El ingeniero aeroespacial Antonio Ayuso y el Proba-3.

El ingeniero aeroespacial Antonio Ayuso y el Proba-3. Omicrono

Aviación y Espacio ENTREVISTA

Antonio Ayuso, el español que diseña el futuro de Europa en el espacio: "El turismo espacial de Jeff Bezos es una chorrada"

"En los últimos años ha habido movimientos en el espacio por parte de China, Rusia y EEUU y conviene prepararse para lo que está por venir" / "No creo que vuelva a haber una ISS como tal, sino que se dividirá por bloques geopolíticos" / "Musk está un poco loco, pero en Europa somos demasiado conservadores".

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“Mirar a los cielos ayuda a colocar lo que no está en su lugar”, dice Antonio Ayuso (Madrid, 1971) en las páginas de su libro Una apacible turbulencia, que acaba de publicar la editorial Libros del Asteroide en España. Y eso es lo que lleva haciendo este ingeniero aeroespacial desde su más tierna infancia, cuando se veía tan fascinado como abrumado por la inmensidad del universo.

Antonio Ayuso lleva cerca de 25 años trabajando en Sener, una de las compañías españolas más punteras del sector aeroespacial, pero también ha sido becario en la ESA en Holanda, ha trabajado en proyectos para la ISS desde Italia y ha participado en el diseño y desarrollo de proyectos como Proba-3, la misión de satélites españoles que consiguió crear el primer "eclipse solar total artificial" en órbita.

En todo este tiempo, ha seguido mirando a los cielos para ir colocando algunas cosas (no todas). Una de ellas es este libro, tan breve como intenso. Una carta abierta a su hijo Héctor y a los lectores, en la que se entremezclan las hazañas de científicos con el pasar de los días o aquel momento en que la URSS estuvo a punto de adelantarse a EEUU en la carrera espacial.

Es ciencia, pero también filosofía, tecnología y metafísica, un cúmulo de ideas y anécdotas que van fluyendo en una apacible turbulencia, como reza el título.

¿Qué lleva a un ingeniero aeroespacial a escribir un libro como este?

Ha sido un camino interesante. Cuando de pequeño empiezas a ver que la muerte está ahí es entre los cinco y los seis años. Yo tengo dos hijos y con el primero, para solventar ese trance, pusimos en práctica una serie de ideas, las trabajamos y él lo fue colocando todo de algún modo.

Cuando pasó con el pequeño, Héctor, hicimos lo mismo, pero me llamaba por las noches a su cama y me decía, "Papi, que me ha vuelto a entrar la muerte y no se me va". Como si dijera, "no me jodas, ¿voy a estar así toda la vida?". Es algo que me conmovía mucho, le fui dando vueltas y fui escribiendo algunas cosas para intentar generarle algún consuelo… Y ahí ya me lié (ríe).

A medida que fui contando cosas, fui contando las mías, con lo cual el que realmente se estaba intentando consolar era yo.

Entre otras cosas, cuenta que intentó cumplir el sueño de ser astronauta, que lo intentó tres veces y estuvo muy cerca pero nunca lo consiguió. ¿Cómo se gestiona esa frustración?

Pues como todas las cosas en la vida. Al principio te llevas un buen chasco, y ahora, si te digo la verdad, hasta me alegro de que no me cogieran. Porque a lo mejor estos sueños que persigues con tanto ahínco luego no te van a procurar mucha felicidad.

Ser astronauta supone estar de aquí para allá todo el rato, para luego pasar 6 meses en el espacio… No sé, me he desengañado un poco. También porque me he dado cuenta de que quizá ese anhelo no partía tanto de la fascinación por el espacio en sí, sino por el éxito profesional, por ser más guay… Eso siempre es un placer a corto plazo.

Ahora me alegro de que no me cogieran como astronauta, porque a lo mejor esos sueños que persigues con tanto ahínco luego no te van a procurar mucha felicidad

Entonces, cuando ve a Pablo Álvarez y a Sara García Alonso con sus monos de la ESA, ¿siente más envidia u orgullo? ¿O una mezcla de ambas?

