Fotograma de la serie 'Ena', de TVE.
La historia de Victoria Eugenia, la reina que cambió la corte de Alfonso XIII, enterró a dos hijos y legó las joyas de pasar
TVE estrena una serie sobre la figura de Ena, como la llamaban familiarmente, que hace un repaso por los acontecimientos más importantes de su vida.
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Kimberley Tell, la actriz que interpreta a Ena, como se conocía familiarmente a la reina Victoria Eugenia, lo entendió cuando le encargaron el papel de la serie homónima coproducida por La Cometa y RTVE, en emisión desde el 11 de noviembre. Conocía el contexto, la dictadura de Primo de Rivera, la Guerra Civil, pero no a la Reina.
Pero volvamos a 1905. Ese año, Alfonso XIII inicia con 18 años una gira diplomática para estrechar lazos con otras monarquías y encontrar una esposa adecuada. Visita Italia, Alemania, Austria-Hungría, Bélgica, Reino Unido y Francia, donde sufre un atentado.
El viaje fue muy comentado en su época. El periódico ABC hizo una encuesta entre sus lectores para saber cuál de las posibles candidatas gustaba más. Victoria Eugenia, nieta de la reina Victoria de Inglaterra, fue la más votada.
Kimberly Tell y Joan Amargós interpretan a Victoria Eugenia y Alfonso XIII. RTVE
Alfonso XIII se podía haber casado con princesas mejor posicionadas, explica Roger Bastida, asesor histórico de la serie: “De hecho, Ena no era Alteza Real. Había vivido una vida doméstica, algo modesta, a la sombra de la reina Victoria. Su madre, hija de la reina, había sido designada para quedarse con la monarca y cuidarla”.
A su muerte, en 1901, Ena, junto a su progenitora y hermanos, se instala en el palacio de Kensington, sin los privilegios anteriores, "pero con una situación suficientemente cómoda", puntualiza el experto.
Una boda moderna
Cuatro años más tarde, Eduardo VII da un baile en honor a Alfonso XIII al que acude la joven. “No se puede decir que fuese guapo, pero tenía una buena estatura. Era muy simpático, vivaz. Muy meridional”, recordaría ella en una entrevista años después.
Tras ocho meses de apasionada correspondencia epistolar —custodiada hoy en el Palacio Real— se oficializa la petición de mano. El rey británico concede a su sobrina el título de Su Alteza Real para que sea una boda igualitaria y no morganática.
"Ni en sus mejores sueños podía imaginarse colocar a una inglesa en el trono de España", comenta Bastida. Aunque había perdido sus colonias, la nuestra era una de las monarquías más antiguas de Europa.
Desde un punto de vista político —continúa José Miguel González Soriano, profesor de la UCM especializado en la Edad de Plata y en periodismo literario de los siglos XIX y XX— tuvo mucha significación. Se interpretó como una apertura de la Corona hacia una modernidad más liberal.
"Inglaterra estaba dejando atrás la rigidez puritana de la época victoriana y el sistema de turno del gobierno se decantaba por los laboristas", explica José Miguel. Y prosigue: "Llevaba dos revoluciones industriales cuando España no había comenzado la primera".
Victoria Eugenia, con la tiara Flor de Lis, del lote de pasar, en su boda con Alfonso XIII. Getty
El último escollo para el casamiento es la religión. Ena debe abjurar de la fe anglicana y profesar la católica. Relataría luego cuán humillante fue para ella esa ceremonia en el palacio de Miramar, San Sebastián.
31 de mayo de 1906. Los novios están enamorados. La boda es un éxito de concurrencia gracias a los nuevos medios de transporte como el tren. Es la primera verdaderamente internacional, señala Roger Bastida. Vienen de China, de la India, de toda Europa...
Cuando la comitiva nupcial regresa a palacio, el anarquista Mateo Morral lanza una bomba desde un balcón de la calle Mayor. Los monarcas salen ilesos, entre muertos y un centenar de heridos. Ambos muestran su entereza.
Choque cultural
Victoria Eugenia entra así de lleno en los primeros albores del siglo XX español. Llega a una corte rancia, donde la aristocracia, salvo contadas excepciones, se dedica a la caza y al recreo. Poco a la lectura y las obras sociales y culturales. Como mucho, habla francés, señala Roger Bastida.
