Ayer os presentamos un robot que era capaz de actuar y moverse gracias a un cerebro de gusano simulado, todo un avance científico que nos ayuda a comprender mejor el funcionamiento de este órgano. Pero ¿Para cuándo podremos hacer lo mismo con un cerebro humano? ¿Deberíamos hacerlo?

Esa es la misión que se ha impuesto el neurocientífico Randal Koene, unir la humanidad con la computación como un método para hacer que vivamos para siempre. Es un campo muy polémico por las consecuencias éticas que tiene, pero pese a todo Koene sigue su camino. Incluso ya ha pensado cómo aprovechar estos cerebros virtuales, que no estarían limitados por sus cuerpos; podrían vivir en la nube, en un mundo virtual, o en cuerpos artificiales diseñados para vivir en condiciones extremas como las que se dan en otros planetas de nuestro sistema solar, facilitando la exploración espacial y la expansión de la raza humana.

Cerebros en un mundo virtual

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Suena muy bonito, pero para hacer que el cerebro virtual sea como el de verdad hay que hacer algo mas que copiar lo que hacemos, sino también cómo pensamos; para ello es necesario crear todas las conexiones sinápticas que nos hacen como somos; de esta manera nuestro yo virtual no solo tomaría las mismas decisiones, sino que también tendría el mismo sentido del humor y conciencia propia.

Al fin y al cabo, Koene asegura que todo lo que experimentamos es fruto de conexiones; si copiamos las conexiones es sólo de lógica que puedan repetirse todo lo que conllevan. Por el momento los gusanos son solo la primera piedra hacia este futuro, y dentro de diez años se espera poder hacer lo mismo con moscas; Koene espera que el cerebro humano llegue en lo que le queda de vida, y que en ese momento el ser humano por fin pueda evolucionar.