9 enero, 2022 02:28

Noticias relacionadas

Érase una vez una niña que creció convencida de que el lobo de Caperucita era el bueno del cuento. En la versión que Félix Rodríguez de la Fuente (1928-1980) contaba a sus tres hijas, la abuela era una gruñona, la niña una cursi y el lobo, un animal majestuoso y defensor de la libertad. Ellas lo creían. ¿Cómo no hacerlo? A la confianza en el padre se sumaba que habían visto pasar por casa lobeznos asustados, acogidos por el naturalista más famoso de España. Así que cuando Odile (1973), su hija pequeña, la que desde los cinco años quería seguir los pasos de su progenitor, conoció la versión de Charles Perrault, siguió creyendo a su padre. Hoy, 42 años después de que el hombre que era "el de la Tierra" nos dejara, lo sigue haciendo. Lo cree pero con matices cuando los lobos se comen animales de las granjas. 

A Odile se le iluminan los ojos, ya vivos de por sí, cuando habla de su padre. Ha heredado de él ese allure, ese je ne sais quoi que dicen los franceses -como Marcelle, la mujer de Félix, la madre de Odile- a la hora de explicar la naturaleza y transmitir admiración por ella. Es bióloga y divulgadora -¿qué mejor mix para seguir la estela del padre?- y vive en el campo, pero hemos quedado con ella en el Museo de Ciencias Naturales de Madrid. Al entrar, como si fuera su casa, saluda por su nombre a varios empleados. Pero mientras cruzamos la nave central principal, emerge en ella la fascinación de la primera vez: "¿Es bonito, verdad?", dice.

El naturalista más famoso de España murió en 1980 en un accidente de avioneta en Alaska. Félix Rodríguez de la Fuente cumplía ese mismo día, 14 de marzo, 52 años. Su hija pequeña tenía siete. Ahora que se acerca a la edad que tenía su padre cuando perdió la vida aún le duele más una idea: "Era aún tan joven". Y aun así, todo lo que había hecho.

Odile con su padre en la playa.

Odile con su padre en la playa. Cedida.

Una década antes, en los años 70, había logrado que el lobo ibérico dejara de ser considerado una alimaña. Como tal, podía ser aniquilado sin pudor alguno. Se llegaba a pagar dinero público por sus restos, como recompensa por acabar con él. Medio siglo después, son los ganaderos los que reciben dinero por lo que queda de sus cabezas de ganado cuando son atacadas por lobos. "Cuando dejan algo", lamentan algunos. En los ataques de lobos, para cobrar la indemnización, si no hay cuerpo, no hay delito. El 21 de septiembre de 2021 entró en vigor la Orden Ministerial que prohíbe en toda España la caza del canis lupus signatus, el lobo ibérico, ante la mirada desesperada de cientos de ganaderos. Sobre todo, los que están al norte del río Duero.

¿Qué opinaría Félix Rodríguez de la Fuente? Lo dejó dicho: "Allí donde el lobo cause daños o ponga en peligro la vida humana, debe ser controlado". Odile, la hija de la que fuera la voz más autorizada en este país en lo que a lobos se refiere, asegura que España se ha pasado de frenada. Y sigue defendiendo la postura de su padre. El lobo como animal libre y majestuoso, pero no a costa de todo.

A la ministra de Transición Ecológica le soprendió la postura de Odile sobre la caza del lobo

Odile pone, como hacía su padre, a los ganaderos por delante y denuncia todos los problemas a lo que se enfrentan. Esta semana se ha sumado uno más: el ministro de Consumo, Alberto Garzón, de Unidas Podemos, diciendo en el diario británico The Guardian que España exporta carne de mala calidad, refiriéndose al trato que reciben los animales en las macrogranjas antes de ser sacrificados. Unas declaraciones que han llevado a diferentes organizaciones agrarias a pedir la dimisión de un ministro que lleva meses defendiendo públicamente que hay que comer menos carne.

