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Nunca había conocido a nadie como Alejandro Talavante. Lo distinguí ya mientras le veía bajar las enormes escaleras acolchadas del Hotel Palace, esas escaleras que hacen un remolino que recuerda a él mismo, un hombre pendiente siempre de la tensión del giro, de la posibilidad de detener el tiempo en el destello mágico de las cosas.

Viene moreno del campo y del sol de Málaga, donde se fue unos días a descansar. Viene con tatuajes en los brazos. Viene impecable, sereno, sombrío: se duele un poco de una costilla porque es bíblico. Viene oliendo a gloria, con el cabello repeinado por el rastrillo de las verdades antiguas que resultan insolentemente modernas.

Es joven y viejo, quiero decir: es inmutable y eterno.

Es imagen de Armani y lee a Marco Aurelio. Es estoico. Es atípico. Es desordenado. Fuma. Recuerda la nota de despedida de Camarón antes de morir: “De este que ya es libre”. Admiraba a José Tomás y admira a Morante.

De niño, cerraba los ojos en el cine durante las dos horas que duraban las películas de miedo, pero el toro es otro cantar. El toro es su pareja fatal de baile, su amor demoníaco.

Quiso ser futbolista y paleontólogo. Ahora es hondo y largo y anda colmao’ de misterios.

Vídeo | Alejandro Talavante: "Cuando estás enamorado, te pones a torear y todo te sale bien" Edición: Jose Verdugo

Es una criatura especial, Talavante. A veces sonríe con timidez pero sabemos de su bravura. Dice “no sé” pero sabe. Él entiende cosas. Cosas umbilicales, cosas importantes. “Merece la pena jugarse la vida por respeto al que tienes delante, que te la está entregando sin ningún reparo. En cada arrancada del toro, te da un trocito de vida. Yo pienso que la mejor forma de entregarte es ignorando tu conservación”, le confesó una vez a Jesús Quintero. Pero, ¿es que se puede querer menos?

A Talavante le interesa la felicidad. Cuando sale del trance, tiene mucho cachondeo en lo alto. Es encantador. Es carismático. Es un amigo que apetece tener. Maneja sueños, profecías y visiones: como los flamencos, como los filósofos, como los poetas. Decía Salinas: “Yo no necesito tiempo para saber cómo eres. Conocerse es el relámpago”, y él está tocado por la varita.

Hoy hablamos con el maestro sobre amor y mujeres, sobre mito y símbolo y deseo. Hace falta mucha ternura para ser un gran espada.

Hablemos sobre Antonia Rodríguez, primera mujer de tu vida. Tu señora madre.

He estado muy unido a mi madre desde pequeño. Es una mujer que tiene mucho carisma y mucha personalidad, y siempre me ha gustado su sentido común sobre todas las cosas, desde niño. Me sigue ayudando muchísimo a la hora de la crianza de mis propios hijos. Ha tenido un papel muy importante en mi vida. Estoy feliz con la madre que tengo.

¿En qué te pareces a ella y en qué te diferencias?

Los dos somos determinantes. También tenemos empatía por las personas. Eso es importante para nuestro camino en la vida.

¿Qué consejos te da sobre la crianza de tus hijos?

Bueno, me regaña también. Para ella, cuando eran pequeños, era todo un desastre. Yo trataba de hacerlo lo mejor posible, escuchándola mucho siempre. El mayor tiene ahora 16 años y en él se ve todo el trabajo que le ha puesto ella desde niño.

Tu madre te dijo que sí a lo de ser torero pero pensaba que se te iba a pasar.

Sí. Pero a ella le hacía gracia también porque yo era el primer nieto de mi abuelo, que venía de una familia de tres mujeres, tuvo tres niñas como hijas, y tenía muchas ganas de tener un nieto que fuera torero.

La profecía. ¡La estrella!

Sí. Al cumplir el sueño de mi abuelo, mi madre me tiene un cariño especial.

"La niña que te gustaba nunca te miraba, pero eso está bien: esa decepción constante te hace empezar a entender cómo funciona la vida"

Tienes hermanas.

Sí, yo soy el mayor. Somos tres chicos y tres chicas. Tres morenos y tres rubios. Cada uno es diferente al otro. Quizá yo sea un poco más dominante por ser el mayor, pero mis hermanos tienen otras fuerzas y yo les pido consejo en muchas ocasiones. Somos una familia muy unida. Nunca nos hemos hablado mal.

