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Sabrán los españoles que en 1978 ocurrieron muchas cosas. Entre otras, se ratificó la Constitución con la que el país consolidó la Transición hacia la democracia. También se celebró por primera vez una marcha del Orgullo en la capital y se firmó la despenalización de la homosexualidad. Acontecimientos que parecen muy lejanos, pero no lo son tanto.

Ese año también marca la historia de Rosalía Vicente (Madrid, 1951). "Me casé", adelanta mientras se recoloca en el asiento del estudio de Magas | EL ESPAÑOL para estar más cerca de Miriam Jiménez (Madrid, 1997), que la escucha con atención. Casi cinco décadas las separan, pero las une un compromiso compartido.

Una es superviviente de violencia de género, hoy dedicada al activismo en la Fundación Ana Bella. La otra es socióloga. Esta revista las ha reunido en el marco del 25N, Día Internacional de la Lucha contra la Violencia contra la Mujer, para abordar qué ha cambiado entre las épocas de ambas protagonistas.

Un pasado con limitaciones

Vicente contrajo matrimonio en enero. La dictadura había terminado oficialmente, pero en la vida cotidiana de las mujeres las viejas normas sociales seguían pesando. "Yo nací en 1951 y viví el fascismo. No teníamos libertad en absolutamente nada", recuerda en la conversación.

Ella y sus coetáneas no podían abrir una cuenta bancaria sin autorización, irse de casa se consideraba abandono del hogar y, si había maltrato, el entorno solía concluir que "se lo merecía", lamenta. Ella había trabajado como secretaria de dirección y cobraba la mitad que su marido por un empleo cualificado.

La maternidad, entonces, se daba por sentada. "La mujer se casaba para cuidar del marido y de los hijos", resume. En el colegio, a los niños se les preparaba para "cosas de hombres", dice; a las niñas, para coser y llevar una casa. El destino estaba escrito. Incluso cuando el calendario ya marcaba 1978, los anticonceptivos seguían siendo ilegales.

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Transitar hacia la igualdad

Vicente cuenta que tuvo que recurrir a un médico privado para poder planificar sus embarazos. Quería disfrutar un tiempo de su vida en pareja antes de ser madre. Lo hizo a escondidas, con miedo a la cárcel. La píldora llegaría a finales de ese mismo año, otro pequeño avance arrancado "a base de mucha lucha y de estar mucho en la calle", como ella misma subraya.

En su relato hay un empeño en nombrar las cosas con precisión. Le duele cómo se habla todavía hoy de los asesinatos machistas: "A mí lo que me fastidia es que digan que las mujeres se han muerto. No, por favor. Las han asesinado". También insiste en otra aclaración: "No queremos ser ni más ni menos que los hombres. Queremos igualdad, y eso no mata".

Ese feminismo que Vicente empezó a practicar hace décadas ha permitido que existan leyes pioneras, como la Ley Orgánica 1/2004 de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, y dispositivos específicos de atención a las víctimas. Pero su testimonio también recuerda que el cambio legal y el social avanzan a velocidades distintas.

Ella misma tardó décadas en poder salir del infierno que sufría en casa. Dejó su empleo para cuidar de sus hijos, se quedó económicamente dependiente y su marido controlaba el dinero y sus movimientos. La violencia era continuada, física y psicológica, y se ejercía también delante de los niños. "Nos ponía en un sofá, cogía el cuchillo…", rememora.

Rosalía Vicente, superviviente de violencia de género y voluntaria de la Fundación Ana Bella.

Rosalía Vicente, superviviente de violencia de género y voluntaria de la Fundación Ana Bella. Javier Carbajal

No pudo marcharse del domicilio familiar hasta los 58 años, cuando entró en una casa de acogida. Desde allí volvió a trabajar y reconstruyó su vida. Se jubiló con 66 y hoy tiene una pensión con la que puede mantenerse. Su mensaje, en 2025, es rotundo: se puede salir, ya sea pronto o sea más tarde.

La nueva cara de la violencia

Frente a ella, la socióloga Miriam Jiménez dibuja el mapa de su generación. Si en la juventud de Vicente el golpe estaba legitimado y se consideraba un asunto doméstico, ahora esa violencia física convive con otras formas más sutiles, camufladas bajo la apariencia de amor romántico o de normalidad digital.

