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Diferencias entre adolescencia y comportamiento disruptivo

26 octubre, 2015 20:29

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Al trabajar en la resolución de una situación problemática adolescente, con relativa frecuencia alguna de las partes tiene que lidiar con la típica frase de “es la adolescencia” o “se le pasará con el tiempo”. Puede que al momento de oírlas nos produzca una ligera sensación de alivio, pero en el fondo nos queda la duda de si ese comportamiento ofensivo con el que estamos tratando es algo puntual debido a una difícil etapa de cambios o el principio de un hábito irrespetuoso y destructivo. La negación suele ser la razón principal por la cual nos refugiamos en frases por el estilo, ya que como padres nos causa tristeza e inquietud el pensar que nuestro hijo/a pueda tener un problema grave. Una forma común de afrontamiento en este tipo de situaciones es precisamente la evitación, que no hace desaparecer el problema sino que incluso puede empeorarlo al no tratar la sintomatología de manera temprana.

Además de este mecanismo pasivo de afrontamiento, los padres pueden utilizar dichas frases porque realmente creen que es “sólo una etapa” y que “se le pasará”. La desinformación que pueden recibir a través de internet o por parte de familiares y amigos con buenas intenciones pero pocos conocimientos es otra de las causas. Gracias a Empowering Parents, hoy veremos algunos ejemplos y claves para diferenciar entre comportamiento normal adolescente y conducta disruptiva.

Adolescencia vs. conducta inapropiada

Es importante tener en cuenta que la normalidad-anormalidad de un rasgo psicológico o conducta tiene que evaluarse de manera dimensional y no categórica. Por poner un ejemplo, cuando hablamos del constructo “inteligencia” no separamos a la población (población infantil en este caso) en inteligentes y no inteligentes, sino que hablamos de niveles de inteligencia (bajo, medio-bajo, medio, medio-alto, alto). Como es lógico pensar, la mayor parte de la población se encuentra alrededor de la media. En el caso de los problemas de conducta adolescente sucede algo parecido. En un extremo tenemos un niño con muy buen comportamiento y en el otro extremo un niño fuera de control. Al igual que en el ejemplo, la mayoría de los adolescentes se encuentran en el medio de esta línea la mayor parte del tiempo.

En ocasiones es “normal” que el adolescente se comporte de la siguiente manera:

  • Estar malhumorado.
  • Parecer sigiloso o reservado y pasar la mayor parte del tiempo en su habitación.
  • Frustrarse y demostrarlo con un portazo o en su forma de caminar.
  • Mostrarse más impaciente con los padres.
  • Rechazo a pasar tiempo con la familia como antes.
  • Llegar más tarde a casa de la hora acordada.
  • Expresar descontento con las normas de casa.
  • Sentimientos de incomprensión (“sólo mis amigos me entienden”, “ojalá me pudiese ir de casa”).
  • Descontento e inquieto.
Aunque a veces pueda producirnos cierta incomodidad o malestar, este tipo de conductas refleja el proceso de individualización que inician los adolescentes y pre-adolescentes frente a sus padres.

Sin embargo, las siguientes conductas no son normales y pueden ser señales de alarma:

  • Robar.
  • Agredir físicamente a otros o destruir objetos del hogar.
  • Mostrarse verbalmente agresivo, intimidante o amenazador.
  • Abusar de un hermano menor.
  • Llegar a casa borracho o colocado.
  • Pasar la noche fuera de casa sin permiso.
  • Tener problemas con la policía.

La mayoría de los padres con los que interactúo a diario son conscientes de la diferencia entre comportamiento normal e inapropiado, incluso aunque hayan negado el problema inicial en algún momento. Si cualquiera de estas conductas mencionadas en el apartado de “alarma” suceden en tu hogar recuerda que cuanto antes se inicie la intervención, mejor para todos.

Errores de pensamiento

Las razones por las cuales nuestros hijos actúan de manera impulsiva y desacertada son varias pero a menudo difíciles de identificar, ya que ellos mismos no suelen expresar la fuente real de su malestar. Puede que echen la culpa de su malestar a la escuela, a un compañero/a en particular o incluso a sus propios padres. Al no aceptar su propia responsabilidad, tomar decisiones equivocadas y negarse a buscar ayuda (o no saber cómo pedirla) se genera una percepción de la realidad negativa que les genera más frustración. Estos son los llamados errores de pensamiento. Los adolescentes con errores de pensamiento creen que lo que sucede a su alrededor es culpa de los demás, justifican sus malas acciones y mienten al respecto. Muchas veces ni siquiera ellos saben por qué se sienten frustrados y el comportamiento agresivo es una forma más de enfatizar sus creencias erróneas sobre lo que sucede. Si consiguen intimidarnos o salirse con la suya con ese tipo de comportamiento, éste será reforzado y probablemente sigan enfrentándose el problema de la misma manera. Por ejemplo, un padre que pregunta a su hija por los deberes y ésta le responde a gritos que le deje en paz, si el padre se retira y la niña no hace los deberes, la próxima vez que la niña no quiera hacer deberes actuará de la misma manera.  

Puede que nos parezca un ejemplo poco problemático pero, con el tiempo, este tipo de conductas se generalizarán a otros áreas y si no las corregimos a tiempo la situación se agravará. Es importante no regañar, como ya comentamos anteriormente en Medciencia, sino propiciar el diálogo en momentos menos tensos para analizar el problema, qué ocurrió y cómo podríamos haberlo resuelto sin llegar al extremo. Les aconsejo que lean el artículo de mi compañera Elisabeth Rigo sobre técnicas específicas de modificación de conducta.

Yo suelo decir que todos buscamos la felicidad en las cosas que hacemos, incluso cuando nos equivocamos. Muchos adolescentes se meten en problemas porque desconocen la manera correcta de resolver la situación a la que se enfrentan y eligen en base a lo que sienten en ese momento; actúan por impulsos. A modo de conclusión, aconsejo a los padres y todo aquel en contacto con adolescentes y pre-adolescentes que busquen la manera de enseñarles cómo conseguir sus objetivos adecuadamente y que les ayuden a corregir su comportamiento teniendo en cuenta su punto de vista y siempre refiriéndonos a conductas concretas, no sólo a emociones o percepciones.

Fuente: Empowering Parents

Imágenes: Flickr