Luis Ángel de la Viuda dirigió grandes medios tanto en dictadura como en democracia. Es, quizá, el último de su especie.

Luis Ángel de la Viuda dirigió grandes medios tanto en dictadura como en democracia. Es, quizá, el último de su especie. Sara Fernández

Opinión HABLANDO SOBRE ESPAÑA

Luis Ángel de la Viuda: "Las TV no debería darlas el Gobierno, que monte un canal quien quiera"

Entrevistadores invitados: Arturo Pérez-Reverte, Ana Rosa Quintana, José María García y Raúl del Pozo. “No pretendo ser un apóstol del periodismo, pero he sido muy feliz trabajando catorce horas diarias” /"No veo esos señores de los puros de los que habla Sánchez. ¡Quien fuma puros es García!" / "A Feijóo le falta cabaré. Es un político provinciano. ¡A Madrid se viene con gabardina!" / "¡No sé qué es el PSOE de hoy! De veras, no entiendo nada".

5 febrero, 2023 02:26

Venimos a hacer lo que ya no se puede en casi ninguna parte. Un hombre menudo y redondo, chaqueta cruzada de lord inglés, va a contarnos cómo era dirigir un periódico cuando había censura. También, cuando algunos de sus redactores llevaban pistola y se emborrachaban mientras escribían sus crónicas. Era crudo. Contradictorio. En aquellos lugares oscuros florecían los mejores reportajes. ¿A costa de qué? Vamos a verlo.

Hemos cerrado la puerta. Este es el Ministerio del Tiempo y tenemos permiso para adentrarnos en cualquiera de estas décadas: los treinta, los cuarenta, los cincuenta, los sesenta... Y así hasta hoy. Pero desde un punto de vista privilegiado. El del poder. El de un periodista que ha intimado con Adolfo Suárez, ha grabado los discursos de Franco, ha sido amigo de Juan Carlos I y ha fundado la televisión privada en España.

Se llama Luis Ángel de la Viuda (Burgos, 1932). "Buenos días, quedo a sus órdenes", saluda. Y se percibe en él una suerte de descargo, como el que disfruta volviendo a ser un mandado... después de haber mandado tanto. En realidad, aquí, como se imaginan, no manda nadie. Y mucho menos el entrevistador. Sólo mandan los recuerdos.

Entrevista a Luis Ángel de la Viuda Esteban Palazuelos

Antes que nada, mientras De la Viuda posa para las fotos, presentémosle: nació en una ciudad republicana, pero sus primeras imágenes son las de la capital del bando nacional. Estudió Derecho sin entusiasmo. Por la calle, un día, se hizo periodista.

Le ofrecieron colaborar, sin cobrar, en La Voz de Castilla. De ahí pasó a la Escuela de Periodismo. Fue secretario de redacción del Arriba, viajó a una revista revolucionaria de nombre SP, dirigió los informativos de Radio Nacional, fue adjunto en RTVE, lideró el diario Pueblo, lanzó Antena 3 con Manuel Martín Ferrand. El día que murió el dictador durmió junto a la imprenta.

–¿De dónde es usted?

–De Pamplona.

–Había uno de mi promoción que era carlista. Javier María Pascual. ¿Le suena? Dirigió El Pensamiento Navarro. Tenía pluma. Mucha pluma.

–Ah, ¿sí?

–¡Espere, espere! ¡Pluma de la de escribir, no de la otra! Apunte eso, corrija, por favor.

Tanto el salón como el despacho están inundados de viejas portadas. Cada una tiene un significado. Para la Historia con mayúscula y la historia con minúscula. En algunas personas, pocas, sucede que ambas confluyen.

Es el caso de De la Viuda, que encarna lo del poema de José Agustín Goytisolo: un hombre basta para explicar a muchos más. Sus vivencias, por solemne que suene, son los episodios nacionales de las últimas décadas.

A De la Viuda, que está a punto de tomar asiento, seguro que no le va a gustar esta solemnidad. De él se decía que hablaba siempre, en cualquier reunión de capitanes, como si estuviera ante una máquina de café. "¿Y ustedes no toman café? Por dios, tomen algo. ¡Aunque sea agua!".

–Miren, esperen, un segundo. Esta portada es muy interesante [revista SP, año 1968]. Me procesaron, casi me meten en la cárcel.

–¿A ver?

