El presidente sirio, Ahmed al Sharaa.

El presidente sirio, Ahmed al Sharaa. Reuters

Tribunas

La protección de los drusos por Israel y ese genocidio del que usted me habla

La caída de Al Asad y el ascenso del yihadista Al Sharaa ha confirmado que el movimiento más idealizado por la idiocia pop de nuestra época, la sobrevalorada Primavera Árabe, fue un fraude.

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La caída de Bashar al Asad, tras 13 años de descarnada guerra civil en Siria, y el alzamiento como presidente del yihadista Ahmed al Sharaa, ha confirmado que uno de los movimientos más jaleados e idealizados por la idiocia pop de nuestra época, la muy sobrestimada Primavera Árabe, fue un fraude.

Un fraude macabro que se ha revelado como un mero trilerismo geopolítico, cambiando sátrapas por carniceros (como el propio caso sirio), sumiendo al país de turno en guerras civiles o estados caóticos y fragmentados (Libia, Túnez o Yemen, entre otros), o reafirmando al reyezuelo de turno tras un par de meros cambios cosméticos (Marruecos).

Y mientras, el pueblo llorando y muriendo.

Siria es especialmente paradigmática. Porque el advenimiento del nuevo salvador de abyecto curriculum ha derivado en la pertinaz persecución de minorías tan propia de nuevos amos.

En este caso, en la provincia suroccidental de Sweida, a mediados de julio, sublimó la caza al druso tras meses de creciente tensión. 

Los drusos son una secta monoteísta originada en el siglo X como escisión del islam ismaelita (chií) que se sustenta en elementos esotéricos y sincréticos. Aunque tienen raíces islámicas, no se consideran musulmanes.

Particularmente endogámicos, su población mundial ronda los 2,5 millones, principalmente en Siria, Líbano e Israel.

Combatientes beduinos viajan en un camión en la aldea de Al-Mazraa, después de días de violencia en la provincia de Sweida provocados por enfrentamientos entre combatientes beduinos y facciones drusas, en Sweida, Siria , el 20 de julio de 2025.

Combatientes beduinos viajan en un camión en la aldea de Al-Mazraa, después de días de violencia en la provincia de Sweida provocados por enfrentamientos entre combatientes beduinos y facciones drusas, en Sweida, Siria , el 20 de julio de 2025. Reuters

Los enfrentamientos de julio, que comenzaron con el secuestro de un comerciante druso por tribus beduinas, pronto explotaron en conflictos violentos entre las milicias drusas locales, los propios beduinos y las fuerzas militares de Damasco.

Concretamente, entre los días 13 y 17 se registraron intensos enfrentamientos en Sweida, resultando en al menos 516 muertos, según el Observatorio Sirio para los Derechos Humanos. Las víctimas, en su mayoría drusas, sufrieron ejecuciones sumarias y mutilaciones, mientras que cerca de 200.000 personas se han visto obligadas a un desplazamiento forzado.

Además, en abril ya se llevaron a cabo masacres en las localidades de Jaramana y Sahnaya, donde 101 personas fueron asesinadas. Estas acciones han sido calificadas por los líderes drusos como una "campaña genocida" por parte del nuevo régimen islamista de Al-Sharaa.

El presidente interino, por cierto, estaba al mando de la organización yihadista Jabhat al Nusra, afiliada a Al Qaeda, cuando en 2015 masacraron a más de 20 drusos.

La situación humanitaria en Sweida es hoy crítica. Los hospitales locales están desbordados, y los suministros básicos como alimentos, agua y electricidad son escasos.

La ONU ha comenzado a organizar convoyes de ayuda humanitaria, pero el acceso sigue siendo limitado debido a la inestabilidad en la región provocada por los bloqueos gubernamentales.

Los drusos no son las únicas minorías perseguidas por el nuevo gobierno de Al Sharaa: cristianos, alauitas, yazidíes, circasianos o armenios, entre otros, están en el punto de mira. Según OSDH, a finales de julio las víctimas se cuentan ya por 1.500 y subiendo.

En este oscuro escenario, no obstante, junto a los drusos se ha posicionado uno de los actores más influyentes de Oriente Próximo y Medio, si no el que más: Israel.

Tel Aviv ha intervenido ya en numerosas ocasiones para proteger a los drusos sirios, realizando ataques aéreos contra objetivos del régimen, incluso en Damasco, tras golpear el palacio presidencial, el Ministerio de Defensa y sedes del ejército.

"Los drusos no son las únicas minorías perseguidas por el nuevo gobierno de Al Sharaa: cristianos, alauitas, yazidíes, circasianos o armenios están en el punto de mira"

El objetivo declarado de Israel es proteger a la población drusa y reforzar una zona desmilitarizada que se había declarado previamente en Sweida tras la caída de al Assad. El gobierno de Netanyahu y el propio Bibi han reiterado su compromiso inquebrantable con la defensa de los drusos.

Más aún, el ministro de Defensa Israel Katz señaló que los días de "advertencias" habían terminado, prometiendo "golpes dolorosos" si las tropas sirias no se retiraban del sur. Mientras tanto, Israel evacuó y atendió médicamente a los drusos, distribuyendo alimentos y recibiendo en Tel Aviv a delegaciones para mostrarle su apoyo frente al creciente genocidio.

Pero ¿por qué le interesa a Israel la suerte de una comunidad minoritaria y de distinto credo?

Los drusos representan una comunidad muy relevante en la población israelí, más de 150.000 personas en total, alcanzando especial representación dentro del ejército.

De hecho, según el Pew Research Center, seis de cada diez drusos israelíes han servido en el ejército en algún momento de sus vidas, mientras que el 15% de la población total sirve actualmente.

Por cierto, los drusos israelíes son la única minoría religiosa con servicio militar obligatorio.

Esta relación no es nueva. Israel ha mantenido una gran afinidad con los drusos sirios y su preocupación por su seguridad es clara. Para Tel Aviv, los drusos de Siria y Líbano tienen una identidad política única, por lo que les permite acceder a los Altos del Golán, parte de Israel desde 1967.

De hecho, algunos drusos de Swaida cruzan regularmente la frontera para visitar santuarios bajo la protección de las Fuerzas de Defensa de Israel (IDF).

Bien es cierto que a Israel no le interesa una Siria islámica poderosa. Y que aprovechará cualquier motivo para minar la capacidad operativa de lo que, se presume, acabará siendo otro estado en manos de los extremistas. Como botón de muestra, el ataque relámpago sobre la aviación siria apenas horas después de la caída de Al Assad.

Pero a Occidente tampoco le interesa una Siria islámica poderosa.

Y no sólo por motivos de seguridad. La crisis de refugiados provocada por la guerra civil y la posterior irrupción del Estado Islámico provocaron una desmedida marea migratoria. Los desmanes de los nuevos extremistas acarreará una situación similar.

En este sentido, la disposición de Tel Aviv para detener este genocidio es clara y decidida, por lo que justifica cualquier alineamiento en la región con un socio clave para nuestros intereses.

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Últimamente sale barato ligar los conceptos de Israel y genocidio. No es menor que en el caso de los drusos sí pueda hacerse sin miedo a tergiversaciones sobre la única democracia plena de Oriente Próximo.

*** Andrés Ortiz Moyano es periodista y escritor.