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Las españolitas que se sientan por la noche agotadas en el sofá, frente a la tele, después de pelear una jornada más en el mundo -las guarde dios- saben que una de las dos Españas ha de helarles el corazón: o La Revuelta, o El Hormiguero. Esta es hoy nuestra simpática escisión cultural, mediática, filosófica y estética.

Si son aficionadas al segundo programa, casi con toda probabilidad le hacen ojitos a través de la pantalla a Juan del Val, uno de esos hombres a la vez callejeros y galantes de los que sabemos (y esto lo aprendimos del cine) que te desordenan la vida y te la hacen más interesante: apuesto, honesto, salvaje, leído, sagaz, disidente de lo que pilla. Todo al mismo tiempo.

Amó a las mujeres que dibujó Woody Allen, entendió el amor a partir del puño de Sabina, su "dios en la tierra". Ser más de Sabina que de Serrat es una manera de posicionarse como hombre, ¿no es cierto?

Las españolitas se debaten entre dos deseos colindantes entre sí: sacarle a tomar unos cócteles que acaben en beso o admirar, como hacen, la dupla carismática y cómplice que sostiene en las décadas con su espectacular esposa, Nuria Roca. Son más que pareja: son brigada.

Con una guasa particular. Con palique ácido. También con una libertad genuina. Con un modo discursivo de abordar el mundo en el que todo parece posible, donde se hace de la belleza una alcanzable necesidad. Va muy tranquilo y seguro de acá para allá, como si le diera igual todo, quizá porque se lo da.

Juan del Val: "A mí me gusta más querer que necesitar"

La vida es el patio de su casa. También el corazón secreto de la televisión, donde nos recibe hoy con una sudadera más ancho que pancho, como si bajara a comprar el pan o a saludar al estanquero: lo mismo, pero en el plató de El Desafío.

Para entender quién es Juan del Val a través de las mujeres de su vida, hay que empezar por una muy tremenda: Ángeles Pérez, su señora madre, que lleva más de cuarenta años ayudando a presos a reintegrarse en la sociedad.

Cuando era adolescente, Juan se levantaba de la cama, se quitaba las legañas y veía a unos caballeros que habían padecido la chirona desayunando en su casa. Impolutos. Nunca tuvieron ningún susto. De lo que se da, se cría. Y en esa casa había toneladas ingentes de generosidad y mano izquierda con las situaciones sensibles y complicadas.

"A través de mi madre he tenido la oportunidad de convivir con personas que han tenido muchas dificultades. Es un referente para mí, pero también para muchísima gente. Su actitud la he intentado llevar conmigo, pero soy mucho peor que ella", sonríe.

"Es una persona que no dice las cosas, sino que hace. Mi madre es acción. Tiene tanta fortaleza que es capaz de ser la muleta y el sostén de un montón de gente vulnerable. La admiro, la imito", confiesa.

Juan del Val en el plató de El Desafío.

Juan del Val en el plató de El Desafío. Sara Fernández

Del Val fue un niño muy feliz, muy querido. Como ahora. "Fui el pequeño de tres hermanos en una familia humilde, normal. Y luego, un adolescente complicado". ¿Como ahora? "Era más que rebelde. Lo pasé mal. No entendía el mundo. Era inadaptación. Un estudiante lamentable, me expulsaron de muchos institutos, di muchos quebraderos de cabeza a mis padres".

Las almas levantiscas pagan cara su búsqueda. Pero a veces, como en este caso, las cosas salen más que bien, y uno llega a lugares asombrosos y plácidos que no pudo ni soñar nunca.

Naciste en el año 70, ¡con Franco vivo! Y fuiste adolescente en los 80. ¿Cómo era ser niño entonces, cómo era la forma de relacionarse con las muchachas?

Las cosas suceden sin pensarlas, porque yo en los ochenta no pensaba en estas cosas, pero siempre tuve una relación muy especial con las mujeres. En la vida y en las novelas que escribo. A mí los hombres me interesan poquísimo: las mujeres me interesan mucho más.

¿Por qué?

A lo mejor tiene que ver con mi madre, o con mi mujer, que son muy potentes (y dejando claro que a mi padre le adoro y que es una persona con un sentido del humor del que he aprendido muchísimo), pero yo me he relacionado mucho mejor con ellas que con ellos.

