Carme Chaparro posando en una foto promocional de su último lanzamiento.

Carme Chaparro posando en una foto promocional de su último lanzamiento. Hugo G. Pecellín

Protagonistas

Carme Chaparro vuelve con 'Venganza': "La literatura me da la capacidad de denunciar lo que no puedo en las noticias"

La presentadora publica un thriller apasionante que pivota entre el poder de los medios, el dinero y la realidad que se muestra al público.

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Rosa Sánchez de la Vega
Publicada
Actualizada

Venganza cierra la trilogía de Carme Chaparro que comenzó con Delito y Castigo, y lo hace golpeando fuerte. La periodista y escritora explora la pulsión más humana: el deseo de revancha, en un thriller que atrapa y obliga a mirar la realidad de otra manera.

Más que intriga, la publicación es una radiografía social: disecciona poder, manipulación y silencios. Cuestiona qué es justicia y qué es verdad en un mundo dominado por medios, redes y algoritmos. Entre tensión y reflexión, la autora muestra los secretos de la autoridad mediática y de la influencia tecnológica que condicionan nuestras vidas.

Tus novelas parecen escritas con bisturí, con esa precisión que disecciona la realidad. ¿Eres consciente de esa manera de narrar?

Sí, creo que tiene que ver con cómo veo el mundo. Lo observo analizando cada cosa. Es algo que también está muy ligado a mi formación de periodista, a cómo he tenido que mirar y contar lo que sucede. Y luego, en los libros, me doy el lujo de clavar ese instrumental todavía más al fondo.

La trilogía ha seguido un recorrido muy claro: primero Delito, después Castigo y ahora Venganza, pero, ¿esta última entrega estaba prevista desde el principio?

No, para nada. Fue una publicación no planificada, como todas las mías. Aunque puede dar la sensación, por cómo se va armando la trama, de que ese final estaba pensado desde el inicio, no es así. Estoy segura de que muchos lectores, cuando descubran lo que hay detrás de la televisión, pensarán: "Ostras, aquí ya no estamos ante un bisturí, sino ante una sierra eléctrica".

La televisión recorre toda la novela, pero el arranque es impactante: Carlo Manso colgado de un edificio en la Gran Vía. ¿Qué buscabas con esa escena?

Quería sorprender. La trilogía empezó en el Edificio España, siguió en la Puerta de Alcalá y termina en el cartel luminoso de Schweppes en Callao. Se me ocurrió matar a un multimillonario de forma impactante: colgado de una letra, medio desnudo, mientras todos grababan y las plataformas colapsaban. Y hay alguien que lo observa. Ese misterio es clave para la trama.

En Venganza pones bajo la lupa a los medios, las redes y la inteligencia artificial. ¿Qué te inquieta más: el poder de los algoritmos o la pasividad de la sociedad ante ellos?

Me da mucho más miedo lo segundo. Estamos dejando de pensar y preferimos que las máquinas lo hagan por nosotros. Empezó con cosas pequeñas, como Google Maps, y ahora preguntas cualquier cosa a la IA sin cuestionarla.

Ya hay casos de gente que se suicida o mata a su familia porque esta herramienta fue su 'psicólogo'. Muchos adolescentes recurren a ella para desahogarse, lo que antes hacían con padres o amigos. Mi miedo inmenso es que las personas dejemos de ser críticas, de leer, de pensar y de modelar el mundo a nuestra manera.

¿Van las máquinas a transformar el mundo a su manera y no como lo haríamos nosotros?

La inteligencia artificial es un elemento de dominio, pero lo inquietante es que la realidad empieza a superarla. El verdadero terror será cuando tome conciencia del planeta y se pregunte: "¿Hay una especie que lo destruye? ¿La elimino para conservarlo o la dejo seguir?" Ese día habremos alcanzado un punto de no retorno y creo que estamos muy cerca.

En Venganza afirmas que después de leerla no volveremos a ver la televisión de la misma manera. ¿Qué es lo que más nos oculta el medio cuando creemos estar informados?

La televisión es un juego de luces, de decorados y de presentadores sonrientes… pero también es poder, y mucho.

Yo he querido mostrar lo que hay detrás: dónde se toman las decisiones, qué intereses pesan, por qué se elige un tema y no otro. Que el espectador, al encender el televisor, se haga preguntas distintas. Y si alguien piensa que hay parecidos con la realidad… bueno, es ficción, y serán los lectores y oyentes quienes lo descubran.

Esa mirada crítica hacia el medio también forma parte del juego. Desde tu experiencia, ¿qué es más difícil de contar: lo que intuimos desde fuera o lo que solo se descubre al vivirlo por dentro?