Nos encontramos con la portada de una revista estilo americano. Es de línea editorial falangista. Y nos viene bien. Porque todo era complejo y, a lo largo de esta charla, irán volando por los aires los prejuicios.

La portada de aquella revista, SP, que dirigía Luis Ángel de la Viuda.

La portada de aquella revista, SP, que dirigía Luis Ángel de la Viuda. Sara Fernández

Hay una chica en el centro. "La mujer nueva", se titula. El reportaje central habla, pues eso, de un mundo nuevo. Con una mujer muy distinta a lo que acostumbraba España. Se publicó el 14 de abril y una bandera republicana rodea la silueta de la protagonista.

–En menudo lío me metió –dice De la Viuda, casi hablándole a la ilustración.

–Hombre, Luis Ángel, normal que le procesaran. Esta portada es como mearse en la censura.

–¿Para tanto les parece?

–¡Una "mujer nueva" rodeada por la bandera republicana, en pleno franquismo, y publicado el 14 de abril!

–¡Ah, lo dice por los colores de la tricolor! Pues chico, fue sin querer.

–Me está usted jodiendo.

–Se lo juro por mis hijos. Hubo un problema con las tintas. Quise la bandera nacional, pero salió así. Un poco morado. Cuando lo vi impreso, casi me da un infarto.

En la mesa de De la Viuda hay un letrero que avisa: "Peligro. El jefe está explosivo". Algunos de quienes lo tuvieron como tal intervendrán en esta entrevista. Ana Rosa Quintana, Arturo Pérez-Reverte, José María García, Raúl del Pozo. Él todavía no lo sabe. Prendamos la mecha.

El letrero que avisa en la mesa del despacho de Luis Ángel de la Viuda.

El letrero que avisa en la mesa del despacho de Luis Ángel de la Viuda. Sara Fernández

¿Es usted un "jefe explosivo" como indica el cartel? En ese caso avise para que nos pongamos a cubierto, ¡que ya tenemos suficientes!

No tengo mal genio. A veces, lo que sí me invade es el pesimismo. Reconozco que tengo ese punto cuando las cosas se ponen complicadas.

¿Se puede gobernar un medio de comunicación sin maneras de Robespierre?

Casi nunca he echado grandes broncas. ¡Y he tenido muchas ocasiones!

Estamos en su oficina. Tiene una secretaria, también un chófer. ¿Se puede mantener el poder a los noventa años o esto es sólo un espejismo del poder?

Esto es producto del ahorro. Esta oficina la pago yo. Aquí se gestiona mi patrimonio y mi archivo. Puedo decirlo y lo reconozco: vivo con cierta comodidad. 

Usted forma parte de una estirpe de directores que ya casi no existe. La de Cebrián, Anson, Pedro J… Ahora el poder está más repartido y las direcciones son colegiadas. Tanto usted como los que le he mencionado tuvieron en algún momento la tentación de entrar en política. No lo hicieron. ¿Fue porque vieron ustedes en los medios la posibilidad de hacer política sin responsabilidad y durante mucho más tiempo? 

Tuve esa tentación muy al final del franquismo, en unas elecciones provinciales. Enseguida me di cuenta de que la política era incompatible con el periodismo. A mí no me convence esa idea de Anson, según la cual los dos caminos pueden confluir. A la tentación del poder, en mi caso, siempre se impuso la tentación de saber. Sí le diré algo que me pesa.

Diga. 

Me habría gustado dedicar más tiempo a la enseñanza. Lo estuve haciendo unos años y lo tuve que dejar. Me ha interesado la política, claro. La he vivido muy de cerca. Sabrá usted que mantuve una relación muy estrecha con Adolfo Suárez.

Eso me han dicho.

La amistad nació cuando, siendo yo director de Informativos en Radio Nacional, llegó Suárez a la cúspide de RTVE.

Cuando nombraron a Suárez presidente del Gobierno, todo el mundo dio por hecho que usted sería su ministro de Información.

Sí. ¡Y nunca he sabido por qué no lo fui!

Pero, ¿lo hubiera aceptado?

Sí, lo hubiera aceptado… y me hubiera equivocado. No tengo la frialdad que hace falta para ser ministro. Fíjese si nuestra relación era estrecha que vivíamos en el mismo edificio. La noche anterior a que lo nombraran estuve en el cine con su mujer. 

¡Qué hacía usted con la mujer de Suárez en el cine!

