Lucía Galán es la invitada del pódcast 'Autoras de palabra con Rosa'.

Lucía Galán es la invitada del pódcast 'Autoras de palabra con Rosa'.

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Lucía, mi pediatra: "Los niños no son felices por naturaleza. Uno de cada cinco sufre ansiedad y no debemos normalizarlo"

La experta ha ampliado su libro con más de 100 páginas, en las que aborda temas de salud mental, sexualidad y nuevas enfermedades.

Más información: La literatura se convierte en el motor de la creatividad y la inclusión: así se enfrenta la infancia al reto de las pantallas

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Cinco años después de su lanzamiento, El gran libro de Lucía, mi pediatra regresa en una edición ampliada con 123 páginas inéditas. Lucía Galán actualiza su obra con contenidos sobre salud mental, prevención, educación emocional y sexualidad, consolidándose como un manual imprescindible para padres y cuidadores.

Es la invitada del pódcast Autoras de palabra con Rosa, donde detalla el nuevo contenido y aborda las distintas problemáticas que afectan a los niños y adolescentes en la actualidad. A través de un contenido divulgativo sencillo y cercano, elabora una guía completa.

Con todo lo que ha cambiado en los últimos años —desde los avances médicos hasta la propia sociedad—, ¿qué aspectos te parecieron imprescindibles de volver a tratar?

Muchos. Han pasado seis años desde que escribí el libro y, entre tanto, hemos vivido una pandemia que cambió la mirada de madres, padres y profesionales. No somos los mismos ni tenemos las mismas necesidades.

Por ejemplo, actualicé el capítulo sobre bronquiolitis. Cuando publiqué la primera edición no existía una vacuna, y hoy disponemos de un fármaco que se administra de forma universal a los recién nacidos y ha reducido hasta un 80% los casos graves y hospitalizaciones.

También incorporé el sarampión, que ha vuelto a repuntar por el avance del movimiento antivacunas, y revisé enfermedades como la de Kawasaki o el síndrome PIMS.Y, sobre todo, amplié todo lo relacionado con la salud mental y la neurodiversidad: ansiedad, depresión, TDAH, altas capacidades, autismo…

La pandemia evidenció una brecha enorme en este ámbito, y era necesario abordarlo con la misma importancia que la salud física.

La experta, con su libro.

La experta, con su libro.

También mencionas la alimentación, un tema del que se habla muchísimo y en el que abundan las modas.

Exacto. Las familias buscan información de forma diferente y muchas veces se dejan arrastrar por tendencias que pueden poner en riesgo la salud de los niños. Quise hacer un capítulo claro, conciso, con evidencia científica pero muy práctico, para que las familias puedan aplicar los consejos en su día a día.

Has insistido mucho en la importancia de la salud mental. ¿Crees que la ansiedad, tan presente en los adultos, también se está trasladando a los niños?

Absolutamente. Es el trastorno mental más frecuente en la infancia y la adolescencia: afecta a uno de cada cinco niños y condiciona su bienestar, sus relaciones y su rendimiento escolar. Siempre repito una frase que me acompaña desde mi primer libro: “Si mamá está bien, todo está bien".

Educar desde la calma es esencial. Los problemas llegarán, pero la diferencia está en cómo los afrontamos. En mi infancia, mi casa era refugio. Recuerdo llegar angustiada y encontrar a mis padres serenos, ayudándome a poner orden en el caos.

Aún hoy, hablar con mi madre me baja la frecuencia cardíaca. Ese es el mayor legado que me dejaron: educar desde la tranquilidad, el amor y la serenidad. Intento transmitir lo mismo a mis hijos y a mis pacientes. En un mundo que vive con prisa, la calma es un bien inmenso.

¿Qué señales de depresión infantil solemos pasar por alto en casa?

Todavía existe la creencia de que los niños son felices por naturaleza. Nos refugiamos en la idea de la inocencia infantil y olvidamos que ellos también tienen preocupaciones, ansiedad, tristeza e incluso pensamientos destructivos o suicidas.

La infancia incluye momentos de melancolía, ira o frustración, y necesitan vivirlos. Lo que para un adulto es manejable, para un pequeño de ocho años o un adolescente de 15 puede ser una auténtica crisis vital. Debemos mirar a nuestros hijos con humildad: ser niño no implica felicidad constante ni que los deseos se cumplan mágicamente. La fragilidad emocional es hoy uno de los principales desafíos.

