Imagen de archivo de una mujer joven tomando un suplemento.

Imagen de archivo de una mujer joven tomando un suplemento. iStock

Salud y Bienestar

Las mujeres lideran el 'boom' del consumo de suplementos: "El riesgo es pensar que por tomarlos estamos más sanas"

La demanda de complementos alimenticios no hace más que aumentar y tres expertas nos dan las claves para entender mejor esta realidad.

Más información: Digestiones pesadas, pérdida muscular y cambios hormonales: los suplementos que debes tomar a los 40

Lidia A. Costa
Publicada

“No os voy a decir cuántas pastillas tomo al día porque seguro que lo ponéis de titular”. Aitor Ocio, el conocido exfutbolista y emprendedor, respondía así poco antes del verano, y entre risas, en un encuentro con la prensa en el que se presentaba como socio y consejero de la empresa de suplementación antiaging Longevitas.

Consciente de lo ‘escandaloso’ de la cifra, prefirió no hacerlo público para evitar que, efectivamente, se convirtiera en lo más llamativo de toda una charla centrada en los beneficios que nos ofrece hoy un sector en plena expansión.

Hoy, el consumo de suplementación, ya sean suplementos alimenticios, nutricionales o dietéticos, productos para usos médicos especiales (también conocidos como productos dietéticos) o compuestos a base de extractos de plantas es conversación habitual entre grupos de amigos y, en especial, de mujeres.

Como quien comenta la última serie en streaming que está viendo, la ingesta de pastillas, cápsulas y productos en polvo de vitaminas, minerales, hierbas, ácidos grasos y probióticos es una información que va y viene, que se comparte con naturalidad y que, en muchos casos, se asume como recomendable para uno mismo.

Hablamos de suplementación como término coloquial, pero el que está reconocido es ‘complemento alimenticio’, definido en la Directiva 2002/46/CE y en el Real Decreto 1487/2009 como “productos cuyo fin sea complementar la dieta normal, consistentes en fuentes concentradas de nutrientes u otras sustancias con efecto nutricional o fisiológico, comercializados en forma dosificada".

Si bien no son medicamentos (ni necesitan receta médica), sorprende el consumo tan generalizado. Según datos de un estudio publicado por la Academia Española de Nutrición y Dietética, realizado con la Fundación Mapfre, el 75,01% de los españoles consume alguno de estos en forma de vitaminas, minerales y otros compuestos recogidos en la legislación.

Un comportamiento que es más común en el grupo de edad de 26 a 35 años y, especialmente, entre las mujeres. Además, la mayoría de los consumidores tiene estudios universitarios y un poder adquisitivo medio-medio alto.

¿Moda o salud?

En España, el sector de los complementos alimenticios alcanzó en 2024 los 2.015 millones de euros, según el proveedor de datos para la industria de la salud IQVIA, con un crecimiento del 8,6 % en valor y del 3,1% en unidades respecto a 2023. Con estas cifras en la mano, la imagen que se nos presenta de esta realidad es clara y potente.

Mujer observando un frasco de vitaminas.

Mujer observando un frasco de vitaminas. iStock

“Es un mercado en expansión. La demanda ha aumentado notablemente, especialmente entre jóvenes –un colectivo preocupante–, mujeres y personas mayores”, afirma Alma Palau, dietista-nutricionista y Gerente del CGCODN (Consejo General de Colegios Oficiales de Dietistas-Nutricionistas).

Y añade que “las principales causas de este aumento están en el exceso de información no basada en evidencia, en televisión y en redes sociales principalmente. Esta se nutre de datos y afirmaciones de baja calidad que asocian propiedades saludables a todo tipo de suplementos”.

Zoa Luengo, coach en salud, nutrición, bienestar y belleza, refuerza esta visión y añade un matiz interesante: “Se han convertido en productos aspiracionales, casi como si fueran ‘píldoras mágicas’. El riesgo está en pensar que por tomar más vamos a estar más sanas, cuando lo importante sigue siendo la coherencia en el estilo de vida”.

Entre los tipos más consumidos están, según el citado estudio de la Academia Española de Nutrición y Dietética, el grupo de vitaminas, minerales y aceites ricos como el omega 3 en primer lugar, con un 63% de personas que los toman; en segundo lugar, con un 29% de consumidores, se encuentran los productos con extractos a base de plantas y otros extractos como el ginseng o las algas.

