Reencuentro Chávarri-Junot, servidor Zelenski y la reina solidaria

Reencuentro Chávarri-Junot, servidor Zelenski y la reina solidaria Guillermo Serrano Amat

EL BESTIARIO

Reencuentro Chávarri-Junot, servidor Zelenski y la Reina solidaria

17 abril, 2022 01:27

Phlippe Junot

Guillermo Serrano Amat

Uno de los sectores más perjudicados por la pandemia ha sido el  de las bodas, que a fuerza de sufrir retrasos  ha terminado  aplazando los casamientos sine die. Hasta hoy.  Ahora estamos celebrando las bodas que dejamos aparcadas en su día. Bodas en diferido, pero bodas al fin.

Lo que ahorramos en bodas lo gastamos en divorcios. Así es la vida. Una de las más madrugadoras ha sido la de Isabelle Junot y Alvaro Falcó, actual marqués de Cubas e hijo de Fernando Falcó, fallecido durante la pandemia. El enlace tuvo lugar en el Palacio Mirabel, propiedad de la familia del novio en Plasencia. Solo faltaban las palmas decoradas con chuches  y, como no, la borriquita. Isabelle lució dos vestidos de novia (primero uno y después el otro). Álvaro, por su parte, llevaba uniforme de chaqué y pelo alborotado. Asistieron al enlace cerca de trescientos invitados que se dispersaron  por las distintas dependencias de palacio, porque no entraban en la capilla.

El padre y padrino, así como la madre y madrina, no hicieron el paseíllo ni llevaron a  sus hijos hasta el altar. Se comentó que preferían cederles todo el protagonismo a los novios, pero tal versión competía con otra que tenía más adeptos. En tiempos, Marta Chávarri y Philippe Junot  tuvieron un affaire que hizo estragos en Marbella. Los años, sin embargo, no han  pasado en balde.  Junot  es un caballero de pelo blanco que conserva modales  de  galán clásico (se pasó la boda besando la mano de su hija), mientras que Chavarri se mantuvo silenciosamente al margen, como si el  bodorrio no le afectara. Alvaro Falcó  estuvo pendiente de ella llevándola del brazo y apretándole la mano.

Fueron muy comentados algunos outfits, como el de Nina Wendelboe, la danesa que  sucedió a Carolina de Mónaco en el corazón de Junot y en el libro de familia. El traje azul verdoso de Nina fue el más celebrado de la boda, superando con creces al de Marta Ortega (Torretta, el joven, debería tomar lecciones de Marichalar, que en su día elevó a la infanta Elena a la categoría it girl internacional).

Volviendo a Junot, no he dicho cual es su oficio, suponiendo que lo tenga. Pues bien: un hombre de negocios. O sea, promotor inmobiliario y capitalista de riesgo. Lo primero suena a rey del ladrillo, y lo segundo, a juego de mesa. El capitalista de riesgo es aquel que se juega la vida o la cárcel, tipo Madoff.

Junot aterrizó en el palacio de Mónaco convencido que recibiría honores de potentado.  De haberlo sido, Grace y Rainiero no se hubieran cansado de pasarle la mano por el lomo y, sin embargo, no fue así. Los príncipes se pusieron en lo peor. La ruptura matrimonial llevó la desgracia  al principado y Roma se negó a conceder la nulidad matrimonial a la pareja. Habrían de pasar unos años para que Caroline y Philippe  pudieran retomar sus respectivas vidas. Carolina contrajo matrimonio con Stéfano Casiraghi y mas tarde, con Ernesto de Hannover. Junot se caso con la danesa Nina  Wendelboe, madre de tres de sus hijos, y una vez divorciado, conoció a una modelo con la que vivió un romance de bonitas consecuencias: fue niña y se llamó Chloé.

Marta Chávarri

Guillermo Serrano Amat

No es un capricho que titule dos apartados de la boda con los nombres de los padrinos y no con el de los novios. Tiene su explicación. En su día, los padrinos también fueron novios entre sí. No diré que novios de casarse, pero si de flirtear. Cuando Marta Chavarri ya se había separado de  sus dos primeros maridos (Fernando Falcó, marqués de Cubas, y Alberto Cortina, alias "con él llegó el escándalo"), se cruzó en su camino  Philippe Junot, que era mujeriego de manual y ya había puesto sus ojos en Marta.

Para qué nos vamos a engañar: en Marta había puesto los ojos todo el mundo. Era una mujer que no pasaba inadvertida. Más o menos rubia, más o menos alta, con los vaqueros más o menos ceñidos y unas botas camperas que daban más o menos el pego. Un día, Marta y Philippe se cruzaron en Madrid y quedaron mutuamente prendados.

Corrían los años noventa y ella miraba el mundo protegida por unas gafas de sol negras. Una de sus señas de identidad era precisamente despistar a los hombres. Creo que a Junot, más que despistarlo, lo aturulló, pues con él no llegó muy allá, o no tan allá como con Alberto Cortina, el señor de gabardina. A Cortina y a Chavarri los pillaron una vez saliendo de un hotel de Viena y se armó. Esa clase de "pilladas" eran carne de chantaje. El paparazzi renunciaba a publicar la foto a cambio de un reportaje inocuo,  sin carga de intención. El caso es que la foto salió publicada convirtiéndose en símbolo de unas gentes y una época: "La España de la beautiful people".

Alicia Koplowitz , que había sido esposa de Cortina, se mantuvo al margen y pasó a la posteridad como una de las mujeres más ricas y bellas de España.