Además de su trabajo como bióloga y divulgadora -escribe libros, da conferencias-, Odile, que llama hermanos a los lobos, forma parte de varios colectivos que trabajan por la naturaleza, entre ellos el Grupo Campo Grande, centrado en la coexistencia del lobo y la ganadería extensiva. Repasamos su relación con su padre, con los lobos y con la España que acaba de prohibir su caza. Un avance: al Ministerio de Transición Ecológica, que dirige la socialista Teresa Ribera, le sorprendió conocer su postura. No, no la habían llamado antes de decidir.

Odile en el Museo de Ciencias Naturales.

Odile en el Museo de Ciencias Naturales. Javier Carbajal.

Pregunta.- ¿Cómo empezaría Odile Rodríguez de la Fuente una conferencia sobre lobos?  

Respuesta. - Doy conferencias sobre el lobo y siempre empiezo hablando de mi padre. Son indisociables. Tanto en el inconsciente colectivo, porque siempre se vincula la figura de mi padre al lobo, como en la historia de la conservación de la especie en nuestro país. El lobo se hubiese extinguido en España si no hubiese sido por el trabajo que hizo mi padre en los años 60 y 70 como ocurrió en otros países de Europa, como Francia, Alemania e Inglaterra. Fue un fenómeno que ocurrió a lo largo y ancho de Europa y únicamente quedaron unos reductos, entre ellos España. Aquí la especie tocó fondo en los años 70. Estaba en grave peligro de extinción.

Gracias al trabajo de mi padre con la Administración, por un lado, y de concienciación con sus documentales, por otro, se consiguió que el lobo dejara de ser considerado una alimaña. Se permitía cazarlo mediante todos los medios, veneno o lazos, a lo largo de todas las épocas del año. En 1973 mi padre consigue que se convierta en una especie cinegética: solo se podía cazar con una serie de métodos, determinados meses del año y con una serie de condiciones. Gracias a ese cambio, el lobo no se extingue en nuestro país. Su gran labor fue concienciar a través de sus documentales, principalmente El hombre y la Tierra; a través de sus conferencias y a través de su trabajo con WWF Adena de la época y el Club de Linces. Él se volcó en cambiar la imagen que teníamos del lobo en nuestro país. Esa imagen tremendamente negativa, como si fuera el peor enemigo del hombre, es algo universal. Mi padre nos hizo ver que era una especie más, con una función importantísima en los ecosistemas. Y, sobre todo, que el lobo no era agresivo, vil ni malo por naturaleza, sino que es un animal sumamente noble y muy inteligente, una de las especies más inteligentes que tenemos.

Entrevista a Odile Rodríguez de la Fuente Carmen Suárez

P.- ¿Cuál ha sido tu relación con los lobos?

R.- Imagínate: a mí me contaron el cuento de Caperucita Roja al revés. Cuando era pequeña tardé en darme cuenta muchos años de que no era como me lo habían contado. Para mí el lobo es como un hermano, un compañero de viaje. Es una especie que despierta tanto interés en nosotros, en los seres humanos, porque nos vemos muy identificados con ellos. No, un lobo no es como un perro, no tiene la misma mirada. Un perro te mira con sumisión, un lobo te mira de tú a tú. Con el lobo compartimos nuestra infancia colectiva en el Paleolítico, que fueron miles de años, decenas de miles de años. Era la única otra especie social depredadora y se piensa que incluso colaboramos en la caza. A partir de esta colaboración y de este mutuo respeto, surge el perro y la domesticación de los primeros lobos. En el tipo de vida del lobo, en la mirada del lobo, en el porte del lobo, hay como una nostalgia también de esa libertad, de lo libre y de lo salvaje que dejamos atrás en nuestro camino de desarrollo y civilización. Por eso hay este halo de atracción por esta especie tan importante, sobre todo por parte del mundo urbanita. Yo creo que por toda la sociedad en general, pero quizá en el mundo urbanita más, porque están exentos de esa libertad y de ese halo de lo salvaje que representa el lobo.

"No, un lobo no es como un perro, no tiene la misma mirada"

P.- ¿Lo más cerca que has estado de un lobo? ¿Has llegado a acariciar lobos adultos?

