época de Foster Wallace (que el otro día le leía un libro de entrevistas) estaba mal visto ver la tele (la “caja tonta”) y hasta ver cine. 

Diego Ibáñez.

Diego Ibáñez. Rafael Bastante.

Cuenta Diego que está obsesionado con la muerte, porque en realidad está obsesionado “con el final de las cosas”. “Y eso viene ligado a no disfrutar del momento. Soy incapaz… porque siempre me pongo un escudo, me cuento a mí mismo una y otra vez que va a haber un final, para así, cuando llegue, poder decirme ‘lo he sabido durante todo este tiempo y me he estado preparando para ello’. Me jode, porque creo que… como decía esta frase que me gusta… ‘antes de verlo romperse, lo rompo’. Es una frase que está guapa, pero me gustaría que no fuera verdad. Me gustaría exprimirlo todo y no dejar las cosas por vivir, no dejar las cosas flotando”. 

P.- Cuando hablamos del “final de las cosas”, en realidad estamos hablando del “final del amor”, ¿no? 

R.- (Ríe). Sí. 

P.- ¿Cómo sabes que te estás desenamorando? 

R.- La verdad que no lo sé. Pero de una relación tienes que salir cuando tú estás mal, la única razón no es desenamorarse, para nada. Mira, si yo por ejemplo un día me quedara sin piernas, dejaría a la persona que tengo al lado para que no tuviese que encargarse de mí. Para salvarla, para liberarla. No quiero ser una carga para nadie. Esto me obsesiona también. Mi padre siempre dice… joder, esto me emociona, coño (se le empañan un poco los ojos). 

P.- ¿El qué? 

R.- Mi padre siempre dice que cuando empiece a ser una carga seria para el resto se pegará un tiro y ya está. ¿Sabes lo peor? Que nunca le digo que no. Porque creo que no lo va a hacer, en realidad. Y también porque estoy un poco de acuerdo con él. Porque yo haría lo mismo. 

P.- ¿No quieres ser cuidado? 

R.- Quiero ser cuidado. Y quiero que se preocupen por mí, y quiero que me quieran, y quiero ser cuidadoso con los demás. Eso es esencial. Quiero ser leal a mis amigos y a mis familiares. Eso es lo que más me mueve de una persona: que sea leal, pero es un valor a la baja. 

P.- La gente no tiene ni un puto código. 

R.- No. Y me da rabia… creo que esto te lo he leído a ti alguna vez. Yo soy de izquierdas y procuro ser leal, pero veo que es un valor más vinculado a la derecha que a la izquierda, ¿sabes? Mis amigos más leales son personas de derechas. ¿Dónde te lo leí? 

P.- Creo que en un artículo alabando la lealtad de Willy Bárcenas con su familia. Esto de que te llama un amigo diciendo que ha matado a alguien… él dice que diría “¿dónde escondemos el cadáver?, pillo el coche”. Quizás alguien de izquierdas, que coloca por encima sus valores de sus amistades o afectos, llamaría a la policía. 

R.- Eso creo (ríe). 

P.- ¿Has querido estar muerto? 

R.- Nunca. Nunca. 

P.- Pues tú eras el que cantaba “quiero estar siempre en este momento, así que matadme, yo quiero estar muerto”. 

R.- (Ríe). Sí, pero siempre ha habido algo que me ha atado a la tierra, algo que me ha hecho feliz. 

"Estoy obsesionado con la muerte. Sobre todo, con el final de las cosas, el final del amor"

P.- En tus canciones siempre estás a un paso de conseguir la felicidad. 

R.- Para mí la felicidad es estar tranquilo, tal cual. Esa tranquilidad me permite disfrutar de las cosas. También te digo que para que yo esté tranquilo… tienen que ocurrir muchas cosas a la vez (ríe). Hay personas para las que es fácil. No es mi caso. 

P.- ¿Cuándo te recuerdas tranquilo? 

R.- Cuando he hecho las cosas que tenía que hacer. Al final de un concierto que he hecho muy bien, por ejemplo. O de vacaciones, cuando sé que no tengo que hacer nada. 

P.- Estás muy abrazado a tu sentido del deber. 

R.- Curiosamente, sí. Pero es por culpa. Porque no tengo sentido de la disciplina. 

Diego Ibáñez.

Diego Ibáñez. Rafael Bastante.

P.- ¿A quién le cuentas tus secretos? 

R.- Bueno, ahora vengo de hacer terapia. 

P.- Hoy sesión doble. 

R.- (ríe). Es la primera vez que he hecho terapia tal cual, este año, porque me ha petado la cabeza. Antes iba al psiquiatra, pero sólo me medicaba, no tenía ningún sentido. 

P.- ¿Le cuentas toda la verdad y nada más que la verdad? 

R.- Sí. Y cuando le cuento una mentira, me empiezo a torturar por dentro y le digo “vale, te he mentido hace un segundo”. Me siento fatal. 

P.- ¿Y qué has descubierto de ti mismo? 

