Luis Roldán, exdirector general de la Guardia Civil.

Luis Roldán, exdirector general de la Guardia Civil.

OBITUARIO

Luis Roldán: catálogo de la corrupción y símbolo del final del felipismo

Primer no militar al frente de la Guardia Civil, estuvo a un paso de ser ministro del Interior. 

24 marzo, 2022 13:53

Luis Roldán (Zaragoza, 1943) estuvo a un paso de ser ministro del Interior y terminó provocando la dimisión de otro ministro del Interior, la cárcel de otro y condenas para numerosos altos cargos de ese departamento.

Sobre todo, terminó siendo la personificación de la corrupción, le puso nombre propio a la actividad de quienes utilizan sus cargos para enriquecerse, de quienes mueven grandes cantidades de dinero en paraísos fiscales y de quienes carecen de escrúpulos y utilizan hasta la lucha contra el terrorismo para ganar dinero. 

Era una especie de catálogo de la corrupción, con testaferros, comisiones y hasta confesión una vez descubierto, "tirando de la manta", según la expresión que él mismo utilizó.

Entró en la historia de la infamia democrática con letras de oro y se convirtió en la imagen de la corrupción del final de la etapa que se conoció como “felipismo”, es decir, el largo periodo de Felipe González al frente del Gobierno que terminó con una sucesión de escándalos. 

Roldán fue precursor también de los políticos que mienten en sus estudios, porque se hacía pasar por ingeniero y economista, aunque nunca estudió esas carreras. No le faltó un detalle como corrupto.

Roldán es también el símbolo de un modelo de periodismo que investigó sus actividades, que siguió el caso hasta el final y desveló sus complicidades y los intentos de pactos para tapar sus corrupciones y posteriores denuncias. Una docena de periodistas dieron brillo a la profesión a propósito de Roldán, cuando la noticia y el titular eran el objetivo prioritario.

Todo empezó en los años 80 cuando ETA asesinaba casi cada día y los medios de comunicación llenaban sus páginas con información sobre el terrorismo.

Quienes luchaban contra ETA desde el Ministerio del Interior eran casi los principales protagonistas de los medios y de la política, con un valor y prestigio añadidos por esa lucha contra los que asesinaban y secuestraban.

Un civil en la Guardia Civil

Eran relevantes y habituales de los telediarios el ministro del Interior, José Barrionuevo; secretario de Estado de Interior, Rafael Vera; el director general de la Guardia Civil, Luis Roldán, José María Rodríguez Colorado, director general de la Policía, y otros muchos altos cargos y responsables de las Fuerzas de Seguridad.

Roldán era desde 1986 el primer no militar al frente de la Guardia Civil, tras haber pasado por la Delegación del Gobierno en Navarra y antes por una concejalía en Zaragoza. Militante del PSOE, había modernizado el cuerpo, permitiendo la entrada de mujeres o rehabilitando casas cuartel y dependencias del instituto armado. Y, sobre todo, había protagonizado las imágenes de los días posteriores a los atentados o de las detenciones de terroristas, con la empatía que provocan los que luchan contra el mal.

Tan buena imagen tenía que Felipe González, ya en su última legislatura y sin mayoría absoluta, tenía en mente en 1993 nombrarle ministro del Interior. Así fue hasta que en Diario 16 los periodistas José María Irujo y José Luis Cervero publicaron que Roldán había aumentado de forma espectacular su patrimonio valiéndose del cargo y cobrando comisiones de adjudicaciones públicas.

Ese mismo día, Roldán desmintió con rotundidad esas informaciones. También su desfachatez negando las acusaciones se convirtió en referencia para futuros casos de corrupción. Iñaki Gabilondo siempre cuenta cómo a primera hora Roldán acudió al estudio de la Cadena Ser provisto de carpetas para demostrar que todo lo publicado era falso. Cuenta Gabilondo que lo hizo con tanta convicción que terminó por convencerle de que todo era falso y fruto de una venganza política.

Pero, como suele ocurrir en estos casos, el escándalo político creció con nuevas informaciones que apuntaban a un patrimonio creado con comisiones de las obras de los edificios de la Guardia Civil, fincas a su nombre y al de testaferros, y hasta dinero sustraído de lo recaudado para los huérfanos del cuerpo. No había tenido escrúpulo alguno.

Tocó el infierno con las imágenes chuscas publicadas en Interviú con Roldán en calzoncillos en una fiesta privada.

Condena de 30 años

Fue destituido y la jueza Ana Ferrer (hoy magistrada del Tribunal Supremo) abrió una investigación que años después terminó con una condena de 24 años de cárcel por malversación, cohecho, fraude fiscal y estafa; es decir, prácticamente todos los delitos posibles aplicables a un corrupto. El Tribunal Supremo elevó luego la condena a 30 años.

Pero antes de que fuera posible juzgarle, Roldán también incorporó a su trayectoria la fase de la fuga y, por supuesto, del escándalo político, para que no le faltara de nada.

En abril de 1994 no compareció a una citación en el juzgado. Al revuelo político respondió Antonio Asunción, recién llegado a un Ministerio del Interior más que revuelto por el escándalo, con unas declaraciones en los pasillos del Congreso en las que garantizaba que Roldán no se había fugado.