R.- Sí, sí, claro. Lobos adultos pero troquelados, en cautividad; salvajes no. Eso sería imposible. Por casa pasaban muchos animales cuando éramos pequeñas: halcones, cachorros de oso, de lobo, un ocelote... Hasta teníamos una pequeña lince, Martina. En aquella época se perseguía a las alimañas e incluso el Estado pagaba a cualquiera que llevase los restos de un depredador a un ayuntamiento. Eran otros tiempos. A mi padre le llamaba constantemente gente que sabía que él defendía a la naturaleza. "Están paseando unos cachorros de lobo por un pueblo en Zamora, los están arrastrando por las patas en el pueblo y han matado a toda la familia", le decían. Y mi padre se hacía cargo de esos lobeznos, que pasaban por casa antes de ir a la Casa de Campo o al zoo o al set de rodaje en Pelegrina [Guadalajara]. Nuestra relación con los animales era muy asidua y cotidiana. Para mí eso era lo normal. Luego ya me di cuenta de que no todo el mundo vivía de la misma manera, ni tenía la misma relación con los animales y la naturaleza de la que teníamos nosotros.  

P.- ¿Qué crees que diría tu padre sobre la situación a la que hemos llegado con el lobo: prohibida su caza bajo cualquier concepto?

R.- Le preocuparía ver que en los últimos años se ha avivado el conflicto social alrededor del lobo. Él, que nos dejó tantos mensajes para reconciliarnos con la naturaleza y con algunas especies como el lobo… Sí, le preocuparía, porque hemos avanzado poco o incluso parece que hemos ido hacia atrás. El lobo, después de que falleciera mi padre, en los 80 y en los 90 gozó de una época dorada. Se iba expandiendo en la península y sus números iban subiendo. Sin embargo, en los últimos años se aviva el conflicto social y empezamos a ver que ese crecimiento está como parado. Por supuesto que hay diferentes puntos de vista científicos, pero más o menos hay un consenso de que la especie no está creciendo en términos poblacionales.

El gran peligro para la especie es la caza ilegal, incluido el uso de veneno. Y se ha incrementado por el conflicto en el que se han enconado las posturas tanto a favor como en contra de la especie. Como todo en la vida, si tienes posiciones radicales la una y la otra se avivan. Lo que tenemos que buscar, el reto, lo que consiguió mi padre, es buscar una vía de en medio, una vía de la lógica, del sentido común y sobre todo, de muchísimo diálogo, de muchísima mediación social.

Restos de un animal tras el ataque de un lobo en La Cebedal, Asturias.

Restos de un animal tras el ataque de un lobo en La Cebedal, Asturias. Cedida

La historia del lobo en España.

Alimaña. Hasta los años 70, era el lobo era considerado una alimaña, una animal que hacía daño al ganado y al que se podía matar de cualquier forma.

Especie cinegética. La Ley de Caza lo incluyó como especie cinegética, de ese modo se regulaban las condiciones y las temporadas de su caza.

Protección total. El 20 de septiembre de 2021 el BOE publicó una Orden Ministerial del Ministerio de Transición Ecológica que incluía al lobo en el LESPRE: el Listado de especies silvestres en Régimen de protección especial. Su caza quedó prohibida bajo cualquier circunstancia. Siete comunidades autónomas han recurrido en los tribunales: Galicia, Asturias, Cantabria, Castilla y León, Andalucía, Madrid y Murcia.

P.- ¿Nos hemos pasado de frenada al prohibir totalmente la caza del lobo?

R.- Sí y no me sorprende, porque con el lobo y con muchos otros temas, estamos en un momento muy de contrastes, de blanco o negro. Se politiza todo. Todo son frases fáciles y parece que lo que ahora mismo ocupa los medios y la vida cotidiana son esos extremos. Es una pena, porque la vida, afortunadamente, es enormemente y maravillosamente compleja. Tenemos que reivindicar esa mirada más profunda y más sosegada.

P.- ¿Cuál sería su propuesta respecto al lobo en España?