De Chavarri nunca más se supo. Mejor dicho, se supo gracias a una foto indiscreta de la revista Interviú que levantó gran polvarreda. Junot y Chávarri salieron juntos un tiempo y luego se diluyeron.

El día de la boda de Álvaro e Isabelle, en Plasencia, Marta y Philippe no tomaron del brazo a sus respectivos hijos para entrar en la capilla. Tampoco charlaron a solas. A la pregunta de si se había  sentido apurada por hallarse junto a Junot, Marta respondió indiferente: "Me ha dado igual".

Los trescientos invitados asistentes al enlace obsequiaron al público local con un divertido espectáculo. Como hacía un frío pelón, las damas se echaron encima todo lo que encontraron en el armario, desde abrigos de piel a fulares y chaquetas. Por cierto, las primas del novio lucieron vaporosos vestidos de flores que no pegaban nada con la climatología, pero animaron el reportaje. No olvidemos que era una boda de gente joven, no el funeral del duque de Edimburgo.

Los vestidos floridos pertenecían a la línea de Tamara Falcó, que está que se sale, la chica, como cuando arrasó en Masterchef. Otras primas que posaron en el retrato primaveral fueron Xandra Falcó y sus  hijas, Isabela y Camila.

Como dos versos sueltos iban Inés Domecq y Vega Royo Villanova, ambas fieles a su personalidad, que es lo que cuenta.

La madrina (Marta Chávarri) creyó que vistiéndose de camuflaje (azul marino sobre azul marino) quedaría más discreta. Finalmente se coronó con una diadema (también azul marino) que era como el cielo de una tarta. Algunas mujeres se pusieron unos tocados tipo parque eólico. Parecía que de un momento a otro se iban a echar a volar.

Volodimir Zelenski

Guillermo Serrano Amat

El jueves 15, santo a muchos efectos, a Zelenski le tocó el

Pero no acaban aquí las acusaciones del mandatario. Volodimir Zelenski señaló a Rusia  por haber convertido Ucrania en el país con más minas antipersonas. Y una última denuncia, por abreviar. Ucrania ha contabilizado 191 niños muertos desde que comenzó la invasión. Ya digo, por abreviar. El realidad, son más. 

El Prime Time tuvo que esperar una semana para obrar el milagro. Lo anunció  Piqueras a bombo y platillo y la audiencia lo recibió como quien recibe una procesión. Sin rechistar.  

El servidor del pueblo es el nombre de la serie que encumbró a Zelenski. Una serie mitad cómica, mitad satírica en la que el actor, (actual  presidente) ejerce el papel de profesor de instituto que, tentado por la política, se presenta a las elecciones de su país y es elegido presidente. El profesor es un tipo simpático y efusivo, con brillante sentido del humor. Hijo de padre taxista y madre ingeniera, llaman la atención los episodios domésticos, donde todos se disputan el baño y nadie acude a rescatar el café que se está quemando.

Hay un clarísimo paralelismo entre la ficción del profesor que aparece en la serie y la realidad del abogado y actor que ha llegado a presidente y en la actualidad vive en el centro del ciclón de uno de los peores conflictos de la reciente Historia.

De héroe de comedia a héroe real, Volodimir se ha labrado merecida fama de servidor del pueblo y agradece a los ucranianos su resistencia tras cincuenta días de invasión.

El héroe pasará a los libros de Historia. El villano, no. Ese es otro.

Letizia de España

Guillermo Serrano Amat

No es la primera vez que hablo de Su Majestad. Ni será la última. Y ya que acabo de mencionar a Zelenski, aprovecho la ocasión para celebrar que ayer, en el centro de refugiados de Pozuelo de Alarcón,

La Reina y la Princesa no podían dejar que pasara un día más sin tener un gesto de solidaridad con estos hombres y mujeres que sufren diariamente bajo la bota de Putin.  

Ucrania también ha dejado muchos niños mártires en estos cincuenta días de bombardeos y tanques. Eso deben saberlo nuestros hijos y nietos, que han tenido la suerte de nacer entre algodones y música de ángeles sin hacer nada por merecerlo. Si no tenemos conciencia de que hemos de colaborar para paliar el sufrimiento de los ucranianos, es que somos unos "pringaos".

Según la rumorología reinante, los Reyes y sus hijas disfrutarán de unos días de asueto en paradero desconocido. Lo más probable es que no vayan a la misa de Pascua en la catedral de Palma para no tentar la suerte de un año aciago que no recordaremos sin antes tocar madera.

No creo que a SSMM les quede tiempo para dar una vuelta por Maldivas. Leonor tiene que volver a Gales y el Rey, a su agenda. Respecto a la Reina, me gustaría que se ocupara un ratito de su vestuario, pero no lo diré  porque se enfada. 

Últimamente he visto que la Reina sigue el estilo de las royals europeas, con casquetes y turbantes que recuerdan a los de la Begum Salima, aquella señorona grande y oronda que casó con el Aga Khan III, líder espiritual de los ismailitas, esos señores que valían su peso en oro. Fue una lástima que la Begum Salima no recibiera el mismo trato ante la báscula que el Aga Khan. Se habría forrado.

Digo esto porque doña Letizia me recuerda a la Begum Salima adornada siempre con unos fastuosos turbantes que le cubrían la azotea.

Con todos mis respetos, a nuestra Reina no habría que pesarla para traducir su peso en oro. Saldría perdiendo.  

Detalle de un paso de la Semana Santa de Málaga.

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