25 febrero, 2024 01:59

Todo progreso humano comienza con un sueño imposible. El de José Acain y Matthew Gialich, fundadores de AstroForge, es conquistar la era de la minería espacial de asteroides, algo que hasta ahora nadie ha conseguido. ¿Recuerdan la Nostromo, aquella fría refinería ambulante que surcaba el cosmos en Alien, el octavo pasajero? La idea de esta startup de California es parecida, solo que sin urdimbres maquiavélicas ni alienígenas de por medio: quieren mandar satélites al espacio para aterrizarlos sobre planteoides y extraer minerales, concretamente metales del grupo platino. Quieren refinarlos in situ y, después, llevarlos de vuelta a la Tierra, ya reconvertidos, para venderlos en la industria.

La teoría es fácil. La práctica, un laberinto de problemas técnicos en forma de ecuaciones, coordenadas orbitales y rompecabezas astrofísicos que plantean más dudas que respuestas. La ciencia detrás de una misión de estas características no es sencilla y está sujeta a demasiados imprevistos. De hecho, ya hay precedentes de fracasos. En 2008, otra startup norteamericana, Planetary Resources, consiguió recaudar 50 millones para extraer minerales y agua de asteroides cercanos a la Tierra. En 2018, tras una década de naufragios, tuvo que ser comprada por una empresa de blockchain sin haberlo logrado.

A los malos precedentes se le suma que los costes de un lanzamiento orbital son tan elevados que a priori no parece rentable viajar a una roca para recabar sólo unos pocos kilos de minerales como quiere hacer AstroForge, por muy valiosos que estos sean. La gesta de la empresa, por tanto, aunque no sea técnicamente imposible, sí está lastrada por el escepticismo de la experiencia. Todo ello, no obstante, no parece atormentar a Matthew Gialich, su CEO, quien resta importancia a las dudas y asegura, confiado, en conversión exclusiva con EL ESPAÑOL | Porfolio, que él y su equipo van a conseguir inaugurar la era de la minería espacial.

Matt Gialich, CEO y cofundador de AstroForge.

Matt Gialich, CEO y cofundador de AstroForge. AstroForge Imagen cedida

"En 2020 y 2021, durante la Covid, detectamos un problema enorme en el mercado de materias primas", explica este ingeniero eléctrico de 39 años desde la base de AstroForge en Huntington Beach, California. Habla rápido y confiado, con esa pizca de arrogancia que caracteriza a los genios. "Muchos fabricantes notaron la carencia de materiales del grupo del platino. Y no debemos olvidar que todo, desde los automóviles y los catalizadores hasta los chips de un ordenador, contienen este tipo de elementos. Sólo en un iPhone llevas cinco de ellos. Si queremos mantener nuestra forma de vida, los necesitamos. Pero se nos están acabando los recursos. Así que necesitamos nuevas formas de obtenerlos. La respuesta está en los asteroides".

Gialich no reviste su proyecto de falso humanismo mesiánico para salvar el mundo. Lo que le mueve, confiesa, es el dinero. "Somos una empresa, y como tal lo que queremos beneficios. Hacer dinero. Así que no nos interesan materiales como el cobalto o el litio. No valen lo suficiente como para justificar su minería. Creamos este negocio con la intención de que fuera rentable. Por eso sabíamos que debíamos pensar diferente en cómo llegar al espacio, en cómo construir naves, en cómo hacer refinerías. Lo hemos hecho, y por eso creo que va a ser un gran proyecto", asegura Gialich.

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La aventura de la startup que codirige junto a José Acain comenzó en mayo de 2021. Acain y Gialich, socios, consiguieron recabar 13 millones de dólares para convertirse en la primera empresa comercial en tratar de demostrar que se podía minar un asteroide y traer de vuelta materiales a nuestro planeta.

Aquí el concepto 'empresa comercial' es importante, porque cuando hablamos de que AstroForge podría ser la primera empresa en lograrlo, lo haría por detrás de agencias gubernamentales como la NASA o la JAXA, la Agencia Japonesa de Exploración Aeroespacial, que ya han logrado traer a la Tierra muestras de asteroides. En 2003, la sonda Hayabusa japonesa tomó muestras de uno de ellos y las trajo a los laboratorios terráqueos en 2010; recientemente, el proyecto OSIRIS-REx de la NASA también consiguió recuperar 121,6 gramos del asteroide Bennu, que actualmente se encuentran en fase de análisis.

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"Arrancamos esta empresa porque vimos que había una carencia enorme en el mercado. Pero también porque era algo que me apasionaba. Recuerdo que cuando era más joven, mi madre me dio una caja llena de cacharros que tenía cogiendo polvo en el garaje. La abrí y estaba llena de dibujos de cosas inútiles. Entre ellas había un garabato de preescolar, o de primero de primaria: era un dibujo de un cohete. Recuerdo que mi madre me preguntó entonces: '¿Qué quieres ser de mayor?'. Y yo pensé: quiero ser el tipo que construya ese cohete". Casi treinta años después, Gialich ha cumplido su sueño. "Nunca me imaginé que lo haría de verdad".