R.- No estoy en desacuerdo con que el lobo haya dejado de ser una especie cinegética. Me parece que es el objetivo en última instancia, pero se ha puesto antes el carro que los bueyes. Se ha tomado esta medida sin consenso social. El consenso debería ser absolutamente obligado si queremos que la ley salga del papel. Porque no se trata simplemente de poner algo en papel y forzarlo, sino de que lleguemos todos juntos de la mano. Con diálogo y con un trabajo de fondo que no se ha hecho. Hay que invertir muchísimo esfuerzo humano de personas, muchísimos fondos que no vayan únicamente a la compensación por pérdidas. Hay que trabajar en estrategias de disuasión de ataques del lobo, en formación de ganaderos, con intercambio de experiencias, y que haya una visión más coordinada a nivel nacional.

P.- Una ganadera asturiana me decía que solo les queda llorar, que los lobos aparecen incluso de día. ¿La especie es más violenta hoy que hace 30 años?

R.- No te diría que no es verdad. No creo tanto que sea más agresiva, porque la especie tiene una conducta y una etología [forma de comportarse] determinadas, pero sí es verdad que va perdiendo miedo. A lo largo de años ha sido perseguido, de modo que su peor enemigo era el ser humano. Era oler a humano y el lobo huía. Hemos pasado de una persecución exagerada a, quizá, una exagerada permisividad. El lobo es un animal social y con gran capacidad de aprendizaje: si no hay medidas disuasorias, como pastores eléctricos o mastines… Hay que tomar medidas para que los lobos aprendan que algo está prohibido, que no se puede hacer. En el caso de que se despierten conductas repetidas en especímenes errantes, por ejemplo, que se habitúan a predar de forma continuada una cabaña ganadera, hay que tomar medidas letales clarísimamente.

Odile en el Museo de Ciencias Naturales.

Odile en el Museo de Ciencias Naturales. Javier Carbajal.

P.- Es lo que piden los ganaderos.

R.- Los pasos que hay que dar son de sentido común. Primero, mucho estudio de campo, mucho censo coordinado desde el programa del Lobo que existía en el Ministerio, pero que se fue dejando de lado en los últimos años. Hay que recuperar esa coordinación a nivel nacional y hacer un seguimiento pormenorizado para que no sea "yo he visto", "él me ha dicho…". Hay que hacer un análisis para saber cuál es la carga poblacional de la especie en diferentes zonas de la península, cómo se está expandiendo, si se están asentando, de qué tipos de lobos estamos hablando. Un estudio científico y naturalista pormenorizado de cuál es el estatus del lobo.

En segundo lugar, muchísima más mediación de la que existe actualmente entre la administración pública, los científicos que están detrás de estos estudios y el mundo rural. Sobre todo, con los gestores del territorio, que es como a mí me gusta llamarles: los ganaderos en extensivo. Y también contar con el mundo de la caza. Y con los ecologistas. Contar con absolutamente todos los sectores implicados en el tema. Mediación y datos. Va a llevar tiempo, pero hay presupuesto a nivel europeo para hacerlo. 

"No se puede tomar una decisión únicamente basada en el criterio de un comité científico"

Lo que no se puede hacer es lo que se ha hecho. El lobo es una especie que no se puede tratar únicamente desde el punto de vista naturalista ecológico. Es una especie vinculada a la sociedad y a la gestión de territorios ganaderos. Hay que facilitar esa coexistencia. No se puede tomar una decisión como se ha tomado ésta, únicamente basada en el criterio de un comité científico. Tomar esta medida antes de tiempo puede ser contraproducente. Aviva el conflicto social que es el verdadero problema del lobo y lleva a su caza ilegal.

Lo de ahora es pan para hoy y hambre para mañana. Y ésta es una visión diferente: hay que contar con todas las partes y, si puede ser, que las más conflictivas se queden un poco en bambalinas. En todos los sectores las partes que no son más conflictivas suelen sumar un grueso del 70%. Esos son los que tienen que ser representados.

Los ataques de los lobos.

"Quieren echarnos". "Mucho reto demográfico y mucha historia, pero lo que quieren es echarnos de los pueblos, quieren aburrirnos y que nos vayamos a las ciudades y mientras, se pone en riesgo la producción de alimentos". Tiene 65 vacas madres de la IGP Vaca asturiana y cerca de 80 terneros. La dura denuncia es de Mercedes Cruzado, (61 años) ganadera asturiana. Ella ha visto como los lobos desgarraban a sus vacas y se queja de que son más violentos: "Están en los mismos pueblos, al lado de casas, no son como los lobos de antes, estos salen de día". 

