27 febrero, 2022 02:49

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Éste, el de O neno dos Peares, es un apelativo con el que Alberto Núñez Feijóo (60 años) se encuentra cómodo. De haber venido al mundo en Combarro o en Ribadeo, su lugar de nacimiento no sería más que un apunte biográfico, pero criarse en Os Peares, el pueblo más singular de Galicia, necesariamente marca a un niño para siempre.

Os Peares, una localidad que hoy tiene poco más de 60 habitantes, pertenece a cuatro municipios, a dos provincias, a tres parroquias y si usted quiere cometer allí un crimen, dependiendo del lugar del pueblo donde lo haga, será juzgado en uno de los tres partidos judiciales que resuelven los asuntos legales.

Buena parte de la Galicia rural se explica en Os Peares, donde además se juntan los dos ríos que más agua nos traen, el Miño y el Sil. Cada cuatro años, en la campaña de las autonómicas, Feijóo guarda un hueco para pedir el voto de sus vecinos, sin duda siguiendo el consejo que Fraga daba a todo aquel que quisiera ser alguien en el PP: "Primero gana en tu pueblo".

Si es que queda algún niño en Os Peares, que lo dudo, no tendrá más remedio que aprender a moverse entre administraciones: "Podías vivir en un concello, ir a la escuela en otro, comprar el pan en un tercero y los domingos oír misa en el cuarto. Todo eso en unos metros. Imagínate las complicaciones", recordaba el propio Feijóo. Lo raro no es que un niño de Os Peares llegara a presidir la Xunta, sino que el resto de los niños no lo hayan logrado. Así es de cerca.

Viaducto de Os Peares, en el cruce del río Miño y el río Sil.

Viaducto de Os Peares, en el cruce del río Miño y el río Sil.

1. El más discreto del delfinario

En 2005, Fraga ganó las elecciones autonómicas pero sin mayoría absoluta. Eso en Galicia significa desde siempre para el PP perder de paso la Xunta. Fraga renunció al liderazgo del PP gallego y se desató la batalla larvada entre el bando de los Boinas y el de los Birretes, los unos con mucho poder provincial e implantación territorial y los otros representantes de la sección urbanita y de perfil técnico.

Feijoo sigue el consejo que Fraga daba a todo el que quisiera ser alguien en el PP: "Primero gana en tu pueblo"

El propio Fraga había contribuido inconscientemente a esa guerra alimentando a ambas facciones. La historia es conocida, pero no está de más recordar que esa guerra a sangre nadie la esperaba porque todos creíamos entonces que Fraga era inmortal e invencible.

Su retirada destapó la caja de los truenos y de aquel delfinario que Fraga había montado surgieron tiburones. Feijóo adoptó el papel del que pasa por ahí y sale en la foto de casualidad. Sus rivales iban midiendo sus fuerzas mientras se acuchillaban, hasta que emergió Feijóo como figura de consenso, recabando apoyos de quienes sabiéndose perdedores no querían que ganara el enemigo.

Esa ha sido una constante en la vida política de Feijóo. Hoy mismo, cuando todos los barones del PP español aseguran que Feijóo es el elegido, el único que no habla de Feijóo como futuro presidente del partido es el propio Feijóo: "No puedo presentarme a un Congreso que no se ha convocado". Chimpún.

Mar Sánchez Sierra junto a Alberto Núñez Feijóo.

Mar Sánchez Sierra junto a Alberto Núñez Feijóo. Xunta de Galicia

2. Recoloca piezas

En el equipo de Feijóo hay un núcleo duro inamovible en el que destacan nombres como el de Alfonso Rueda, eterno vicepresidente de la Xunta y a priori su sucesor natural; Pedro Puy, portavoz parlamentario desde 2011 y antes conselleiro, o la secretaria xeral de Medios, Mar Sánchez Sierra, su colaboradora más estrecha, imprescindible en su gabinete y a quien hemos visto estos días viajando a Madrid con su presidente para doblar el pulso a Pablo Casado. Nadie duda en Galicia que llegado el día seguirá siendo su asesora de confianza en el PP nacional.

Núñez Feijóo practica la continuidad. Con las lógicas excepciones, es más de recolocar las piezas del tablero que de eliminarlas. Quienes están en su equipo saben que cualquier día se les puede pedir que dejen una consellería para presentarse a las municipales y acabar como jefes de la oposición en algún municipio en el que el voto urbanita ha alejado al PP del gobierno de las ciudades. Curiosamente no hay noticia de que nadie se haya quejado por dar un paso atrás.

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo.

