Después de varios días resistiendo milagrosamente una continua lluvia de cañonazos y de explosiones, la muralla de la ciudad alta de A Coruña cedió una brecha y las tropas enemigas se lanzaron en masa sobre la hendidura para conquistar de plaza. Los pocos defensores que resistían —al principio de los combates la guarnición se componía de mil doscientos soldados más las milicias populares— tenían en frente a la mayor armada de la historia de Inglaterra, formada por al menos 180 barcos y 27.667 hombres. Entonces aparecieron las mujeres.

Cualquier testigo hubiera augurado que, ante la diferencia de fuerzas, aquel 14 de mayo de 1589 iba a anochecer con la ciudad herculina en llamas y saqueada por el ejército del pirata Francis Drake y la reina Isabel I. La tropa profesional española y los milicianos se encontraban ya al límite. Ni la infatigable labor de las coruñesas al lado de los arcabuceros recargando sus armas, evacuando heridos, reforzando los muros o lanzando piedras a los invasores parecía incapaz de frenar una derrota lógica. 

En la que parecía la embestida definitiva, un alférez inglés, ondeando su bandera y alentando a sus camaradas al último esfuerzo, logró trepar a lo alto de la brecha. Era el golpe final a la tenaz resistencia... hasta que apareció María Pita. Esta mujer, una civil anónima, alcanzó el lugar donde se encontraba el oficial enemigo y le ensartó una pica o una alabarda al —supuesto— grito de "¡quien tenga honra, que me siga!". Esta escena envalentonó a los defensores y causó las necesarias dudas en las filas inglesas para que el ataque fuese rechazado nuevamente. 

María Pita, pintada por Arturo Fernández Cersa. Diputación de A Coruña

La Contra Armada, una empresa lanzada como respuesta a la fallida Gran Armada de Felipe II del año anterior, había fallado estrepitosamente en su primer objetivo. A Coruña, contra todo pronóstico, logró frenar a un enorme ejército que también se estrellaría ante la ciudad de Lisboa. Un triunfo en el que jugaron un enorme papel las mujeres, como bien se reconoció en los documentos de la época:

"(...) las dichas mujeres teniendo e poniéndose con morriones y picas en las manos mostrando mucho ánimo y valor y ayudando a sus maridos y a las más gentes que estaban en la dicha muralla, de suerte que ayudaron a la defensa de la dicha ciudad grandemente. Y el día que se dio el asalto general y que se dio en la batería y se rompieron las minas, las dichas mujeres fueron de mucha importancia, muchas dellas peleando varonilmente animando a los maridos y a los soldados y algunas dellas las mataron estando terraplenando los cubos y defendiendo la dicha muralla".

La biografía y la gesta de María Pita ocupan —deberían hacerlo más— un importante escalón de la historia de España. Panadera, tabernera y mercera en su juventud, contrajo matrimonio hasta en cuatro ocasiones y acabaría trabajando como carcelera en el presidio de la ciudad herculina. Pero lo sorprendente es encontrar su nombre —en realidad Mayor Fernández de la Cámara y Pita— relacionado con numerosos pleitos tras su heroica actuación en la defensa de A Coruña, como el que se saldó con un par de años de destierro por lanzar un pichel a la cabeza del oidor de la Real Audiencia. Una mujer de armas tomar en todos los sentidos.

Herida, viuda y pobre

Precisamente así, Mujeres de armas tomar (Principal de los Libros), se titula el nuevo libro del divulgador Luis Soravilla. En forma de breves capítulos y con una escritura gamberra y vertebrada por diálogos novelescos, el autor recoge en esta obra las biografías de algunas de las grandes guerreras de la historia, féminas que por diversas circunstancias debieron blandir una espada o conducir un tanque para luchar por su destino. La lista incluye a la faraona Hatshepsut, la rebelión contra los romanos de la britana Boudica, el desafío al papa de "la tigresa" Catalina Sforza en pleno Renacimiento, las aventuras de la legendaria pirata Mary Read o el engaño de Viktoria Savs, soldado que combatió en la Gran Guerra disfrazada de hombre.

Lo más acertado del libro es la selección de protagonistas, muchas de las cuales serán desconocidas para el gran público. Así sucede también con el episodio dedicado a la Contra Armada inglesa de 1589: si bien la figura de María Pita resulta más célebre, el nombre de Inés de Ben no suele aparecer en los relatos históricos. Esta mujer, que también presenta Soravilla, fue una más de ese valiente grupo de gallegas que no se amilanó ante el mayor poderío de las tropas isabelinas.

Portada de 'Mujeres de armas tomar'. Principal de los Libros

De Ben, menos reconocida que su paisana, quedó viuda durante el ataque inglés —su marido cayó en los enfrentamientos iniciales que tuvieron lugar en la zona de la Pescadería— y resultó malherida. Su caso se conoce gracias al documento de un juicio celebrado en 1593 ante la Real Audiencia en el que reclamaba una serie de compensaciones por sus pérdidas. El escrito dice así

"Inés de Ben recibe dos balazos de los ingleses, uno en la cabeza y otro en el muslo, durante la defensa de la ciudad. Así consta en la certificación médica que se expide en Ferrol el día 12 de julio de 1590. Los ingleses entraron en la Pescadería y robaron todo lo que en su tienda había, por lo que solicitaba a la ciudad que se le abonase la pólvora, balas y cuerda que había suministrado para la defensa de la ciudad, cuya hacienda tasaba en 800 ducados, y destacando que su marido había muerto el primer día de la invasión y ella había sido herida el 14 de ese mismo mes. Como resultado de aquellas graves heridas en la cabeza quedó casi ciega, pobre y con dos hijos a los que atender".

Tras varios pleitos, Inés de Ben se resignó a no recibir ninguna compensación económica por perder a su marido, sus bienes y su salud. Murió en la más absoluta miseria años después. "Arrojaron su cuerpo a una fosa común y su nombre fue prácticamente olvidado", cierra Luis Soravilla. ¿Qué pasaría con las otras mujeres sin las que A Coruña no hubiese resistido? Al menos María Pita encarna su bravo y admirable espíritu.

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