Mercedes Cruzado, ganadera asturiana, con sus vacas.

Mercedes Cruzado, ganadera asturiana, con sus vacas. Cedida

"Son un plaga". Los terneros de Mercedes pasan cinco meses mamando y ha decidido que ya no los saca al prado, aunque lo tiene a 50 metros de casa, en la localidad de Grandas de Salime, a dos horas de Oviedo. Los lobos le mataron hace poco dos vacas de leche. Asegura que "son un plaga".  

"Cuatro huesos". El último ataque a la ganadería de Adrián Antón (30 años), en La Cebedal, Asturias, fue hace tres semanas. "Una potra, dejaron cuatro huesos y el guarda dijo que no había bastante", lamenta. Bastante para cobrar la indemnización por el animal, que podría rondar los 200 euros. Antes le habían matado una vaca. Tampoco encontró restos. Hay días que puede sufrir dos ataques. El año pasado, sumó más de 30 ataques.

Indemnizaciones. El Principado de Asturias indemniza al ganadero con unos 1.000 euros por vaca fallecida por ataque de lobo. Pero Adrián asegura "que no pide compensación", mientras recuerda que "los pagos tardan dos años en llegar". Tiene una ganadería extensiva con 120 yeguas y 200 vacas, y lo que quiere es que no le hagan más difícil cada día su trabajo: "Si no se toman otras medidas, tendremos que abandonar". 

P.- Mensaje para los ganaderos que están perdiendo cabezas de ganado.

R.- Le diría que no están solos, que no piensen que la naturaleza, el lobo, los ecologistas y los científicos están en su contra. Solo es un sector que la mayoría de las veces no entiende demasiado, gente más urbanita que de campo. Les diría que hay muchas más personas de las que se imaginan trabajando precisamente para lograr esa coexistencia y que tengan fe. Aunque entiendo, por supuesto, que alcen la voz, que protesten. Pero deben saber que cuentan con más gente de la que creen a su lado, que estamos diariamente trabajando por tratar de encontrar soluciones y apoyarlos. Porque al final, los ganaderos y ganaderas en extensivo son los últimos héroes del territorio y el lobo no es el peor problema al que se enfrenta esta gente.

P.- En algunos sitios están desesperados. 

R.- También es un poco como el pelo en la sopa. El lobo nos distrae de los verdaderos problemas que están afrontando los ganaderos, como es la ganadería industrial y la producción industrial de carne. Ése es el verdadero problema de hacer las cosas a una pequeña escala, de trabajar con razas autóctonas y de forma tradicional. Es esta visión del libre comercio de que se pueda exportar, a precios muchísimo más bajos, productos de todo tipo de ganaderías de oveja, por ejemplo. La producción industrial baja muchísimo los precios y se necesita un consumo más informado y más formado a la hora de elegir los productos en el lineal de los supermercados.

P.- Hay ganaderos que se quejan de que no pueden ni sacar los terneros a pastar.  

R.- Los ejemplos más extremos suelen darse en zonas de expansión, limítrofes, donde el lobo está empezando a volver tras años sin presencia. Suelen ser ganaderías que no están preparadas. Ni psicológicamente, ni en la manera que tienen de tratar y sacar el ganado, ni, desde luego, respecto a medidas disuasorias. En zonas donde ha habido lobos durante más tiempo hay multitud de experiencias ejemplares de personas que utilizan estas medidas disuasorias y logran una convivencia con la especie. Si de verdad se quiere proteger a la especie, más que el título de protección, hay que poner el foco en acompañar a los ganaderos y a las ganaderas, en darles formación y todo tipo de apoyo económico, logístico, para que puedan poner en marcha estas medidas. Serían muchísimo más productivas a la hora de proteger a la especie, el lobo, y a la ganadería extensiva. Son dos caras de la misma moneda y e igualmente importantes.

Félix Rodríguez de la Fuente, en una imagen de archivo.

Félix Rodríguez de la Fuente, en una imagen de archivo. TVE

P.- ¿Caza defensiva en momentos puntuales?

