Santi Donaire
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A sus 76 años, Mario Conde sigue siendo un personaje que fascina y desconcierta a partes iguales. Desde su finca sevillana, habla sin rodeos del amor, del deseo, del personaje público que creó y del coste de cargar con él. “He deseado arrancarme al personaje. El de Mario Conde me ha jodido. Ha habido mujeres que han salido con él y no conmigo”, confiesa. Su vida, asegura, ha estado marcada por la intensidad en los negocios, en las relaciones y también en la pérdida.

La figura invisible que lo acompaña es la de Lourdes, su primera esposa, fallecida en 2007. Fue el amor absoluto, su “brigada”, la que mejor le conocía. “Mi amor por Lourdes está vivo, intensamente. Lo recuerdo todo de ella”, dice con emoción. Desde la canción de Simon & Garfunkel que sonaba la primera vez que hicieron el amor, hasta la que él mismo le tarareó cuando ella se moría. “Le pedí que esperara al amanecer. Y se fue cuando salió el sol”.

Mario Conde habla con lucidez de la seducción, pero también de la ternura. De la política, sin nostalgia. Del poder, sin rencor. Y de sí mismo, con una mezcla de ironía y aceptación. “¿Soy temible? Si la inteligencia, la capacidad de trabajo y el respeto por la dignidad lo son, entonces sí, soy extremadamente temible”, dice sin pestañear. Pero también es el hombre que busca paz, que pasea de madrugada y que aún necesita espacio para respirar. Quizá, también, para empezar a vivir.

Mario Conde durante su entrevista con EL ESPAÑOL.

Mario Conde durante su entrevista con EL ESPAÑOL. Santi Donaire Sevilla