Además de inglés, Ena domina el idioma galo y alemán. Tarda poco en aprender español. Sin ser una persona muy culta, sí es una gran lectora. Aunque la más políglota y culta —continúa Roger—, es su madre, María Cristina, nacida en el Imperio austrohúngaro.
Gran lectora de prensa, estaba muy informada y, durante el largo periodo de regencia, despachó directamente con ministros y presidentes del Consejo de Ministros.
En el contexto europeo, la esposa de Alfonso XIII tiene un perfil similar al de otras jóvenes reinas europeas. Es una mujer dinámica: hace deporte, conduce, fuma, se baña en el mar...
Hay algo parecido a un choque, no solo cultural, sino generacional. Ena suaviza las costumbres y el protocolo de la corte española que se habían vuelto más rígidos y severos durante la regencia.
La infanta Eulalia contaba que “Victoria Eugenia hizo en la moda y en la vida de la mujer española, lo que Ganivet pedía para nuestra política: la europeizó”. La Corte madrileña se volvió “risueña y ligera, bailarina y frívola, moderna y lujosa”.
Es clienta de Balenciaga, Worth, Chanel, Vionnet… Le gustan las joyas. Hace instalar calefacción central en palacio y montar un cinematógrafo. Instituye la costumbre de tomar el té a las cinco, a solas con el Rey.
Como reina consorte al margen del gobierno, sigue la tradición inglesa de asistencia social y asume la presidencia de Honor de la Cruz Roja Española al año de su llegada, en 1906.
Portadora de la hemofilia
En 1907 nace su primer hijo, Alfonso, con hemofilia. Las relaciones entre los esposos se deterioran gravemente al comprobarse que ella es la portadora de la enfermedad. Aunque se ha escrito que Alfonso XIII sabía, antes de la boda, de la existencia de esta dolencia y de sus implicaciones, no parece que fuera así, dice el portal de Historia Hispánica de la RAH (Real Academia de la Historia).
Al margen de esto, Ena se vuelca con la Cruz Roja y la moderniza. Junto a la duquesa de la Victoria crea el cuerpo de Damas Enfermeras de la institución y fomenta la apertura de hospitales, dispensarios y puestos de socorro en toda España.
Durante la guerra del Rif (1911–1927), impulsa centros de campaña y envía enfermeras y suministros a las zonas de combate. En tiempo de paz, se implica en campañas contra la tuberculosis, la mortalidad infantil y la mejora de la sanidad militar y civil.
Continúan naciendo el resto de los hijos: Jaime (1908) que se quedaría sordo tras una operación, Beatriz (1910), Cristina (1911), Juan (1913) y Gonzalo (1914), también hemofílico.
Las infidelidades del Rey se suceden. Victoria Eugenia, educada en la disciplina y el sentido del deber, lo sobrelleva con gran dignidad y prudencia. En esa época, la promiscuidad de un monarca se aceptaba. Los matrimonios eran de Estado y su principal función consistía en establecer alianzas políticas entre naciones y lograr descendencia, tal y como contextualiza José Miguel González Soriano.
Durante la Primera Guerra Mundial, España permanece neutral. El rey Alfonso XIII impulsa en 1914, influido por Ena y en estrecha colaboración con la Cruz Roja, la creación de la Oficina Pro Cautivos y Desaparecidos por la que es nominado al premio Nobel de la Paz.
Esta iniciativa es el precedente directo del trabajo humanitario internacional contemporáneo. Por las circunstancias que fueran, la Oficina atiende algo más al bando aliado.
La Gran Guerra marca el final de una época. En España comienza un periodo de inestabilidad que desemboca en la dictadura de Primo de Rivera. Después, tras las elecciones de 1931, la Familia Real marcha al exilio a Francia.
El exilio
Algunas damas de su círculo, la duquesa de la Victoria, Conchita Heredia, y la duquesa de Lécera, acompañan por un tiempo a Ena en el país vecino. Finalmente, decide no seguir a Alfonso XIII cuando se traslada a Roma y vuelve a Londres. Le reclama la devolución de su dote matrimonial con intereses. Es una separación de facto, aunque el matrimonio no se anula.
El exilio supone la pérdida de propósito en la vida que es la de reinar, apunta Roger Bastida, y la desunión familiar. Los dos hijos hemofílicos, Gonzalo y Alfonso mueren en 1934 y 1938 respectivamente, en sendos accidentes de tráfico al no superar los problemas de coagulación de la sangre.