¡No, hombre, no! Me refería a los cuatro. Adolfo, su mujer, mi esposa y yo. Al día siguiente lo nombraron y no me volvió a hablar. Me borró. Jamás me llamó. Ni para lo de ministro ni para nada.

Qué raro, ¿no? 

Pues sí. No empezamos bien porque, estando yo de director en la revista SP, le metíamos muchísimos palos. Cuando me conoció, me dijo: “Tú eres el cabrón que escribe…”. Pero después, ya le digo, ¡íntimos! Adolfo desapareció de mi vida. 

Todavía le duele. 

No crea. En ese sentido, creo que controlo bastante bien mis sentimientos. ¿Sabe qué pasa? Adolfo tenía un problema, que fue lo que acabó con él. No se fiaba de nadie. Su desconfianza resultaba visceral. La prueba es que murió solo.

De la Viuda, frente al crucifijo, jura su cargo de adjunto a la dirección de Adolfo Suárez en RTVE.

De la Viuda, frente al crucifijo, jura su cargo de adjunto a la dirección de Adolfo Suárez en RTVE. Cedida por el entrevistado

Se contaba algo que era síntoma de inteligencia, pero también de esa desconfianza. Cuando hablaba en privado con los periodistas, a cada uno le daba un matiz distinto. Así, al día siguiente, podía comprobar leyendo los periódicos quién se había ido de la lengua. 

Sí, era cierto. Tenía muchos recursos. Era un hombre con olfato, con instinto. Pero poco a poco, por culpa de esa desconfianza, se fue quedando solo. Y solo se murió.

"La desconfianza acabó con Adolfo Suárez. Era tanta su desconfianza que resultaba visceral. La prueba es que se murió solo"

Una vez, usted definió la actualidad como “una droga que te penetra y te obliga a estar pendiente todo el día”. También dijo que no conoce otra manera de estar vivo. ¿Habría preferido vivir libre de esa adicción?

No. La adicción a la actualidad me ha condicionado, pero no me ha destruido. La acepté, ya está. Nunca lo sentí como una imposición.

Le supongo, entonces, informado de las cosas de hoy. De Sánchez, Feijóo y compañía. ¿Qué tal?

No sé qué decirle. No me siento capaz de comprender a Sánchez. De veras se lo digo. Hay cosas de hoy que analizo y no entiendo. Supongo que luego las comentaremos con más calma.

De la Viuda ha mandado en RTVE, en Pueblo, en Antena 3... Fundó esta última cadena con Martín Ferrand.

De la Viuda ha mandado en RTVE, en Pueblo, en Antena 3... Fundó esta última cadena con Martín Ferrand. Sara Fernández

Tenemos tanto de qué hablar que quizá lo mejor sea empezar por el principio: usted empezó a ser periodista en los años cincuenta. Nació en 1932. No conoció el periodismo libre. ¿Cómo se generaban, entonces, las vocaciones? ¿Por qué un joven soñaba con ser periodista si iba a tener que ejercer en una dictadura? 

No eran vocaciones exactamente. Eran situaciones. Ya había escrito en la revista del colegio. Pero había escrito de deportes porque me gustaban los deportes. Me puse a estudiar Derecho sin mucho entusiasmo. Un día, un redactor de La Voz de Castilla me propuso colaborar. Sin cobrar, claro. Sólo me daban algo si alguien metía publicidad en el asunto que me tocaba cubrir. Fui periodista porque no podía ser otra cosa. Me interesaba mucho la vida de los demás. 

Dígame cómo eran los periódicos entonces: han cambiado muchísimo. 'Pueblo' merece capítulo aparte y luego le preguntaré. Pero descríbame, por ejemplo, la redacción de 'La Voz de Castilla' y la del 'Arriba'.

La Voz de Castilla se escribía en Burgos, pero se imprimía en Valladolid. Era un caserón destartalado. El director tenía un pequeño chiringuito, un desastre. Y había cuatro personas, nada más. Mandábamos las informaciones a Valladolid en un tren. Lo llamábamos “Operación Pisuerga”. Aprendí un montón. Joaquín Ocio, mi mentor, escuchaba como nadie. ¡A nadie le he visto hacerlo mejor! Era una especie de don divino. Escuchar es tan importante para nuestro oficio...

¿Y el 'Arriba'? Al ser el periódico del régimen, imagino que sería el otro extremo. Una redacción muy dotada. 