El presidente de la Xunta, Alberto Núñez Feijóo. Efe

3. Hermetismo desesperante

Es la característica que más hace sufrir a la prensa gallega. El hermetismo lo practica Feijóo y lo extiende a quienes lo rodean. Tras la caída de Rajoy, cuando todos esperaban a que decidiera si presentarse o no al Congreso, apenas dos o tres personas sabían que finalmente dejaría pasar ese tren. "Yo me enteré media hora antes", confesó una de ellas al acabar el acto. Cuando anunció con la voz rota que se quedaba en Galicia, entre la multitud se oyó un suspiro de alivio colectivo y todos se abrazaban y se besaban y lo celebraban hasta el amanecer.

No existen las filtraciones involuntarias en el PP gallego. Es desesperante. "Estamos aquí porque somos discretos", suelen decir los jefes de prensa de cualquier consellería. Siempre acuden a alguna respuesta de su manual: no sabemos nada todavía, ya os enteraréis, aún no estamos en ese punto, si pudiera decirte algo te lo diría. "Los caminos del Señor son inescrutables", me dio como toda respuesta el jefe de un gabinete este pasado jueves. Una cualidad ésta que llega a ser desesperante para los medios pero que, visto lo visto estos últimos días, es muy necesaria en el partido y en la que deberá emplearse a fondo el nuevo equipo.

Alberto Núñez Feijóo, junto a Manuel Fraga, en Cambados (Galicia).

Alberto Núñez Feijóo, junto a Manuel Fraga, en Cambados (Galicia). Efe

4. Centralidad a la gallega

Una vez que uno cruza el Padornelo, frontera natural entre Galicia y Castilla y León, se encuentra a mucho votante del PP que cree que Feijóo es un peligroso nacionalista. No teman. No lo es. Ejerce lo que podríamos llamar un neogaleguismo estratégico que en realidad es una herencia de Fraga, quien en una campaña a la que se presentaba Fernández Albor, primer presidente autonómico, sacó el lema "Galego coma ti". Eso fue en 1985.

Fraga intuyó que la centralidad en Galicia pasaba por establecer un acuerdo de mínimos con el votante, a quien le gusta que se le hable en gallego y que tiene mayoritariamente un gran sentimiento hacia Galicia como país. Esa centralidad galeguista es la que ha roto la cabeza al BNG durante cuatro décadas, impidiendo, ralentizando o conteniendo sus avances. Lo que hizo Feijóo fue aplicar esa estrategia, refinándola y adaptándola en función de los tiempos.

"Históricamente, Galicia tiene todos los elementos para considerarse una nación sin estado", llegó a decir en 2014. Para quien lo quisiera entender, en el contexto del conflicto catalán, lo que afirmaba entre líneas era que si esa reivindicación no era mayoritaria en Galicia era gracias a él.

Concesiones mínimas para que el votante se sienta cómodo y eso no sólo lo aplica a ese galeguismo estratégico, sino a todo, siempre buscando la centralidad. "La paz social no es incompatible con una ciudadanía viva, pero está reñida con el disturbio", afirmó poco después.

No es Casado ni Rivera ni Arrimadas. No escorará hacia posiciones extremas para competir con Vox

Quien espere de Feijóo un líder nacional de la derecha al uso de los últimos tiempos, que pierda toda esperanza. No es Casado ni Rivera ni Arrimadas. No escorará hacia posiciones extremas para competir con Vox, ni entrará en profundas batallas ideológicas. Jamás lo ha hecho. No le gustan los vaivenes. Tampoco es de los que caen en provocaciones para meterse en peleas, que suele resolver con una frase. "No hay que elegir entre Galicia y el PP. Galicia elige al PP", le dijo el otro día a la líder del BNG, Ana Pontón cuando ella le reprochaba el tiempo que ha dedicado a la crisis interna.

Lo previsible es que haga lo que ha hecho siempre. Buscar que el votante se sienta a gusto con él, más con él que con su partido, aclaremos. "Feijóo es el proyecto", dicen en su entorno. Nunca ofrece sobresaltos ni trata de decirle al votante lo que tiene que pensar. Lo suyo es hacer concesiones estratégicas para buscar la confianza del electorado, que es como entiende Feijóo la centralidad, que empieza por presentarse como un candidato que inspira tranquilidad.

El presidenta de la Xunta con Pablo Casado, en Santiago de Compostela, en 2019.

El presidenta de la Xunta con Pablo Casado, en Santiago de Compostela, en 2019. Efe

5. Ambigüedad calculada

En aquel Congreso al que no se presentó y que ganó Pablo Casado (41 años), Núñez Feijóo evitó apoyar a ninguno de los tres principales candidatos, pero deslizó un par de frases amables sobre Dolores de Cospedal, con lo que todos en el PP gallego pensaron que estaba con ella hasta que poco después dos de sus hombres fuertes, Diego Calvo, presidente provincial de A Coruña, y el vicepresidente Rueda apoyaron a Casado. Entonces todos creyeron que era a éste a quien apoyaba finalmente Feijóo. Muchos militantes gallegos llegaron a las primarias en blanco. Se rebotó un mensaje sacado de un grupo de cuadros medios del PP: "¿Alguien sabe a quién apoyamos?".

