La escritora lanzó en septiembre su última publicación.

La escritora lanzó en septiembre su última publicación. Esteban Palazuelos

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Luz Gabás revive la fiebre del oro con su último libro: "Migrar debería ser una opción, no una obligación. Hay que apoyarlos"

La autora, que obtuvo el Premio Planeta por Lejos de Luisiana, ha regresado con una joya que se adentra en el siglo XIX norteamericano.

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En la California de 1849, la fiebre del oro transformó una tierra salvaje en un hervidero de sueños, codicia y supervivencia. En Corazón de oro, Luz Gabás regresa al terreno de la gran novela histórica para narrar las vidas de quienes lo dejaron todo en busca de fortuna.

La autora, que obtuvo el Premio Planeta 2022 con Lejos de Luisiana —ambientada también en un territorio fronterizo de fuerte raíz hispana—, explora ahora el choque cultural, el desarraigo, la ambición y la dignidad en una tierra en plena transformación.

En tu libro citas: "Por encima de todo, guarda tu corazón, porque de él brota la vida", ¿te refieres a la codicia del metal precioso o a la pureza del alma?

A ambas. Habla de la ambición, que puede volverse codicia, pero sobre todo de la bondad. Esa es la raíz de la historia: un personaje con principios que se pone a prueba en cada etapa del viaje, especialmente al enfrentarse a otras culturas.

¿Te atrajo también el contexto histórico, ese tiempo tan convulso y a la vez tan fascinante?

Sí, totalmente. El oro aparece en 1848 y en 1849 estalla la fiebre, justo cuando el territorio deja de ser español y mexicano para pasar a manos estadounidenses. En muy poco tiempo, hubo familias que pasaron por tres nacionalidades distintas, con leyes y formas de vida impuestas.

Todo eso generó mucha confusión: ¿cómo explicas a tus hijos quién eres? Además, llegaron miles de personas de todo el mundo. San Francisco pasó de 500 a 20.000 habitantes en apenas dos años. Fue un cambio brutal, lleno de tensiones, pero muy rico para contar una historia.

En la novela también recuperas la presencia de españoles en esta aventura dorada en California. ¿Sentiste cierta responsabilidad al abordar ese episodio poco conocido?

Más que un rescate, fue un descubrimiento. Yo lo viví en los años ochenta, pero después supe que incluso personas del Alto Aragón llegaron a tener ranchos allí.

Conocía algo del tema, sobre todo del siglo XX, cuando muchos pastores emigraron, pero no quería centrarme en eso; me recordaba más aPalmeras en la nieve, los años cincuenta. Buscaba ir más atrás, a un momento de cambio.

Al documentarme, descubrí que había bastantes españoles en las minas del este estado: algunos llegaban directamente, otros tras pasar por Argentina. Encontré dos vías posibles y pensé: esto es un historión. Fueron muchos más de los que imaginaba. Así que, sí, fue un hallazgo.

Mencionas Palmeras en la nieve, y precisamente una de las escenas iniciales ocurre en Pasolobino. ¿Por qué decidiste empezar ahí? ¿Es un guiño consciente a esa otra historia?

Sí, me hacía mucha ilusión. Necesitaba que el personaje partiera de algún lugar de España hacia California, y pensé que por qué no Pasolobino. Desde ahí pueden salir protagonistas a cualquier parte del mundo, porque es ficción, pero también porque en la realidad pasa.

Recupero así el pueblo de mi familia paterna, Cerler, donde siempre encuentras historias de alguien que estuvo aquí o allá. No tenía sentido ubicarlo en otro lugar: sé que mis lectores lo entenderán como un guiño.

En Palmeras en la nieve se menciona que, en aquella época, igual que algunos se fueron a Guinea, otros dudaban sobre si ir a Argentina. Esta vez, he cumplido esa otra posibilidad: me los he llevado a América.

La escritora se adentra en esta ocasión en la California del siglo XIX.

La escritora se adentra en esta ocasión en la California del siglo XIX. Esteban Palazuelos

¿Cuál es el hilo conductor de tu novela?

Creo que tiene un vínculo claro con Lejos de Luisiana. Cuando la terminé, acaba en 1803, me quedé con ganas de más porque justo ahí comienza la gran expansión hacia el oeste que conocemos por las películas. Quise ir hacia ese momento, pero sin escribir un western al uso.

Aunque tiene elementos típicos como carretas, paisajes y conflictos con los nativos, quería contar una historia más profunda y revisionista: cuántas cosas no sabemos, como la presencia española o vasca, o cómo era la vida en los campamentos al principio, en 1849 y 1850, antes de la Guerra de Secesión.

Me interesaba mostrar cómo empieza todo: cómo llegan, cómo viven, quién hace dinero, en qué invierten… Esas cosas cotidianas que crearon el mundo de California como se conoció después.

Tu novela aborda la convivencia entre buscadores de fortuna, colonos, indígenas e inmigrantes. ¿Crees que ese choque del siglo XIX guarda algún paralelismo con las migraciones actuales?

Sin duda. Primero, quienes llegan buscan una vida mejor. Segundo, creen llegar a un paraíso, pero el territorio puede ser hostil. Tercero, chocan con quienes ya viven allí. En California, algunos estadounidenses reclamaban una zona como suya, mientras que otros inmigrantes defendían que tenían los mismos derechos por llegar todos al mismo tiempo.