R.- Sí, claro, una caza defensiva en momentos concretos y puntuales. Mira que me cuesta, porque hablar de un control letal de lobos, me duele. Pero, sin embargo, yo pienso más en términos de la especie y de cómo esto puede beneficiar a la especie en su totalidad. Hay que pensar más que en individuos, en la especie, para que siga creciendo y se siga expandiendo. Para conseguir eso tenemos que tratar de eliminar los puntos donde hay un verdadero conflicto y donde hay una predación repetida. Etológicamente esos son lobos que han aprendido ya a predicar sobre el ganado y que no conviene tampoco que trasladen ese comportamiento a otros lobos.

En esos lugares donde, incluso teniendo medidas disuasorias, hay una depredación continuada sobre una cabaña ganadera, hay que tomar medidas letales cuanto antes. De forma inmediata. No que lo haga sólo el ganadero, sino que tenga que venir un guarda. Pero que se haga dónde está ocurriendo y cuanto antes. Desafortunadamente, es un sacrificio que tiene que asumir la especie de la misma manera que los ganaderos asumen sacrificios. Ése es el lugar de en medio.

"En algunos lugares hay que tomar medidas letales cuanto antes"

Porque es otro agravio con todo lo que ya tienen. Es como la gota que colma el vaso para hacer prácticamente imposible su forma de vida. Es una tragedia, porque la ganadería en extensivo desde el punto de vista de los ecosistemas, desde el punto de vista del acervo cultural, de las tradiciones, de mantener a gente en el territorio, en la España vacía, es importantísima, es de vital importancia y se puede conseguir una convivencia. Yo estoy convencida que sí, que se puede, pero contando, como digo, con el diálogo, con el consenso y con todas las partes.

P.- ¿Te pidieron participación desde el Ministerio?

R.- Hablé con la ministra [Teresa Ribera, ministra de Transición Ecológica] porque le sorprendió mi posición tras publicarse la normativa. Les di mi opinión dije que se pusiesen en contacto con el grupo de Campo Grande. Al parecer contaron con un proceso de participación pública, pero no ha sido como debía de haber sido según mi criterio y el de personas que llevan mucho tiempo trabajando en esto. Esta medida se debía haber puesto en el congelador hasta haber contado con muchísimo más consenso y participación social.

P.- ¿Echas de menos los consejos de tu padre en un momento de tanta polarización?

R.- Muchísimo, muchísimo. No solamente con esto, sino con todo. Es una de las razones por las que saqué el libro hace dos años con Planeta de Félix, un hombre en la Tierra. Es el 95 por ciento del libro, son citas de mi padre y habla del lobo y habla de la caza y habla de la relación del ser humano con la naturaleza. Es pura filosofía. Estamos sedientos de ese tipo de sabiduría, no tanto de un conocimiento de información y datos, sino de un compás y sobre todo de un compás que nos ayude a recuperar nuestro propio compás. Eso lo lograba mi padre magistralmente, porque además seducía. Nunca fue una persona de imponer o de criticar o de hacer ver al otro como mal o diferente. Él seducía e iba implicando a todos los sectores. De hecho, mi padre es una persona enormemente querida en el sector de la caza, en el mundo rural y en el mundo urbanita. Y nos dejó una verdadera lección de cómo hay que divulgar la naturaleza y los retos medioambientales: seduciendo y contando con toda la gente, porque si no serán pan para hoy y hambre para mañana.

P.- ¿Un programa como El hombre y la Tierra ahora ayudaría un poco?

Hombre, muchísimo. Ayudaría muchísimo, por supuesto.

P.- ¿Y no te animas?

R.- Es que El hombre y la Tierra y Félix Rodríguez de la Fuente solo hay uno. Yo tengo mis propias ideas de proyectos audiovisuales más centradas en cambio climático, que es el tema que de verdad me atrapa y me atrae profundamente. Pero siempre con estas mismas líneas, con la línea de cómo seducir, cómo convencer, cómo implicar y cómo hacer de todos lo único que es verdaderamente transversal y de todos: la vida con mayúsculas. La naturaleza es algo que nos afecta a todos exactamente por igual.