Tienes 37 años. Naciste en el 87, en Badajoz. ¿Cómo era tu manera de ser niño y de mirar entonces a las niñas?

Había niñas en mi clase. Uno cuando es niño siempre sueña con gustarle a la chica que le gusta, pero eso casi nunca pasa.

¿Por qué dices que no pasa?

Yo creo que uno siempre es como es, también a esas edades. Con el tiempo sólo te afirmas. Y en esos momentos es difícil acoplarse a lo que viene dado, uno no entiende de consonancias. La niña que te gusta no te mira, pero eso está bien, porque esa decepción constante te hace empezar a entender cómo funciona la vida. Yo me enamoraba cada día.

¿Cuál fue la primera vez que fuiste correspondido?

Con 16 años empecé a madurar más. Siempre he tenido buen trato con las mujeres, quizá por el hecho de haber tenido a mi madre tan encima.

El torero Alejandro Talavante, de niño, quiso ser futbolista o paleontólogo. Ahora le llaman maestro.

El torero Alejandro Talavante, de niño, quiso ser futbolista o paleontólogo. Ahora le llaman maestro. Alejandro Ernesto.

¿Tienes amigas?

Sí, tengo amigas, gracias a Dios. A mí, sobre la mayoría de temas, me gusta más consultar mis dudas a mis amigas que a mis amigos. Me importa la sensibilidad y la mirada de la mujer. Yo me siento masculino, pero me interesa entender a las personas que no son como yo.

¿Qué te dio más miedo, enfrentarte por primera vez al cuerpo desnudo de una mujer -ese deslumbramiento iniciático- o al cuerpo del miura, de la bestia en la plaza?

¡Puf! Yo lo veo casi igual. Son miedos que ponen en brete tu seguridad en ti mismo. Y esos miedos son parecidos y difíciles. La vida no es fácil y si no te sale bien, eso te puede dejar marcado un tiempo, hasta que consigues encontrar algo que se acopla más a ti… Pero no sé, yo tuve suerte desde el principio con los toros y con las mujeres, siempre me fue bien.

¿Por qué toreas tú, qué es lo que estás buscando?

Busco redimirme de algo que se crea incesantemente dentro de mí. Hay una parte que siempre está creciendo, desde que uno nace torero, y lo que busca es sacársela de encima, porque a veces supone una carga.

"Yo toreo porque busco redimirme de algo que se crea incesantemente dentro de mí. Nunca se curará. Todo es un colirio momentáneo"

¿Y se cura algo, se puede paliar algo? ¿O es como un monstruo de muchas cabezas de la mitología, que cuando cortas una salen otras seis?

No se cura. Todo es un colirio momentáneo.

Decía Felipe Benítez Reyes en el prólogo de Belmonte, matador de toros, que “se torea como se es”. ¿Qué dice de ti tu forma de torear?

Yo creo que mi forma de torear habla de mi aplomo en las situaciones difíciles. Quizá en una situación más fácil tengo menos talento, pero en una situación complicada, creo que el que tiene alma de torero, tiene una frialdad especial.

¿Cuando distinguiste tú que lo eras?

Desde que tengo uso de razón lo sé. Nunca le he visto dificultad al toro, a pesar de tener momentos difíciles. El comienzo en esta profesión siempre es difícil, es una profesión muy cerrada muy competitiva, pero yo siempre sentí que iba para adelante.

De alguna manera ya desde niño, cuando estaba en la escuela taurina, sentía un respeto especial de los chicos mayores. Y yo me lo creía (ríe). Creí que tenía una estrella o algo.

O sea, que te sientes llamado a esto.

Sí. Eso también te hace crecer, claro, porque tú te lo crees, y la creértelo pues… es increíble los límites que puedes pasar. Si no te lo crees, es imposible.

¿Es tu vida cuando no hay un toro delante? Cuando te planteas el hacerte mayor, el futuro, la vejez. ¿Es posible tu vida sin un toro dándote vuelvas a la cabeza, como el anillo a Saturno?

Es difícil imaginármelo, porque el toro es como una medicina. Tú te encuentras mal y toreas y te encuentras bien. Entonces relativizas todo lo que te pasa fuera de la plaza. No creo que pueda aprender a vivir sin ese golpe de adrenalina que te da el toro y que te cura de otros dolores.