"Los jóvenes lo notamos sobre todo en el control", explica. Las redes sociales son el escenario perfecto para llevarlo a cabo: "Esa persona quiere saber dónde estás todo el rato, con quién, qué estás haciendo, te pide la ubicación...", relata. Y añade otras fórmulas habituales: "El aislamiento de los amigos y la manipulación están a la orden del día".

Miriam Jiménez, socióloga, en la grabación que tuvo lugar en EL ESPAÑOL.

Miriam Jiménez, socióloga, en la grabación que tuvo lugar en EL ESPAÑOL. Javier Carbajal

Jiménez habla también de quienes ejercen la denominada "violencia ambiental": no pegan directamente a la pareja, pero rompen objetos, golpean las paredes o agreden a los animales de compañía. Entre los jóvenes, explica, se ve con frecuencia el gesto de tirar el maquillaje de las chicas, de destrozar aquello que ellas valoran.

Educar para prevenir

Durante la conversación, Vicente escucha el análisis de Jiménez y reconoce en él ecos de su propia vida. "Todo eso me ha pasado a mí antes, pero mucho más grave", admite. La diferencia es que ahora existe más información y más recursos. Aun así, ambas coinciden en que falta algo fundamental: educación.

Jiménez recuerda una charla que recibió en el colegio cuando era niña. Allí le explicaron que "violencia de género" no era lo mismo que "violencia intrafamiliar", sino dirigida específicamente contra las mujeres. "Yo llegué a casa y se lo expliqué a toda mi familia. Eso fue una semilla que se plantó en mí", relata.

Para ambas, la "formación en igualdad y en prevención de la violencia machista" debería estar integrada de forma sistemática en el sistema educativo, desde la infancia hasta la universidad. La ley del 2004 ya la incluyó como uno de sus ejes, pero la propia ciudadanía considera que es insuficiente.

Así se extrae del sondeo elaborado por SocioMétrica para Magas | EL ESPAÑOL sobre la percepción de la violencia de género en el país. El 75,8% de la población encuestada coincide en que es la principal vía para frenarla, por delante del apoyo en el entorno (49,9%), la mejora del sistema VioGén (35,5%) y el aumento de recursos en las instituciones (35,1%).

"No es lo mismo saber algo que ser consciente de ello. La información puede estar ahí, pero otra cosa es que te atraviese y la puedas incorporar a tu vida", asegura Miriam Jiménez, voz de una generación que crece en un contexto de mayor accesibilidad tecnológica, pero también marcada por la desinformación y ruido informativo.

Miriam Jiménez y Rosalía Vicente en su conversación.

Miriam Jiménez y Rosalía Vicente en su conversación. Javier Carbajal

El muro de la dependencia

Si algo preocupa a Vicente es la dependencia económica. Ella sabe lo que significa quedarse en casa porque su sueldo se considera prescindible. A Jiménez le alarma que se idealice el modelo de "esposa tradicional" que cede toda la provisión económica a la pareja: "Se está volviendo a poner de moda. Hay un repunte de la división sexual del trabajo".

A lo que se refiere la socióloga es al auge del fenómeno tradwife, un término que ha cobrado fuerza en los últimos años en redes con Estados Unidos como epicentro de esta tendencia. Acumula miles de seguidoras en plataformas como Reddit, donde es posible encontrar foros y manuales sobre cómo ser, según la definición del concepto, una "buena esposa".

Jiménez se pregunta qué ha pasado con las advertencias de las abuelas, que repetían que la independencia es lo primero. "Si te pasa algo, puedes decidir salir de ahí. Pero si no eres independiente y estás en una relación de violencia, ¿cómo sales? ¿Qué pensión vas a tener el día de mañana? ¿Qué capacidad de decisión y de libertad?", plantea.

Miriam Jiménez y Rosalía Vicente frente al objetivo.

Miriam Jiménez y Rosalía Vicente frente al objetivo. Javier Carbajal

Ambas coinciden en que el Estado debe implicarse más para ofrecer salidas reales a las víctimas, entre ellas vivienda y empleo digno. Vicente reconoce que sin el salario de su hijo y sin la posibilidad de trabajar desde la casa de acogida habría sido casi imposible romper con su agresor. Pone el foco en el diseño de las ayudas, todavía, a su juicio, insuficientes.