La ambigüedad es una característica de Feijóo. La prensa gallega está llena de estudiosos de Feijóo, gente que dedica muchas horas a analizar a Feijóo, a buscar mensajes ocultos en sus declaraciones, como cuando poníamos al revés los vinilos de los Beatles. Lo estamos viendo ahora mismo, cuando en Galicia nadie se atreve a abrir el melón de la sucesión porque el líder todavía no ha confirmado si se va a Madrid.

Muchos militantes gallegos llegaron al congreso de Casado sin saber qué votar: "¿Alguien sabe a quién apoyamos?"

Las especulaciones sobre si ocupará un asiento en el Senado, sobre si pretende compatibilizar la campaña para liderar el partido con la presidencia de la Xunta, o sobre el calendario probable de todo ello no salen de Galicia. Nos llegan desde Madrid. Aquí estamos escaldados de tanto especular. Si alguien dice que "conociendo a Feijóo, hará tal cosa", no lo dude, miente.

Feijóo mantendrá la ambigüedad mientras le parezca conveniente. Por eso en Galicia los gabinetes de los mejor posicionados para sucederle andan con pies de plomo, porque no tienen ni idea cómo piensa organizar su marcha a Madrid ni de cómo lo hará.

El presidente gallego trabajando en su despacho de la Xunta.

El presidente gallego trabajando en su despacho de la Xunta. Xunta

6. El funcionario gestor

Es otra herencia de Fraga. Fraga tenía mentalidad de funcionario. Claro que no heredó otras cosas. Fraga era el funcionario explosivo e histriónico. Feijóo es todo lo contrario en cuanto a carácter, pero parecido en lo que se refiere a la manera de entender su gestión de lo público, que es otra de las cosas que enseña a los votantes: gestión, normalidad, continuidad en proyectos a largo plazo, persistencia y ausencia de líos, de los que huye como de la peste. Busca perfiles más técnicos que políticos, gente formada y experta y con una capacidad de trabajo inhumana.

Cualquiera que ocupe un cargo de cierta responsabilidad en un gabinete de cualquier consellería aprende desde el primer día que no hay horarios, que no hay fines de semana ni festivos, que en unos meses habrá conocido hasta el último rincón de Galicia y que no se consiente la torpeza ni la desidia. Como funcionario exigente consigo mismo, Feijóo impone a su alrededor una dedicación sin fisuras. En su Gobierno nadie que pinte algo puede bajar el ritmo.

Buena parte de sus pesos pesados provienen del funcionariado, de ahí que la carga ideológica no sea lo primordial en su acción política, pasando como algo secundario o inexistente según el caso. Es otra de las cosas con las que ha tenido que lidiar el BNG, siempre buscando esa batalla que Feijóo no suele librar porque no quiere, porque según dice uno de los pocos que lo conocen: "No se distrae. No pierde tiempo ni esfuerzos en peleas ajenas. Él elije las batallas, los calendarios, las armas y los padrinos. Por eso siempre gana".

Xose Manuel Baltar e Isabel Díaz Ayuso.

Xose Manuel Baltar e Isabel Díaz Ayuso.

7. Rehuye la bronca

Se entiende la incertidumbre de cómo abordará Alberto Núñez Feijóo su futura relación con Isabel Díaz Ayuso. En Galicia tenemos el precedente de José Manuel Baltar, hijo y sucesor de Xosé Luis Baltar en la presidencia de la Diputación de Ourense. Baltar y Ayuso tienen puntos en común: ejercen de versos sueltos, no disimulan sus desacuerdos y son poco disciplinados, o nada. Es sabido que la relación personal entre Feijóo y Baltar es la que es, fatal. Pero Baltar, como Ayuso, tiene algo que Feijóo necesita, que son muchos votos y un gran poder territorial, así que lo soporta.

El equipo de Feijóo no será como el de Casado ni como el de Ayuso. Si algún día Miguel Ángel Rodrígez decide buscar bronca, Feijóo no es su hombre. Por otra parte, Feijóo se ha presentado únicamente cuatro veces como cabeza de lista y ha ganado las cuatro con mayoría absoluta. De momento, Ayuso lleva dos elecciones y cero absolutas. Como en el caso de Baltar, si ella aporta votos, Feijóo aporta más. Éste no es Pablo Casado. Su autoridad no es discutible, o sea que es de esperar que aparte de divergencias entre discursos que a Feijóo no le preocuparán demasiado, se llegue a una relación de mutuo respeto.

A Feijóo no le molesta que Ayuso presida el PP madrileño y eso no tiene nada que ver con que le caiga mejor o peor, que nadie lo sabe. Como siempre, pragmatismo y tranquilidad. Feijóo, como funcionario comprometido, no vino a la política a hacer amigos ni enemigos, sino a trabajar y a gestionar, que es lo que lleva haciendo toda la vida.