Orgullo sí, envidia no. Me llena de orgullo porque me siento parte de eso. Cuando entré en la ESA fue de becario, porque había un programa dedicado a España y en ese momento no teníamos la capacidad industrial para absorber el dinero que ponía nuestro país.

Decían, "bueno, vamos a traernos a gente para que venga aquí, se forme y luego participe en el sector desde su país de origen".

Hablando de orgullo, ¿qué momentos destacaría de su trayectoria profesional?

Hay muchas cosas que he hecho mal en la vida, pero la parte profesional siempre me ha ido muy bien. Formé parte del equipo que hizo el primer microsatélite español y participé en el primer minisatélite, con un bote cilíndrico que era un experimento.

Yo vivo cerca del Instituto Nacional de Técnica Aeroespacial (INTA), donde se hacían las pruebas, así que me llevaba el bote a casa por la noche. Me acuerdo de mi madre en la cocina haciendo la cena y yo le decía, "mira, mamá...".

Portada de 'Una apacible turbulencia' de Antonio Ayuso

Portada de 'Una apacible turbulencia' de Antonio Ayuso Libros del Asteroide Omicrono

Eso me llenaba de alegría, porque significaba tocar y tener muy cerca algo que se iba a lanzar al espacio. Los proyectos espaciales duran décadas, y si te encargas del diseño es muy probable que no veas nunca el hardware que se va a lanzar.

Luego trabajar en la Agencia Espacial Europea fue una maravilla, también ir a Italia... Y luego en España, donde he desarrollado más mi carrera y sigo trabajando ahora. Aquí es donde he participado en Exomars, es una parte muy divertida que cuento en el libro. Hicimos el equipo para probar todo el sistema de guiado, navegación y control en tierra. Fue muy intenso.

¿Y en qué está trabajando ahora?

Ahora estoy en el grupo de perspectivas, somos los que plantamos la semilla o el huevo de cualquier proyecto. Sobre todo estoy especializado en la parte de investigación y desarrollo, proponiendo proyectos en todos los programas europeos, en el de Horizonte Europa, en el fondo europeo de Defensa, en el PERTE nacional... Todo lo que empezará a funcionar dentro de 10 o 15 años.

Ahora mismo los satélites son artesanales. Es como si hicieras un coche nuevo cada vez, lo llenaras de combustible, lo lanzaras al espacio y, cuando se acaba el combustible, te olvidas de él para siempre. Para intentar que esto no pase y que los desarrollos sean más asequibles hay dos tendencias.

Una es hacer constelaciones de miles de satélites ‘a cascoporro’, como hacen desde SpaceX. Los europeos ya estamos trabajando en una similar para comunicaciones, Iris2, que va a ser algo parecido a un Starlink europeo.

La otra vía es hacerlo por módulos. Tener puertos para que, si se ha roto una batería o te quedas sin combustible, puedes lanzar otro módulo y engancharlo para que el satélite o la sonda siga funcionando. En esto en Europa estamos muy avanzados y nosotros en concreto estamos trabajando en ello desde la parte de navegación y control.

Otro campo muy interesante que se está abriendo es el de la Defensa en el espacio. Hasta ahora no se lo planteaba nadie, pero en los últimos años ha habido movimientos por parte de China, Rusia y EEUU y conviene prepararse para lo que está por venir.

En el libro habla de la teoría del caos y el efecto mariposa, algo que pasa de alguna manera con los propios capítulos del libro. Pero es algo que también está muy presente en la exploración espacial, donde cualquier mínima perturbación o fallo de cálculo puede acabar con la sonda o el cohete en cuestión convertido en basura espacial…

Sí, habrás visto que hay partes de ciencia, otras de metafísica, aparentemente inconexas pero que en el fondo están muy interconectadas. La clave es que la mirada es la misma. Miro con la misma curiosidad lo que le pasaba a mi hijo con la muerte y lo que le pasó a la sonda Schiaparelli, que se estrelló en Marte por un detalle minúsculo. Aunque haya detrás miles y miles de horas de ingeniería, el diablo se cuela por los huecos.

