Soldados israelíes disparan una salva en honor de su compañero Shahar Friedman, muerto durante los combates en Gaza.

Soldados israelíes disparan una salva en honor de su compañero Shahar Friedman, muerto durante los combates en Gaza. EFE

LA TRIBUNA

¿Son los periodistas 'freelance' en Gaza terroristas, como dice Israel?

¿Cómo se puede cubrir una guerra cuando en ambos lados se opera con una censura férrea y los periodistas se convierten en blanco? Insultar a los periodistas sale gratis.

21 noviembre, 2023 02:12

La semana pasada, una organización cercana a Tel Aviv lanzó un ataque contra las grandes agencias y medios internacionales que trabajan con freelancers en Gaza. Esa organización publicó imágenes de seis de estos colaboradores palestinos que vendieron fotos posteriores al brutal ataque de Hamás a los kibutz, que dejó 1.400 muertos, con la velada acusación de que estos grandes medios, entre los que mencionaban a las agencias AP y Reuters, y a The New York Times y la CNN, conocían el ataque de antemano. También vinculaba a estos fotógrafos con la organización terrorista

El nombre de la organización israelí, Honest Reporting, ya debería levantar sospechas. ¿Quién se pondría ese nombre si no es para acusar a los demás? Y también el momento de la acusación: un mes después de que se iniciara el ataque. ¿Por qué no antes? 

Al principio, la noticia no me sorprendió. Lo normal es que los periodistas palestinos a sueldo de estos medios no sean los primeros en llegar para documentar el ataque, por lo que los editores no rechazan comprar fotos y vídeos de periodistas ciudadanos y freelancers, siempre y cuando documenten los hechos, sean verificables y no hayan sido manipulados. Algunas de estas imágenes brutales incluían una casa ardiendo en el kibutz Kfar Aza, dos rehenes siendo transportados por Hamás y el cadáver de un militar israelí atacado por la turba

Protesta frente a las oficinas de la ONU en Tel Aviv para pedir la liberación de los secuestrados por Hamás.

Protesta frente a las oficinas de la ONU en Tel Aviv para pedir la liberación de los secuestrados por Hamás. EFE

Por supuesto, algunos de esos proveedores podrían ser cercanos a la facción, lo cual, efectivamente, abre grandes interrogantes éticos. Uno de los acusados, de nombre Hassan Eslaiah, se tomó selfis frente a tanques ardiendo, y la organización israelí lo acusa de no llevar el chaleco de prensa. Además, en sus redes sociales aparecieron fotos anteriores de él con el líder de Hamás y cerebro de la operación del 7 de octubre, Yahya Sinwar. Pero así son las guerras, hay periodistas que van empotrados con alguno de los bandos y otros que surgen espontáneamente, por activismo o por necesidad pecuniaria. 

Con una mirada más atenta al informe de la oenegé de la honestidad, las horas no cuadran. Los fotógrafos ad hoc podían haber llegado a la valla, dependiendo de su ubicación, en media hora o una hora después de iniciarse el asalto a las 6.30 de la mañana. La oenegé israelí insinúa que estos freelance conocían el ataque de antemano y ni ellos ni los medios hicieron nada para frenarlo, por lo que los que compraron las imágenes serían cómplices de crímenes de guerra.

Una acusación un tanto descabellada teniendo en cuenta que ni el propio ejército israelí y su invencible y tecnificada valla fueron capaces de frenar la barbarie.

Es una pena que esta crisis esté perdiendo interés ahora que algunos de esos tertulianos habituales empiezan a entenderla mejor. Desde lejos, el blanco y negro está garantizado. Si eres de derechas estás con Israel; si eres de izquierdas, con los palestinos. Se compra entero el pack tribal de Ikea.

"En los territorios palestinos, los medios que pueden permitírselo tienen periodistas locales a sueldo que desde hace años cubren ese otro lado del conflicto"

Sin embargo, cuantos más detalles se van conociendo sobre cómo operan ambos bandos, más difícil es tomar partido, y más merece la pena centrarse en el derecho internacional y las leyes humanitarias. Hay que condenar por igual las víctimas civiles a ambos lados y exigir un alto el fuego para minimizar esas desgarradoras pérdidas. 

Lo primero que hay que subrayar es que, según el último informe de Reporteros Sin Fronteras, han muerto 41 periodistas en un mes de conflicto, de los cuales 36 estaban en Gaza. La mayoría de la prensa extranjera está operando desde territorio israelí y el gobierno de Benjamin Netanyahu impide que acceda a la franja, a la que durante días ha dejado sin comunicaciones y alimentos.

En los territorios palestinos, los medios que pueden permitírselo tienen periodistas locales a sueldo que desde hace años cubren ese otro lado del conflicto. Son estos en su mayoría y sus familiares quienes están siendo víctimas del contraataque masivo de Israel. 

Los medios mencionados han respondido con un rotundo rechazo de las acusaciones. Aquí la respuesta de AP, similar a la de CNN, escueta y clara, pero en la que anuncian que no volverán a trabajar con Hassan Eslaiah. Esto, de algún modo, da la razón a Tel Aviv. La respuesta del Times ha sido más detallada y tajante: esos fotógrafos estaban haciendo lo que tiene que hacer un periodista, documentar. Reuters destacó en su comunicado que los freelance a los que compró las imágenes llegaron a la zona dos horas después del ataque.

