Trabajo está comenzando a desarrollar su InfoJobs público, donde tendrán prioridad determinados colectivos vulnerables, como las personas lesbianas, gais, transexuales, bisexuales e intersexuales (LGTBI).

Hay estudios que demuestran que existe esta brecha. Leo uno de la Pompeu Fabra, publicado en 2021, que señala que los hombres homosexuales cobran menos que los heterosexuales, aunque no haya ninguna variable que lo explique: ninguna salvo los prejuicios o estereotipos.

La investigación apunta a que el mercado les discrimina porque lo que se premia es la masculinidad hegemónica. La masculinidad hegemónica, digo yo, es la que pone el testiculario encima de la mesa, la que tiende a la violencia verbal (o acústica) o la crueldad a la hora de resolver conflictos.

Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social.

Yolanda Díaz, vicepresidenta segunda y ministra de Trabajo y Economía Social. Carlos Luján/ Europa Press

También es la que un martes al mediodía se papa un cordero con su equipo macho, la que habla de La Liga y pone nota física a las becarias. La que hace que los muchachos toscos y campechanos se promocionen entre sí para demostrar que la cooptación es todo. La que vacía dos gintonics en la sobremesa, y mejor si les chorrean un poco por los puños de la camisa.

Este es el estilo lamparón: un subtipo. También esto es una parodia. Claro que la mayoría de hombres heterosexuales no son así. Ya no.

El informe de la Pompeu Fabra recaba datos desde justo después de la legalización del matrimonio homosexual con una muestra de 190.000 personas y reza que un hombre heterosexual que vive en pareja gana casi 200 euros más que un hombre homosexual.

Detrás vamos las mujeres, claro. ¿Dónde íbamos a estar si no?

Las mujeres valemos menos que un hombre gay y sólo un poco más que un perro. Como me decía Henar Álvarez, si hubiese páginas web donde se le hiciese a los canes lo mismo que a las mujeres en el porno, hace rato que estarían chapadas y todos los responsables de ese cruento circo en la cárcel. Los de PACMA alborotadísimos. Los niños llorando en TikTok por sus mascotas vulneradas.

Claro que la sociedad mima más a los perritos que a las chicas. Esto somos. Los chuchos están a punto de cobrar más que nosotras. En ocasiones, viven mejor, tienen mejores cumpleaños y trapitos más monos. Jajá. Bien. 

Pero la cosa no acaba aquí. Marielka Klawitter, profesora de Política Civil en la Universidad de Washington, recopiló 31 estudios realizados entre 1995 y 2012 y, además de concluir también que los gais ingresan un 11% menos que los varones heterosexuales, destacó que las mujeres lesbianas cobran un 9% más que las heterosexuales (eso sí, no en todas las partes del mundo: más en Estados Unidos, bajo mínimos en Grecia). 

¿Por qué? Digamos que porque en el entorno laboral se siguen premiando los comportamientos atribuidos clásica (y ranciamente) a lo masculino, es decir, todas aquellas herramientas sociales relacionadas con la seguridad y con la fuerza. Por encima de la empatía y de la escucha, por ejemplo.

Si las mujeres lesbianas rompen el estereotipo de la chica tranquila y dialogante, son premiadas (esto es, serán acogidas como "uno más del grupo", con toda la perversión que eso supone). Sin embargo, si los hombres gais rompen el estereotipo de varón heterosexual, son castigados. 

En definitiva, a todos nos agasajan más cuanto más nos parezcamos al varón heterosexual de toda la vida. Al alfa. Mi interpretación es que la respuesta sigue estando en el feminismo, porque el feminismo busca abolir el género y todos estos ridículos estereotipos que nos constriñen y nos impulsan, culturalmente, a la imitación: el chico imitando al hombre férreo e implacable, la chica imitando a la mujer decente y plácida, a la mujer que es como tiene que ser

Me pregunto si la estrategia de Trabajo para buscar empleo a las personas vulnerables atiende a estas cuestiones y jerarquiza al respecto.

Entiendo que la mujer lesbiana tendrá que ir por delante del hombre gay en sus tablitas, ¿no? 

Entiendo que la mujer hetero tendrá que ir por delante de la lesbiana. 