¿Y si se prohíbe?

Es que no se puede prohibir, no del todo, no existe el fin. Y no porque esto sea una fiesta, sino porque siempre va a haber algún hombre que tenga la inquietud de saber qué frontera hay que pasar para llegar a ponerse delante de un toro y dominarle y mirar su sombra…

Es más una inquietud del ser humano, una pulsión de conocimiento o de expresión que el hecho de que sea un fiesta o un folclore o incluso como cultura. Una cosa no tiene por qué permanecer porque sea cultural, porque sea tradición, porque se haya hecho siempre. Es una necesidad del hombre saber si tiene valor para hacer eso.

Es algo más antropológico, más filosófico y más psicológico.

Sí. Es enfrentarte a ti mismo de verdad.

"El toro no se puede prohibir. No por fiesta, ni folclore, ni cultura (una cosa no tiene que permanecer por tradición), sino porque es una inquietud del hombre"

¿Qué sabes de tus miedos?

Todo.

¿Y qué me puedes contar de ellos?

He llegado a dominar muchos y otros… me cuestan más. Hay límites que uno puede alcanzar y otros que no, pero el miedo es pensar demasiado las cosas. A veces creo que no hay que pensar tanto.

Creo que tu padre te azuzaba de chico y te decía que no te podías dedicar al fútbol porque te daba mucho miedo, y, ¡coño…!

Sí. Yo es que era un niño miedoso. Mi madre siempre me decía “cuidado” con todo. Yo tengo un vértigo tremendo. Y claustrofobia. Recuerdo un día en que me quedé aquí en Madrid encerrado en un ascensor y la verdad que tuve que hacer meditación para poder soportarlo.

El maestro sentado en las escaleras acolchadas del Palace, donde esta semana descansaba antes de su corrida en Las Ventas.

El maestro sentado en las escaleras acolchadas del Palace, donde esta semana descansaba antes de su corrida en Las Ventas. Alejandro Ernesto.

He leído que haces yoga, también.

Hago algunos ejercicios que me sirven como estiramientos, yoga como tal, no. Pero me gusta sentirme bien con el físico, porque es muy importante con el toro tan grande que sale hoy en día. Lógicamente, me da mucha seguridad en mí mismo.

Hablemos de la masculinidad. ¿Cuál ha sido tu propio camino hacia ella, qué convierte a un hombre en un hombre?

Cada uno tiene su toque. No creo que exista un prototipo o un perfil masculino. Cada uno hace lo que puede. Si como masculinidad pones las virtudes de un toro… imagínate, parecerte a un toro, que es lo que quería Picasso.

Decía que él quería ser un toro, que su objetivo filosófico como hombre era llegar a tener la valentía de un toro, y el poco respeto a la vida, pero con la dignidad siempre en la pelea, con el honor.

Quizá lo más importante que puede tener un hombre para mí es que sea honorable y que sea alguien que trate de encontrar su camino.

"Picasso quería ser un toro, quería su valentía, su dignidad y su poco respeto por la vida. Quizá lo más importante que puede tener un hombre para mí es que sea honorable"

Este es un poco el país de los cojones. Aquí siempre se dice “hazlo, si tienes cojones”. ¿Cuánto hay en ti de cojones, cuánto de poesía y cuándo de cerebro? ¿Cómo te dejas gobernar por ese triángulo?

Habrá un poco de todo, supongo. Lo que pasa es que en mí todo está caóticamente ordenado ahí. El pensamiento quizá sea la parte más fuerte, lo pienso todo mucho, constantemente: es imposible que el pensamiento abandone a un hombre.

Y es bueno construir un pensamiento bueno y rico en información para que cuando uno esté solo, no se aburra. Es desde el pensamiento desde donde se consigue una vida feliz y plena, con sentido. A mí me gusta entretenerme conmigo mismo.

¿Qué viste en José Tomás para elegirle como alguien a quien admirar?

Quizá vi en él las virtudes que uno ve en su héroe de la infancia. Lo que él me transmitía en la plaza me hacía verle como un súperhombre.

Es un torero diferente, disidente, como tú. ¿Qué encuentras en esa desobediencia?

Tampoco una desobediencia grotesca... 

