Llegué a Manuel mucho más tarde que a Antonio. Los colegios así lo disponen. Las editoriales y las librerías también. Llegué y me llevé una sorpresa. Me decían que Antonio era mucho mejor. Luego supe que era verdad. Pero a mí, desde el principio, me gustó más Manuel. Me encanta citar, a modo de provocación, al maestro Borges: "¿Machado? ¿Es que Manuel tuvo un hermano poeta?".

Manuel Machado (izq.) y Antonio Machado

Manuel Machado (izq.) y Antonio Machado

Hablo de poesía. Manuel era un canalla que, al contrario que su hermano, cantaba para intentar ganar, y no después de haber perdido. Insisto: hablo de poesía. De amor, de amigos, de noches largas. Manuel era un poeta luminoso. De coplas, mares y carcajadas. Antonio era introspectivo y nos alumbra la vida completa, pero (casi) siempre desde la melancolía.

Desde que leí a Manuel, me acerco con especial interés a quienes se arriman a su historia. No son demasiados. No se han publicado biografías suyas con recorrido comercial. Cuando la guerra se pasa por el tamiz de la caja registradora, se alumbran libros, películas y documentales maniqueos. De buenos y malos. Antonio, el bueno. Manuel, el malo.

No escribo para plantear lo contrario. En realidad, ya me parece absurdo plantear lo primero: héroes y villanos. Pero sí escribo para consignar los esfuerzos de un poeta que se traicionó a sí mismo para sobrevivir. Y eso también es sufrir. Manuel, ya viejo, con el franquismo más fuerte que nunca, escribía versos para glosar que Antonio fue "el mejor poeta de España", algo que intentó evitar mientras estuvieron juntos, tan amigos, tan competidores. La verdad se impuso. Y la verdad es más fiera cuando va cargada de desgracia.

Simplemente, quiero interpelar al lector igual que me interpelo yo desde hace tiempo: "¿De verdad fue más fácil vivir siendo Manuel? ¿Se habría cambiado Manuel por Antonio? ¿Y Antonio por Manuel? ¿Era más honesto Antonio que Manuel?". Aunque lo más importante es: ¿qué nos habría dicho Antonio si hubiera visto cómo hemos tratado la obra de su hermano Manuel?

Pienso en todo esto al hilo de una obra de teatro que vi este fin de semana y de un libro que acaba de dar la imprenta. "Los hermanos Machado", con texto de Alfonso Plou, recrea la conversación que nunca tuvieron. La vi en el Bellas Artes de Madrid. Manuel se enfrenta al fantasma de Antonio. Ahí va una idea para el dramaturgo: ¿y si un día la obra enfrentara al público con el fantasma de Manuel?

Plou recrea esa escena tan intencionadamente borrada de la biografía de Manuel. El mayor de los Machado, tan republicano o más que Antonio, había viajado a Burgos en julio del 36 para visitar a una cuñada. Estalla el golpe de Estado y no puede regresar. No sólo eso, sino que Manuel, por sus ideas republicanas, acaba en el cuartelillo. Podríamos decir que Manuel se traicionó para salvar la vida y proteger a su familia. A cambio de eso se hizo poeta del régimen. Ahí está la oración por José Antonio y la loa a Franco. Otra vez las preguntas que debemos hacernos: ¿habríamos sido nosotros más valientes? ¿Habríamos dado la vida por la República? Me cuesta creer de mí mismo que hubiese sido capaz.

Manuel, quizá, tuvo más reparos a la extrema izquierda que Antonio, pero los dos hicieron todo lo posible por traer la República. No quiero elucubrar demasiado. Recomiendo, para enjuiciar con ecuanimidad a los dos hermanos, los trabajos de Manuel Álvarez Machado, sobrino nieto de los protagonistas, y la reciente biografía de Manuel escrita por Daniel Pineda (Ediciones Rilke, 2021). Genera desasosiego pensar que los testimonios y papeles rescatados por la propia familia no hayan conseguido rehabilitar a Manuel.

Vuelvo adonde estábamos: Manuel se muerde la lengua y con ese veneno, ¡pero vivo!, escribe a los golpistas que empiezan a tomar España. Antonio, mientras tanto, libre, pero quizá no tanto, se echa en brazos de la Rusia roja y le dice a Líster lo de "si mi pluma valiera tu pistola".

Antes de la guerra, Manuel y Antonio eran más o menos lo mismo: poetas, bohemios, despistados, desprendidos. Incluso tenía mejor reputación Manuel. Antonio, que también visitó los lupanares, se había casado con una niña de quince años.

El otro momento que más me seduce de la biografía de Manuel es la muerte de Antonio. Se entera a través de la prensa. Antonio no sólo era su hermano menor. Era su amigo, pero también su protegido. Manuel, cabeza de familia por la temprana muerte del padre, llegó antes a todas partes. A los periódicos, a la imprenta, a París… Escribieron a cuatro manos. Tuvo celos. Antonio era el favorito de la madre y, poco a poco, empezaría a serlo de los lectores. Pero los celos no anularon el querer.

La novela de la que hablaba gira en torno a eso: el viaje de Manuel al exilio de Colliure, donde ha muerto Antonio. Se titula "El querido hermano" (Galaxia Gutenberg, 2023) y la ha escrito Joaquín Pérez Azaústre. Una prueba de que la ficción, en muchas ocasiones, resulta la mejor respuesta –puede que la única– a las preguntas que veníamos planteando.

Sólo con ficción, generosamente documentada en este caso, podemos viajar a la inquietud de Manuel. Un hombre enrolado en los vencidos de forma imprevista que debe cruzar España para velar a su hermano. Cuando llega, además, se entera de que su madre también ha muerto. Y José, otro de los hermanos republicanos, lo llama "traidor". Le dice que se marche.

Fue terrible la fraternidad de los Machado. Manuel, poeta del régimen. Francisco, otro hermano, director de cárcel en el franquismo. José y Joaquín, exiliados al otro lado del charco. Antonio y su madre, muertos en Colliure. Pero la vida de los Machado no puede describirse así, como en este último párrafo. Sólo puede hacerlo de esa manera una Ley de Memoria. Y no hay otra ley que pueda explicar a los Machado… que no sea la de la poesía. Antonio y Manuel, Manuel y Antonio, no publicaron una línea contra el otro mientras duró la guerra.