Me ha gustado más pasar tiempo con mujeres: con mi madre, con mi hermana, con las vecinas. Me ha gustado más estar con ellas en la cocina charlando que en el salón con mi padre y mi hermano. Por describírtelo gráficamente.

Juan se detiene a pensar por qué y recibe una epifanía:

"Hay una cosa que me fascina de las mujeres y tiene que ver con el movimiento. Esto siempre lo recuerdo y lo he escrito en alguna novela: mi madre siempre cosía con una revista que se llamaba El Burda, muy antigua, de patrones, donde se hacían los vestidos para las hijas y demás. Y eso se vivía entre vecinas y me encantaba estar allí viendo cómo lo hacían. Había algo de sensibilidad o de una forma de narrar las cosas que me parecía más auténtica", evoca.

¿Cómo cambió tu mirada hacia la mujer cuando fueron cambiando las décadas? La sociedad pasó de entenderla como pura y virginal a vivir una explosión, una liberación sexual.

No sé si he sido una persona más adelantada que otras: a algunos les parecerá que esto no es un valor, pero siempre he tenido el mismo concepto de la mujer. Hace 30 o 35 años y ahora. El mío de entonces se parece muchísimo a la sensibilidad de ahora, mucho más que a la de antes.

Juan del Val durante la entrevista para Magas.

Juan del Val durante la entrevista para Magas. Sara Fernández

Juan del Val durante la entrevista para Magas.

Juan del Val durante la entrevista para Magas. Sara Fernández

Fuiste un feminista precoz, un vanguardista.

Claro. Considero que el feminismo es el movimiento más importante de la humanidad en 150 años, aunque últimamente se le haya hecho daño, por desgracia. Pero yo me casé con una mujer muy potente y he trabajado para ella, y siempre he cobrado menos que ella.

¿Eso no te ha acomplejado? Muchos hombres se sienten amenazados por las mujeres poderosas, y en vez de sentir admiración por ellas, sienten rechazo.

(Ríe) Es que ese no sería yo. A mí siempre me han gustado las mujeres vivas. Me ha atraído una mujer independiente, inteligente, que trabajase. Nunca me ha gustado la mujer secundaria ni he compartido cosas con ella, no la he vivido a lo largo de mi vida, quizá porque no la he buscado.

Cuando crecí, en mi adolescencia, en mi juventud, a finales de los ochenta y principios de los noventa, la contención sexual de la mujer seguía siendo una virtud. Es más, todavía hay demasiadas secuelas de eso, y a mí nunca me lo parecía.

Yo siempre hablaba con chicos y alguno decía "¿esa? Esa…no veas". Pues esa es la que me gustaba a mí. Tampoco he tenido nunca un concepto del amor como fidelidad o como posesión: todas esas cosas nunca me han interesado. No me las he creído. Son convencionalismos.

¿Recuerdas tu primer beso y tu primera vez? Esa primera catarsis frente al cuerpo de una mujer.

Me acuerdo de esa primera vez, y de la primera vez en solitario. Lo cuento en Parece mentira, una novela bastante biográfica. Describo los dos momentos: el primer beso que me di con una chica fue en una discoteca que se llamaba Súper América, en el centro de Madrid, y no recuerdo nada de la cara de ella, nada.

Tenía 14 años. Recuerdo unos pantalones blancos y recuerdo lo que es, verdaderamente, un impulso hacia la pasión y hacia lo sexual que me dejó marcado para siempre.

La puerta abierta a un mundo entero.

El primer beso para todo el mundo es una puerta a algo, pero para mí fue algo más, me lo tomé verdaderamente en serio. Dije "aquí hay un camino importante que recorrer y esto no hay que dejarlo pasar".

¿Y la primera vez sexual?

Fue en una cama nido con una chica de Santa Eugenia en una habitación enana. Lo recuerdo con intensidad, con nervios, muy vívido. Eso fue con 15. Siempre me ha fascinado.

Juan del Val durante la entrevista para Magas.

Juan del Val durante la entrevista para Magas. Sara Fernández

Su gran mito erótico de la adolescencia fue Kim Basinger. Le rememoro aquella canción de Sabina: "El tiempo es un microbús, que solo cruza una vez, esta breve y absurda comedia, y yo no soy Mickey Rourke, ni tú Kim Basinger, ni tengo nueve, semanas y media".