Entiendo (y espero, además) que la mujer transexual vaya a ir por delante de todos los demás, porque el paro se ceba con ellas más que con nadie. Sus tasas de desempleo alcanzan hasta el 80% y las condenan trágicamente a su doloroso cliché: el de hipersexualizarse y acabar prostituyéndose. Garantizar la inclusión laboral de este colectivo es, sin duda, de lo más urgente que tenemos como sociedad entre las manos. 

Supongo que estos datos y estas tendencias a Trabajo no le importan, no le mueven la peluca. Su medida es estética y biempensante. No pedirán ninguna prueba a los solicitantes de empleo sobre su orientación sexual. Confiarán en la "buena voluntad" de los ciudadanos.

Hasta hace poco, la prueba era un elemento fundamental en Derecho. Hoy es irrelevante porque no se quiere ofender a nadie sobre su identidad o sus filias. Un claro caso de "mírame y no me toques". Hoy el ego (nada habrá más individualista ni más neoliberal) ha ganado la batalla. Y el Gobierno es colaborador necesario al respecto. 

En todo caso, ¿cómo se podría demostrar verazmente la homosexualidad? ¿Qué tipo de pruebas serias deberíamos aportar? No creo que baste con la fotografía de un beso en los labios a una persona de nuestro mismo sexo: ese pico fraternal está a la orden del día ya. ¿Sería de recibo registrar nuestras pulsaciones cuando pasa por delante determinada belleza masculina o femenina? "Aceleración por escote: mec, fuera, eres un muchachito hetero mentiroso aunque lleves un piercing en la lengua". ¿Se imaginan? 

¿Y qué hay de la bisexualidad? Aquí ya nos perdemos. ¿Y si en realidad alguien era hetero pero una determinada situación le erotizó en los exámenes? Ay, ay. 

¿O acaso se verificaría la homosexualidad masculina usando el umbral de la (bien denostada) pluma? "Pluma" no es más que homofobia interiorizada. No es más que sexismo y misoginia. No es más que "cuanto más te parezcas a una mujer, menos valdrás". 

Si un chico tiene la voz más aflautada, ¿podrá decirse gay y se le creerá? ¿Y si se pinta las uñas? ¿Y si le gustan las coplas? ¿Y si acude un sábado a un show de drags? ¿Y si comete la salvajada de admirar a mujeres cantantes o artistas e inspirarse en ellas? ¿Cómo saber? ¿Les metemos en cabinas y estudiamos el eje de sus erecciones con distintos vídeos, como en un Estado dictatorial? 

Quiero decir con esto que tanto demostrarlo como no demostrarlo es sexista, ridículo y delirante intelectualmente. Tendrán que buscarse otra ideíta para epatar. Ésta está cosida a laberintos filosóficos. Un dulcecito (¡otro, después de la Ley Trans!) para que campe tranquilamente el fraude de ley.

Claro que hay que abordar la discriminación laboral, pero con métodos justos para todos. Hasta que no se encuentren, mejor mantener las manitas quietas

Leo que otros colectivos vulnerables a los que se tratará de proteger serán las personas con discapacidad, con capacidad intelectual límite, con trastornos del espectro autista, las víctimas de trata de seres humanos, las mujeres víctimas de violencia de género, las personas gitanas, los afectados por drogodependencias y otras adicciones y las víctimas del terrorismo, entre otros.

Entiendo que a las mujeres víctimas de violencia de género tampoco les pedirán pruebas, ¿no? ¿O sí? ¿Y a las drogodependientes? ¿Y a las gitanas, les harán una prueba de ADN? ¡Veremos! Veremos a quién están dispuestos (o no) a ofender desde Trabajo. 

El de los prejuicios es un mundo enorme y complicado. Buscar trabajo tiene mucho de componente estético. Lo ideal es no ser demasiado guapo, pero tampoco demasiado feo. Nadie quiere a un ser monstruoso trabajando al lado. Nadie quiere a alguien desagradable de mirar. Una boca llena de sarro, una risa incómoda, un ojo aventurero, un olor corporal fuerte.

¿Abordarán también esto? ¿Estudiarán, además, cómo les afecta sobre todo a las mujeres, sometidas a mucha más presión en cuanto a su imagen? ¿Dónde quedan en esta lista de privilegios las más ninguneadas, al cabo: las mujeres CIS, heterosexuales y no agraciadas físicamente? Vamos, Yolanda. ¿Qué habrá de eso?