Pasaron las horas y Roldán no aparecía. Y Asunción decidió dimitir, en un gesto que también pasó a la historia de las responsabilidades políticas. Antes fue a comunicar a González a la Moncloa su dimisión; el presidente del Gobierno le respondió que no se la aceptaba y Asunción repuso algo así como: “Di lo que quieras, porque yo me voy a mi casa”. Y se fue.

Roldán desapareció. Se fugó. Se publicaron informaciones sobre paraderos remotos. Se le buscaba por todos los medios. Incluso, recientemente Pedro J. Ramírez (hoy director de EL ESPAÑOL y entonces director de El Mundo) publicó que fue informado de que el entonces vicepresidente del Gobierno Narcís Serra le buscaba para matarle y encubrir así sus actividades y complicidades. Al periodista se lo contó Juan Alberto Belloch, sucesor de Asunción y elevado, además, a la condición de poderoso biministro de Justicia e Interior.

En plena fuga, Roldán fue entrevistado en El Mundo por los periodistas Manuel Cerdán y Antonio Rubio en un hotel de París. El titular de aquella entrevista hacía referencia a su amenaza de tirar de la manta. “A mí no me van a engañar como a Amedo”, era el titular, referente al policía que participó en las actividades de los GAL y que inicialmente se negó a admitir los hechos.

Lo cierto es que después de estallar el caso Roldán se abrió la tapa de la olla del Ministerio del Interior. Lo que hasta entonces era un departamento estrella que dedicaba todas las horas del día a combatir a ETA pasó a ser el lugar donde se repartían dinero de los fondos reservados destinados a la lucha antiterrorista. Además, se abrió la vía para que se conocieran las actividades de los GAL, el grupo terrorista que mató y secuestró a principios de los 80. Un precedente mucho más potente incluso de lo que luego ha sido la Policía patriótica o el uso de Fuerzas de Estado para ocultar casos de corrupción investigado aún como el caso Kitchen.

De esa olla (o esa manta) salieron condenas por el uso ilícito de fondos reservados, condenas por secuestro y terrorismo organizado desde los aparatos del Estado y escándalos políticos. Hubo un famoso auto del entonces juez Baltasar Garzón que situaba una X al frente del terrorismo de Estado y hubo declaraciones políticas que apuntaban a Felipe González como la X de aquel organigrama.

Los fondos reservados

Lo de los GAL salió porque el policía Amedo, movido por el titular de la mencionada entrevista, se decidió a colaborar con la Justicia (y con los periodistas) y contó gran parte de lo que sabía. Y lo de los fondos reservados porque el propio Roldán envió una carta a González denunciando que Vera, Colorado y él mismo se repartían entre 10 y 15 millones de pesetas cada mes procedentes de fondos reservados. El entonces presidente del Gobierno destruyó la carta en una trituradora de documentos (como Bárcenas dijo que hizo Mariano Rajoy con sus denuncias), pero la investigación siguió y terminó en juicio y condena.

Salió la inmundicia de los “desagües y cloacas” que, según dijo entonces Felipe González, eran necesarios para asegurar el Estado de derecho.

Pero antes, la fuga de Roldán siguió dando juego político y escándalo, como si el guion de una serie fuera completando episodios a mitad de camino entre el espionaje y lo chusco. Un día de 1995, Roldán fue detenido en la zona de tránsito del aeropuerto de Bangkok.

El fugado llegó con una cartera de documentos, como los menores que vuelan solos o los albaranes que acompañan las cargas, en los que se decía que, según la legislación de Laos, no podía ser juzgado y condenado en España más que por unos pocos delitos.

Así lo anunció el biministro de Justicia e Interior, Juan Alberto Belloch, en una famosa rueda de prensa en la que apareció con lo que llamó “mis policías”. Por cierto, que la secretaria de Estado de Interior era la ahora ministra de Defensa, Margarita Robles, aunque Belloch la mantuvo al margen de todo.

Pero un día después, El Mundo, con Pedro J. Ramírez al frente, publicó que aquellos “papeles de Laos” eran sólo una burda falsificación. Que todo era una patraña fruto de un pacto con Roldán, que se dejaba capturar a cambio de ser juzgado por menos delitos, unos pocos años de cárcel y, sobre todo, “no tirar de la manta”. Que ni estuvo en Laos, ni salió nunca del aeropuerto de Bangkok. Que no salió de París durante su fuga y que voló a Bangkok para dejarse coger. Que todo fue una representación de los “aparatos del Estado”. Y que quien había estado detrás de toda aquella operación era Francisco Paesa, una especie de agente secreto al servicio del Gobierno que lo mismo pactaba con Roldán como participaba en operaciones contra ETA o para encubrir a los GAL.

Paesa hizo crecer luego su leyenda con nuevas andanzas y con una supuesta muerte nunca confirmada. Pero aún creció más con la sospecha de que fueron a parar a sus cuentas opacas los aproximadamente 10 millones de euros robados por Roldán. Porque nunca más se supo del dinero de Roldán. Sólo se recuperó un aparte mínima.

El exdirector general de la Guardia Civil estuvo en prisión entre 1995 y 2005, en un régimen especial de aislamiento en la prisión de Ávila. Desde hace 16 años vivía de forma discreta en Zaragoza. Un cáncer que arrastraba desde hace meses ha acabado con su vida a los 78 años.

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