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¿Por qué algunas personas no sienten miedo?

Algunas personas que tienen afectada la función de su amígdala pierden la capacidad de sentir miedo. Ahora, un nuevo estudio nos explica cómo ocurre esto.

31 marzo, 2016 19:20

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Ciertas sensaciones, como por ejemplo el miedo, se experimentan por primera vez cuando tomamos consciencia de los cambios que éstas provocan en nuestro cuerpo.

Numerosos estudios afirman que la amígdala, un conjunto de núcleos neuronales situado en el centro del cerebro, es un elemento fundamental en la percepción del miedo. Esta creencia ha ido siempre respaldada por la cantidad de casos en los que personas con lesiones o enfermedades cerebrales, pierden la capacidad funcional de la amígdala, y al mismo tiempo la capacidad de sentir miedo.

Sin embargo, en 2013 un estudio publicado en Nature demostró que la actividad de la amígdala no es esencial para todos los tipos de miedo. A esta conclusión llegaron Justin Feinstein (de la Universidad de Iowa) y sus colegas, cuando lograron asustar a tres sujetos (dos hermanas gemelas y una mujer, todas ellas con disfunción en los circuitos de la amígdala), que admitían no haber experimentado nunca antes la sensación del miedo. El equipo de investigadores les hizo estremecerse por temor a asfixiarse, al hacerles inhalar dióxido de carbono de manera directa.

Sentir miedo, ¿una función puramente cerebral?

araña

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Existe una teoría que defiende que los sentimientos no son generados por el cerebro como tal, sino que surgen al percatarnos de las distintas sensaciones que se producen en el organismo. Cuando vemos una araña, por ejemplo, no sentimos miedo porque se estén activando los centros emocionales del cerebro que desencadenan la percepción de éste. Lo que ocurre en realidad es que el cerebro analiza la situación y libera hormonas que aceleran el ritmo cardíaco y hacen que comiencen a sudarnos las palmas de las manos. Es nuestra percepción de todos estos cambios lo que nuestro cuerpo interpreta como miedo.

En un nuevo estudio dirigido por Sahib Khalsa, uno de los investigadores que trabajó con Feinstein, se les dio a un grupo de voluntarios con normal funcionamiento de la amígdala y también a varios de estos gemelos “sin miedo”, altas dosis de un fármaco de acción idéntica a la de la adrenalina, causando dificultad para respirar y palpitaciones cada vez más rápidas. Cuando se pidió a los sujetos que evaluasen la percepción de estos cambios físicos en una escala de 0 a 10, todos manifestaron sensación de ahogo, aunque sólo unos pocos experimentaron ataques de pánico debido al aumento de la frecuencia cardíaca. De hecho, una gemela calificó su nivel de apreciación con un 10, mientras que su hermana lo hizo con una puntuación cercana a 0.

Los cambios del cuerpo definen nuestras emociones

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Los resultados del experimento indican que además del de la amígdala, existen otros mecanismos implicados en el miedo y la ansiedad, y apoyan la teoría de que ciertos tipos de emociones sólo pueden experimentarse una vez que somos conscientes de los cambios que se producen en el propio cuerpo.

No obstante, el hecho de que a pesar de que ambas gemelas tuvieran la amígdala dañada (debido a una rara condición genética), éstas presentasen distintas respuestas en cuanto a la percepción, lleva a pensar que el ambiente también desempeña un papel clave a la hora de interpretar ciertas emociones, y que el pánico extremo funciona de manera distinta al miedo normal.

El estudio del comportamiento cerebral en estas personas incapaces de sentir miedo podría ser interesante para identificar otros mecanismos emocionales en el cerebro. Además, podría conducir a nuevas dianas para el tratamiento de ciertos trastornos, puesto que los individuos con dificultad para percibir sus funciones corporales son más propensos a la ansiedad y a la depresión.