Ahí anda el coronel Pedro Sánchez Custer, atrincherado en la colina de la ley del 'sí es sí' en la que ha decidido morir. Le rodean los cheyennes del PP, los arapahoes de la UE y las lakhotas del feminismo. A su lado sólo cuenta con un puñado de expresidiarios y de reclutas incapaces de disparar su fusil sin volarse un pie. Su destino está escrito.

Sánchez caerá por inanición demoscópica. 

Pero esto es España. Y por el horizonte asoma ya el Séptimo de Voxería, enemigo acérrimo de Pedro Sánchez Custer, pero aún más de los cheyennes, los arapahoes y las lakhotas. "¡Sólo queda el Séptimo de Voxería!" aúlla el Séptimo de Voxería mientras carga contra los indios. Y Sánchez sonríe desde lo alto de la colina.

Una vez más, la película acabará bien para él.

Dice Vox que "o Sánchez o Tamames" como si los españoles no hubieran escogido ya. 

Y esa elección da la medida de Vox como daba la medida de tu valía como futbolista que tus compañeros de clase escogieran al gordo Contreras para el equipo antes que a ti, con tus dos pies izquierdos. Si Sánchez tiene hoy alternativa no es porque existan Vox o Tamames, sino porque existe Feijóo. Es decir, un candidato capaz de superar los cien escaños en unas elecciones generales

En realidad, la verdadera dicotomía que plantea Vox es "o Abascal o Feijóo". Y debería llevar cuidado el partido de las esencias con los dilemas que plantea, no vaya a ser que una parte de su electorado vote a Vox como se vota al independentismo en Cataluña. O sea, con la tranquilidad de que su programa no se hará nunca realidad. 

No vaya a ser que el voto a Vox sea el voto burgués de quien ve La matanza de Texas y la disfruta porque sabe que Leatherface nunca saldrá de la pantalla, sierra mecánica en ristre, a despellejarle a él. 

Algo, por cierto, que ha quedado meridianamente claro en Castilla y León, donde a su vicepresidente Juan García-Gallardo no se le ha visto el pelo en nada útil hasta que ha decidido que las abortistas deben escuchar el latido de su feto para que sean conscientes de que lo que van a abortar es un ser humano en gestación y no un Doble Whopper. 

Uno vota a Gallardo, parece ser, para que se encare con alguna becaria con micrófono de La Sexta. Que es la misma razón por la que se vota a Mónica García cuando se presenta como candidata a presidir no un pueblo de 1.000 habitantes, sino una comunidad de 6,6 millones, la tercera región más rica de Europa: para descargar tensiones. Gobernar no gobernará. Pero al menos que la líe. 

Entiendo, en cualquier caso, el respeto generacional que una parte de los españoles sienten por Ramón Tamames. Pero ellos deben entender también que para la mayoría del resto de los españoles, Tamames es sólo un anciano que ha aceptado el último papel de su vida: el de marioneta de una moción de censura de Vox contra Feijóo, arrastrado más por su narcisismo que por la sintonía ideológica con quienes le utilizan para rascar algún concejal más en las elecciones de mayo, aunque sea a costa de salvar a un Sánchez que hoy boquea desesperado en busca de una miaja de oxígeno demoscópico.

Vox, en resumen, no es un partido. Es el deus ex machina de Sánchez.   

La prueba de que la moción de censura de Vox sólo servirá para afianzar a Pedro Sánchez es que la Moncloa ha recibido con cohetería la noticia del registro de la iniciativa en el Congreso de los Diputados.

"Siempre decís eso" nos dice Vox a los periodistas. "Todo beneficia a Sánchez, según vosotros".

No, todo no. Pero las mociones de Vox, sí. Y sólo hay que hablar con el PSOE para darse cuenta de ello. Si algo tienen claro en la Moncloa es que la moción de censura tiene un objetivo, pero no es Sánchez. Es Alberto Núñez Feijóo. Y de ahí que los socialistas hayan salido en tromba contra él y no contra Abascal o Tamames. 

En algo más coinciden Sánchez y Vox. En aproximar lo más posible la moción a la campaña de las elecciones de mayo. Ahí la sintonía del presidente con el Séptimo de Voxería ha sido total. "¿Cuándo quieres la moción, Santi? ¿Entre el 20 y el 30 de marzo? No hay problema. Como tú quieras".

"Moncloa fijará la moción de censura después de Fallas y antes de Semana Santa, como pide Abascal". Ahí lo tienen. Blanco y en botella. 

Los socialistas cuentan con subir tres puntos en las encuestas tras la moción. Suficiente para dar el vuelco en algunas comunidades que el PSOE ya daba por perdidas. De la misma manera que Pablo Iglesias prefiere que las elecciones las gane Feijóo (el revolucionario de salón vive mucho mejor en la oposición que en el Gobierno), Vox prefiere que las gane Sánchez porque su objetivo no es sacar al PSOE de la Moncloa, sino sustituir al PP como partido hegemónico de la derecha española. 

La moción de censura de Vox es la segunda que presenta el partido liderado por Abascal en sólo tres años y la cuarta en total desde 2017. Entre 1980 y 2016 sólo se presentaron dos, lo que demuestra la banalización de un mecanismo constitucional diseñado para situaciones excepcionales, pero que hoy es poco más que un anuncio publicitario. 

En su primera moción de censura, Vox obtuvo el menor apoyo de la democracia. En esta segunda, que nace muerta, los de Abascal presentarán a un candidato a la presidencia que no será presidente jamás. Lo sabe Vox, lo sabe Tamames, lo saben los partidos de la Cámara y lo saben los españoles. Pero el estreno de la ópera bufa ya tiene fecha.

La moción ha sido registrada, y desde luego no por casualidad, en el momento de mayor debilidad del PSOE:

1. Con aproximadamente uno de cada tres diputados socialistas amenazado por el caso Mediador y demoliendo la imagen de "partido de las mujeres" del PSOE.

2. Con la batalla con su socio Podemos por la ley del 'sí es sí' en su apogeo.

3. Con una ley trans devastadora para sus intereses electorales. 

4. Con un 8-M a las puertas que visualizará el enfado del feminismo con los dos partidos de la coalición de Gobierno.

5. Con la UE presionando a Moncloa a raíz de sus dudas sobre la gestión de los fondos europeos.

6. Con el PSOE desplomándose en los sondeos.

7. Y con Moncloa en estado de pánico frente a la evidencia de que Sánchez parece ya amortizado por los españoles

Y justo ahora, en este preciso momento, aparece Vox con una moción de censura. Otra más. Otra bola extra a la que Sánchez se aferrará para bajar de la colina silbando.  

Si yo fuera Feijóo, ordenaría al PP votar en blanco. Sólo faltaría que el condenado tuviera encima que dispararse a sí mismo en su propio fusilamiento.