Berlín

El videojuego que preparan en Berlín Joerg Friedrich y Sebastian Schulz es la excepción de confirma la regla. Se titula Through the Darkest of Times o 'A través de los tiempos más oscuros'. La idea del videojuego es montar un grupo de resistentes contra el III Reich en tiempos de la Alemania nazi. Los malos, los nazis, llevan, entre otros distintivos, brazaletes con esvásticas.

El videojuego de Friedrich y Schulz es el primero en Alemania en el que se pueden representar así a los nazis. Las autoridades de regulación del sector daban recientemente su visto bueno al juego en un gesto sin precedentes, aunque con no pocas reacciones contrarias. Una de las más prominentes es la de la ministra de la Familia del Ejecutivo de Angela Merkel, la socialdemócrata Franziska Giffey. “Con cruces gamadas no se juega”, ha comentado Giffey sobre Through the Darkest of Times. Es cierto que, salvo excepciones, los símbolos del III Reich están perseguidos en Alemania.

El Código Penal alemán es claro al respecto. Prohíbe la producción, distribución y exhibición de símbolos del III Reich del mismo modo que negar el Holocausto. En su artículo 86, sobre la “difusión de propaganda de organizaciones inconstitucionales”, se fijan multas y penas de cárcel de hasta tres años por la distribución de material cuyo contenido busque continuar “los esfuerzos de una organización nacionalsocialista”.

En la misma línea, el Código Penal alemán castiga la glorificación del III Reich con su artículo 130, sobre “el delito de incitación a la xenofobia”. Éste establece penas de cárcel de hasta un lustro para quienes aprueben o trivialicen el genocidio cometido durante los años del nacionalsocialismo en el poder. “Glorificar o justificar la tiranía nazi” alterando la paz pública y atentando contra la dignidad de las víctimas del III Reich puede costar multas y castigos de hasta tres años de cárcel.

Por eso, tras los recientes disturbios causados por neonazis en Chemnitz, la Policía está investigado a diez personas que habrían hecho el saludo nazi durante las manifestaciones de ultraderechistas en esa ciudad del este germano. El artículo 86 y el 130 son, “aunque armas pequeñas -porque por el saludo nazi se pude recibir una multa que no es muy grande-, herramientas para mantener el tabú sobre el nacionalsocialismo”, afirma a EL ESPAÑOL Ulrich Herbert, profesor de Historia de la Universidad de Friburgo y uno de los grandes investigadores germanos de la historia de la Alemania nazi y la Segunda Guerra Mundial.

De un tiempo a esta parte, con el auge de la ultraderecha en Alemania, en concreto del partido Alternativa para Alemania (AfD), Herbert observa un “pequeño crecimiento” del número de casos relacionados con esos delitos, aunque los números siguen siendo “muy poco significativos y marginales, entre 20 y 50 casos al año”. Para él, las manifestaciones de carácter neonazi de Chemnitz de este lunes y del domingo pasado son algo excepcional.

Manifestación neonazi en Chemnitz el pasado lunes. FILIP SINGER Agencia EFE

También tiene mucho que ver con los artículos 86 y 130 del Código Penal el que la publicación del Mein Kampf de Adolf Hitler, tras quedar libre de derechos en 2015, se autorizara en el país en una versión con casi un sinfín de comentarios críticos a cargo de historiadores del Instituto para la Historia Contemporánea de Múnich (IFZ, por sus siglas en alemán). La libre circulación del libro sin comentar es problemática precisamente por los artículos anti-III Reich del Código Penal.

Frente al nacionalsocialismo, “ya en la Constitución alemana, desde el primer artículo, se instaura la base de los derechos básicos a preservar”, dice a EL ESPAÑOL Arnd Bauerkämper, historiador de la Universidad Libre de Berlín. Alude este experto en los años del nacionalsocialismo a “la dignidad del ser humano” que los “poderes públicos tienen la obligación de respetar y proteger”, según recogen las primeras líneas de la Constitución alemana, llamada aquí Ley Fundamental del 23 de mayo de 1949.

Sin tumba para Hitler

Pese a la existencia de un sólido aparato legal, las manifestaciones o eventos de inspiración neonazi no siempre logran disuadirse. Así, por ejemplo, grupos neonazis suelen desfilar cada 17 de agosto para conmemorar la muerte de Rudolf Hess, quien fuera secretario político de Hitler. El 17 de agosto de 1987, Hess se quitó la vida en la cárcel de Spandau, a las afueras de Berlín. Había sido condenado a cadena perpetua en los juicios de Núremberg. En la capital alemana ya no existe la cárcel en la que se quitó la vida, pero todavía hay neonazis alemanes que hacen por ir por allí el día del aniversario de su muerte.

