Bandera del Crucero María Mercedes

Bandera del Crucero María Mercedes Museo Naval de Madrid

Observatorio de la Defensa

La Armada rinde homenaje a "La bandera que vino de la mar", al cumplir 240 años "de historia compartida"

En 1785, el rey Carlos III ordenó que los buques de la Real Armada adoptaran una enseña nueva, fácilmente reconocible a larga distancia.

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Las claves

La Armada celebra los 240 años de la bandera roja y amarilla, nacida en 1785 por orden de Carlos III para distinguir sus buques en alta mar.

El Museo Naval presenta una exposición con 57 piezas originales que recorren la historia y evolución de la bandera española, muchas nunca antes mostradas.

La bandera, inicialmente naval, se convirtió en símbolo nacional tras la Guerra de la Independencia y en 1843 fue adoptada oficialmente por Isabel II.

La exposición destaca la importancia de la bandera de combate como símbolo de honor, valor y unidad, y su papel en momentos clave de la historia de España.

La bandera que hoy identifica a España en todo el mundo nació, en realidad, en la mar. En mayo de 1785, el rey Carlos III ordenó que los buques de la Real Armada adoptaran una enseña nueva, fácilmente reconocible a larga distancia.

Aquellos colores —rojo y amarillo—, elegidos por motivos estrictamente operativos, acabarían convirtiéndose con el tiempo en los colores de toda una nación.

El Museo Naval repasa ahora esa evolución en una exposición “La bandera que vino de la mar. Los colores que nos identifican”, que reúne 57 piezas originales, muchas de ellas restauradas expresamente para la muestra y nunca antes exhibidas debido a su tamaño o fragilidad.

El director del Museo Naval, capitán de navío Juan Escrigas Rodríguez ante la bandera del Crucero María Mercedes.

El director del Museo Naval, capitán de navío Juan Escrigas Rodríguez ante la bandera del Crucero María Mercedes. Yolanda Rodríguez

El recorrido pretende explicar cómo una insignia militar terminó transformándose en un símbolo de identidad colectiva. 

Durante todo el recorrido, plagado de historias heroicas asociadas a diversas banderas y batallas navales, como la del soldado Martín Álvarez, el hallazgo de las banderitas de los prisioneros en la isla de Seavey o la recuperación de jirones de la bandera del Almirante Cervera, el director del Museo Naval, capitán de navío Juan Escrigas Rodríguez ha querido subrayar "la importancia de la bandera como un símbolo de identidad".

Algo en lo que también ha incidido el director del Instituto de Historia y Cultura Naval (IHCN), vicealmirante Enrique Torres Piñeyro, destaca la importancia de dar a conocer el origen de un símbolo tan distintivo como nuestra bandera, “que no sólo nos identifica como pueblo sino que también nos une y nos compromete".

Del puente de un navío al corazón de un país

Tras su introducción en 1785, la bandera roja y amarilla comenzó a verse en los puertos de Cádiz o La Coruña, donde era lo último que veían quienes se despedían rumbo a ultramar y lo primero que reconocían quienes regresaban desde América o Filipinas.

A partir de ahí, los colores del pabellón naval se expandieron más allá de la Armada. A lo largo del siglo XIX, los colores empezaron a adquirir un significado nacional. Pero el "un surgimiento del sentimiento ciudadano" se hizo especialmente patente tras la Guerra de la Independencia, hasta que en 1843, bajo el reinado de Isabel II, un Real Decreto los convirtió oficialmente en la bandera de España.

En 1843, bajo el reinado de Isabel II, un Real Decreto los convirtió oficialmente en la bandera de España.

En 1843, bajo el reinado de Isabel II, un Real Decreto los convirtió oficialmente en la bandera de España. Yolanda Rodríguez

Desde entonces, la enseña se incorporó a la vida cotidiana: ondeaba en escuelas, ceremonias y balcones, acompañando celebraciones y actos públicos. La sociedad empezó a reconocerse en esos tonos que, nacidos en la Armada, trascendieron su función inicial, como ha indicado el comisario de la exposición, José Luis Álvarez Ruiz de la Hermosa.

