Mar Flores en el Salón Rojo de Santo Mauro (A Luxury Collection Hotel Madrid).

Mar Flores en el Salón Rojo de Santo Mauro (A Luxury Collection Hotel Madrid). Esteban Palazuelos Magas

Protagonistas ENTREVISTA

Mar Flores: "Me costó entender al personaje de Mar Flores; y hoy la abrazo, pero en otra vida no quiero ser conocida"

A través de las páginas de 'Mar en calma', su autobiografía, se atisba la lucidez de quien ha sobrevivido a un país que la convirtió en símbolo y en diana.

Más información: Mar Flores: “Los hijos te enseñan a perdonar”

Publicada
Actualizada

En Mar Flores (Madrid, 1969) hay algo de Madame Bovary aunque sus vidas estén separadas por dos siglos y por dos mundos aparentemente irreconciliables. Emma, la protagonista de la legendaria novela de Gustave Flaubert, era una mujer de provincias que soñaba con escapar del tedio a través del lujo, los salones de baile, el hedonismo y las promesas de una existencia apasionada e intensa que jamás le ofreció su pequeño mundo.

Mar, nacida en el popular barrio de Usera, entendió muy pronto que el escenario que le había tocado no iba a ser su límite. La menor de cinco hermanos, hija de unos padres marcados por una educación de posguerra, desarrolló una intuición casi literaria para detectar dónde estaba el brillo —y también la sombra—.

Sin pensarlo demasiado, y movida por el instinto de supervivencia, se lanzó al ruedo público, el mismo que acabaría convirtiéndola en protagonista de sus propias novelas, blancas y negras, por entregas.

Acaba de publicar su libro de memorias, 'Mar en calma'.

Acaba de publicar su libro de memorias, 'Mar en calma'. Esteban Palazuelos Magas

Madame Bovary fue la forma que encontró el genio francés de las letras para desnudar la hipocresía burguesa del siglo XIX, ese sistema que alimentaba fantasías imposibles y luego castigaba a las mujeres que se atrevían a perseguirlas.

Algo de esa crueldad social se repitió en la historia de Mar Flores: modelo, actriz, presentadora convertida en icono y examinada con lupa, fue vapuleada por la prensa —no siempre la del corazón, sino también la autodenominada seria— y por tertulianos que convirtieron sus aventuras en combustible para el escarnio. Como Emma, Mar transitó por un mundo que la sedujo y la condenó con la misma intensidad.

Mar Flores afirma que este libro ha sido el proceso que la ha llevado hasta el momento de paz en el que se encuentra hoy.

Mar Flores afirma que este libro ha sido el proceso que la ha llevado hasta el momento de paz en el que se encuentra hoy. Esteban Palazuelos Magas

Si Bovary buscaba reinventarse a través de sus propios delirios románticos, Flores lo está haciendo desde otro lugar: la memoria. El motivo de su encuentro con Magas es la publicación de su libro, Mar en calma, un ejercicio de catarsis que desvela episodios aterradores y que, aun así, solo asoma la punta del iceberg.

Durante la conversación, la modelo confiesa que el manuscrito original tenía más de 700 páginas y que el volumen que ha llegado a las librerías contiene apenas el 20% de lo que ha vivido. “El resto se queda en mi corazón”, afirma. No lo dice con misterio, sino con una serenidad que sorprende en alguien tan expuesta a la mirada de todos.

Cuando esta revista la cita en el Salón Rojo del Santo Mauro, encuentra en ella una mezcla de curiosidad estética y alerta vital que resulta hipnótica. “Esto lo ha decorado Lorenzo, ¿no?”, pregunta mientras toca las paredes, comprobando si están tapizadas o en realidad es un papel pintado.

Cuestiona con conocimiento y familiaridad, refiriéndose, efectivamente, a Lorenzo Castillo, el prestigioso diseñador de interiores —famoso por su gusto clásico, fresco y ecléctico—, autor de la última gran reforma del citado hotel de Madrid.

