En España, a falta de oro, de carbón y de coltán, lo que podríamos exportar como primera potencia son perdonavidas. Se nos quedaría un Congreso de los Diputados declarado reserva natural de grillos.

No hace falta más que un debate de investidura para distinguir a los pocos hombres de Estado que quedan en lo público de los perdonavidas que encontraron un lugar en la política donde no tienen que responder de sus palabras con actos.

El diputado electo y secretario general del PSOE de Valladolid, Óscar Puente, durante la primera sesión de investidura.

El diputado electo y secretario general del PSOE de Valladolid, Óscar Puente, durante la primera sesión de investidura. E.P

En el siglo XVII a la infamia y las mentiras que vertió Óscar Puente este martes desde la tribuna del Congreso se le habría respondido cruzando acero de por medio. En la España de Pedro Sánchez, la mentira es el pan nuestro de cada día. Y cuando nos descuidemos estará ya institucionalizada por decreto ley.

"Una coalición de perdedores", dijo tan ancho el socialista para referirse a Moreno Bonilla, a Mañueco y a Ayuso. Como si su jefe hubiese conseguido gobernar alguna vez con mayoría absoluta.

Digo más. Óscar Puente, al que conocemos bien en Valladolid, llegó a ser alcalde de la ciudad con una "coalición de perdedores" de esas que criticaba. Porque no ganó las elecciones en 2015, y necesitó los votos de las marcas locales de IU y de Podemos. Y todavía agradecemos que no se presentase Bildu en Valladolid, porque también los habría metido en el gobierno municipal.

Pero eso es lo que tiene España, que es rica en perdonavidas.

El perdonavidas no es un chulo. Porque el chulo tiene principios, aunque sean pocos, como animal autóctono. En España hay perdonavidas como Óscar Puente, que en vez de quedarse acodados en la barra del bar o terminar reconvertidos en el Pijoaparte de Castilla prefirieron acodarse en la tribuna del Congreso, que es más rentable.

Este martes, el PSOE no mandó a Óscar Puente al Congreso de los Diputados a defender un modelo distinto de España del de Feijóo. No fue ni siquiera a explicar en qué momento dejó de creer en la indisolubilidad de la nación y, sobre todas las cosas, en la igualdad entre españoles. Sencillamente fue a insultar a todo el que se le cruzara por delante, sin respeto y sin otro argumento que el de hacerles trabajar un día por no querer investir ya presidente a Pedro Sánchez.

Óscar Puente, perdonavidas reconvertido en portavoz del PSOE para el debate de investidura, decidió no cuidar ni su discurso. Y prefirió insultar a los máximos responsables de Andalucía, Castilla y León o Madrid.

En mayo, los de Valladolid decidieron que ya estaban cansados de que el alcalde les perdonase la vida cada vez que hablaba. Ahora, por aquello que tanto denunciaron los socialistas de pagar favores con sillones, se la perdona a toda España desde el Congreso de los Diputados. Porque Pedro Sánchez desde el principio vio en él a uno de los suyos.