El maestro habla de su pasión por las mujeres con personalidad. Lo que más le fascina es el misterio.

El maestro habla de su pasión por las mujeres con personalidad. Lo que más le fascina es el misterio. Alejandro Ernesto.

Yo la veo como una rebeldía bella.

Es como que no tienes que ser de una determinada manera para parecer algo, en este caso torero, sino nacerlo. Si tú naces así lo pareces en cualquier circunstancia.

¿Dónde encuentra Talavante la belleza?

En cualquier instante, la verdad. Lo que pasa es que hay que estar atento, y no siempre está uno atento, siempre está como pensando cosas que no puede resolver.

¿Qué tipo de mujeres son las que te han llamado la atención en la vida?

Las mujeres con personalidad. Nunca he querido verme… nunca me han atraído otras virtudes tanto como la personalidad. La bondad la valoro. Valoro todo. Pero el carácter es todo. Y el misterio es lo que le hace a uno tratar de averiguar lo que nunca va a averiguar, pero al menos te pasas toda la vida descifrando eso.

"La seducción se parece a la faena: si acortas la distancia antes de tiempo vas a generar un choque. El compás es lo mejor porque no invade el espacio de nadie"

En eso también se parecen las mujeres a los toros. En ese misterio que hace que todo cobre sentido.

La seducción se parece a la faena: si tú acortas la distancia antes de tiempo vas a generar un choque, o si notas como que el toro está incómodo, o, si cuando está pidiendo que acortes la distancia te quedas largo… lo pierdes todo.

Ahí iba yo. ¿Cuánto hay de seducción con el toro? El hecho de que te guste tenerlo cerca, rozarte con él, y a la vez el riesgo que supone… es una clase de deseo y de sexo a su manera. ¿Qué se aprende de ese juego de distancias?

Que todo tiene su compás. Y una persona desacompasada… nunca se va a dar cuenta (porque no te das cuenta de que no tienes compás), pero el mundo sí se da cuenta de que no lo llevas. Y el compás es lo mejor que hay porque nadie invade el espacio de nadie. Hay una autorización que no es expresa, que es sentida.

¿Tú crees en la suerte?

Sí.

El maestro cree que nació con estrella y que el hecho de sentirlo así le impulsa en la vida y en el oficio.

El maestro cree que nació con estrella y que el hecho de sentirlo así le impulsa en la vida y en el oficio. Alejandro Ernesto.

¿Cómo la distingues?

Hay gente que lleva buena fortuna y gente que no, y eso se da al nacer. Pienso que no se puede decidir la suerte y pienso que es tan caprichosa que cuando nace va relacionada también con el aura, con la estrella, con el carisma, con la empatía… en ciertas cosas sí se puede como trabajar, pero… tiene su tiempo.

Y eso es toda la vida. No puedes cambiar en un momento dado y esperar a que la suerte aparezca mañana. La suerte llega sin hacer ruido. Tú la estás deseando y nunca llega. Y cuando te aburres de esperarla… ahí que sale.

¿Y el miedo a perder la suerte y que no vuelva más?

He perdido muchas cosas, pero la suerte no. Aquí estoy.

¿Cuál es el clímax en la plaza de toros? ¿Es la muerte del toro o eso es demasiado literal?

El punto más álgido es cuando consigues que el toro rodee tu cuerpo y lo haga embebido completamente en la precisión de tu muleta. O sea: cuando te rodea y parece que se detiene el tiempo y sus movimientos han cambiado de velocidad.

Hay muchos detalles que provocan que el toro sea capaz de hacer eso, pero cuando sucede… ese momento… en el que parece que el pase dura más de lo que iba a durar… y se produce esa comunión con el público, ahí es cuando empieza el éxtasis y ya ahí sí te atreves a no pensar en nada. Sólo actuar.

"Nunca he ido al psicólogo: mucha gente me aconseja que es bueno, pero, hasta el día de hoy, creo que la verdad siempre la he sabido yo"

¿Cuál sería ese clímax en el amor? ¿Sería el orgasmo… o es demasiado literal?

Pues eso: sentir que la faena va bien, que no hay ningún derrote. A mí me da mucha vergüenza… siempre me ha dado mucha vergüenza entrarle a una chica sin saber yo más o menos si yo le gusto o no, aunque eso lo intuyes, pero es difícil a veces, ¿no? Yo tengo que estar muy seguro, porque me da mucho pudor. Si no lo veo claro, no me arriesgo.