¿Dirías que esa es la herida emocional más frecuente en los adolescentes?

Sí. La ansiedad es, con diferencia, el trastorno mental más común entre los adolescentes. Y lo preocupante es que, como los adultos también la sufrimos, hemos llegado a normalizar y no le damos la importancia que merece.

No es algo que haya que aceptar sin más, necesita tratamiento. Se puede salir adelante, con ayuda profesional, con terapia. Sin embargo, en la consulta escucho a menudo frases como: “Yo he tenido ansiedad toda la vida, así que supongo que mi hijo también es así”. No lo normalizaríamos si se tratara de un dolor físico. Si cojeamos, vamos al traumatólogo; pues con esto debe ocurrir lo mismo.

A veces proyectamos nuestros propios síntomas sobre los hijos, o minimizamos lo que sienten. Hay niños que empiezan a manifestar signos de ansiedad desde edades muy tempranas, y no se detectan a tiempo, cuando sí tienen tratamiento y solución.

En tu libro hablas de sexualidad, un tema que muchos padres no saben cómo abordar. La masturbación infantil suele generar preocupación.

Es normal sentirse incómodo; venimos de una educación muy silenciosa en ese tema. La exploración del propio cuerpo empieza desde muy pequeños, incluso a los 12 meses, y es completamente natural. La masturbación infantil forma parte de ese aprendizaje. Lo clave es explicarlo con calma, sin miedo ni vergüenza, y enseñar que es privado.

Hablar con nuestros hijos, antes que dejar que busquen respuestas en Internet, ¿verdad?

Totalmente. La Asociación Española de Pediatría ya ha advertido que la edad media del primer contacto con la pornografía es de ocho o nueve años. Y sabemos el impacto que eso tiene en cerebros tan inmaduros.

La pornografía no tiene nada que ver con el afecto ni con la ternura. Centra el placer en el hombre y proyecta modelos de relación basados en la sumisión. Por eso debemos hablar de ello abiertamente con nuestros hijos. Ellos necesitan saber que las relaciones sexuales deben basarse en el respeto, la comunicación y el consentimiento.

La educación en este terreno no empieza a los 14 años sino con cada pregunta, con cada conversación sencilla y no hay que esquivar la respuesta. Aprenden desde el tono emocional con que les hablamos, y si lo hacemos desde la evasión, dejarán de preguntarnos.

Y entonces buscarán respuestas en otro lado —en amigos, en internet—, y probablemente las encuentren distorsionadas.

La pediatra advierte de que hay que hablar de sexualidad con los niños.

La pediatra advierte de que hay que hablar de sexualidad con los niños.

Has publicado siete libros, fundado un centro médico, colaborado con UNICEF… ¿Ha eclipsado 'Lucía, mi pediatra' a Lucía, la persona?

No, no hay personaje. Soy la misma en la consulta, en casa o escribiendo. En mis libros comparto también mis miedos como madre, y creo que eso conecta: mostrar vulnerabilidad. La maternidad te baja a tierra. Yo ya era pediatra y pensaba que nada me sorprendería, hasta que llegó mi primer hijo y me demostró que todas somos iguales.

No he tenido crisis entre persona y personaje, aunque a veces fantaseo con desaparecer un tiempo y que alguien lea: “¿Qué fue de Lucía, mi pediatra?”. Pero es una fantasía bonita, desde la calma.

En tu profesión imagino que has vivido momentos muy duros. ¿Recuerdas alguno que te haya marcado especialmente?

Sí, muchos. Soy muy sensible y hace años decidí renunciar a la distancia emocional que a veces se espera de los médicos. La empatía no resta profesionalidad, la multiplica. Me he reído y he llorado con mis pacientes.

Uno de los casos más recientes fue el de una mamá a la que diagnosticaron un cáncer estando embarazada. La acompañé hasta el nacimiento de su bebé, hoy de dos años. Era un tumor muy agresivo y, aunque intentaba mostrarse fuerte, yo veía su miedo entre líneas.

Hace unos meses, su marido me escribió para decirme que había fallecido, pero que quería que siguiera siendo la pediatra de su hijo. Me contó que los días antes de cada cita decía: “Tengo que estar fuerte para ver a Lucía”. Me derrumbé. Lloré mucho.

La vida es frágil y lo que queda es el amor que dejamos en los demás. Si en esas visitas pude darle un poco de paz, entonces todo valió la pena.

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