Durante un tiempo, quienes rendían tributo a esta figura del funesto III Reich hacían su particular peregrinaje hasta la localidad bávara de Wunsiedel (sur), donde fueron enterrados los restos de Hess. En 2011, las autoridades decidieron exhumar el cuerpo, quemarlo y esparcir sus cenizas en un lago no identificado. Este gesto se enmarca en los esfuerzos de las autoridades germanas de evitar que existan lugares de culto y peregrinaje para los militantes de extrema derecha.

Los primeros esfuerzos que se dieron en Alemania en este sentido los llevaron a cabo las autoridades soviéticas y aliadas tras el final de la II Guerra Mundial. “Hitler se suicidó el 30 de abril de 1945 junto a sus allegados, entre ellos Eva Braun, en el búnker del Führer en Berlín. Se dio la orden de quemar el interior del búnker y de los restos se ocuparían después los soldados soviéticos que liberaron Berlín”, recuerda Bauerkämper. “Identificaron los restos y se los llevaron a una clínica en Buch, en el norte de Berlín. Después serían distribuidos en varias estaciones militares, reducidos a cenizas y arrojados al río Elba”, abunda.

Rudolf Hess en Spandau.

Estos esfuerzos ya tenían por objetivo que no hubiera ciudades donde los nazis pudieran homenajear a las figuras del nazismo muertas o desaparecidas. Y no se quedaron en impedir que hubiera un lugar donde se pudiera rendir tributo a Hitler. Por eso Olaf Zimmermann, director del Consejo Cultural Alemán, la federación de asociaciones culturales germanas, habla en tono agradecido al proceso de “desnazificación” puesto en marcha por Estados Unidos.

“Aquello fue extremadamente bueno y, a la larga, tuvo muy buenas consecuencias para la sociedad en la Alemania Occidental”, dice Zimmermann a EL ESPAÑOL. Se refiere a la República Federal de Alemania, la que estuvo bajo influencia de estadounidenses, británicos y franceses tras las Segunda Guerra Mundial. “Hubo muchas medidas que permitieron el desarrollo de una cultura, conciencia y una educación política democrática”, añade. A su entender, esa “cultura democrática” fue la que faltó en su día en la extinta República Democrática de Alemania. La fuerza de AfD, la formación de extrema derecha, en el este germano no es una casualidad. También es resultado de su historia bajo el comunismo.

Con todo, la administración de los primeros años de la Alemania Occidental echó mano parcialmente de las élites del nazismo para el ejercicio del poder. Por ejemplo, Konrad Adenauer, canciller de la Alemania Occidental entre 1949 y 1963, tuvo a un prominente exnazi a su servicio en la Cancillería Federal de Bonn. A saber, Hans Globke, autor de las Leyes de Núremberg, que despojaban de derechos a los judíos alemanes.

“No puedes construir un Ministerio de Hacienda si no tienes unas cuantas personas en posiciones de liderazgo que entiendan algo sobre la historia reciente”, dijo en su día Adenauer sobre el reciclaje de altos funcionarios nazis en la administración del nuevo estado alemán.

Ruptura total con el nazismo

Con todo, Alemania ha podido desarrollar una viva cultura de la memoria histórica, a menudo presentada como ejemplo para otros países con pasado doloroso, como España. A lo largo de su historia reciente, han surgido en el país relevantes lugares donde se rinde homenaje a las víctimas del III Reich, como el Monumento a los Judíos de Europa asesinados por los nazis. Inaugurado en 2005, se encuentra en el centro de Berlín, muy cerca del Reichstag, sede del Bundestag. Otro ejemplo es el museo Topografía del Terror. Este centro, abierto en 2010, está dedicado fundamental a documentar y dar cuenta a través de exposiciones del tiránico régimen nazi.

Para Bauerkämper, el historiador de la Universidad Libre de Berlín, en Alemania existe una “clara ruptura” con el nazismo. Algo así, a su entender, falta en la cultura política española. “España tiene una cultura política diferente a la de Alemania. España no rompió de manera brusca con Franco. Fue una negociación, algo gradual y lento”, sostiene este historiador. “Pero España también ha cambiado mucho en los últimos diez o quince años”, añade.

El Valle de los Caídos.

“Las estatuas de Franco han desaparecido de las ciudades. En los últimos diez o quince años, España ha encontrado un modo crítico de lidiar con Franco y su dictadura”, abunda. A su entender, la decisión del Gobierno español de exhumar al otrora caudillo es un acierto. “Los restos de Franco no tienen que estar con los esclavos y presos políticos que contribuyeron el Valle de los Caídos”, apunta.

Pese a la ruptura en Alemania de la que habla Bauerkämper, en el actual contexto germano marcado por los disturbios de ultraderecha de Chemnitz, Olaf Zimmermann no quiere ni imaginar qué ocurriría si hubiera una tumba de Adolf Hitler en suelo teutón. “Con todo lo que está pasando, esto tendría efectos muy negativos”, concluye el director del Consejo Cultural Alemán.