El hecho de que Flores se sienta atraída por lo ornamental no es nuevo, prácticamente lo lleva en el ADN; pero en los últimos meses este sentimiento se ha agudizado: se encuentra participando en DecoMasters, un programa de televisión que se emitirá en 2026 donde cinco parejas de celebrities se enfrentan en una competición para convertirse en auténticos profesionales del diseño de interiores. Su compañero de batallas es nada más y nada menos que su primogénito: Carlo Costanzia.

La relación entre ellos no siempre fue la más deseable, pero en su libro, Flores relata que con su vástago hoy todo está en paz. Por otra parte, Carlo, hace unos años, tomó la decisión de conceder entrevistas en televisión y revistas, lo que lo coloca, irremediablemente, en el foco de la noticia. Like mother, like son.

Una de las cualidades que tiene que tener una madre sí o sí es el desapego a los hijos cuando son adultos. No me siento en la posición de decirle a mi hijo de 33 años lo que tiene que hacer. Tengo cinco hijos y he intentado dar la misma educación a todos en cuanto a valores. Carlo siempre ha protegido su privacidad, pero ahora ha elegido este camino y yo lo tengo que respetar. ¿Que me hubiera gustado que no fuera conocido? Yo creo que él vivía mejor cuando no era conocido, pero le tengo que apoyar”, responde la presentadora al ser preguntada si le ha aconsejado a su hijo, por su experiencia propia, alejarse de los medios de comunicación.

“¿Es la prensa más benévola con Carlo que con usted porque él es un hombre y usted una mujer?”. Mar responde: “El motivo por el que escribo este libro es para hacer una reflexión sobre la España de hace 30 años y cómo estamos ahora. A nivel social se ha avanzado mucho: la mujer está más protegida, hay protocolos… pero a nivel de programas del corazón no hay mucha diferencia. Sigue habiendo un tono machista y un feminismo selectivo en ciertos programas, en ciertas cadenas y en ciertos colaboradores o presentadores. Ojalá llegáramos a esa igualdad entre hombres y mujeres”.

Si Emma Bovary fue un personaje devorado por la ficción que habitaba, Mar Flores parece estar, al fin, en condiciones de gobernar la suya. A través de las 256 páginas de su ópera prima, se atisba la lucidez de quien ha sobrevivido a un país que la convirtió en símbolo y en diana.

Como escribió Lorena G. Maldonado para EL ESPAÑOL, “Mar Flores no es Simone de Beauvoir, ni Audre Lorde, ni falta que hace. Es una mujer libre y merece respeto. Quiere empezar de cero, pero España, que aún es palurda y reaccionaria y machista y envidiosa, no la deja, no la dejará nunca”.

Ahora, por fin, Mar Flores habla y escribe desde un lugar donde ya no necesita pedir permiso.

En el libro cuenta que nació en una familia de clase media con momentos de felicidad, pero también con mucha falta de comunicación entre sus padres y usted. ¿Cree que se debía al salto generacional?

Sí, absolutamente. Mis padres estaban educados en una España de posguerra, con muchas carencias: de cariño, de comunicación e incluso de alimentos. Su educación fue austera, y ellos querían transmitir eso a sus hijos para que fuéramos duros y resistentes, como si la posguerra pudiera repetirse cada año.

¿Eso lo entendió con el tiempo?

Claro, cuando tus padres te educan, tú no te planteas nada. Si te dicen “esto es así”, lo aceptas. Pero con el tiempo ves que en la vida hay que hablar las cosas, comunicar, no esconder los problemas. Lo he aprendido después.

Me impactó mucho la anécdota que cuenta de que iba a comprar el pan y si al llegar a casa faltaba un trocito que se había comido por el camino, su madre la castigaba dándole el del día anterior. Además, por llegar a casa más tarde de la cuenta, su padre llegó a abofetearla en varias ocasiones hasta que se plantó ante él. ¿Dolía más el desprecio o los golpes físicos?