Juan del Val ríe. "Claro, esa película revisada sería regular, pero en ese momento fue un esplendor. Todos queríamos ser Mickey Rourke. Él era muy potente".

Y añade: "Creo que ahora me parecería un poquito maltratador. ¡Y ella! Ella era la belleza, la sexualidad, la sensualidad. Era una película mítica. ¿Y una española? Bueno, siempre me encantó Aitana Sánchez Gijón".

"Soy un enamorado de la estética. La belleza es algo que me emociona, y no sólo en el plano sexual. También la arquitectónica, por decirte algo. A mí siempre me han gustado las mujeres, aparte de guapas, bellas", corrobora.

¿Y cuál es la diferencia?

No te sabría definir. Hay mujeres guapas que dan un poco igual. Eso no quiere decir que no haya mujeres menos guapas y muy interesantes, mucho mejores que cualquier otra. Pero sí que hay algo en la guapura que no es exactamente la belleza. A mí me gustan las mujeres bellas.

Será que la guapura alegra y la belleza conmueve.

Me gusta eso.

Fernán Gómez decía una cosa que es un poco boutade: "¿Una mujer lista y culta? Para que sea mi maestra. Pero para salir con ella, prefiero una mujer bella".

Bien, pero es que eso no es incompatible. Hay demasiados mitos sobre que las guapas son tontas y las feas son listas y eso no funciona así. Hay mujeres guapas inteligentísimas. Y al revés.

No creo que haya que etiquetar de esas dos formas a la gente que te gusta, que te enamora, que te atrae, porque en el fondo eso nunca tiene que ver con si es o no guapa.

¿Qué mujeres han inspirado a Juan del Val? Aparte de Nuria Roca o de su madre, le vienen a la cabeza los personajes femeninos de Woody Allen. "Creo que es un hombre que ha contado muy bien a la mujer, o a la mujer que a mí me atrapa. Pienso en Manhattan o en Annie Hall. Son películas estratosféricas".

Le digo a Juan que esas mujeres woodyallenianas son adultas, sólidas, intelectuales, y hacen y deshacen su vida mientras el protagonista practica el patetismo ilustrado. Ellas siempre están elevadas sobre él.

"Totalmente", concede. "Esos personajes que has visto hablan del lugar del que vienes y del lugar al que quieres ir y te terminan atrayendo. Yo escribo en femenino. Mis personajes más potentes son femeninos. No me salen bien los hombres. Me siento más cómodo dentro de la cabeza de una mujer, aunque sea un hombre heterosexual". Ya lo demostró en su novela Candela.

Juan del Val en una entrevista para Magas.

Juan del Val en una entrevista para Magas. Sara Fernández

¿Cómo reconoce uno al amor de su vida?

No creo en esas cosas. Yo no creo en el flechazo. Creo en una emoción que sientes en un momento donde te crees capaz de todo, y tal vez lo seas. Tal vez eso sea un tipo de amor. Pero lo de "la mujer de tu vida" no creo que exista. Ni "el hombre de tu vida". Eso es demasiado… reaccionario.

Hay gente importante en tu vida, claro. La persona con la que vives, con la que compartes un proyecto, con la que te han sucedido tantas cosas, pero por matizar: detesto el tema de la media naranja.

A mí me gusta que la gente sea complementaria hasta cierto punto. Lo que me gusta es que la gente sea independiente. No me gusta una mujer dependiente de mí. Ella tiene que tener su vida, como yo. Su deseo, su historia. Y yo paso por allí y me aprovecho.

Hacéis por coincidir, ¿no?

Claro. Pero me interesa la libertad de las personas, y la independencia. Luego se juntan porque quieren. Me gusta más querer que necesitar.

¿Cómo defines el enamoramiento entonces?

Con pocas palabras: "Quiero que esté". "Me gustaría que esa persona estuviese aquí en este momento". Eso es lo que deseas cuando te pasan cosas importantes, o divertidas. Esa sensación es universal, se entiende rápido, y puede ser que eso te surja en una noche, o dure cinco minutos, o cinco años, o cincuenta.

He leído que Nuria se casó de blanco contigo, pero que no fue por la iglesia. ¿La religión nos ha jodido el sexo?