Varios editores y colegas de los medios acusados me han dado su opinión en los últimos días. Con el fin de evitar estos conflictos éticos, las agencias operan con estándares inflexibles: no trabajan con freelance en zonas de guerra. Es decir, esos fotógrafos no acudieron al ataque porque las agencias se lo hubieran pedido. Fueron allí motu proprio, y después ofrecieron las imágenes.

Durante la guerra en Siria, que todavía perdura y en la que en una década se han documentado ataques a civiles tan aterradores como los que vemos estos días en Israel y Palestina, las agencias tenían en el lado de la oposición colaboradores, algunos de dudosa filiación e indigestos para la sensibilidad occidental. Pero no hay otra forma de documentar los crímenes cuando tus propios periodistas no pueden acceder al lugar de los hechos.

Recuerdo un caso de uno de estos colaboradores celebrando en sus redes sociales el ataque del 7 enero de 2015 en París con un "¡fuck you Charlie Hebdo!". La agencia rompió discretamente vínculos con el activista y ahí terminó la historia. Nadie parece recordar ya que el propio Estado Islámico tenía un gabinete de prensa con el que todos los periodistas extranjeros mantenían contacto. ¿Son esos periodistas cómplices de los crímenes cometidos por el ISIS? 

"Los palestinos usan hospitales y otros centros civiles como escudos humanos. Hay analistas militares que afirman que así es. Pero no hay observadores independientes sobre el terreno"

Otro miembro de una agencia internacional me comentaba que los medios no deberían haber contestado, porque eso es dar crédito a las acusaciones. En su opinión, Israel incrimina ahora a estos grandes medios occidentales porque está perdiendo la batalla mediática: llegan demasiadas imágenes de las 11.000 víctimas palestinas, muchos de ellos niños, contabilizadas por las autoridades sanitarias de los territorios, que la mayoría de medios dan por buenas, una desproporción cuantitativa considerable en muertes de civiles con respecto a las víctimas israelíes, ninguna de ellas justificable.

Hay que añadir la hipocresía de que el propio Israel no permita el acceso de periodistas independientes a Gaza, subraya esta fuente. Lo peor es que una vez lanzada la acusación, esta permanece en el barro de la memoria, aunque después sea revocada

Es muy interesante que algunos comentaristas españoles crean que los israelíes son los buenos por ser la única democracia en la región. No consta en la historia que una democracia tenga en tiempos de guerra más límites que una dictadura para cometer atrocidades y el historial de Israel es contundente.

Por supuesto, Tel Aviv dice tener una justificación. Los palestinos usan hospitales y otros centros civiles como escudos humanos. Hay analistas militares que afirman que así es. Pero no hay observadores independientes sobre el terreno y estamos al albur de lo que nos digan las víctimas palestinas bajo el mandato censor de Hamás. Algunos grandes medios como el Times están invirtiendo recursos y personal en verificar este extremo desde la distancia. Esa práctica, que sí se ha verificado en otros conflictos en la región por parte de facciones radicales y yihadistas, también constituye un crimen de guerra.

Pero para explicar con datos los límites de una democracia como la israelí, valga indicar que en el índice de libertad de prensa de RSF, Israel se encuentra en el puesto 97 (de un total de 180) y Palestina en el 156. La ahora ya evidente falsedad de Tel Aviv sobre los 40 bebés decapitados, que entraron y salieron por la boca de Joe Biden, debería haber disuadido a los hinchas de Netanyahu.

La historia nos enseña que si en Oriente Medio hay bebés decapitados, estos se muestran. Aquí las sensibilidades están a otro nivel. Una de las periodistas británicas que tuvo acceso en los primeros días al kibutz de Kfar Aza expresó que estaba horrorizada por quienes clamaban que había 40 bebés decapitados por Hamás, y aclaraba que sí había bebés asesinados y víctimas decapitadas, una aclaración que nos dejó a todos muy tranquilos. Luego eliminó el tuit. Los 40 bebés decapitados son como las manos seccionadas de Víctor Jara. Su ficcionalidad decepciona al equipo contrario. 

Es muy difícil que no se haga un nudo en el gaznate viendo las imágenes de las víctimas, no hace falta engordar la realidad. El conflicto es ya demasiado estomagante como para que los hinchas se deleiten con imágenes falsas que "representan bien la barbarie real" mediante fotos generadas por IA. No necesitamos representaciones ni metáforas, sino documentar hechos reales con pruebas incontestables.

El análisis de los conflictos internacionales debería arrojar luz para entender nuestros propios conflictos nacionalistas y territoriales. Con todas las distancias pertinentes, nadie está a salvo. Oriente Medio es una región extremadamente emocional y volátil en este sentido, un escenario donde la barbarie y la crueldad que se generan cuando deshumanizas al otro siempre supera sus propios récords.

Esta guerra debería también abrir grandes interrogantes sobre el respeto a una profesión fundamental para exigir responsabilidades a los criminales de guerra. Cómo se puede cubrir una guerra tan difícil cuando en ambos lados se opera con una censura férrea y los periodistas se convierten en blanco. Insultar a los periodistas sale gratis en Occidente. A mí me insultan por mi profesión sistemáticamente cada vez que regreso a España. Pero en una guerra, tiene consecuencias letales.

*** Marga Zambrana es periodista, corresponsal en China desde 2003 y en Oriente Medio desde 2013.

Sánchez afronta la legislatura con un equipo económico provisional y sin revulsivos políticos

Los habitantes del muro de Pedro Sánchez

Anterior
Las imágenes de la manifestación contra la amnistía tras la investidura de Sánchez

Carta abierta a la embajadora alemana en Madrid

Siguiente