Quien ha recordado que "la roja" está presente en todos los grandes momentos deportivos y actos cívicos, como se plasma también en la exposición.

Los colores: del campo de batalla a la identidad naval

El rojo, recuerda esta exposición, ha sido un distintivo del pueblo español desde la época de la Reconquista. En la heráldica medieval era el color preferido para pendones y estandartes militares, desde las tropas cristianas hasta la Santa Hermandad o las célebres aspas de Borgoña.

La banda o faja carmesí también servía para identificar a los soldados españoles frente a otras naciones.

El amarillo tuvo protagonismo en los uniformes de la Guardia Real entre los siglos XVI y XVIII, y en 1748 y 1781 se ordenó su uso en las franjas de los buques de la Armada, sustituyendo al blanco borbónico. Con ello, los colores diferenciaron claramente a España de otras monarquías, especialmente la francesa, y consolidaron una identidad naval propia.

La muestra recuerda además que la Armada disponía ya de materiales para confeccionar las primeras banderas: “En la batalla naval del Cabo de Santa María de 1780, la Armada capturó 52 buques y, entre el material incautado, se encontraban lanillas de diversos colores, algunas rojas y amarillas”.

Los tintes —carmesí, rubio y gualda— se obtenían de productos naturales estrechamente ligados a la tradición textil española y resistían mejor el sol y la humedad del mar, lo que garantizaba la durabilidad de las enseñas.

La bandera de combate: honor, valor y tradición

Uno de los apartados más destacados de la exposición está dedicado a la bandera de combate, símbolo de la disposición de una tripulación a luchar y defender a su país.

“La bandera de combate representa virtudes como el honor, el valor y la decisión de una dotación dispuesta a combatir", "Ya no rendirse nunca", explicaba el director del Museo Naval, capitán de navío Juan Escrigas Rodríguez durante la presentación a los medios.

De mayor tamaño que el pabellón habitual y con elaborados bordados, solo se iza en los momentos de máxima solemnidad: antes de entrar en acción o en ceremonias de profundo significado.

Bandera del navío Príncipe de Asturias. Lanilla. 1794. 390x610cm.

Bandera del navío Príncipe de Asturias. Lanilla. 1794. 390x610cm. Museo Naval de Madrid

Este estandarte hunde sus raíces en los pendones medievales y en la propia bandera adoptada por Carlos III. A lo largo de los siglos, los colores nacionales han acompañado a generaciones de marinos como guía y testimonio de un compromiso inquebrantable.

La muestra lo resume así: “La Bandera de Combate no es solo una insignia de guerra; es el estandarte de la unidad, del deber cumplido y del compromiso con la historia pasada y el futuro de la patria. Bajo su sombra, la tripulación se une en un triple propósito: servir con honor, luchar con valor y vencer con dignidad”.

Aquí, y frente al cuadro «Mi Bandera», del pintor de batallas, Augusto Ferrer Dalmau, que representa al granadero Martín Álvarez en la batalla del Cabo de San Vicente (14 de febrero de 1797) defendiendo la bandera de su navío el «San Nicolás de Bari» cuando toda la tripulación estaba muerta o malherida, el director del Museo Naval ha recordado que "los españoles no se rinden, hay que conquistarlos".

Un símbolo con 240 años de historia compartida

Dos siglos y medio después de su creación, la bandera roja y gualda —nacida para distinguir a la Armada en alta mar— se ha convertido en un símbolo que atraviesa generaciones y territorios.

La exposición del Museo Naval invita a redescubrir esa historia y a comprender cómo un simple paño de colores llegó a representar a todo un país.

La ministra de Defensa, Margarita Robles, acompañada por Almirante Jefe de Estado Mayor de la Armada (AJEMA), almirante general Antonio Piñeiro Sánchez, inaugurarán oficialmente esta tarde la exposición, que estará abierta al público desde el día 5 de diciembre.