Yo nunca lo vi como desprecio. Lo vi como una educación austera que a mí no me gustaba. Me rebelaba, pero sin enfrentarme, intentando que me entendieran. Mi madre hacía lo que le habían enseñado: guardar el pan por si faltaba. Yo era pequeña, tenía hambre, quería picar… y me buscaba mis trucos. No lo veo con rencor; lo abrazo con generosidad porque me ha hecho ser como soy: si algo no me gusta, me rebelo con dulzura para encontrar mi camino sin quedarme paralizada.

También habla de una conversación pendiente con su madre. ¿Qué le habría dicho?

Con mi madre faltó mucha comunicación, y por eso tengo mucho cuidado con mis hijos. No era una conversación concreta: simplemente me habría gustado haber entendido mejor las cosas si ella las hubiera enseñado desde la explicación y no desde la imposición.

Por desengrasar: ¿cuándo fue la última vez que comió unos macarrones con chorizo, ese plato estrella de su madre y que a usted le encantaba?

(Ríe) Hace muchísimos años. Mi madre falleció muy joven, en el año 2000. Cuando alguien los prepara, lo recuerdo… Huelo ese plato y me sabe a ella.

Flores, en un momento de la entrevista con Magas.

Flores, en un momento de la entrevista con Magas. Esteban Palazuelos Magas

Mar, con toda la fama que la precede de ser una mujer que ha amado tanto, hasta el capítulo 10 del libro no habla de un primer amor. ¿Qué lugar ocupa hoy ese sentimiento en su vida?

El que debe ocupar. Antes focalizaba el amor solo en mis parejas. Ahora lo proyecto en muchas personas y soy más feliz. Si pones todo tu amor en la persona equivocada, la frustración es enorme. Y estás tremendamente insatisfecha. He aprendido que el amor empieza por uno mismo.

Esa forma de amar también viene de cómo nos enseñaron o de cómo vimos que amaban, ¿no?

Sí. En mi casa la educación era clásica: estudiar, tener novio, casarse, tener hijos… y ya no había más para la mujer. Pero yo, que desde joven viví fuera —sobre todo en Estados Unidos y Francia—, vi otros modelos de vida. Eso chocaba con la rigidez que había en España. Ahí entendí que esas restricciones no iban conmigo.

No sé si es un error editorial, pero en el libro dice que Javier Merino es el gran amor de su vida y al final, en los agradecimientos, nombra al "gran amor" de su vida y dice que "él sabe quién es". ¿Es Javier o es otro hombre?

Es una dedicatoria encubierta (ríe). El gran amor de mi vida es el padre de mis hijos, pero esa frase podría ser para él o para otra persona que no quiero desvelar. Lo dejo así. Es un guiño; me gusta provocar curiosidad.

La figura que le dio el sosiego y la ayuda psicológica: Javier Merino. Si era tan feliz y estaba en calma, nunca mejor dicho, con Javier, ¿por qué no mantuvo el perfil bajo como cuando estaba con él? Ahora publica un libro que ha sido toda una revolución mediática y además se enrola en un reality con su hijo.

Cuando me casé con Javier y decidimos formar una familia, una de mis condiciones fue dejar de trabajar para cuidar a mis hijos. Yo sabía lo que era ser madre soltera y sin apoyo económico y familiar. Una vida familiar te aparta inevitablemente de la vida pública. Tras el divorcio, mi condición fue volver a trabajar y compartir la custodia. No quería pedir pensiones millonarias: solo repartir la responsabilidad de los niños. Pero mi trabajo es público; no podía empezar de cero en la vida laboral trabajando de costurera o de secretaria o de diplomática. ¿Me habría gustado mantener un perfil bajo? Sí. Y tengo claro que en otra vida no quiero volver a ser un personaje público.

¿Se despojaría hoy del personaje de Mar Flores para quedarse simplemente con María del Mar Flores Caballero?

Yo solo abrazo a Mar Flores en esta vida porque me ha costado mucho entender al personaje.