Lo miro todo desde la curiosidad y la perplejidad. Por una parte somos tan frágiles y no tenemos ni la menor idea de nada, y por otra parte somos tan arrogantes de pensar que lo tenemos todo controlado.

Maqueta del módulo de descenso Schiaparelli

Maqueta del módulo de descenso Schiaparelli Wikimedia Commons Omicrono

Me llama mucho la atención porque, cuando miras cosas pequeñas, te das más cuenta de que no tenemos ni idea de qué hacemos en este mundo. Hacer sondas espaciales está guay y nos creemos la leche, pero no deja de ser un artefacto increíblemente complejo que en el fondo no es más que una mota de polvo en la inmensidad.

En el libro menciona a varios científicos, Kepler, Lorenz, Reynolds… pero más que en sus descubrimientos se fija en sus vidas y en sus quehaceres cotidianos. ¿Diría que la verdadera magia está ahí, más que en las fórmulas y los cálculos matemáticos?

Pensamos que la anestesia siempre ha estado ahí y no, antes del siglo XIX tenían que operarte y te decían: “muerde este palo”. Así que no voy a ser yo quien critique todo el progreso que nos ha traído hasta aquí. Sin embargo, hemos puesto a la ciencia en un lugar un poco extraño, plenipotenciario y todopoderoso, que no es el suyo.

La ciencia tiene su modo de proceder, pero en el propio método científico, una de las últimas premisas es aceptar que todo es revisable, que en cualquier momento puedes decir: "No, esto está bien, pero es provisional, ahora viene otra cosa y quizás me dé cuenta de que estoy equivocado”. De hecho, la mecánica cuántica viene y le dice a la newtoniana: "Oye, que por ahí hay muchas cosas que no funcionan".

En todo este proceso, le hemos extraído toda la humanidad a la ciencia. Y no, la ciencia está hecha por señores y señoras que se levantan por la mañana y van a hacer un experimento importante, pero ese día tienen la espalda jodida y les cambia hasta el humor, van a tomar los datos y los toman de aquella manera.

Siempre hay una subjetividad, porque el que hace el experimento es un ser humano. En el libro hablo de Ernst Mach, el que dio nombre a la velocidad superior a la del sonido. Fue el primero que pensó: “esto de la realidad no sé si es lo que piensas o lo que percibes”.

También es el primero que le pone a Einstein las cosas encima de la mesa, la compleja relación entre el tiempo y el espacio. Y es fascinante estudiar a ese ser humano y cómo llegó hasta ahí.

Hemos puesto a la ciencia en un lugar un poco extraño, plenipotenciario y todopoderoso, que no es el suyo

Ha trabajado en proyectos relacionados con la Estación Espacial Internacional, que parece tener los días contados. ¿Cree que se podrá sustituir por otro proyecto similar o el espíritu de cooperación que hubo en su día ya se ha roto por las tensiones geopolíticas actuales?

En el espacio, como es un entorno muy singular, siempre ha habido cooperación. De hecho, los primeros sistemas de atraque eran de las Soyuz con las Apolo y se hicieron en plena Guerra Fría. Pero ese acceso al espacio ya no es tan complejo.

Sigue siendo singular ir a Venus o Marte, pero ir a la Luna ya no es tan especial, aunque sean misiones no tripuladas. En la órbita baja y en la órbita geoestacionaria hay congestión de satélites de todo tipo, por lo que la cooperación ya no es tan imprescindible.

No creo que vuelva a haber una ISS como tal, sino que se dividirá por bloques geopolíticos. Rusia tendrá una por su cuenta que será compatible con la de China, y en Europa seguramente nos apuntaremos a lo que digan los estadounidenses, porque al fin y al cabo el presupuesto de la NASA es más de 10 veces superior al de la ESA.