El Arriba tenía una infraestructura muy buena, es cierto. Trabajé allí como secretario de redacción. Organizaba la correspondencia del director y publicaba un pequeño comentario todos los días. También filtraba las colaboraciones literarias. Es que el Arriba tenía estupendas plumas. Fue un lugar de grandes escritores. Se escribía como en muy pocos sitios. Eso sí, no es que fuera un sitio muy disciplinado… Ningún periódico lo era.

Cuénteme. 

No se trabajaba por las mañanas, salvo que tuvieras que ir a cubrir alguna cosa. Eso, los de Local y Nacional. Se entraba a eso de las tres o las cuatro y se trabajaba hasta las dos de la mañana o así. 

En la Transición, empezó a instaurarse la profesión del periodista como caso de éxito y dinero. Ahora estamos, creo, como estaban ustedes en los sesenta: comenzar es sacrificado y a cambio de muy poca pasta. Ha llegado una nueva generación de periodistas que quizá no sienta que esa “droga de la actualidad” le obligue a dormir poco, renunciar a su vida personal, etcétera. Además, a cambio de un sueldo menor que el de profesiones que no necesitan especialización. ¿Qué piensa de todo esto? 

Estoy de acuerdo. La gente que acaba dedicándose hoy al periodismo es porque le gusta. No hay otra explicación posible. Oiga, con esto no quiero decir que al periodista, como le gusta su trabajo, haya que pagarle poco. A mí, en frío, me habría encantado ser consejero del Banco Español de Crédito. Pero luego, qué quiere que le diga: he sido muy feliz trabajando catorce horas diarias. No soy un apóstol del periodismo. Pero, ¿sabe lo que es, al despertar, mirar un periódico y sentir la satisfacción del trabajo bien hecho?

"No soy un apóstol del periodismo, pero qué quiere que le diga. He sido muy feliz trabajando catorce horas diarias"

Quiero meterme en la cabeza de usted cuando tenía mi edad, treinta años: es redactor de un periódico, existe una censura férrea. Quiere contar una historia. ¿Cómo lo hace?

Tenías una pregunta todo el tiempo en la cabeza: “¿Esto pasará la censura?”. Todos teníamos una reserva mental de lo que se podía hacer y lo que no. 

Autocensura.

No tanto una autocensura, sino una especie de sentido de alarma. “¿Esta historia llega o no llega? ¿Pasa o no pasa? ¿Cómo puedo hacer para que pase?”. Primero había que convencer al director, claro. Luego ya se iba a la censura. Oiga, es que yo ya estaba en activo cuando todavía había que llevar a censura… ¡los crucigramas! Le cuento algo muy divertido. 

¡Diga!

A mí me tocó llevar el periódico a la censura muchas veces. Cuando había fotos de señoritas, el censor dudaba. Se quedaba mirando… No se decidía. ¡Cómo dudaban los tíos! Era un mundo surrealista. Pero el ser humano tiene mucha capacidad de adaptación. A mí me procesaron por esa portada de la que le he hablado antes. “La mujer nueva”, era el título del reportaje principal. 

¿Quién le denunció?

Unos militares de Barcelona. Decían que estaba promocionando un mundo nuevo, femenino y republicano. Me sacó del lío el padre de Luis Herrero, que era Fiscal General del Estado. ¿Sabe? La sociedad estaba muy contaminada por la censura.

Es decir: era el propio lector el que a veces se incomodaba con la información.

Eso es. 

Y ahora quiero ser el De la Viuda director, al que imagino le tocaba censurar a sus redactores de cuando en cuando. ¿Qué le sublevaba más? ¿Censurar o ser censurado?

A partes iguales. Porque la censura, en cualquiera de sus formas, antes de la ley de Fraga, era implacable. ¡Había consigna! Le voy a contar qué era la consigna: ya no es que a uno le pudieran recortar el texto, sino que podía llamarte el régimen para pedirte que publicaras una noticia con un enfoque determinado. O también una prohibición expresa sobre un tema. Le pongo un ejemplo: un año nos llamaron para decirnos que no se podía publicar absolutamente nada sobre las vacaciones de la hija de Franco.

Lo que está claro es que la censura agudizaba el ingenio. 'La Codorniz' era maravillosa. Y también 'SP', aquella revista semanal estilo norteamericano que llegó demasiado pronto. ¡Pidieron la dimisión de los ministros económicos con Franco en plenas facultades! Incluso hacían encuestas sobre qué debía venir después de la dictadura.

