En las películas de aventuras, de atracos, del oeste, de fugas y en otras por el estilo, suele darse un esquema muy rentable para retener la atención del público y, a la vez, para expresar la humana dificultad de mantener alianzas resistentes a los intereses egoístas, ambiciones ocultas y cataduras personales.

Es este: un grupo heterogéneo se forma por necesidades circunstanciales y se ve obligado a recorrer unido selvas o desiertos, escapar por carreteras y senderos, alcanzar una isla o atravesar un río infranqueable. Pretende salvar la vida, preservar un botín, ganar la libertad o encontrar un tesoro.

Dentro de este grupo todos se necesitan entre sí porque todos aportan alguna habilidad o recurso a su aparente propósito conjunto. Sus perseguidores son su principal enemigo común, y también deben enfrentar juntos, con desgaste de nervios y de lazos, el hambre, la sed, la naturaleza hostil, las alimañas y a otros individuos o grupos que se les interponen imprevistamente en su camino.

Al avisado público de la película (conocedor de su repetido guion básico) lo que le da peor espina y hace aumentar su inquietud es observar desde el principio que, en efecto, dentro de ese grupo variado hay objetivos finalmente muy distintos y que, tarde o temprano, unos van a ir contra otros por satisfacerlos. Por querer quedarse con toda la pasta, o con la chica (con perdón), o, sencillamente, porque no hay caballos, víveres o botes para todos, o por miedo a que los otros se adelanten en la traición, los maten o los abandonen a su suerte.

Todo esto para decir (olviden ya la literalidad de lo anterior) que, mientras tiembla el misterio de los pactos en la derecha, no veo el modo de que el gobierno de coalición llegue hasta las fechas previstas para las siguientes elecciones generales. Tendrá que haber adelanto electoral.

Lo que está sucediendo en el gobierno de coalición casi desde el primer minuto de la película no son discrepancias o debates (como pretenden quienes templan gaitas y creen que es pronto para romper la baraja), sino la reprimida manifestación de una histórica animadversión recíproca y de unos principios y unos fines incompatibles desde el comienzo mismo de la Transición.

El paso dado por Pablo Iglesias tiene el valor de anunciar, preludiar e ir adelantando el desenlace de la película. Si su posición en el gobierno era una pesadilla para los ministros socialistas, sus palabras en el video han sido demoledoras y ofensivas a más no poder (ya) para el PSOE. Nunca hasta la llegada de Unidas Podemos la izquierda transformadora había estado en el gobierno. ¡Chúpate esa!

Para ganar esa loma que pretende ocupar sin avisar y por la espalda será forzoso que dé codazos (o algo peor) en la tripa al candidato socialista, y resulta que Ángel Gabilondo ya ha desenfundado primero. Como escribió Gonzalo Suárez, hay pistolas que disparan de mentira, pero matan de verdad.

Iglesias, pensando en la siguiente conquista (ha designado con su dedo a Yolanda Díaz para la presidencia de la nación), no podrá privarse de disparar con inútil disimulo o sin disimulo contra Pedro Sánchez y los suyos, que son sus verdaderos rivales en esta escapada y no sus perseguidores (y perseguidos) de la derecha. Díaz, no parece, pero Irene Montero, Alberto Garzón e Ione Belarra le tomarán el relevo y se asociarán desde dentro a la erosión y hostigamiento que Iglesias (inevitablemente, él es así) ya está haciendo y hará desde fuera.

Puede que haya razones políticas, de poder, de gobierno, egoístas o no, y tácticas o estratégicas para resistir con cara de póker. Pero no veo la manera de que Sánchez y los socialistas puedan seguir fingiendo (como José Luis Ábalos anteayer) y aguantando a Unidas Podemos durante la larga y hostil precampaña, la campaña a cara de perro y las inclemencias del resultado de las elecciones madrileñas.

¿Pelillos a la mar si el PP estuviera en situación de gobernar con Vox? Pudiera ser, pero el propósito verdaderamente final de la cabalgada es eliminar al otro y quedarse con el cofre enterrado. Las manos ya buscan nerviosas las culatas de las pistolas. Así no se puede llegar ni al refugio ni a la frontera. Y la vida anhelada está más allá.