El presidente de Estados Unidos, Donald Trump, estrecha la mano del príncipe heredero saudí Mohammed Bin Salman durante una ceremonia de bienvenida en Riad, Arabia Saudita, el 13 de mayo de 2025. Reuters
Riad busca en la Casa Blanca estrechar su cooperación militar: cazas F-35, misiles Patriot y tecnología nuclear
Por su parte, Donald Trump intenta capitalizar la promesa saudí de invertir 600.000 millones de euros en el sector de Defensa.
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El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohammed bin Salman, visita este martes la Casa Blanca con el objetivo de reforzar una alianza de décadas basada en el petróleo y la seguridad. En concreto, busca reforzar su alianza en materia de defensa, con la posible compra de cazas F-35, sistemas antimisiles Patriot y avances en su programa nuclear civil.
Por su parte, Donald Trump busca aprovechar la promesa de inversión saudí por 600.000 millones de euros en Defensa y la cooperación en salud o energía realizada durante su viaje al reino en mayo, y con el que Riad busca mejorar "el desarrollo y la modernización de las capacidades de las Fuerzas Armadas saudíes".
Sin embargo, esa dinámica de petróleo por seguridad comenzó a tambalearse en 2019, cuando Irán atacó instalaciones petroleras saudíes y la Casa Blanca optó por no responder de manera contundente. Las tensiones que volvieron a aflorar en septiembre de este año, después de que Israel bombardeara Doha, Catar, en una ofensiva denominada Cumbre del Fuego dirigida —según Tel Aviv— contra miembros del grupo palestino Hamás.
Poco después, Donald Trump firmó una orden ejecutiva para sellar un acuerdo de defensa con Catar, un gesto que muchos analistas, diplomáticos y funcionarios en la región interpretan como un posible preludio a un pacto similar con Arabia Saudí. Sin embargo, el reino saudí aspira a un tratado de defensa más sólido y ratificado por el Congreso estadounidense.
Eso sí, Washington, por su parte, ha condicionado ese compromiso a que los saudíes normalicen sus relaciones con Israel, algo difícil de cumplir, porque Riad vincula cualquier avance a un paso previo: que el gobierno israelí —el más derechista de su historia— se comprometa de manera tangible con la creación de un Estado palestino.
Este mismo domingo, el primer ministro Benjamín Netanyahu, quien el mes pasado alcanzó con mediación de Trump un alto el fuego con Hamás tras dos años de guerra en Gaza, ha vuelto a subrayar su firme oposición a esa independencia palestina.
Patriot y F-35
Riad aspira a incorporar los cazas furtivos F-35 de última generación, un armamento del que, por ahora, solo dispone Israel en la región, aunque Emiratos Árabes Unidos y Marruecos también podrían acceder a ellos en el futuro.
Durante las negociaciones de los Acuerdos de Abraham, en 2020, Israel accedió a que Estados Unidos suministrara cazas F-35 a los Emiratos Árabes Unidos, aunque impuso estrictas condiciones de seguridad para preservar su superioridad militar en la región. Aquel precedente se convirtió en un modelo de cooperación estratégica entre Washington y sus aliados árabes, y años más tarde Marruecos también se sumó a un entendimiento similar.
Un F-35 Israelí. Reuters
Ahora, esa misma fórmula vuelve a estar sobre la mesa en el caso de Arabia Saudí. Detrás de la negociación subyacen los intentos de Washington por reforzar su influencia en Oriente Medio en un momento de creciente competencia con China y Rusia.
El reino saudí ha reactivado su interés en adquirir hasta 48 cazas F-35 Lightning II, tras años de mantener congelada la solicitud por motivos políticos y estratégicos. El debate ha cobrado nuevo impulso dentro de la revisión de la política estadounidense de exportaciones de defensa, y la visita de los dirigentes saudíes a Washington podría convertirse en un punto de inflexión.
Fuentes diplomáticas apuntan a que Israel no se opone a la operación, siempre que la venta esté supeditada a avances reales hacia la normalización de las relaciones con Riad.
Según declaró a Reuters Dennis Ross, exnegociador de Oriente Medio que ha trabajado con administraciones tanto demócratas como republicanas y actual miembro del Instituto Washington para la Política del Cercano Oriente, se prevé la emisión de una orden ejecutiva que obligue a Estados Unidos y a Arabia Saudí a “consultar de inmediato las medidas a tomar ante una amenaza”, sin que ello implique un compromiso de Washington para defender activamente a Riad.
“Ese compromiso podría ir desde ofrecer ayuda militar y reponer armamento hasta desplegar baterías de misiles defensivos como THAAD o Patriot, enviar fuerzas navales con marines o participar activamente en operaciones de combate, tanto defensivas como ofensivas”, explicó Ross.
Plan nuclear civil
Uno de los objetivos clave de Riad es obtener la aprobación estadounidense para acceder a chips informáticos avanzados, pieza central en su aspiración de convertirse en un nodo global de inteligencia artificial.
Esta carrera tecnológica se intensifica ante la competencia de los Emiratos Árabes Unidos, que en junio firmaron un acuerdo multimillonario con Washington para construir centros de datos y obtener acceso a semiconductores de última generación.
El príncipe heredero Mohammed bin Salman busca cerrar con Estados Unidos un ambicioso acuerdo para impulsar un programa nuclear civil en Arabia Saudita, un paso clave en su estrategia de diversificación económica y reducción de la dependencia del petróleo.
La iniciativa forma parte de la llamada Visión 2030, con la que Riad pretende modernizar su economía y posicionarse como líder regional en nuevas tecnologías y energías alternativas.
Este proyecto nuclear civil, aún en fase de negociación, colocaría a la industria estadounidense en ventaja para la construcción y tecnología de las futuras centrales nucleares saudíes. Además, la colaboración se enmarca en un contexto geopolítico de tensión regional, donde la seguridad energética y la cooperación con Washington resultan prioritarias para el liderazgo saudí.
Un pacto de ese tipo permitiría a Arabia Saudí acceder a tecnología nuclear y garantías de seguridad estadounidenses, además de situarla a la altura de los Emiratos, que ya cuentan con su propio programa, y de su histórico rival, Irán.
Sin embargo, las negociaciones enfrentan un obstáculo clave: Riad se resiste a aceptar la exigencia de Washington de renunciar al enriquecimiento de uranio y al reprocesamiento del combustible gastado, puesto que ambos procesos podrían abrir la puerta al desarrollo de armas nucleares.