Bueno, yo soy ateo. Estoy bautizado, hice la comunión y mis padres son creyentes. Tengo todo el respeto del mundo a la religión, no soy anticlerical en absoluto, pero no creo. A mí la vida me encanta y quiero disfrutar aquí de todo lo que haya. Claro que tienes que mantener un respeto. Hay una líneas. Unas obligaciones.

Una ética.

Sí. Pero a mí la culpa no me penetró, ni ninguno de esos conceptos religiosos. Por mí que cada uno haga lo que le dé la gana.

Leo una frase de Oscar Wilde:

"La fidelidad es a la vida de las emociones lo que la coherencia a la vida del intelecto: simplemente una confesión de fracaso.

¡Fidelidad! Tengo que analizarla algún día. La pasión de la propiedad está en ella. Hay tantas cosas que las que nos desprenderíamos si no tuviéramos miedo de que otros las recogieran".

Me parece que ser todo el rato coherente es un coñazo, en la fidelidad y en todo. Lo que quiero dejar claro es que respecto al tema de la fidelidad o infidelidad, yo voy a hablar en términos generales y absolutos, es decir, sobre mi pensamiento.

No sé qué es la fidelidad. Nunca me ha parecido un valor importante ni un pilar básico en una relación, nada fundacional.

He ironizado sobre esto alguna vez: de repente, un chico de 16 años empieza a salir con una chica de 16 años. Aquí nadie habla nada con nadie. Un día se dan un beso, otro van al cine y luego son novios, y parece que eso ya tiene que ser toda la vida así hasta que te mueras. Me parece una barbaridad.

La fidelidad en una relación para mí es algo indiferente. Además es un concepto imposible de definir: hay tantas preguntas sobre eso...

A mí me preocupa la traición, que es otra cosa: cuando tienes el deseo de ver a alguien y de rozarte una mano con disimulo en una mesa mientras te tomas un café.

Hay una columna maravillosa de Jabois que se llama Hay más cuernos en un 'buenas noches' y refiere justo a eso. Es más infidelidad mandar un mensaje romántico que a tener sexo con alguien.

Por supuesto. Y esto tiene que ver con la religión y con la estructura de la sociedad en la que todos nos movemos, una contención de "eh, para, que si no, esto se nos va de las manos".

La gente tiene miedo de dejar de ser querida. Como si hubiera un tope de amor en el mundo.

La sensación sí que tiene que ver con el miedo, pero con el miedo a no ser el único, cosa que filosóficamente me parece otra barbaridad.

Intentar ser el único en cualquier cosa es un despropósito, algo que te va a llevar a un sitio malo. Puedes intentar ser el mejor, pero ser el único no tiene sentido, porque nadie es único en nada. Relájate. No hay ningún comunicador único, ningún futbolista único.

Juan del Val recibe a Magas en el plató de El Desafío.

Juan del Val recibe a Magas en el plató de El Desafío. Sara Fernández

Debe de ser que somos un país un poco pacato, porque preferimos la hipocresía de engañar a nuestra pareja que abrir la relación.

A mí me parece muy osado decidir la vida de los demás. Nunca voy dando lecciones de cosas. Si hay gente que no puede soportar una infidelidad o quieren tener una relación donde sea imposible desear a otra persona, me parece perfectamente respetable y no tengo nada que decir.

¿Cómo definirías con una palabra a tus compañeras de trabajo? Cristina Pardo y Tamara Falcó.

Tamara es "especial". Y Pardo es una "extraordinaria profesional".

¿Especial? ¿Eso qué significa?

Es distinta, no cabe duda. Es una comunicadora distinta. No me parece que haya que definirla: Tamara es un personaje al que es difícil dejar de mirar.

¿Qué tipo de padre eres?

Pregúntaselo a mis hijos. Yo he sido un padre muy pendiente. Cuando nació mi hijo mayor, en el año 2002, y no se hablaba de esto, quien laboralmente dio un paso atrás fui yo, y me quedé con ellos en casa. Nuria salía a trabajar. Yo he sido el típico padre que cuando estas cosas no pasaban iba al pediatra con los niños y sabía todas sus cosas.

Es verdad que hubo padres de nuestras generaciones que no sabían nuestros números de pie.