Es la primera vez que la escucho decir “soltera”. En el libro siempre dice “sola”. Usted sabe que estar soltera no es estar sola, ¿verdad?

Es que ahora soy soltera. Pero toda mi vida me he sentido sola aunque tuviera hombres al lado. Ser soltera no significa estar sola, claro.

Mar Flores se enamoró muy joven de un apuesto caballero italiano llamado Carlo Costanzia di Costigliole. A los pocos meses de conocerse, como le ha sucedido a su primogénito, Carlo Costanzia, con Alejandra Rubio, la única hija de Terelu Campos, se quedó embarazada. En su libro hay una frase demoledora que es la siguiente: “Acabé haciéndole caso a mi madre: salí de casa de mis padres para casarme. Y de esa forma se cumplió la maldición”.

Mar, si esa joven que se va de casa hoy con Carlo fuera una hija suya, ¿qué haría?

No la habría dejado casarse. Yo me casé embarazada porque quise, no fue un error, pero no era necesario. Mi madre ya veía que no era la persona adecuada, pero mis padres querían seguir las normas sociales. Ojalá me hubieran parado.

Se casó embarazada y luego fue "madre sola", como indica, durante mucho tiempo. ¿Cree que cualquier mujer puede ser madre?

O tienes una posición profesional o económica muy buena, o es algo tremendamente duro. Y te lo digo yo, que tenía asegurado mi trabajo, pero ¿de qué te sirve ser madre si no puedes dedicarle tiempo a tu hijo? Si quieres ser madre para sentirte realizada, debes asumir sacrificios sin queja. Si no, quizá es mejor plantearse otra forma de compañía.

¿Cuál ha sido el momento más duro de su vida?

No lo definiría como un episodio concreto. Lo más duro ha sido sentir impotencia, frustración y traición, a veces juntas y a veces por separado. Son experiencias repetidas, no un único golpe.

Sé que usted no habla de intento de suicidio, pero dice que en un momento de su vida “quería dormir”. Al despertar, tras la cristalera del hospital, encontró a su familia. ¿Quiénes estarían hoy tras esa cristalera?

No estarían mis padres, porque ya no viven. Pero estarían mis hermanos, con quienes tengo muy buena relación, y mis hijos, que en aquel momento aún no existían los cuatro más pequeños.

El suicidio, ¿es de valientes o de cobardes?

De desesperados. No es valentía ni cobardía: es no saber gestionar el dolor.

Mar, el amor y la prensa

Mar Flores habla de su infancia, de sus amores y su relación con los medios de comunicación.

Mar Flores habla de su infancia, de sus amores y su relación con los medios de comunicación. Esteban Palazuelos Magas

Un amigo famoso de Fernando Fernández-Tapias, su pareja entonces, le metió la mano por debajo de una mesa y le tocó la pierna sin su consentimiento. Cuando usted se lo contó a Fernando, le quitó importancia e incluso se rió. ¿Sintió que era su trofeo?

Prefiero saltarme esta pregunta. Perdóname.

Esta anécdota es puramente personal, pero en el mundo laboral —en la interpretación, en el modelaje, en la televisión—, ¿ha vivido situaciones de acoso con otros hombres poderosos?

Yo no, pero sí conozco casos. Obviamente pasa y sigue pasando. Es ejercer el poder sobre otra persona. En ti está el que lo puedan hacer o no. No te voy a decir que no he pasado por situaciones incómodas, pero he puesto a esas personas en su lugar. No estoy traumatizada por eso.

¿Era más cruel la prensa de los 90 o las redes sociales de hoy en día? Me explico. Antes, se publicaba un artículo y llegaba hasta donde llegaba. Ahora cualquiera puede poner un comentario en una foto tuya o mandar un mensaje directo de Instagram y que le llegue directamente.

Ahora es peor. Antes un comentario duraba una semana; hoy se replica miles de veces y te persigue semanas. Pero ya no me duele. A mí ya no me duele nada. Es que estoy en un nivel personal superior a todos los demás: este libro ha sido un trabajo de agradecimiento, perdón y ausencia de rencor.