Un 20% afirma ingerir pastillas y polvos más enfocados para aumentar el rendimiento deportivo; y, por último, un 15% de los encuestados apuesta por productos especiales para la pérdida de peso.

Existen riesgos

Diferenciar entre suplementación y medicamentos es fundamental. Ilona Calparsoro, CEO del laboratorio Longevitas, explica que “son dos cosas radicalmente distintas y con propósitos diferentes".

La primera acompaña a la biología: aporta nutrientes para cubrir déficits o reforzar funciones normales –como vitamina D si está baja–, pero no trata enfermedades ni sustituye una dieta equilibrada. La segunda, en cambio, tiene un objetivo terapéutico: actúa sobre procesos patológicos específicos, requiere diagnóstico, dosis precisas y seguimiento médico.”

Dicho esto, la evidencia es que muchas de las personas que consumen complementos alimenticios lo hacen por propia iniciativa. Lo cual no deja de entrañar riesgos. “Solo el 12,8 % de personas que compran suplementación obtuvo la información de dietistas-nutricionistas”, explica Alma Palau.

Y añade: “Cada vez recibimos más pacientes que nos preguntan sobre este tema en consulta pero, evidentemente, viendo las cifras, no se nos consulta lo suficiente”, reconoce la gerente del CGCODN.

Las tres fuentes consultadas inciden en los riesgos de seguir una moda en la que la inmensa mayoría de personas se acerca a la suplementación sin consultar con profesionales.

Como dietista-nutricionista, a Palau le preocupan estos aspectos. “Que la persona deje de relacionarse con los alimentos hasta casi no saber qué está comiendo; que no se ‘escuche’ al propio cuerpo, que no se razonen las decisiones relacionadas con la comida y que exista una confianza ciega en lo que dice un anuncio o un envase".

Y pone de ejemplo el consumo de colágeno, uno de los más comunes. “No tiene ningún sentido suplementarse con él”, asegura. Es lo más absurdo que existe porque es una proteína de muy bajo valor biológico que, además, el organismo utilizará del modo que le parezca más oportuno y no necesariamente mejorando el presente en las articulaciones”.

“Ningún alimento es reconocible en esos productos hechos de polvos, líquidos o ingredientes compactados”, añade Palau. Y advierte que “nunca un ultraprocesado (y muchos de estos, lo son, especialmente los que se presentan en forma de gominolas o caramelos) puede equipararse ni remotamente a un producto fresco".

Además de que se corre siempre el peligro de "ingerir excesos de edulcorantes artificiales, grasas y proteínas de baja calidad, sin contar con sustancias dopantes y hormonas, no declaradas en el envase". Por su parte, Zoa Luengo recalca que tomar suplementos “sin control puede ser peligroso".

Como ejemplos, "la vitamina D en exceso afecta a la salud renal; el hierro tomado sin necesidad puede dañar el hígado e, incluso, un exceso de antioxidantes puede alterar procesos naturales del organismo. La suplementación sin asesoramiento es como conducir sin mapa: puedes terminar perdida”, dice.

Mujer tomando un complemento alimenticio con agua en la cocina.

Mujer tomando un complemento alimenticio con agua en la cocina. iStock

Para Alma Palau, “un consumo innecesario o en dosis más altas de las recomendadas de cualquier suplemento puede tener efectos perjudiciales para la salud, sobre todo si se toman de forma prolongada”.

Entre estas consecuencias están “las alteraciones de la microbiota intestinal, el aumento de intolerancias alimentarias, los trastornos funcionales digestivos y la pérdida de peso rápida y con efecto ‘yo-yo’”, indica. Y añade que los estudios sobre la seguridad del uso de complementos son, en general, escasos.

“No evalúan de forma adecuada el riesgo de efectos adversos. Por ello, es difícil establecer la relación riesgo-beneficio, indispensable para la toma de decisiones debidamente informadas”, explica la dietista-nutricionista.

Y detalla que “sí se ha asociado la combinación de betacarotenos y vitamina A y E con un mayor riesgo de mortalidad; el magnesio en el embarazo con un mayor riesgo de letalidad fetal; el selenio con el cáncer de próstata; los betacarotenos en fumadores con el de pulmón; y la combinación de vitamina D y calcio también en adictos al tabaco, con el ictus”.

Advierte también que la Agencia Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) “tiene descritas las cantidades aconsejables que deberíamos consumir de vitaminas y minerales. Sobrepasar los límites máximos puede traer consecuencias negativas”.