En 1941 fallece el Rey. Victoria Eugenia pasa a cobrar, por su condición de viuda, una asignación anual del Estado español de 250.000 pesetas, que Franco incrementará a 700.000.
Con el estallido de la Segunda Guerra Mundial, debe abandonar Inglaterra y fija su residencia definitiva en Suiza, un país neutral. En el palacete de Vieille Fontaine de Lausana vivirá los últimos 30 años.
Allí crea un círculo de amigos. "Está bien considerada porque es reina de un país importante", explica Roger Bastida. "Es ella quien acoge a una recién casada con el príncipe de Mónaco que no pertenece a la nobleza, Grace Kelly”, continúa.
Cuando se habla de la soledad de la reina, hay que tener en cuenta, intenta contextualizar Roger, que los reyes tienen pocos amigos: “Nos cuesta entender su mentalidad. Quizá Alfonso XIII por ser muy dicharachero y sociable tenía un círculo más amplio que la reina".
Victoria Eugenia sólo volverá a España para ser madrina de su bisnieto, Felipe, en 1968, un año antes de morir. Esta vez es recibida entre aplausos por el pueblo español y se hospeda en el Palacio de Liria donde había muerto su madrina, Eugenia de Montijo.
Su prioridad es asegurar el futuro de la monarquía. Cuenta Paul Preston que estando ante Franco con su hijo don Juan, su nieto Juan Carlos y el hijo de éste (el actual rey Felipe VI) le dijo: "Aquí tiene a los tres. Elija uno".
En aquel viaje quiso visitar el Hospital Central de la Cruz Roja San José y Santa Adela, que había ayudado a poner en marcha. El edificio sigue hoy en pie en la calle Reina Victoria de Madrid.
Las joyas
Recuerda Cristina Mato, de la joyería y casa de subastas Ansorena, que en su hogar siempre contaban que en esa visita Ena pidió reencontrarse con ciertas personas. Su abuelo Celestino Ansorena, muy mayor, acudió emocionado a la recepción. Habían pasado 37 años desde el último encuentro.
La Reina, en una imagen de archivo.
Él había tallado la tiara de flor de lis que llevó en su boda y que también han lucido la emérita Sofía y Letizia y la condesa de Barcelona. Y el collar de chatones, que se iba alargando con los diamantes que le regalaba Alfonso XIII.
Ambas piezas pertenecen al lote de pasar que ella dejó en testamento para que esas joyas fueran pasando de reina a reina. En la colección se incluyen además un collar de perlas, dos broches, dos pulseras de brillantes y cuatro hilos de perlas grandes.
La serie Ena, basada en la novela homónima de Pilar Eyre, cuenta con pequeñas licencias narrativas, indica Roger Bastida, pero la reproducción de las joyas es muy rigurosa. Además, se ha rodado en localizaciones originales como son los Reales Sitios.
Empatizar con la realeza
Cuando el creador de la producción de TVE, Javier Olivares, le propuso a Anaís Pareto dirigirla, ella no se mostró muy entusiasmada. No le interesaba demasiado el tema de la monarquía. Acostumbra a trabajar sobre personajes de clases sociales más populares con los que “a priori es más fácil empatizar”.
Sin embargo, está contenta por haber derribado ese prejuicio. Se tomó como un reto empatizar con un personaje de una clase social tan distinta. De Ena destacaría su resiliencia.
Marino Gómez Santos, biógrafo de la Reina, preguntado si ella sufrió mucho o fue feliz en algún momento de su vida, contestó: “Sufrió como todo ser humano, aunque su inmensa dignidad le impidiera manifestarse por considerarlo de mala educación".
Una de las escenas de la serie, de Ena con sus hijos. RTVE
En la serie han querido contar —destaca el productor ejecutivo Luis Hernández— la historia de una mujer que tuvo que reinventarse muchas veces: fuerte, sensible, moderna y con un gran sentido de responsabilidad y servicio.
Algo parecido dijo de ella su nieta, la infanta Pilar, en 1985, cuando volvieron a España sus restos mortales para ser enterrados en El Escorial: "Tenía muy claro que la Familia Real solo existe en función de su servicio al país".