A pesar de ese poderío estadounidense, estamos viendo cómo pueden afectar los recortes de la Administración Trump a la NASA. En este contexto, ¿es más importante que nunca que la Agencia Europea refuerce su autonomía?

Estamos en ese camino, pero es complicado, porque la soberanía de cada estado condiciona todo. Tú vas a una reunión con la bandera europea diciendo “yo soy el representante europeo”, y luego viene el francés y te dice “no, perdona, tú eres español y no representas a todos los europeos, ¿vale?”.

Pese a estas dificultades, está empezando a conseguirse ese acceso al espacio y está siendo un momento bastante divertido, curioso y muy excitante. Lo que pasa es que hay elementos clave, por ejemplo, de hardware, donde se generan y ejecutan algoritmos, que dependen de fabricantes chinos o estadounidenses. Y eso va a ser más difícil. Es una gran inversión, pero estamos en ello.

Estación Espacial Internacional

Estación Espacial Internacional NASA Omicrono

¿Qué opina del auge de las misiones privadas y el turismo espacial que promueven Jeff Bezos o Elon Musk?

Es todo un poco loco, pero bueno. Cuando tengo que pensar en mi trabajo, que es cómo se van a hacer las cosas mañana, pienso en cómo era la industria de los coches hace 100 años, o cómo era el ferrocarril, o incluso en la aeronáutica.

En sus inicios, el conductor de un ferrocarril era un ingeniero. Los pilotos de aeronaves de hace 50 años sabían perfectamente todos los detalles y cálculos aerodinámicos. Hoy mismo, un Airbus 380 lo pilota casi cualquiera. A mí me dan un curso y el día de mañana estoy llevando a 500 pasajeros.

En el terreno espacial está sucediendo también y cada vez va a ser cada vez más asequible. Vas a poder, por ejemplo, volar entre Nueva York y Madrid en 2 horas y media. Son cosas que están más o menos cerca. Otra cuestión es el autobombo que se están dando. Lo de Jeff Bezos, subir y estar 20 segundos ahí, me parece una chorrada.

Blue Origin y su cohete New Shepard

Blue Origin y su cohete New Shepard Blue Origin Omicrono

Por contra, lo que está haciendo Musk es bastante impresionante, independientemente de su modus operandi. ¿Sabes lo que pasa? Que hay dos modos de hacer las cosas: intentar prever todos los fallos del mundo, que es lo que hacemos los europeos, o lanzar el cohete y ver qué va pasando, que es lo que está haciendo Elon Musk.

Claramente, Musk y compañía están un poco locos, pero en Europa somos demasiado conservadores en ese sentido. Lo suyo sería encontrar un equilibrio entre ambas cosas. Y espero que eso sea lo que ocurra.

Entonces, ¿ve a Europa siendo competitiva en el acceso al espacio?

Yo creo que estamos bien cubiertos. Desde Francia tenemos el Ariane 6, que ha demostrado lo potente que puede ser en los próximos años, aunque de momento sigue siendo muy caro.

Hay un lanzador también en Italia, el Vega C, que está funcionando más o menos bien. Y nosotros, con un poco de suerte, vamos a tener el Miura 5 gracias a los compañeros de PLD Space. Así, si hay algún problema, no nos quedaremos sin acceso al espacio.

El lanzador Miura 5.

El lanzador Miura 5. PLD Space Omicrono

¿Dedica un rato al día a pensar en el universo, como le pide a su hijo en el libro?

Lo intento pero, joder, es complicado, porque la vida se te cruza. Y a veces está bien, pero otras veces ponerte a pensar en el universo da un poco de vértigo.

De hecho, me he dado cuenta de que no trabajo en el espacio porque me gusta, que también, sino porque me aterroriza. Cuando eres pequeñajo y piensas que estás en medio del universo, te das cuenta que no tenemos ni pajolera idea de qué hacemos aquí ni de quiénes somos. Si estamos progresando, ¿hacia dónde? Y, ¿para qué?

Puede que pensar en eso no sea algo que puedas hacer todos los días, porque te abruma. Te dices: “Mejor ya lo pienso mañana”.