Mujer y envejecimiento

El número de pastillas que se consumen diariamente como suplemento es suficiente para que algo tan en desuso como los pastilleros –al menos entre la población relativamente joven– se estén viendo cada vez más en reuniones de trabajo, restaurantes y otros lugares más allá del ámbito estrictamente doméstico. Un dato anecdótico pero que refuerza esta realidad de la que hablamos.

Y aunque sorprende la cantidad –entre 6 y 10 pastillas diarias de media–, hay una explicación desde el punto de vista de tecnología farmacéutica y seguridad. Lo indica Ilona Calparsoro: “Ciertas dosis efectivas no caben en una cápsula estándar como 1–2 g de aceite de pescado; otras se dividen para mejorar tolerancia o la estabilidad, por activos que se degradan si se mezclan".

Es por eso que "comprimir ‘todo en una’ suele implicar cápsulas muy grandes, peor absorción o más excipientes. Dividir la dosis es, muchas veces, es mejor para el cuerpo”.

“No es un truco comercial”, añade Zoa Luengo. “Muchas veces responde a criterios de biodisponibilidad”.

Las mujeres tienen unas necesidades metabólicas y hormonales muy específicas. “Existen momentos biológicos donde es recomendable recurrir a la suplementación”, explica Calparsoro.

Y las enumera: “Adolescencia (hierro si hay pérdidas menstruales importantes), etapa fértil (ácido fólico, Omega 3 si puede quedarse embarazada), perimenopausia y posmenopausia (vitamina D y calcio si hay riesgo óseo o déficit documentado).

En prevención de las fracturas, "en las mujeres de mayor riesgo la combinación de calcio, vitamina D y K2 forma parte de las guías clínicas, siempre valorando el caso individual”, añade.

Entre los propósitos principales por los que se consumen suplementos nutricionales, el estudio de la Academia Española de Nutrición y Dietética indica este orden: mejorar la salud actual (un 72%); tener más energía, reducir la fatiga y el cansancio (35%); y ayudar al funcionamiento normal de huesos, cartílagos y músculos (34%).

La lista continúa con los siguientes porcentajes: tratar enfermedades como la osteoporosis, artritis, diabetes o ansiedad (28%); y mejorar el funcionamiento del sistema inmunitario (26%).

Longevitas publicaba recientemente que a las mujeres les preocupa hoy ya más el envejecimiento que adelgazar. Y es que, efectivamente, todo lo que tiene que ver con una vejez saludable es actualmente el propósito general en el consumo de suplementos. Pero, ¿significa eso que optar por un estilo de vida sin ellos no es sano?

Una mujer mirándose al espejo.

Una mujer mirándose al espejo. iStock

“Claro que lo es”, afirma Zoa Luengo. “Envejecer es un proceso natural y hermoso. Lo que buscamos es acompañarlo de la forma más vital, plena y consciente posible. No se trata de huir del paso del tiempo, sino de potenciar la energía, la piel, la mente y el ánimo para vivir con calidad y bienestar cada etapa".

La filosofía de la experta es clara: "Primero estilo de vida, luego suplementación personalizada y consciente; nunca como moda ni exceso”.

“El cambio real es doble: vivimos más años y queremos hacerlo mejor”, opina Ilona Calparsoro. “Estos productos no detienen el envejecimiento, pero pueden ayudar a prevenir o corregir déficits. Y asegura que el nuevo paradigma no es ‘pelear con el tiempo’, sino alinearlo.

La experta es tajante: "La suplementación es un medio, no un fin: acompaña a la nutrición, al ejercicio de fuerza, al descanso y a la salud emocional”.

Alma Palau, por su parte, aporta otro dato interesante acerca de si existen o no pruebas que aseguren que el consumo mejora el proceso de envejecimiento. “No está comprobado. Las evidencias de beneficios claros, con pruebas de alta calidad, son aún escasas a pesar de los numerosos estudios científicos que existen al respecto”.

Y añade: “Muchos profesionales vemos que cuando la ciencia dice algo, la industria lo fabrica. Si se indica que el magnesio es bueno para algo, aparece café con magnesio, chocolate con magnesio… Todo en lo que se le pueda añadir tecnológicamente. Pero no funciona así".

Los nutrientes, zanja, "funcionan al 100% cuando están en su matriz, en su alimento de origen. Con una alimentación saludable y equilibrada no es necesario su empleo. Es más, si el organismo no lo necesita es un despilfarro de dinero”.