¿Qué tienes tú en la cabeza, Talavante? Cuando estás enamorado, ¿piensas más en el toro o en la mujer amada? ¿Cómo se entreveran tus obsesiones?

Cuando estás enamorado, en la mujer, y luego toreas y te sale todo bien.

¿Eso es así?

Sí. Más que enamorado… cuando estás feliz… cuando te sientes bien. Yo creo que es muy difícil pelear contra un torero que se siente feliz. Pero vamos, eso no lo he dicho yo. Recuerdo un documental que vi de Mike Tyson, que decía que es difícil pelear con un boxeador feliz. Y con un torero pasa igual. Es que ahí no tienes ni que entrenar.

Una buena cabeza, una buena vida, un buen amor… te lleva a ese mejor estado.

Al éxito. Sí.

¿Cómo reconoce uno al amor de su vida?

Bueno, es que uno en la vida puede tener muchos amores.

El maestro sostiene que uno sabe que ha encontrado al amor de su vida cuando se lanza sin pensarlo demasiado.

El maestro sostiene que uno sabe que ha encontrado al amor de su vida cuando se lanza sin pensarlo demasiado. Alejandro Ernesto.

Es una licencia romántica, desde luego, pero: ¿cómo reconoce uno que algo importante está pasando dentro de uno?

Cuando uno se lanza sin pensarlo, quizá. No sabría decirte, porque yo tampoco pienso mucho lo que hago, voy por impulso. Con más edad, te cuesta más enamorarte, porque eres más maniático o porque te has acostumbrado a estar solo, pero siempre hay algo que te enamora de alguien. Incluso de mis compañeros veo cosas que me gustan y digo “Joé, eso me ha parecido bello”.

"Uno reconoce al amor de su vida cuando se lanza sin pensarlo"

¿Cuáles son tus manías?

Mis manías antes eran cosas y ahora son personas. Pienso: “Espero que este hombre no me diga hoy la palabra clave… que lo estropea todo”.

La gotita que colma el vaso.

O el que viene a pegarte un tortazo en la cara.

¿Un espontáneo?

Sí, la gente te toca la cara, es muy invasiva. A mí no me gusta, la verdad, me molesta mucho que me toquen la cara cuando estás vestido de torero… tú estás con el capote de paseo y no es agradable.

¿Te sientes venerado? Te he leído que para ir a la plaza uno tiene que sentirse un dios.

Te tiene que parecer natural. Si te asombra eso demasiado, es que no estas preparado.

¿A qué mujeres admira Talavante, de todos los ámbitos?

En la música, a muchísimas mujeres. Niña Pastori es muy amiga mía. Me encanta. Tiene mucho misterio, y cuando canta hace cosas… que pienso que ahí sólo puede llegar una mujer. Es maravillosa.

Y la carrera que ha hecho: aparte del talento, ser capaz muchas veces de sobresalir en muchos ámbitos, las mujeres lo tienen más complicado, tienen que luchar mucho, pero yo creo que las mujeres, en algunos puntos, pueden ser más constantes que un hombre.

En definitiva, genios salen indiferentemente del sexo en la especie humana. Dios toca con la varita a muchas personas y no ve si son hombre o mujer.

"Mónica Belucci y Penélope Cruz eran mis mitos. Admiro a Niña Pastori y a Almudena Grandes"

¿Actriz? También puede ser un mito erótico.

A mí Mónica Belucci me encanta. Me gusta mucho como actriz y como mujer y siempre ha sido como mi mito.

¿Española?

Penélope Cruz me gustaba mucho. Era lo que veíamos en aquella época.

Mucha gente me dice Maribel Verdú.

Sí, pero a mí me han gustado más morenas, a lo mejor.

¿Escritora?

Almudena Grandes.

¿Cómo ha cambiado tu forma de entender el amor desde que tenías 18 años hasta ahora?

Eso no cambia. La pasión es lo único que no cambia en un hombre. Eso lo dicen en la película de ‘El secreto de sus ojos’.

Un hombre puede cambiar de religión, de aspecto, de amor…

¡Eso! Pero de pasión no. La manera de querer de uno está muy determinada por tu tiempo de adolescencia. Uno no termina cambiando tanto.

Las manos del maestro le dan la poesía y la precisión.

