Los emperadores Naruhito y Masako junto a su única hija, al fondo, la princesa Aiko.

Los emperadores Naruhito y Masako junto a su única hija, al fondo, la princesa Aiko. Gtres

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¿Fin de la Familia Imperial de Japón? La monarquía más antigua del mundo podría extinguirse por su ley machista

Cambiar la sucesión para incluir a las mujeres implicaría reinterpretar la Ley de la Casa Imperial de 1947 y la propia noción de legitimidad dinástica.

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Aiko, la princesa Toshi, es la única hija nacida del matrimonio entre el emperador de Japón, Naruhito, y de su esposa, la emperatriz Masako. En una línea lógica sucesoria, Aiko, en el futuro, debería ser la emperatriz del país del Sol Naciente. Sin embargo, esto no sucederá.

La Ley de Sucesión japonesa, la conocida como la Ley de la Casa Imperial, responde al principio de agnación rigurosa, es decir, que solo los varones en línea masculina pueden heredar el trono. Si naces mujer, la ley te lo prohíbe.

Aunque Aiko de Toshi llegó al mundo el 1 de diciembre de 2001 -ya es mayor de edad- y cuenta con el afecto y el reconocimiento del pueblo nipón, en su destino no está escrito ser emperatriz -como sí lo está en el de Leonor de Borbón, Ingrid de Noruega o Amalia de los Países Bajos-. La princesa podrá representar, pero sin ningún poder.

La princesa Aiko de Japón en la celebración de su mayoría de edad.

La princesa Aiko de Japón en la celebración de su mayoría de edad.

Este sistema, heredero de una interpretación japonesa de la ley sálica, coloca a la monarquía nipona en una situación de fragilidad inédita. Japón presume de tener la monarquía más antigua del mundo, con más de 2.600 años de historia documentada, pero hoy su continuidad, por sus propias normas, pende de un hilo.

La línea masculina de la Familia Imperial se ha reducido a un número alarmantemente pequeño. Tras Naruhito, viene su hermano, Akishino; y después de este, su hijo, el príncipe Hisahito, primo de Aiko. Se trata del único varón de su generación. Sobre él, que acaba de cumplir 19 años, la edad adulta en su país, recae el peso casi exclusivo del futuro de la institución.

El príncipe Hisahito de Japón, sobrino del emperador y segundo en la línea de sucesión al trono.

El príncipe Hisahito de Japón, sobrino del emperador y segundo en la línea de sucesión al trono. Gtres

En 2006, con el nacimiento de Hisahito, se frenó una reforma que el entonces primer ministro Junichiro Koizumi había comenzado a preparar para permitir que las mujeres pudieran acceder al Trono del Crisantemo.

Todavía hoy esa reforma sigue congelada, y el debate sobre abrir la sucesión a las mujeres regresa cada cierto tiempo, especialmente cuando se hacen visibles los riesgos: si Hisahito no tuviera descendencia masculina por cualquier motivo, el linaje imperial podría extinguirse.

"Es bastante desconcertante porque Japón es una monarquía parlamentaria y una democracia consolidada. La ley imperial está muy apartada de la realidad social japonesa de 2025. Eso llama muchísimo la atención", declara Marina Fernández, directora de Comunicación y Relaciones Internacionales del Grupo Escuela Internacional de Protocolo.

Y prosigue: "Quizá hay que ser japonés para entenderlo, pero como europeos es muy difícil de comprender cómo casan esa monarquía parlamentaria y esa democracia consolidada con una ley imperial que deja a la mujer fuera de juego".

Japón: tradición versus renovación

El emperador Naruhito, la emperatriz Masako y la princesa Aiko.

El emperador Naruhito, la emperatriz Masako y la princesa Aiko. Gtres

Japón es un país profundamente marcado por la tradición. Por ello ya supuso un hito -e incluso un escándalo- que el emperador emérito Akihito abdicara en 2019 en favor de su primogénito, Naruhito, siendo la primera abdicación en más de dos siglos.

Pero cambiar la sucesión para incluir a las mujeres se percibe como un desafío aún mayor: implicaría reinterpretar no solo la Ley de la Casa Imperial de 1947, sino también la propia noción de legitimidad dinástica.