Desde luego. La censura agudizaba muchísimo el ingenio. Esa revista que he mencionado antes, SP, está hoy muy olvidada, pero fue un ejercicio de modernidad. La pena es que, como usted apunta, llegó demasiado pronto [finales de los cincuenta y sesenta]. Les dijimos a las chavales que iban por la calle a venderla que la publicitaran como una “revista tipo Time” [De la Viuda se parte de risa]. 

¿Qué ocurre?

Que los chavales iban gritando por las estaciones: “¡SP! ¡Una revista tipo tema!”. ¡Tipo Tema! Y a la gente le parecía normal. Nadie entendía que era eso de “tipo Time”. No sabían lo que compraban. Rodrigo Royo, el director, era un hombre muy curioso. Se decía entre los colegas que era el único fascista que hablaba inglés. Había sido corresponsal en Washington. Royo era toda una contradicción: falangista y moderno a partes iguales.

Un momento de la entrevista.

Un momento de la entrevista. Sara Fernández

Una vez, usted escribió: “Los censores no eran inteligentes. Si no, habrían sido periodistas”. ¡Pues Cela fue censor! 

Había mucho periodista frustrado entre los censores. Eran bastante mala gente: envidiosos y tal. Había todo un entramado de personas que querían que siguiera la censura para cobrar a fin de mes. Conocí personajes curiosos.

Póngame un ejemplo.

Juan Aparicio, director general de Prensa, era un personaje muy del régimen, muy de la censura, pero no podía evitar mostrar cierta admiración por quienes lograban burlar a sus censores. Era un tipo fino. Percibí en él cierta simpatía por quienes no nos rendíamos.

Sobre lo de Cela: yo no viví esa censura de los primeros años. Las personas se buscaban la vida. Era un país donde la gente se moría de hambre. Estaba racionado el pan. Tenías que mostrar el cupón incluso en los restaurantes. Hubo un salto de los años cuarenta a los cincuenta. 

Cuando le escucho, me cuesta comprender que diga: “Hoy son malos tiempos para la libertad de expresión”. Puede que estemos viviendo un retroceso, pero viniendo de donde venimos… ¡esto debe de ser el paraíso!

Es verdad que no son buenos tiempos para la libertad de expresión, pero no tiene nada que ver con lo que vivimos en el franquismo.

¿Por qué se produce ese retroceso? ¿Cuánto de culpa tienen los partidos políticos?

Yo creo que toda. Bueno, no he sido muy justo. También tiene culpa parte de la sociedad. Porque esa parte de la sociedad española es poco amiga de la libertad. Siempre hay una cuota de gente que desconfía y que dice: “Oye, estos que no piensan como yo… ¿qué querrán? ¿Qué estarán preparando?”.

"Había mucho periodista frustrado entre los censores"

He hablado con una becaria que trabajó para usted en Radio80. Creo que le sonará. Se llama Ana Rosa Quintana y me envía esta pregunta: “Luis Ángel, ¿qué te parece que algunos medios y profesionales se hayan convertido en delegaciones de los partidos?”.

No sabe qué alegría me da volver a ver a Ana Rosa por las mañanas. Me preocupó su situación y, ahora que la veo tan bien, pues es una alegría. Lo hace fantásticamente. Empezó conmigo, ¿sabe? A su pregunta: me da pena que eso suceda. Sé que es un tópico, pero lo digo porque parece que… Los periodistas estamos para contar qué hacen los políticos, no para hacer política.

¿Y eso que llamamos cultura de la cancelación?

Mire, hablo como periodista: sabe usted esa historia de dos chicos que han aparecido muertos en Toledo. No se está publicando con claridad que son gitanos. Y ese dato es fundamental para comprender la historia. Oiga, ¡es que si no, no se entiende! [se cabrea De la Viuda]. O como con la nacionalidad en determinados casos de violación. 

O como con la historia del chaval que ha matado al sacristán. ¿Es un loco o no es un loco? Como si no se pudiera dar ese dato para no ofender a determinado colectivo. Lo están escondiendo. Hay que hablar claro al lector. Porque si no, si no es alguien muy habituado a leer prensa, no ve entre líneas y se desconcierta.