Depende de lo que cada cual sospeche. En Venganza esto se multiplica, porque no solo hay una sala de autopsias, sino también tele, redes, trending topics e inteligencia artificial. El que tiene el libro entre sus manos se pregunta: "¿Por dónde va esto? ¿Qué significa aquello?" Y lo fascinante es que la novela abre caminos y muestra un poder inmenso que ya nos está manejando.

En tu experiencia personal dentro del mundo de la televisión, ¿cuándo sentiste que pasó de ser un servicio público a convertirse en espectáculo?

Es que también tiene que ser espectáculo, porque cumple esa función de compañía y evasión. Después de un día agotador, mucha gente solo quiere sentarse a no pensar y dejarse llevar. Antes era un punto de encuentro en el salón, como una chimenea; ahora, cada uno la ve en su pantalla, en el metro o en su habitación. Ha cambiado mucho.

Pero una cosa es entretener y otra informar: en los informativos la rigurosidad debe ser máxima, y es esencial marcar esa diferencia.

Has mencionado las autopsias, forenses y sociales. Yo diría que es un aspecto que te interesa especialmente.

Sí, creo que en todos mis libros está presente, y eso viene de mi manera de observar el mundo, también de mi trabajo. Lo decía al principio: el bisturí se clava en la realidad.

Muchas veces, en mi labor periodística, no tengo espacio para denunciar determinadas cosas. Me refiero a una cuestión física, porque un informativo dura 30 minutos; pero también de estilo, porque en las noticias no puedes adjetivar. Y a mí me gusta hacerlo, poner matices, forzar el lenguaje. La literatura me da esa capacidad de decir lo que de otro modo no podría. Y eso me da mucha paz.

Tus novelas, además de ser adictivas, son incómodas. Creo que buscas precisamente provocar en el lector ese desasosiego, esa rabia, esa conciencia.

Quiero que también ría, porque hay momentos para ello. Pero sí, son páginas que arrastran y que obligan a hacerse preguntas.

Hay escenas que no son sangrientas, pero resultan muy incómodas emocionalmente. Las escribí en un momento muy duro: mi padre murió hace pocos meses y estuve a su lado en paliativos. Ese dolor, cogerle la mano, escuchar su respiración, me hizo pensar que en mis publicaciones me había quedado corta.

Llevo conmigo una estrella con un trocito de su ceniza, como talismán y refugio. Él dejó de sufrir, pero nunca es lo mismo imaginarlo que vivirlo.

En Venganza no todo es tensión ni desesperanza: hay risa, ritmo, velocidad… y, por supuesto, bisturí. ¿Cómo trabajas ese equilibrio?

Para mí, el libro se construye como un informativo: una montaña rusa donde no puedes estar todo el tiempo arriba. Es como una melodía, hay que marcar el ritmo. De repente, en medio de algo muy duro, surge un detalle que hace reír: "¿Cómo puedo hacerlo ahora? ¿Cómo algo tan absurdo ocurre en un momento tan grave?"

Quiero que el lector también lo viva así. Las novelas son para disfrutarlas, engancharse y sonreír. Eso busco en cada una de ellas.

Autoras de palabra con Rosa, Carme Chaparro

Personajes como Santi, Ana y Berta, todos con cicatrices que los marcan. ¿Cuál de ellos se ha llevado algo de ti que todavía sientes que no has recuperado?

Creo que, al leer Venganza, la gente entenderá que Berta es la que más lo ha hecho y la que más me ha dolido. Yo escribo muy rápido, y el releer algunas escenas me ha hecho daño, incluso cuando parecen momentos ligeros, como cuando se ríe o disfruta de algo.

Esa contradicción, ese dolor que se mezcla con la risa, me golpeó. Hay que perderse en las páginas del libro para comprender por qué digo que es Berta.

Hoy, Carme, ¿qué entiendes por justicia? ¿Crees que la institucional alcanza frente al dolor humano?

Siempre se va a quedar corta frente a ello, porque cada persona siente y procesa el sufrimiento de manera diferente. He trabajado más de 25 años en informativos y he visto a padres de niñas asesinadas frente a los responsables sin reaccionar físicamente, y yo pienso: "Yo me hubiera lanzado encima".

Para mí, debería ser reparadora. Tiene que ayudarnos a superar el daño, sea un golpe al coche, cualquier pérdida o incluso un asesinato. Y en España necesitamos invertir mucho más: mira cómo Hacienda actúa con precisión gracias a sus ordenadores, pero la justicia no tiene los medios suficientes para ser realmente efectiva y reparadora.

He reflexionado mucho sobre la venganza mientras escribía este libro y entendí algo importante: no sirve de nada. Solo te atrapa en una espiral de odio y te roba tiempo de vida que podrías dedicar a disfrutar, pasear o estar con quienes te quieren.

Tras la muerte de mi padre lo comprendí aún mejor: lo que importa es la gente que te quiere y buscar la felicidad. La revancha no da nada; dedicarle tiempo es perder vida.

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