Aitana no está para educar a tus hijos. Si vas a llevar a la criatura a un concierto de una mujer adulta que en sus letras tiene frases como "Y terminó bailando encima de mí. Pasamos to'a la noche jugando. Y cuando terminamos lo volvió a repetir, yeah", no te escandalices cuando resulta que eso no es el cantajuegos.

Eso de pedirle a las cantantes que sean un referente para las niñas, como si además de su trabajo tuvieran que ejercer de profesoras de infantil, es muy injusto y es una exigencia que nunca se les hace a los hombres.

Aitana, durante un concierto en Valencia de su nueva gira.

Aitana, durante un concierto en Valencia de su nueva gira. Manuel Bruque EFE

Claro que quizá tampoco está de más si Aitana quiere reflexionar en su casa sobre si una puede defender a capa y espada que quiere mantener a su público infantil y que sus conciertos son muy familiares y luego marcarse esos bailoteos.

Aitana ha señalado que esta nueva etapa es una evolución de su trabajo anterior y que representa a una Aitana más madura. Y aquí es donde, defendiendo a muerte su derecho a hacer con su vida y sus canciones lo que considere oportuno, no compro el discurso.

Es curioso que la madurez artística de las cantantes pase siempre por la hipersexualización. Es curioso que los hombres no tengan nunca esa necesidad para demostrar la evolución de su talento. Es curioso que la estética de una mujer artista empoderada podría perfectamente haber sido diseñada por un ejecutivo de la revista Playboy.

Si Aitana quiere ir por ahí porque le da la real gana, que lo haga, pero qué pena de propuesta, no ya artística, sino vital.

Porque el mensaje que manda Aitana, y que ya mandó Miley Cyrus en su momento y otras tantas antes de ella, es que madurar es sexualizarse. Esa idea casi medieval de que la experiencia sexual es lo que te convierte en una mujer. En una empoderada, ni más ni menos.

Empoderada estabas con cinco años. Cuando te colgabas bocabajo en las barras del parque y no sabías que estabas enseñando las bragas a toda la ciudad. Porque no sabías qué quería decir enseñar, pero sí que tu cuerpo era capaz de colgarse bocabajo.

Quizá resulta que las niñas saben más de libertad femenina que las adultas.

"Rebelde lo he sido siempre" dice Aitana en su entrevista. En fin. Rebelde como Jeanette, más o menos. Porque el mundo la ha hecho así. O la industria discográfica.

Llevamos años de lucha para que las niñas y las mujeres no sientan que tienen que verse sometidas a unos estándares de perfección y belleza inalcanzables para que vengan ahora a contar que empoderarse era bailar encima de un tío. Suena sospechoso.

Y, sobre todo, suena agotador. Por favor, dónde está la mujer empoderada que prepara táperes para toda la semana y que duda de si, de llegar a perrear hasta abajo, sería capaz de levantarse después. Denme de esas.

Comprendo que en una industria en la que a la mujer se le pide una reinvención constante y en la que la cosificación de la artista como objeto sexual está a la orden del día, una quiera coger el toro por los cuernos y apropiarse de lo mismo que le oprime. Pero yo me pregunto si no estamos simplemente maquillando la retórica sin conseguir transformar la realidad. Y si no será un empoderamiento al estilo Kardashian, muy eficaz para hacer caja, pero para poco más.

Quizá lo verdaderamente transgresor sería encontrar una manera de comunicar el deseo sexual y la autonomía del propio cuerpo a través del arte sin convertir la dignidad personal en espectáculo.

O de hablar de otras cosas, ya que estamos. Que también manda narices que la catarsis artística de Justin Bieber se produce cuando se casa y se dedica a hablar de lo mucho que quiere a su mujer y de lo solo que se siente siendo famoso. Y nosotras venga a cantar que ya somos mayores porque nos gusta el sexo.

A lo mejor, la verdadera evolución llegará cuando las propias artistas se rebelen contra la imposición de que, para mantener un hueco en el mercado musical, también hay que mantenerlo en el sexual.

Yo, personalmente, entre la versión espectacular de Jolene que canta Miley Cyrus con falda larga en el jardín o ella balanceándose en Wrecking Ball con la lengua fuera, me quedo con la primera. Supongo que, como todo, será cuestión de gustos.

Sé muy libre, Aitana, pero ojalá lo estés siendo de verdad.