Te aseguro que no es mi caso.

Juan del Val, durante la entrevista para Magas.

Juan del Val, durante la entrevista para Magas. Sara Fernández

Juan del Val durante la entrevista para Magas.

Juan del Val durante la entrevista para Magas. Sara Fernández

En ese momento era insólito.

Sí. Luego ha venido gente a explicarme lo que es el feminismo, algo que me hace muchísima gracia. Te lo viene a contar una muchachita tuitera.

Me llamaban "mantenido". Ese era el insulto para meterse conmigo. Me ha hecho siempre mucha gracia. Era un planteamiento raro. A ver: ¿quién gana más dinero? Tú, ¿no? Pues yo me quedo con los niños. Me parece una cosa razonable, no es un esfuerzo.

Las madres antiguas decían "hay que ver, cómo te desenvuelves de bien con los niños". Eso jamás se lo hubieran dicho a otra madre. Ibas al pediatra y te decían "¿dónde está la madre?". Y te estoy hablando del año 2012 o 2013 ya. No se fiaban.

Iba con Nuria y el médico preguntaba: "¿Ha tenido fiebre?". Y yo decía: "Anoche", pero miraba a la madre, porque es la que lo sabe habitualmente. Si uno de mis hijos se pone malo, me llama a mí para ver qué se tiene que tomar. Eso es una cosa que se queda ahí para siempre.

¿Cómo son las mujeres de derechas y de izquierdas en España? Recuerdo una frase "divertida" que me dijo Sánchez Dragó: "Las de derechas hacen mejor el amor porque las de izquierdas están salvando el mundo".

A mí me gusta la gente divertida. Las mujeres divertidas. Al hilo de lo que dices de Sánchez Dragó, la gente que está muy pendiente de los dogmas es gente aburrida. Si tú no te puedes reír de casi todo, me aburro. Me da igual que seas de izquierdas o de derechas.

¿Por qué se ha pasado de frenada la izquierda española con el feminismo últimamente? ¿Qué hay del efecto Irene Montero y de lo que ha generado?

No creo en eso de "el feminismo ha pasado los límites", porque el feminismo no tiene que tener límites, tiene que ser radical.

Estamos de acuerdo.

Pero lo que no se puede hacer, como le ha pasado a la izquierda, es confundirse de enemigo. El enemigo no es el hombre, el enemigo es el machismo. Eso me da rabia, porque ha distanciado a hombres y a mujeres de un movimiento que es de liberación, de igualdad.

El hombre es el culpable de muchas cosas, pero también lo es la mujer en la educación, ¿no? Porque nos han educado las mujeres en esta sociedad, alguna responsabilidad sobre el machismo tendrán entonces.

Luego hay demasiadas barbaridades para justificar un movimiento. O sea, una responsable política no puede decir que en España la mayoría de hombres son violadores, porque haces daño al movimiento en sí. En España hay hombres que son odiosos, muchos de ellos, pero no la mayoría.

¿Cuáles son tus mujeres políticas favoritas?

Tendría que pensar. Tampoco se me ocurre ahora decirte hombres políticos.

Sé que Pedro Sánchez no te gusta mucho. Por muy guapo que sea.

Es muy guapo, un señor guapísimo, pero no me gusta nada porque tiene todas las cosas que detesto en las personas y especialmente en los políticos: no tiene principios, no tiene ideología.

Él cree que es de izquierdas, pero yo no me lo creo. Es pose. Es un megalómano.

¿Ayuso? ¿Yolanda Díaz?

Ninguna de las dos me gusta.

Yolanda Díaz me parece una mujer absolutamente plana y con un mensaje muy menor. Y Ayuso creo que hace una cosa que también hace Sánchez, que es provocar el enfrentamiento, y a mí la gente que provoca el enfrentamiento en beneficio propio no me gusta.

Ahora bien, de políticos, ahora mismo tengo bastante simpatía por Juanma Moreno. Hay algo ahí que me gusta. Siempre he sido un votante de izquierdas, pero ahora no puedo votar a esta izquierda. Estoy deseando que Sánchez se vaya para volver a votarla. Desde Julio Anguita a Felipe González. Y de derechas… Juanma. Es interesante, es respetuoso y trata de buscar acuerdos.

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