Al investigar, vi que muchos conflictos, como la rivalidad con chilenos e irlandeses, me recordaban a situaciones actuales. Era un lugar salvaje, con muchos hombres jóvenes enfrentándose a la supervivencia. Aunque los tiempos cambian, la naturaleza humana se repite.

La pertenencia y el desarraigo se reflejan en personajes que se marchan para sobrevivir y otros que permanecen para defender lo suyo. Cintia, por ejemplo, es testigo de la antigua California hispana. ¿Qué representa su rol?

El fin de una época. Es una de las personas que habla español en la zona y se consideran californios, gente que, aunque no tenga raíces indígenas, se siente de allí porque nació en esa ubicación.

Para ella, la tierra es un legado, un apego que ha heredado y aprendido a cuidar. Tiene una responsabilidad hacia esa tierra, aunque sabe que debe adaptarse a los nuevos tiempos.

La autora posando junto a su nuevo lanzamiento.

La autora posando junto a su nuevo lanzamiento. Esteban Palazuelos

La fiebre del oro transformó radicalmente California. ¿Hay algún aspecto de ello que te haya llamado especialmente la atención?

Para mí, el gran descubrimiento fue cómo creció San Francisco, las duras condiciones en los campamentos mineros y la presencia de los galgos, grupos de hombres que hostigaban principalmente a inmigrantes chilenos, mexicanos e irlandeses.

Esa parte es clara, aunque desconocía muchos detalles. Sabía que las relaciones entre unos y otros no eran fáciles, pero no con tanta profundidad.

¿Te dolió o sorprendió más esa realidad?

Sí, me sucedió lo primero, porque tenía otra imagen, probablemente influida por películas o textos más amables. Fue una etapa dura, con hechos muy crudos, y todo lo que aparece en la novela está basado en hechos reales.

Autoras de palabra con Rosa, Luz Gabás

Has mencionado a las mujeres, las gambusinas, las buscadoras de oro. ¿Qué descubriste sobre ellas?

Quise saber todo lo posible sobre la experiencia de los españoles de entonces y descubrí historias fascinantes sobre estos perfiles femeninos.

Por ejemplo, encontré noticias de dos jóvenes, una de 20 y otra de 16 años, que montaron su propia tienda y además trabajaban haciendo esto, acompañadas por un hombre africano que les hacía la comida. Habían dejado sus hogares para tentar la suerte, algo poco común pero real.

Aunque eran un porcentaje muy pequeño y por eso decidí no centrar la novela en un personaje femenino que se dedicara a este desempeño, me pareció importante reflejar que sí existían y que algunas lograban reunir suficiente dinero para empezar otro negocio o comprarse un rancho.

La mayoría de las mujeres, sin embargo, trabajaban en servicios relacionados con el crecimiento de la población, como en hostelería o tiendas.

En general, las condiciones eran duras y pocos se quedaban más de uno o dos años, pero estas buscadoras de oro son un ejemplo claro de la ambición y el esfuerzo en un mundo dominado por hombres.

Has sido docente universitaria y ahora eres una de las novelistas más leídas y premiadas. ¿Qué parte de profesora sigue viva en la escritora que eres hoy?

Creo que bastante, porque no puedo evitar querer que, además de disfrutar la lectura, el lector se quede con la sensación de haber aprendido algo nuevo. Para mí, eso es fundamental en cualquier libro que cuente algo real.

Siempre busco un equilibrio para que la historia no pese demasiado y deje espacio a la ficción y la imaginación, que son lo que realmente entretienen.

¿Cómo ha cambiado tu vida después de ganar el Premio Planeta?

He viajado mucho y conocido a cantidad de lectores, pero luego volví a encerrarme para seguir leyendo y estudiando. Creo que mi vida no cambió demasiado, salvo la tranquilidad económica, que me permite escribir sin prisas y tomarme más tiempo.

En esencia, sigo llevando la misma vida: cuidar de mi familia, sacar adelante a mis hijos y estudiar. Así que, en realidad, la rutina se mantiene igual.

Luz Gabás posando ante la cámara de Magas.

Luz Gabás posando ante la cámara de Magas. Esteban Palazuelos

¿Qué lecciones sobre el corazón humano se pueden extraer hoy de la fiebre del oro?

Creo que, incluso en las circunstancias más difíciles, siempre hay gente maravillosa. Este periodo mostró una sociedad en constante crecimiento y adaptación: después de un incendio, por ejemplo, las casas se reconstruían en pocos meses, y había vida cultural con circos y teatros.

También hubo conflictos, muchos ligados más a temas económicos que morales, como la competencia laboral entre migrantes y locales, algo que se repite hoy. Muchos de los que llegan solo buscan una vida mejor y sería ideal apoyarlos para que estos traslados sean una opción, no una obligación.

En definitiva, la capacidad humana para adaptarse y salir adelante pese a las dificultades es lo que más destaca para mí.

Quedémonos con esa frase que mencionaste: "Guarda tu corazón, porque de él brota la vida." ¿Qué significa para ti esa idea, tanto en la novela como en la realidad?

Es una frase sencilla pero muy poderosa. Habla de que somos responsables de cuidar nuestro corazón, de elegir si dejamos que brille o se ensombrezca. Aunque a veces parezca que nos controlan desde fuera, tenemos la capacidad de pensar y decidir cómo actuar.

Cuanto más leemos y reflexionamos, mejor entendemos el mundo y podemos escoger ser amables o no. Mostrar lo mejor de nosotros es una decisión libre que requiere fortaleza interior, algo que debemos cultivar cada día.

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