Las urnas han hablado. El antisanchismo no le ha funcionado a la derecha. Porque no se puede convencer a la ciudadanía sólo con la crítica, sino con proyecto y medidas concretas. Algo que no es que hiciera especialmente bien la izquierda. Pero sí supo defender las nocivas políticas de esta legislatura y presentarlas como las mejores que se podrían haber hecho durante una pandemia y una guerra

Sea como fuere, los perdedores de las elecciones, PSOE y Sumar, han ganado. He aquí una de las primeras lecturas que podemos extraer de estos comicios: la imposición del relato sobre la realidad.

Hemos visto a Yolanda Díaz celebrar los resultados cuando Sumar ha perdido siete escaños y 700.000 votos respecto a los conseguidos en 2019 por Podemos. La izquierda indefinida sigue desapareciendo paulatinamente y por eso necesita imponer relato a dato celebrando unos malos resultados.

Manifestación feminista.

Manifestación feminista. Rodrigo Jiménez EFE

Por otra parte, hemos visto en Ferraz a una masa enardecida clamando frente a Pedro Sánchez "no pasarán". Y es que la estrategia del miedo sí le ha servido al PSOE para no recibir un voto de castigo de los votantes de izquierdas ante sus políticas antisocialistas. Gracias al "paremos al fascismo" y el "viene el lobo", miles de votantes, entre ellas feministas que por miedo no respaldaron la propuesta del #VotoNuloFeminista, consiguieron que miles de personas fueran de nuevo a votar con la pinza en la nariz.

Con pinza o sin ella, han revalidado las políticas antifeministas y capitalistas que atentan contra los derechos laborales y los derechos de las mujeres y de la infancia. Gracias al "no pasarán" de PSOE y de Sumar, esa masa enardecida cree haber parado a algún fascismo, contentándose con un mal menor que ha supuesto, legislatura tras legislatura, el escoramiento a la derecha en las políticas sociales y económicas, y la institucionalización de un inaguantable progresismo posmoderno.

Cabe hacer similar crítica a los ideólogos de la campaña de Vox, que han logrado convencer a sus votantes de que están luchando contra no se sabe qué comunismo. De nuevo, el relato por encima de la realidad material.

Porque ninguna de las opciones políticas con mayor representación que concurrieron a las elecciones es fascista ni comunista. Lo que sí hubo durante la campaña electoral, y ahí sigue, por parte de PSOE-Sumar y de PP-Vox, fue la utilización irresponsable de un lenguaje guerracivilista que polariza y enfrenta a unos trabajadores que deberíamos permanecer juntos para dejar de tragar sapos a izquierda y derecha.

No es de extrañar que, ante un panorama desquiciado donde la realidad no importa nada, sean los perdedores de las elecciones los que se ponen manos a la obra para formar gobierno.

Lo hacen sin tan siquiera ofrecer un pacto a quien sí ganó las elecciones y acudiendo a sus actuales socios de gobierno y a Junts. Algo que hace depender la gobernabilidad de España de partidos que detestan y pretenden desintegrar la soberanía nacional, además de un prófugo que no tiene más carrera que haber hecho recortes sociales en Cataluña y haber enfrentado a la clase trabajadora española.

Pedro Sánchez junto a Yolanda Díaz durante un Consejo de Ministros.

Pedro Sánchez junto a Yolanda Díaz durante un Consejo de Ministros.

Pero a esto hay que llamarle "bloque de izquierdas". Referéndum de autodeterminación y amnistía para secesionistas, están exigiendo. Y si no hay repetición electoral, veremos hasta dónde es capaz Pedro Sánchez de llegar para mantenerse en la Moncloa.

No será difícil que se mantenga cuando tiene a la patronal y al poder económico de su lado. La clase dueña del capital, el poder de verdad que se sufre y no se vota, tiene en Pedro Sánchez y en esta "izquierda" a los perfectos candidatos para mantener la paz social mientras sigue pisoteando, con su inestimable ayuda, los derechos de la clase trabajadora. Patronal y demás agentes capitalistas apoyarán cualquier pacto, así suponga el desmembramiento de España, porque sus intereses no son los nuestros.

¿O es que alguien alberga dudas de que si fuera el PP el que hubiese mandado armas a Ucrania o tanquetas contra los trabajadores del metal en Cádiz no estaría toda la izquierda en la calle?

Otra desoladora cuestión ha quedado patente en estas elecciones. Y es que las mujeres no importamos nada. Ni los miles de agresores sexuales beneficiados por PSOE y Unidas Podemos ni su ley trans, que atenta gravemente contra los derechos de las mujeres y de la infancia, han provocado el que sería más que un justo castigo.

Sí, fuimos miles las feministas que votamos nulo. Pero el cuento del lobo ha funcionado y el más que legítimo voto de castigo de socialistas y feministas ha sido casi imperceptible entre los votos de la feligresía socialista. Insto a reflexionar al votante de izquierdas sobre qué y a quiénes está apoyando para dejar de comportarse como un feligrés y pasar a hacerlo como un ciudadano crítico que hace respetar sus intereses.

Saben que ante las políticas del PP y de Vox nos encontrarán a todos en la calle. ¿Por qué ante políticas que tienen, como se ha visto, similares consecuencias callan, apoyan y obedecen?

El panorama para el feminismo y el socialismo es desolador. Si Sánchez logra conformar gobierno tendremos cuatro años más de identitarismo woke, apoyado además en un identitarismo nacionalista cuyo proyecto para España es romperla. Y eso significa la destrucción del feminismo y la asunción social de que los nacionalismos fragmentarios, fuerzas xenófobas y antiigualitarias, son "progresismo".

Cuatro años más de izquierda sentida supondrán más récords de ganancias para el poder económico y financiero y más pauperización de los trabajadores. Pero qué más da. Todos callados, que gobiernan los nuestros.