"Es difícil. Quizá este escenario sea el revulsivo definitivo que necesitan para abrirse. Quizá esta falta de un heredero sea lo que haga que esto cambie. La otra opción es poner los ojos en otro varón de la Familia Imperial. Si tienen que cambiar el Artículo 2. de la Ley de la Casa Imperial de 1947, que es el que habla de 'hijo o nieto' del emperador, lo cambiarán a 'hija o nieta' del emperador. Sería una situación bastante interesante", concluye la experta consultada por esta revista.

Paradójicamente, en la raíz espiritual del poder imperial hay una mujer: Amaterasu, la diosa del sol y madre mítica de la estirpe. Pese a ello, la cultura política japonesa ha cerrado el paso a las mujeres, incluso cuando existen precedentes históricos de emperatrices regentes en siglos pasados. Hoy, sin embargo, la agnación bloquea cualquier posibilidad para Aiko y las demás mujeres de la familia.

"Quisiera recuperarme y apoyar al emperador", afirmó la emperatriz Masako en diciembre de 2020 con motivo de su 57 cumpleaños. La presión que durante décadas recayó sobre ella por no haber dado a luz a un varón la hizo enfermar con depresión y aquello se reflejó también en el escrutinio hacia Aiko.

Aiko de Japón, hija del emperador Naruhito y la emperatriz Masako.

Aiko de Japón, hija del emperador Naruhito y la emperatriz Masako.

La joven princesa superó de manera discreta algunos problemas de salud en su adolescencia y ha retomado una vida pública marcada por la disciplina ceremonial, pero siempre con la certeza de que su formación no tiene como meta final el trono del Crisantemo.

Como se mencionaba, el futuro inmediato apuntaría a que, tras Naruhito, será su hermano Akishino quien impere y, en última instancia, Hisahito. No obstante, en Japón se multiplica la preocupación.

Un sistema sucesorio tan estricto y caduco amenaza con hacer desaparecer una institución que ha sobrevivido a siglos de guerras, terremotos y pandemias. Lo contradictorio es que la monarquía más antigua del mundo podría desaparecer no por falta de legitimidad social, sino por una ley que excluye a las mujeres de su propia sangre.

¿Es Japón un país machista?

Cuando hablamos de Japón hablamos de avance, de tecnología, de civismo. Nadie en ciudades tan superpobladas como Tokio u Osaka robaría un teléfono móvil en el transporte público a otra persona aunque lo deje abandonado toda una noche y después se marche a su casa a dormir y decida recogerlo al día siguiente.

El país del Sol Naciente, en cambio está considerado un lugar con fuertes desigualdades de género, lo que en muchos análisis internacionales se traduce en que se perciba como un país machista. Aunque la situación es compleja y tiene matices culturales, sociales e históricos. Algunos puntos clave:

La emperatriz japonesa Masako durante la ceremonia para proclamar el emperador Naruhito.

La emperatriz japonesa Masako durante la ceremonia para proclamar el emperador Naruhito.

Índices internacionales - En el Global Gender Gap Report 2024 del Foro Económico Mundial, Japón ocupa una posición baja (alrededor del puesto 118 de 146 países). Destaca especialmente por su baja participación de mujeres en política y en puestos de liderazgo empresarial.

Rol tradicional de género - En la sociedad japonesa todavía está muy arraigado el modelo del "hombre proveedor" y la "mujer cuidadora del hogar". Muchas mujeres enfrentan presión social para dejar el trabajo tras casarse o tener hijos.

Mercado laboral - Aunque la tasa de empleo femenino es relativamente alta, muchas mujeres están en trabajos de medio tiempo o con contratos precarios. Además, el techo de cristal es muy fuerte: hay pocas mujeres en cargos directivos.

Política - Japón tiene una de las menores representaciones femeninas en el parlamento entre los países desarrollados.

Vida cotidiana - Aunque hay avances, todavía se perciben actitudes y normas machistas, por ejemplo en el acoso por la calle a mujeres -lo que se conoce como Nampa- o en prácticas laborales discriminatorias.

Monarquía - La cultura institucional japonesa ha mantenido un patriarcado rígido, prohibiendo que mujeres como la princesa Aiko o las anteriores emperatrices hereden el trono.

En definitiva, la monarquía japonesa transita por una encrucijada histórica: su continuidad aterriza sobre los hombros de un solo joven, mientras una mayoría ciudadana reclama apertura de la ley. El contraste entre discursos conservadores y una opinión pública progresista refleja la tensión entre un legado milenario y los valores modernos. Sin una reforma clara, el riesgo ya no es solo simbólico, sino real.