Pese a los progresos en materia de sensibilización, existe una dificultad para abandonar una relación tóxica derivada del 'enganche' que genera la misma. Jiménez se dirige a posibles víctimas. "No eres la responsable de salvarle. Esa persona necesita ayuda profesional y tú tienes que estar fuera de su vida", expresa.

Vicente añade que el primer límite debe ponerse pronto: "Si te dice que llevas una falda muy corta o intenta controlarte el teléfono, eso no es amor". Y su joven compañera le confiesa una preocupación: "En mi generación, veo que los celos y la posesión están volviendo a verse como algo romántico. Es una señal tóxica de que esa persona no te querrá bien".

La superviviente asiente. Ella tardó años en reconocer que lo que vivía era violencia machista. No quiere que otras lleguen a acumular tanto daño. "La vida es corta y muy bonita", repite y, aunque cree que la justicia aún tiene margen de mejora, aplaude avances recientes como la aprobación del anteproyecto de ley que tipifica por primera vez la violencia vicaria como un delito autónomo en el Código Penal.

El nuevo reto digital

El lenguaje importa. Lo sabe bien Vicente, que se indigna cuando todavía escucha a algunas personas referirse a la "violencia intrafamiliar" como paraguas que diluye la violencia machista, esa que se ha cobrado más de 1.300 víctimas mortales desde 2003, según datos del Ministerio de Igualdad.

Recuerda que España ha sido reconocida por su "avanzado" marco legislativo para combatir la violencia machista, y teme que haya retrocesos que desmantelen ese entramado. Jiménez analiza este fenómeno desde otro ángulo: el del malestar masculino. A su juicio, la cuarta ola del feminismo movilizó sobre todo a las mujeres, pero no consiguió implicar a los varones.

Magas ha citado a la pareja de protagonistas para reflexionar sobre la evolución de la lucha contra la violencia de género en el país.

Magas ha citado a la pareja de protagonistas para reflexionar sobre la evolución de la lucha contra la violencia de género en el país. Javier Carbajal

El resultado, asegura, es una brecha donde conviven chicas concienciadas y chicos que se refugian en discursos reaccionarios. Como consecuencia, alerta de nuevas formas de violencia que ya afectan a niñas y adolescentes, como las deepfakes. "Cogen fotos de mujeres, las desnudan con IA y suben esas imágenes para que todo el mundo las vea. Parece real", dice a Vicente.

Para ella, las nuevas tecnologías no han creado la misoginia, pero sí han multiplicado sus canales y su impacto. A su lado, su compañera coincide y señala la falta de control sobre las plataformas digitales. Cree que debería existir una vigilancia mucho más estricta sobre los contenidos que fomentan el odio y la discriminación contra las mujeres.

En la conversación, las dos piensan en el 25N. A Vicente no le gusta hablar de "celebración"; prefiere llamarlo recordatorio. Reivindica: "Nosotras hemos abierto camino, pero esto es responsabilidad de toda la sociedad". A sus 74 años, sigue haciendo voluntariado como referente de la Fundación Ana Bella, acompañando a otras supervivientes en procesos de denuncia.

Jiménez resume así su mensaje para esta efeméride: "La violencia machista no se ha acabado. Se está transformando. Y esto tenemos que erradicarlo entre todos y todas". Entre ambas se dibuja una certeza compartida: lo que está en juego no es sólo el pasado de las que sobrevivieron, sino el presente y el futuro de las que vienen.

No estás sola

El Ministerio de Igualdad, por medio de la Delegación del Gobierno contra la Violencia de Género, quiere recordar que el teléfono 016 (número gratuito y confidencial que no deja rastro en la factura), así como las consultas en línea a través del email 016-online@igualdad.gob.es, el canal de WhatsApp en el número 600 000 016 y el chat online, accesible desde la página web violenciagenero.igualdad.gob.es/, funcionan con normalidad las 24 horas, todos los días de la semana.

En el 016 se puede pedir asesoramiento sobre los recursos disponibles y los derechos de las víctimas de violencia de género, al igual que asesoramiento jurídico de 8 h a 22 h todos los días de la semana, con atención en 53 idiomas y un servicio adaptado a posibles situaciones de discapacidad.