Dos dioptrías, demasiadas horas de vida y un dolor de cabeza es lo que me he dejado yo en las 676 páginas de la última ocurrencia de ese dúo artístico que son Pedro Sánchez & Iván Redondo Entertainment.

Bajo el soporífero título “España 2050. Fundamentos y Propuestas para una Estrategia Nacional de Largo Plazo” y una prosa orfidaliana (olviden las benzodiazepinas y dense a su lectura), oscilando entre la redacción de proyecto subvencionable, grandilocuente y esdrújulo, y la autoayuda emocional con reminiscencias de aspirante a Miss Mundo, late una candidatura a posteridad como un día de fiesta.

Sánchez es un oxímoron con patas enamorado de sí mismo, capaz de hacer una cosa mientras defiende la contraria sin inmutarse, sin que eso le genere el más mínimo conflicto, ni siquiera un leve sonrojo. Y aquí lo demuestra.

El que a la que te descuidas acude en Falcon al carrefur es el mismo que quiere acabar con los vuelos cortos. Se puede hinchar a jamón de bellota mientras insta a reducir el consumo de carne en unos años. Capaz de defender que ser mujer es un problema, justificando el gasto que supone la mercería ministerial de los Iglesias, y al mismo tiempo presumir de que España es uno de los diez mejores lugares para serlo.

Inepto para solucionar nuestros problemas del presente, siquiera de encararlos, quiere solucionarnos los del futuro. El del “no se podía saber” nos hace un ejercicio de clarividencia y ahora sabe. Nos señala la ruta a seguir. La correcta. 

“El futuro es donde vamos a pasar el resto de nuestros días”, dice. Miren allá, ciudadanos, a lontananza. Mirar a una pandemia todavía no superada, a una crisis económica brutal, a Ceuta, a Cataluña, a millones de parados, a problemas habitacionales… al presente, preocuparse de eso, de lo urgente, es de miserables. Sean buenos, miren a 2050. Miren, miren. ¿Dónde está la bolita? ¿Dónde?

Lo que me extraña es que se conforme con trazar una línea que nos lleve del “presente” al “futuro deseable” y no al “futuro de puta madre”. Y que el plan sea para 2050 y no para 2150, lo que le aseguraría que ya ninguno de nosotros estemos aquí y podamos sentir la misma vergüencita que cuando en 2015 revisionamos Regreso al Futuro 2, con sus coches voladores y sus Nike MAG autoajustables.

Es de primero de fraudes futurológicos el enunciar profecías lo más alejadas en el tiempo posible, para evitar las mofas y los “vaya tela”. A Nostradamus me remito.

Yo no he podido resistirme a la posibilidad de contribuir humildemente a este impagable proyecto. Así que he extractado de todo el infumable tochazo los principales vaticinios de cómo será el 2050 en España si seguimos así (futuro-mal), de cómo lo será si hacemos caso a Sánchez en todo (futuro-bien) y de cómo creo yo que será (futuro-futuro).

Lo he impreso y lo he introducido en una lata de Butter Cookies. La he enterrado en mi jardín, entre el seto bajo el que descansa mi difunta gata y el aguacate, y en 2050, el 24 de mayo, tenemos una cita aquí. Procederemos a su lectura, para solaz y esparcimiento. Veréis qué risas.