
La médico, experta en nutrición, Sara Marín.
Sara Marín, médico, advierte a España de este hábito tan común: "Dormir después de las 11 engorda y daña el cerebro"
Avisado por tantos profesionales de la medicina y la ciencia y, sin embargo, son un alto porcentaje los que aún no dan la importancia que tiene al descanso.
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El insomnio forma parte de la sociedad actual. La estresante rutina diaria, los horarios cambiantes y el continuo estrés por querer llegar a todo hacen que más de cuatro millones de personas en España sufran alteración del sueño, según la Real Academia Nacional de Medicina de España (RANME).
En nuestro país, tenemos la costumbre de cumplir con horarios de descanso y de comida un tanto sorprendentes para el resto de países. Sin embargo, lejos de normas no establecidas, estos hábitos podrían tener graves consecuencias.
La doctora Sara Marín Berbell, médico y divulgadora científica en su proyecto Un café con tu doctora, recientemente hizo una seria advertencia a sus seguidores a través de un post en sus redes sociales.
"Dormir después de las 11 de la noche engorda, te agota… y puede hacer que tu cerebro se coma a sí mismo", explicó.
Dormir tarde desencadena un efecto dominó en todo el organismo que afecta a las hormonas, al metabolismo, a la microbiota y también a nuestro cerebro.
Las graves consecuencias de dormir tarde
Dormir tarde no es solo una mala costumbre, también es una agresión diaria a tu salud. Engorda, desregula las hormonas, daña el cerebro, altera el intestino y debilita tus defensas.
Lo peor es que sus efectos se acumulan poco a poco, como una gota de agua que termina erosionando la piedra. Según la médico, esto es lo que ocurre en tu organismo a lo largo de las semanas:
Semana 1: más estrés, menos descanso
Lo más preocupante es que el cuerpo no avisa de inmediato, sino que se va deteriorando poco a poco, semana a semana, como si la falta de sueño adecuado fuera un veneno silencioso.
Según la doctora Marín, la primera semana de acostarse después de las 23:00 ya comienza a pasar factura. La producción de melatonina, la hormona que regula el sueño, cae en picado. En su lugar, sube el cortisol, conocido como la "hormona del estrés".
El resultado es un estado de alerta constante, aunque durmamos las mismas horas. Te levantas cansado, con irritabilidad, con la sensación de que no has descansado lo suficiente. Y eso es solo el principio.
Semana 2: baja la hormona de la juventud
A partir de la segunda semana, los niveles de hormona del crecimiento (GH), clave para la recuperación muscular y el metabolismo, empiezan a disminuir.
Esta hormona no solo ayuda a mantenernos jóvenes por dentro y por fuera, sino que también regula el azúcar en sangre, repara tejidos y favorece la quema de grasa durante la noche.
Dormir tarde interfiere con su liberación, lo que puede provocar mayor fatiga física, problemas en el rendimiento deportivo y, en el caso de los más jóvenes, incluso afectar al desarrollo.
Semana 3: el cerebro empieza a "comerse" a sí mismo
Aquí llega lo más alarmante. En la tercera semana, dormir tarde impide la correcta activación del sistema glinfático, una especie de "escoba cerebral" que solo funciona cuando estamos profundamente dormidos en el horario correcto.
Este sistema se encarga de eliminar toxinas, desechos y proteínas dañinas como la beta-amiloide, vinculada al Alzheimer. Si no dormimos a tiempo, esa limpieza no se produce. "Literalmente, tu cerebro se empieza a intoxicar y a comerse a sí mismo", afirma la doctora Marín.
Este dato, respaldado por estudios como el publicado en Science por Xie et al. (2013), demuestra que el cerebro necesita un horario específico para regenerarse, y ese horario empieza antes de la medianoche.
Semana 4: hambre incontrolable y aumento de peso
Tras un mes de dormir mal, el cuerpo entra en un estado de caos hormonal. Baja la leptina (la hormona que indica saciedad) y sube la grelina (la que estimula el apetito).
El resultado es un aumento del apetito, te apetecen más alimentos ultraprocesados, azucarados y grasos, y empiezas a engordar sin darte cuenta.
Según la nutricionista Adriana Pinillos, especialista en obesidad, "las personas que duermen tarde de forma habitual tienen muchas más probabilidades de padecer enfermedades como la diabetes tipo 2".
Además, el cortisol elevado por la noche contribuye a la acumulación de grasa abdominal y al desarrollo de resistencia a la insulina, una antesala del síndrome metabólico.
La microbiota también sufre
Sara Marín también advierte del impacto en la microbiota intestinal, el conjunto de bacterias que vive en nuestro intestino y que es clave para el sistema inmunitario, la digestión y el estado de ánimo.
Dormir fuera de ritmo altera el equilibrio de esa flora intestinal, lo que puede generar problemas digestivos, mayor inflamación, ansiedad, e incluso depresión.
Un estudio del European Journal of Nutrition (2016) demostró que dos noches con sueño restringido bastan para provocar cambios drásticos en la microbiota.
Dormir bien no es dormir mucho
Uno de los errores más comunes es pensar que si dormimos siete u ocho horas, no importa la hora a la que nos acostemos. Pero, como explica la doctora Marín, eso no es del todo cierto. Lo importante no es solo la cantidad, sino el momento.
Nuestro cuerpo está sincronizado con el ritmo circadiano, un reloj biológico que regula la liberación de hormonas, la temperatura corporal y los procesos de reparación celular. Saltarse ese ritmo puede tener consecuencias más graves de lo que imaginamos.
Cambiar de hábitos es posible, y los beneficios se notan casi de inmediato. La psicóloga Silvia Severino, experta en insomnio, recomienda aplicar un sencillo protocolo de tres pasos antes de dormir:
- Evita pantallas al menos una hora antes de acostarte. La luz azul de los dispositivos bloquea la producción de melatonina.
- Crea una rutina relajante: ducharte con agua caliente, leer un libro o escuchar música tranquila.
- Acuéstate siempre a la misma hora, preferiblemente antes de las 23:00.
Por eso, como concluye la doctora Sara Marín, “no se trata de dormir más, sino de dormir mejor… y dormir antes”. Así que esta noche, apaga el móvil, baja las luces y dale a tu cuerpo lo que de verdad necesita: un sueño a tiempo.