R.- Que soy muy duro conmigo mismo (dice, de broma, con voz paródica). No, pero pensé que me sabía toda la teoría y que sólo tenía que llevarla a la práctica, y resulta que no. Me creía el más listo del mundo y he descubierto que no soy tan listo. Me sentía completamente autoanalizado, ¿sabes? Pero había partes de mí que se me escapaban. 

P.- A veces son cosas que uno voluntariamente omite para no afrontarlas. 

R.- Sí. Justo. 

P.- ¿Qué tal con las pastillas? 

R.- Me dan miedo. 

P.- No me refiero al MDMA, sino al Lorazepam. 

R.- (Ríe). Ah, con esas me llevo estupendamente. Pero ahora me he quitado los antidepresivos. Estoy contento. No quiero romantizarlos. 

"Este año he empezado a hacer terapia, porque me ha petado la cabeza, pero he dejado los antidepresivos y estoy contento"

P.- No, pero tampoco vamos a ir a las bravas, ¿no? ¿Por qué sufrir ansiedad o ataques de pánico gratuitamente si podemos paliarlos? 

R.- Sí, pero a veces me digo a mí mismo “espabila”. A veces el castigo es necesario para uno mismo (ríe). Esto de “no pasa nada”, me adormezco… sí que pasan cosas, joder. 

P.- ¿Estamos fragilizados? 

R.- Sí. Está claro. Y también pienso que hay personas que, según con el terapeuta que den… ojito. Se pueden volver auténticos capullos. La terapia puede generar capullos (ríe). Esto de “tío, te estás tratando pero veo que no te está sentando bien”. 

P.-¿Por la autocomplacencia? 

R.- Y por la tendencia al egoísmo. Veo que la gente se vuelve muchas veces una completa egoísta poniéndose en el centro de todo. Pero a la vez envidio mucho a la gente que es más egoísta que yo. 

P.- Pero si tú eras el que cantaba “suelo pensar demasiado en mí, pero contigo no ocurre lo mismo”. 

R.- Sí, claro, yo también estoy en esas, pero me refiero a que envidio a la gente que tiene más facilidad para tomar decisiones. A la gente que tiene fuerza para decidir.

Diego Ibáñez.

Diego Ibáñez. Rafael Bastante.

P.- ¿Sabes lo que es estar enamorado? 

R.- Sí, conozco el amor. 

P.- ¿De qué va eso? 

R.- De poner a la otra persona por encima de ti. Esa es la movida. Dices: “Mira, tengo estos problemas, pero no te los voy a contar, porque tú estás con tal cosa… cuéntame qué te pasa, te quiero ayudar, y si te ayudo, mis problemas, aunque no dejen de existir, serán menores, porque tú estás bien”. 

P.- ¿Cuántas veces te has enamorado? 

R.- Creo que... tres veces en mi vida. 

P.- ¿Basta un solo cuerpo para toda la vida? ¿Crees en la fidelidad para siempre? 

R.- Quiero creer que sí, pero no (ríe). Sería lo mismo que creer que las cosas son para siempre. Nada es para siempre. Cuanto más dure, mejor. La cosa es no dramatizarlo. 

P.- ¿Tú has llorado por amor? 

R.- Sí, claro. Si no has llorado por amor, es que no te has enamorado. Yo soy un llorica, ¿eh? 

P.- ¿Te han dejado?

R.- Sí, mi primera novia. Te hablo de la etapa… post 17 años. 

"Si no has llorado por amor, es que no te has enamorado. Yo soy un llorica"

P.- La primera en la frente. 

R.-(ríe). Y ha sido el generador de canciones de Carolina Durante durante mucho tiempo. O sea que gracias (ríe). Mereció la pena. 

P.- Es la hostia ser abandonado, ¿no? 

R.- Sí, pero lo más difícil es abandonar. Es una putada que flipas. De todos modos, hay una responsabilidad en ambos casos. En dejar y en ser dejado. 

"No milito en nada, suficiente tengo conmigo mismo. La gente que lleva bandera… acaba envuelta en ella"

P.- ¿De qué temas sientes tú que no puedes hablar con libertad? 

R.- Con libertad puedo hablar de cualquier cosa, otra cosa es atenerme a las consecuencias, que pueden ser nefastas. Mejor no mirar el móvil en un tiempecito. Le puede pasar a cualquiera, a cualquiera que vaya un poquito más de lo obvio. “No al racismo”, “igualdad entre mujeres y hombres”. Obviamente. Pero cuando vas un poco más allá de eso, prepárate. Prefiero ser cobarde. 

Diego Ibáñez.

Diego Ibáñez. Rafael Bastante.

P.- ¿Militas en algo? 

R.- Suficiente tengo conmigo mismo. A ver si arreglo mis movidas y luego voy para el mundo. Est debería hacerlo más gente. 

P.- ¿No eres un militante de izquierdas? 

R.- No, pero soy una persona de izquierdas. Creo que la gente que intenta llevar una bandera… al final acaba envuelta en ella. La bandera les lleva a ellos. Supongo que la militancia es esa. El movimiento por encima de tu persona. Eso no me interesa.