Dice que jamás le han pedido perdón. Ahora, pasado un tiempo de la publicación de su libro, al menos hay dos personas que lo han hecho en público: Kiko Matamoros y Pilar Eyre. ¿Acepta sus disculpas?

Por supuesto. Me parece que al decir eso, al reflexionar sobre lo que dijeron injustificadamente sobre mí, han dado un paso adelante hacia ser mejores personas. Eso es que han avanzado a nivel humano.

¿Las disculpas han sido solo públicas o ha recibido usted mensajes o llamadas de su parte?

Solo en público, pero tampoco es necesario que me lo digan en privado. Lo que sería de personas irreflexivas y caóticas es que yo les agradeciera una situación y ellos negaran ese agradecimiento. Eso también ha pasado.

¿Con quién, por ejemplo?

Con Alessandro Lequio, pero no quiero poner el foco sobre él. Me hizo mucho daño; le he dado las gracias por una cosa que hizo bien conmigo y él dijo que ni se acordaba de eso, que no quería mi agradecimiento. ¡Qué pasos atrás da la gente!

¿Qué sintió al conocer el despido fulminante de Lequio de Mediaset, propiciado por una entrevista reciente en la que Antonia Dell’Atte declaró que la había maltratado?

¡Justicia! Me alegra que Mediaset haya tomado una decisión tan contundente y responsable, aunque quizá haya llegado un poco tarde. Es importante que los medios protejan y acompañen a cualquier mujer que alza la voz, especialmente cuando la situación era conocida por todos. Toda mujer que denuncia merece ser escuchada y acompañada. Apoyo a Antonia y le deseo serenidad después de tantos años de sufrimiento.

⁠¿La Mar Flores de hace 30 años pensó alguna vez que este momento podía suceder?

Yo no disfruto con el mal de nadie, cada uno se labra su situación personal y social con sus propios actos y esfuerzo.

¿Cree que este es el inicio de un gran cambio y que se deberían silenciar no invitando a otras figuras que colaboran en esa y otras cadenas concediendo entrevistas? Ejemplo: el padre de su hijo mayor.

Prefiero no responder.

¿De quién le hubiera gustado recibir un perdón?

Del padre de mi hijo; de Jesús Mariñas, que era un periodista bastante agresivo y misógino; Jimmy Giménez-Arnau era terrible también con las mujeres. Conmigo lo fue, desde luego.

¿Por qué le persigue esa imagen de frivolidad o maldad?

Porque para sobrevivir al personaje tuve que crear una coraza: mostraba distancia, no enseñaba mis sentimientos ni mi dolor. Eso se interpretaba mal. Ahora ya no tengo esa coraza.

¿Una mujer como usted puede tener amigas o todas la envidian?

Sí, tengo muchas y buenas amigas.

¿Usted ha sentido que España se dividía en eso: en hombres que querían seducirla y mujeres que la envidiaban?

Si lo digo yo está feo, pero me dicen que ha pasado así (ríe).

¿Una mujer como usted puede tener amigos hombres heterosexuales?

Sí, de hecho, tengo más amigos que amigas.

¿Y sus amigos heterosexuales han confundido sentimientos alguna vez?

No, hombre, no. Todos saben dónde está el límite (ríe). Y eso que hay algunos que son muy guapos, ¿eh?

Mar, por hacer autocrítica, ¿qué podría haber hecho usted mejor para haber sorteado todos estos obstáculos que le puso la vida?

Quererme más. Abrazarme más. Decir más veces “no”, porque yo siempre decía “sí”.

¿Por qué le costaba tanto decir “no”?

Me educaron así.

Después de haber sufrido como hija, como madre y como esposa, ¿es usted hoy una mujer feliz como abuela?

Soy feliz como persona, y eso me hace feliz en todo. Ser abuela también me llena de orgullo y alegría.