PREGUNTA.– Uno de sus sueños es recuperar materiales valiosos de asteroides, refinarlos en el espacio y traerlos de vuelta a la Tierra. Ya han enviado su primer satélite, pero aún no hay prueba de que el refinado pueda hacerse fuera. ¿Realmente es posible? ¿Cómo se haría?

RESPUESTA.– Para nosotros no hay duda de que el proceso de refinado es viable fuera de la Tierra. Hay riesgo cero. En laboratorio tenemos unas cámaras de vacío que simulan las condiciones del espacio de forma muy fiel. Entendemos lal física. También contamos con unos potentes equipos de testeo de muy alta gama. Tenemos un par de patentes con las que estamos trabajando. Entonces, tomamos la muestra de un asteroide. Quitamos el material y luego lo tomamos y lo clasificamos usando una técnica de separación magnética, utilizando imanes.

P.– ¿Cuáles son los materiales que quieren encontrar en un asteroide?

R.– Nuestro principal objetivo son los materiales del grupo del platino, seis elementos de gran valor en el mercado. Hay evidencias de que estos seis [ruthenio, paladio, osmio, iridio, rhodio y platino] pueden encontrarse en los asteroides metálicos. Una vez allí, nos podemos guiar por el precio e ir a por otro tipo de metales como el indio. Todos estos materiales tienen numerosas aplicaciones, especialmente en el sector de la tecnología y la Inteligencia Artificial. ¿De dónde salen los chips de Nvidia? De los material del grupo del platino. ¿Energías renovables? Igual. El hidrógeno verde utiliza catalizadores de platino. Todo tipo de transportes modernos: platinos. Hasta en el sistema de salud, ya que muchos tratamientos contra el cáncer necesitan de ello. Por no hablar de la presencia que tienen en la industria aeroespacial. Hablamos de materiales muy valiosos y muy raros que se usan en una plétora de casos a lo largo y ancho del planeta. La gente no es consciente de lo necesarios que son, pero cada vez hay menos.

P.– Todo esto suena a ciencia-ficción. Pongamos los pies sobre la Tierra un momento y recordemos el caso de Planterary Resources, una empresa que trató de hacer lo mismo que ustedes y acabó en la ruina. ¿Qué les diferencia?

R.– Bueno, Planetary Resources fue una gran compañía que estaba tratando de hacer algo parecido, pero había algo muy diferente: el contexto de los lanzamientos espaciales. Si PR quería mandar un satélite al espacio, tenía que pagar 400 millones por un cohete Delta IV o un Atlas V. Era prohibitivamente caro enviar un satélite de 2 millones por ese coste. No es la realidad que vivimos hoy. Hemos firmado varios acuerdos con muchas empresas y los precios te aseguro que son infinitamente más baratos. Además, PR quería buscar otros elementos, como agua y hielo, estaban centrados en el reabastecimiento de combustible en el espacio y cosas así. Nosotros somos una empresa más aburrida: no nos interesan ni la economía espacial ni explotar la Luna. Ya hay empresas con ese objetivo. Nuestro modelo de negocio es muy diferente y mucho más concreto.

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P.– ¿Cuánto les cuesta un vuelo de lanzamiento en un Falcon 9 de SpaceX, que son los cohetes que han utilizado para poner sus satélites en órbita?

R.– No puedo dar datos exactos porque hemos firmado contratos bajo acuerdo de confidencialidad. Pero puedo decirte que nuestra segunda misión [la primera es Brokkr-1; la segunda, Odin] va a costar alrededor de 7 millones de dólares.

P.– ¿Cuánto material podrían traer en un sólo viaje?

R.– Alrededor de una tonelada métrica.

P.– ¿Y qué rentabilidad pueden tener?

R.– Depende del valor de mercado, pero hemos calculado que por 1.000 kilos de material, con el precio actual, podría ponerse en unos 60 millones por viaje.

P.– Una de las decisiones más llamativas de su empresa es que nadie sabe cuál es el asteroide sobre el que tienen puesto el ojo para explotarlo. ¿Por qué?

R.– Hay dos razones. La primera, que hay otras compañías que están tratando de hacer lo mismo que nosotros. Por ejemplo, Origin Space, que es china. Lo último que queremos es poner una ingente cantidad de capital en la selección y análisis de este tipo asteroides y que alguien se nos adelante. No hay razón para desvelarlo. Lo mismo ocurre con nuestro sistema de refinado: no se me ocurriría publicar los esquemas y los planos. La gente acabará descubriendo antes o después cuál es nuestro asteroide, porque al fin y al cabo es un asteroide metálico que orbita en torno a la Tierra. Está en la base de datos del Jet Propulsion Laboratory de la NASA. Con un poco de estudio se puede averiguar cuál es [hay una lista de 14 posibles objetos recopilados por el Smithsonian Center for Astrophysics, y el más probable, dicen los científicos, es el asteroide 2010 CD55].