Antes me decía que una de las cosas que más le desconcierta es el PSOE de hoy.

El socialismo de González y Guerra era más claro. Sabíamos lo que era. Resultaba menos atorrante, que dirían los argentinos. Si yo fuera hoy director de periódico, no sabría por dónde empezar con Sánchez.

González dejó de ser marxista aun a sabiendas de que podía perder el poder en su partido. Yo no votaré nunca a la socialdemocracia, pero he vivido cómodo con ella. Pero es que lo de hoy no sé qué es. No lo digo como una crítica, ¡no sé qué es esto!

No tiene claro cuál es el objetivo político de Sánchez. 

Hombre, intuyo uno de manera clara: continuar.

¿Y qué tal ve a la derecha? ¿Qué le parece Feijóo?

A Feijóo le falta cabaré.

Creo que sé por dónde va, pero explíqueme la expresión, por favor.

¡A Madrid hay que venir con gabardina!

¿Gabardina?

Feijóo es un político provinciano. Por ejemplo, eso que dijo de que los cristianos no matan con motivo de su religión… Es una declaración de tal torpeza e ingenuidad… Primero, que no es verdad [se refiere, por ejemplo, a la guerra de los Balcanes]. Y segundo: en clave estratégica, no vio que tenía mucho que perder.

¿Y Vox?

Oiga, ¡han propuesto de presidente del Gobierno a Ramón Tamames! ¿Estamos mal de la cabeza? ¡Que tiene la misma edad que yo!

Oiga, usted está estupendo.

No estoy para gobernar ni siquiera mi casa. Tengo buena opinión de Tamames: es inteligente, interesante y divertido. Tiene un libro fundamental para la economía española. Pero su elección me parece saltar por encima a los ciudadanos. Sé que la moción permite elegir a cualquier candidato, pero Tamames no ha estado en ninguna lista electoral ni lo han querido los españoles. Eso que dicen algunos de que Vox es franquismo... ¡será franquismo del malo!

De la Viuda era el director del diario 'Pueblo' cuando murió Franco.

De la Viuda era el director del diario 'Pueblo' cuando murió Franco. Sara Fernández

Volviendo a su biografía. Creo que su paso por la dirección del diario 'Pueblo' merece un rato de conversación. Lo ha definido alguna vez como “un lugar muy oscuro”. Se habla de alcohol, putas, asesinos… Jesús F. Úbeda prepara un libro muy interesante que lleva por título “Nido de piratas”.

Es muy difícil describir lo que fue Pueblo. Era un periódico a imagen y semejanza de un personaje llamado Emilio Romero. Y Romero era un antiguo combatiente franquista que, a causa de esa condición, se creía con derecho a todo. Mire, cuando yo llegué, había un director adjunto y más de una decena de subdirectores. ¡Uno de ellos vivía en Colombia!

No le veo problema, fue todo un visionario: teletrabajaba desde Colombia.

Sí, sí [se parte de risa]. La mayoría de la gente no estaba siquiera en nómina. Intenté sanear todo aquello. Cuando me fui, llegaron a sacar las pistolas en una reunión. Hubo una revolución contra el director. Pusieron a Figueroa, que no había dirigido un diario nunca. Un disparate de Martín Villa, el ministro que me echó a mí. 

¿Los periodistas iban a trabajar con pistola?

Algunos sí.

Como para discutir un titular.

Había un crítico de... bueno, no diré su nombre. Había un crítico que siempre, siempre llevaba pistola.

Pero, por contra, 'Pueblo' publicaba unos reportajes impresionantes. Y los corresponsales eran muy buenos. Era una gran prueba contra el maniqueísmo de hoy. Aquel diario, encuadrado en el sindicato vertical, se las apañaba para hacer un gran periodismo. De los diarios de entonces que he visto en la hemeroteca, me parece lo mejor.

Sí, Pueblo era una gran contradicción. Se hacía un gran periodismo. Había un bar abajo donde los periodistas se emborrachaban, la gente conspiraba… La pelea entre los redactores para ocupar la portada era tremenda. Por ejemplo, cuando llegué, había una guerra a muerte entre José María García y Ors. Los dos querían la jefatura de Deportes. Nombré a un tercero para desactivar ese polvorín. Iba capeando como podía. Otra cosa buena de Pueblo: había más mujeres que en el resto de periódicos. Estaba Julia Navarro, hoy una gran escritora.