Las manos del maestro le dan la poesía y la precisión. Alejandro Ernesto.

¿Qué tipo de padre eres?

Creo que bueno.

¿Protector?

Dicen que soy demasiado permisivo. Pero quizá con otras cosas soy más exigente. Estoy muy contento con mis niños, que me han salido súper buenos…

Tienes tres.

Sí, dos y una niña. Y quizá la que más pegada está a mí es la niña, Aitana, que se viene conmigo a todos lados, es como mi secretaria. Tiene ocho años. Es un poco hiperactiva. Es muy lista y, no sé… creo que ese es el amor más grande de mi vida.

"El amor más grande de mi vida es mi hija Aitana. Muere conmigo. Me acompaña a todos lados. Es expresiva y es profunda con ocho años. Quiso ser torera"

Se le cae la baba con su padre.

Sí. Ella muere conmigo.

¿Hay un cambio en la crianza de los niños a la de la niña?

Sí. Los niños son más simples, quizá. Depende. Te hablo de los míos: son más sencillos, son más reservados con las cosas que observan… ella es mucho más expresiva. Cada día quiere hacer una profesión diferente. Yo estoy encantado con su alegría de vivir.

¿Y si te dijera que quiere dedicarse a los toros?

(Ríe) ¡Me lo ha dicho! Me dice “pero como me lo prohibiste…”. Le dije “no, eso no, hija, que eso es muy difícil y muy peligroso”. Me daría miedo. No me gustaría. No sé. Ni en ella ni en ellos, eh, en ninguno de los tres. Hay muchas profesiones en el mundo, y ésta para mí es la más bonita pero la veo tan complicada que… no sé, quisiera ahorrarles el mal rato, es muy duro meterse en estos tiempos a ser torero.

¿Notas un cambio de época?

No. Veo un auge ahora, después de todo lo que ha sucedido, entre la gente joven: era previsible también que algo tan atacado como los toros tuviera una nueva vida, una respuesta de esa manera.

¿Qué tienes tú de tradición y qué tienes tú de modernidad?

Tienes que tener una referencia de ambas para poder estar en el ahora. Uno tiene que llevar dentro lo clásico y conocerlo perfectamente para poder atreverse a ser moderno. Si no, al revés… es más complicado.

El maestro durante la conversación en una sala privada del Hotel Palace.

El maestro durante la conversación en una sala privada del Hotel Palace. Alejandro Ernesto.

Has dicho que es imposible que un torero tenga amigos toreros.

Sí. Es muy difícil, la verdad. Nunca te cuentan los secretos. Ni yo, tampoco (ríe). Es algo tan íntimo… aunque luego, entre nosotros, nos entendemos casi sin hablar.

¿Tienes un mejor amigo?

Sí. Más de uno. Y a ellos les cuento mis secretos. De hecho, yo cuento más que ellos.

¿Tienes psicólogo, psiquiatra, médium, cura de confianza?

Nunca he ido al psicólogo. Mucha gente me aconseja que es bueno, pero hasta el día de hoy, creo que la verdad siempre la he sabido yo. A lo mejor, me imagino, podría servir para desahogarse… y eso viene bien, pero cada uno conoce su verdad y yo sé de la mía.

De momento, en cada aspecto, incluso cuando me equivoco, sé dónde está el punto en el que si yo fuese dios y fuera perfecto, tendría que haber cortado.

"Pienso en mi muerte de manera poética, no trágica. Pienso, sobre todo, que sería bueno no morirse de aburrimiento"

¿Tú piensas en tu propia muerte?

Sí. Pero la pienso de una manera poética, no trágica. A lo mejor, pienso sobre todo, sería bueno no morirse de aburrimiento.

¿Qué se queda de ti en la plaza cuando sales de ella?

La energía y la entrega. Parte de tu vida. Cada vez que uno sale de la plaza, tiene una cana nueva. O una arruga.

O una grieta en el corazón.

Sí.

¿Qué relación tienes con la libertad?

Muy buena dentro de lo que se puede, porque uno no puede ser libre al cien por cien. Pero por eso me gusta tanto mi profesión. Puedo actuar libremente delante del toro, y las consecuencias sólo las pago yo. Nadie más.

Y eso es la libertad: poder hacer cosas sin que eso perjudique a nadie más que a ti.