Volé esta semana a Londres para ver la exposición Paul McCartney Photographs 1963-1964: Eyes of the Storm. Confieso la fascinación que me producen los cuatro de Liverpool. Su música, pero también su historia, la relación que mantienen con el peso de su leyenda, sus novias y sus productores.

Por supuesto, también me han cautivado a lo largo de varias décadas sus paisajes, tan presentes en su obra.

Así que en cuanto pude viajé a Liverpool para ver The Cavern, a Nueva York para ver el Dakota, incluso a India en busca de rastros escondidos que explicaran detalles de The White Album, parte del cual fue escrito cuando la banda (y su séquito) visitó Rishikesh, al norte del país. No es que no tenga otra cosa que hacer, pero cada uno cava hasta donde quiere alrededor de sus propias obsesiones. Y a mí me gusta profundizar.

Por eso me resulta interesantísimo contemplar las imágenes que hace 60 años registró uno de los más brillantes músicos que hayan pisado escenario alguno. Paul McCartney probablemente no es tan buen fotógrafo como Bryan Adams, ni tan certero con la cámara como lo es con el piano o el bajo.

Pero también en el desarrollo de esta actividad se muestra con capacidad para deslumbrar. Sobre todo, porque casi nadie ha logrado estar donde se ha colocado él a lo largo de su vida. Nadie, o casi nadie, ha podido presionar el clic de una Pentax desde el lugar en que él lo ha hecho. Al final, claro, Beatles sólo ha habido cuatro.

Disfrutaba de un jovencísimo John Lennon tonteando en una piscina, con un bañador rojo casi ridículo, de la época, y parecía un joven cualquiera, un tipo divertido y carente de grandes complejidades, y no uno de los mayores genios de la música de todos los tiempos.

Veía a Ringo divirtiéndose, fuera o no el mejor batería del grupo, con la ingenuidad que a él sí que se le ha supuesto siempre, haciendo una mueca hilarante bajo un sombrero francés.

A George Harrison lo encontré especialmente atractivo y con la mirada perdida, tal vez empezando a preguntarse por qué no obtenía la atención que creía merecer, que de hecho merecía, por parte de los dos líderes del grupo, si pensaba escribir Something (la mejor balada de la historia sin decir "te quiero", según Frank Sinatra), o Here Comes the Sun, que no suena peor.

George Harrison (foto de Paul McCartney).

George Harrison (foto de Paul McCartney).

Sonó mi móvil y, después de contestar, por inercia, no pude evitar consultar la portada de un diario digital. Para mi sorpresa, mientras aún de reojo me cautivaba un hermoso autorretrato desenfocado de McCartney, mi pantalla fue invadida por la noticia del nuevo disco de los Rolling Stones. Jagger y Richards, pensé, tantos años después, intentando, como siempre, desbancar a los Beatles.

Tiene mérito, sin duda, ese Hackney Diamonds de los Stones. No sólo porque ya hay parte de la prensa especializada que lo considera el mejor disco de la banda en cuatro décadas, sino porque sumar la energía necesaria para escribir canciones y grabar discos con 80 años no está al alcance de cualquiera. A la edad a la que a tanta gente le cuesta cruzar la calle, Woods, Richards y Jagger cruzan el mundo sobre escenarios y, para hacerlo de un modo aún más complicado y más feliz, con material nuevo.

Es verdad que no sabemos qué sucedería con los cuatro de Liverpool si Mark Chapman no se hubiera sobrecogido con El guardián entre el centeno y no hubiera recibido lo que consideró una revelación. O si a Harrison no le hubiera asaltado un cáncer de pulmón con sólo 58 años. Si ambos estuvieran aún sintiendo el calor asfixiante que hace estos días en la capital inglesa, quién sabe, igual irían esta tarde juntos a Abbey Road para grabar algún himno histórico que dure 60 años más, al estilo de Hey Jude.

En todo caso, para felicidad de todos los que sucumbimos a la mitomanía Beatle, estas 250 imágenes inéditas que cuelgan en la National Portrait Gallery cuentan desde dentro la historia de cómo la banda se convirtió en un fenómeno mundial.

El ruido que hacen Mick Jagger y su banda estos días suena bien. Tan bien, que McCartney ha colaborado en el disco. La confrontación imaginada entre las dos bandas posiblemente nunca existió realmente. Y tampoco es necesario considerar la trascendencia de una por encima de la otra.

En todo caso, como dijo el músico Ariel Rot, el mejor grupo de rock de la historia ha sido, sin ninguna duda, los Rolling Stones. Los Beatles, bueno, eso ya es otra cosa…