Como parece que la entrevista está yendo bien, me meto en terreno pantanoso: usted ha dirigido un montón de medios en una época totalmente distinta. ¿Teme que pueda saltar un 'Me Too' con los directores vivos españoles igual que pasó en Estados Unidos con el cine?

En España, somos lo suficientemente idiotas como para que pueda pasar. Creo que no, pero no hay que descartarlo del todo. No lo digo porque haya material, sino porque alguien se lo inventará. No consentí tratos degradantes. Tengo tres hijas.

"En España, somos lo suficientemente idiotas como para que haya un Me Too con los directores de periódicos. No porque haya material, sino porque alguien se lo inventará"

Volviendo a 'Pueblo': el periodismo parece florecer en esos lugares, en esos nidos de piratas, que dice Úbeda. 

La pregunta es: ¿a costa de qué? 

Usted dirá. 

A costa de mantener un mundo invivible, injusto y caprichoso. 

Detecto que le jode la mitificación de Emilio Romero.

Bueno, es que yo no lo tengo mitificado. Fue un gran periodista, un aceptable escritor y un mal dramaturgo. Una persona con la que no me gustaría haber trabajado. No me gusta ese tipo de gente. Se aprovechaba de las situaciones, llevaba a cabo unos juegos personales muy particulares para lograr lo que quería, su criterio se imponía por encima de todo… No es un tipo humano que me interese. 

He hablado con Raúl del Pozo, que estuvo en 'Pueblo' y le manda la siguiente pregunta: “¿Fue 'Pueblo' la gran escuela de periodismo en España?”. 

Admiro mucho a Raúl. Cuando yo era director, él estaba de corresponsal en Londres. Lo había mandado Emilio Romero. Le diría que Pueblo fue un lugar donde se hizo gran periodismo, pero que yo no pondría de modelo.

Pedro J. fue el director que acabó con el alcohol en las redacciones. Lo prohibió al llegar a 'Diario 16'. Miguel Ángel Aguilar, hace poco, me dijo que eso fue un grave error, que acabó con el periodismo de verdad. 

En eso, estoy con Pedro J. Yo bebo alcohol, pero no bebo trabajando. No veo lo que dice Aguilar en absoluto.

Usted no quiso aceptar la dirección de 'Pueblo'. Lo hizo porque se lo pidió el entonces príncipe Juan Carlos. Usted encarnó una renovación en los diarios: llegaba una generación que no había combatido en la guerra, que veía el futuro de otra manera.

Sí, eso es exacto. Estaba trabajando en la comunicación del Banco de Bilbao. Me había convertido en un señorito. Ganaba un muy buen sueldo. Pero, cuando me lo pidió don Juan Carlos, no me pude negar.

De la Viuda saluda a Juan Carlos I.

De la Viuda saluda a Juan Carlos I. Cedida por el entrevistado

Hábleme de Juan Carlos I. Se decía que usted era un hombre del rey. En aquel momento, serlo y haberlo sido era una buena etiqueta. ¿Qué le parecen las informaciones que hemos conocido en los últimos años? Hablo de la evasión fiscal.

El Rey hizo un papel tan importante que… No digo que se le pueda perdonar todo. Pero lo que ha hecho bien gana por 3-1 a lo que ha hecho mal.

Para cerrar el capítulo de 'Pueblo': le he pedido unas palabras para usted a Arturo Pérez-Reverte, que trabajó a sus órdenes allí. Me dice: “No olvido lo bien y duramente que me defendió ante el Gobierno Arias cuando las autoridades españolas decidieron expulsarme del Sáhara por contar lo que realmente ocurría después de la Marcha Verde y el comienzo de una guerra que pretendían tener oculta. Me telefoneó y me dijo: ‘Arturo, hemos luchado y hemos perdido, pero los vas a seguir jodiendo. Te vas de corresponsal a Argel’”. 

Arturo era uno de los grandes talentos jóvenes que había en Pueblo. Me alegra que usted me lo recuerde, porque aquella anécdota se había diluido en mis recuerdos. ¡Fíjese! ¡Arturo, pese a lo que ya escribía, no estaba en nómina! Formaba parte, como casi todos, de lo que se llamaba “la pelagra”. Quiero darle las gracias a Arturo. Aprovecho para decirle que le quiero mucho. Mire, yo he querido a mucha gente. Y a éste lo quiero. Además, le leo.