Dudas y escepticismo

No obstante, numerosos científicos y expertos ven en el movimiento de Gialich y Acaín una gesta arriesgada. No descabellada ni imposible, pero sí, quizás, demasiado soñadora, ya que el tope que se ha puesto Gialich para conseguir traer su primer cargamento de platino es esta misma década. "Yo no creo que plantear la idea de una era de la minería espacial sea ciencia-ficción, pero no le veo ningún futuro cercano", asegura el científico planetario Michael Kueppers, ilustre miembro de las misiones Hera y Comet Interceptor de la Agencia Espacial Europea.

Los asteroides, señala Kueppers, son una fuente muy interesante de recursos. "En ellos es común encontrar silicatos, piedras y arena. Otros tienen mucho material orgánico, lo cual es especialmente interesante desde el punto de vista científico porque contienen hidrocarbonos y otros materiales que han contribuido al origen de la vida. Luego están los asteroides metálicos, que tienen mucho hierro y níquel, así como otros metales de valor, como el oro y el platino". Este último tipo de pedruscos espaciales son los que interesan a AstroForge, pero sólo se encuentran en asteroides metálicos.

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"Antes [de AstroForge] ha habido empresas que lo han intentado y no lo han conseguido", continúa Kueppers. "La dificultad está en extraer materiales sin atmósfera ni gravitación en el propio asteroide: para eso se necesita una tecnología muy avanzada. No es imposible, pero económicamente es complicado. Traer unos gramos de material de un asteroide puede costar cientos de millones. Además, si quieres devolver una cantidad de material considerable a la Tierra, no puedes tener satélites pequeños".

Gialich apela a la falta de recursos de la Tierra para poner en marcha su proyecto y asegura que refinar platino en el espacio es mucho menos contaminante que abrir una mina a cielo abierto. "Somos conscientes de que tenemos recursos insuficientes en la Tierra, por lo que llegará un momento en el que no queden metales raros que explotar", continúa Gialich. "En esta industria oirás hablar de misiones que cuestan miles de millones de dólares, pero en AstroForge tenemos un enfoque diferente. Nosotros queremos llevar a cabo misiones simples, de bajo coste, en las que vayamos a un asteroide, captemos el material y lo traigamos de vuelta a la Tierra". 

El científico Michael Kueppers posa frente a la gran antena parabólica de la entrada de la Agencia Espacial Europea de Madrid (ESAC).

El científico Michael Kueppers posa frente a la gran antena parabólica de la entrada de la Agencia Espacial Europea de Madrid (ESAC). José Verdugo El Español

Brokkr-1 y Odin: en órbita 

Sin embargo, AstroForce luce hoy con orgullo varios logros técnicos. Su equipo ha conseguido poner en marcha su primer satélite, Brokkr-1, lanzado al espacio el 15 abril de 2023 a bordo de un Falcon 9 de SpaceX. Tras una tortuosa pérdida de contacto que duró casi un mes, en mayo los científicos consiguieron identificar de nuevo el satélite y, en septiembre, pudieron desplegar los paneles solares que llevaba a bordo. El 8 de noviembre pusieron la puesta en servicio del aparato y comenzaron a hacer las primeras pruebas funcionales de su refinería. El siguiente peldaño es demostrar que pueden refinar materiales a gravedad cero.

Brokkr-1 parece funcionar. AstroForge, en respuesta, va a lanzar un segundo aparato desde Cabo Cañaveral, llamado Odin, otra vez a bordo de un Falcon 9, solo que esta vez con destino al espacio profundo, donde se encuentra el satélite del que quieren extraer recursos materiales. Su objetivo con Odín, de momento, es simplemente acercarse al planetoide, que se encuentra a menos de un año de distancia de la Tierra y tiene una masa inferior a los 100 metros.

"El objetivo de esta segunda misión sigue siendo el mismo: realizar vuelo de reconocimiento del asteroide y tomar imágenes de alta resolución de la superficie", explican el creador de la startup. "Es importante señalar que cumplir solo uno de estos objetivos sería un logro increíble, no sólo para AstroForge, sino también para el espacio comercial en general. Por eso hemos decidido cambiar el nombre de esta segunda nave espacial a Odin, como la figura mitológica nórdica. Él era un buscador incansable de conocimiento y sabiduría y padre de otros dioses. Nuestra nave será el primer vehículo comercial que se aventure al espacio profundo".