De la Viuda fue el adjunto de Suárez cuando éste estuvo al frente de RTVE.

De la Viuda fue el adjunto de Suárez cuando éste estuvo al frente de RTVE. Sara Fernández

Con todos los cargos que tuvo, ¿conoció personalmente a Franco?

Sí. Tuve dos entrevistas personales con él, de esas reglamentarias cuando te nombraban. También le grabé, con RTVE, cinco discursos de fin de año. Era un personaje curioso, muy hermético. Nunca saqué nada interesante de él. Se quedaba ahí, mirando, escuchándote…

No le dio órdenes ni nada. 

Qué va, nada. De hecho, había un programa que se llamaba “España, siglo XX”. Cuando nos enfrentamos al periodo de la República, hicimos el reportaje que quisimos. Hombre, tuvimos cuidado, pero… Hubo mucha gente que se quejó. El ministro, Sánchez Bella, me dijo que probablemente me tuviera que cesar. Franco no dijo nada y me quedé en el puesto.

Con la perspectiva que da el tiempo, ¿cuál es el retrato que traza de Franco?

No tengo ninguna nostalgia del franquismo, pero no hay que borrarlo entero. Insisto: no quiero que vuelva el franquismo jamás. Pero la historia hay que contarla como es: se hicieron cosas importantes para la economía.

No me suscitó una gran emoción conocerlo. Tenga en cuenta que yo crecí en Burgos. Mis primeros recuerdos son de la guerra y Franco vivía en Burgos. Lo veía. Me llevaban al mismo parque que su hija. Franco era para mí una cosa corriente, doméstica.

De la Viuda saluda a Franco.

De la Viuda saluda a Franco. Cedida por el entrevistado

Ha tratado a muchos presidentes del Gobierno: ordénemelos de peor a mejor. 

Los peores, a la misma altura, Pedro Sánchez y Mariano Rajoy. De Sánchez ya le he hablado antes. Y Rajoy… ¡es que no hizo nada! Estamos pagando esa inacción. El mejor, Aznar. Después, Suárez. Luego Felipe, Calvo-Sotelo y Zapatero, por ese orden.

En Democracia, fue uno de los fundadores de Antena 3. Estuvo en el cogollo de la primera emisión de tele privada en España.  José María García me envía esta pregunta para usted: “¿Qué nivel de satisfacción tiene hoy de lo que creó en su día con Manolo Martín Ferrand?”.

La pregunta tiene mucha miga. Fundé Antena 3 con Martín Ferrand. No he vuelto desde que me fui. No me han invitado ni a tomar un café. 

¿Le gusta lo que hacen? 

Sí. Me gusta mucho, por ejemplo, el informativo de Vicente Vallés.

¿Y la radio de la mañana? ¿Qué opina de la radio de hoy?

Luis Herrero hace muy buena radio, aunque a una hora disparatada. De los de la mañana: Herrera tiene el don de la radio. Escucho bastante a Federico. También a Alsina. ¿Sabe? Alsina es muy radiofónico, lo escucho desde hace años y ha ido creciendo, creciendo… Lo de Federico me interesa porque no es radio exactamente, es otra cosa. 

Pedro Sánchez suele hablar de las “terminales mediáticas” y los “señores de los puros” que conspiran para “derrocarle”. ¿Cómo le suena? 

No he visto a ninguno de esos señores de los puros. ¡El que fuma puros es García!

"No he visto a los señores de los puros de los que habla Sánchez. ¡El que fuma puros es García!"

A usted, que ha sido fundador de la tele privada, me gustaría preguntarle por unas palabras de Pablo Iglesias. Sugirió retirar la licencia a Telecinco por entrevistar a un dirigente de Vox.

Lo que habría que quitar son las concesiones. Que quien tuviera dinero y ganas pudiera poner una televisión igual que puede poner un periódico.

Imagino que, cuando se alcanza cierta edad y se está tan conectado a la actualidad, uno puede tener la sensación de vivir en un mundo, en un país, que ya no es el suyo. ¿Cuáles son las cosas que más le gustan y las que menos de este nuevo tiempo?

Lo que más me gusta es la libertad. Y lo que menos… el mal uso de la libertad.

Dentro de veinte años, ¿cómo le gustaría ser recordado?

Soy como soy, soy lo que he sido. Aunque le confesaré algo: me habría encantado ser actor.