Álvaro Aparicio-González, Business Development Manager en The Dalmore Boutique Madrid.

Álvaro Aparicio-González, Business Development Manager en The Dalmore Boutique Madrid. Nieves Díaz Magas

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Una joya líquida en Madrid: así es The Dalmore Boutique, el templo donde el whisky puede costar 270.000 euros

El espacio, ubicado en el Paseo de la Castellana, se divide en tres estancias: la tienda, una sala de catas y un club privado para solo 66 socios.

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Hay lugares en Madrid que no parecen Madrid. Que te bajan el pulso, te cambian la luz y te colocan en una dimensión más lenta, más silenciosa, más sofisticada y con un sabor muy especial. Uno de esos sitios, mágicos, únicos, está escondido en pleno distrito financiero, bajo una de las Cuatro Torres (Business Area), en pleno Paseo de la Castellana, y se llama The Dalmore Boutique Madrid.

Es, literalmente, la segunda boutique que la legendaria destilería escocesa abre en todo el mundo —la primera está en Manila— y, según se descubre al traspasar la puerta, una pequeña joya para amantes del whisky y del lujo.

Álvaro Aparicio-González, Business Development Manager de The Dalmore, recibe a Magas con una sonrisa profesional y un entusiasmo genuino. Y, atención, con una copa de whisky para que el equipo que va a entrevistarlo se embriague… del aroma, del espacio y de la cultura que envuelve a este singular oro líquido de color fuego.

The Dalmore Boutique Madrid.

The Dalmore Boutique Madrid. Nieves Díaz

La boutique lleva apenas un año y estamos aprendiendo mucho del consumidor español”, dice, mientras señala las estanterías iluminadas donde reposan algunas de las botellas más caprichosas que se pueden comprar hoy.

¿Está preparado nuestro país para el whisky de lujo? Álvaro no duda: “El lujo, para nosotros, es artesanía. Y la gente valora mucho la artesanía. Además, el público está mucho más preparado de lo que creíamos. En España venimos del whisky con Coca-Cola, de la copa rápida… pero cada vez hay más personas informadas, con ganas de probar productos de altísimo nivel. Nos piden más referencias”.

Detalle de una de las botellas de The Dalmore.

Detalle de una de las botellas de The Dalmore. Nieves Díaz Magas

Y aquí las tienen.

La boutique se divide en tres espacios: la tienda, donde se venden desde el célebre King Alexander III hasta piezas únicas imposibles de encontrar en otro país; una sala de catas para ocho personas, pensada como experiencia inmersiva y un club privado para solo 66 socios, sin cuotas ni membresías tradicionales, donde los clientes más distinguidos guardan sus botellas y las disfrutan con total discreción.

Es también uno de los poquísimos espacios legales para fumadores en Madrid. “Queremos conversar con el cliente”, insiste Álvaro, que prosigue diciendo que “el whisky necesita un ambiente apropiado: armonía, tranquilidad. Si no, deja de ser lujo”.

El club de los 66

Álvaro Aparicio-González en el club de The Dalmore.

Álvaro Aparicio-González en el club de The Dalmore. Nieves Díaz

El club funciona bajo invitación y está reservado a los mejores clientes de la casa. “Pueden traer hasta tres invitados, porque las mesas son de cuatro”, explica. “La idea es que se sientan en el sofá de su casa. Nosotros solo somos anfitriones”, continúa el responsable que atiende a esta revista.

El socio trae su propia botella —a veces de 25.000 euros— y la abre cuando lo desea. Sus invitados beben de ella. Así de simple, así de exclusivo.

Hablar de The Dalmore es hablar de barricas. De las barricas. “Para nosotros lo más importante es la madera”, afirma Álvaro, casi con reverencia. “Trabajamos con bodegas de vino tinto, blanco, vinos dulces, Oporto, Madeira, Marsala… y, sobre todo, con Jerez. Esas barricas dan a nuestros whiskies sus aromas y sabores únicos”, detalla.

La tradición viene de lejos: más de 100 años comprando barricas en Jerez, una herencia del mítico master blender Richard Paterson, probablemente el personaje más influyente del whisky contemporáneo.

La singularidad de The Dalmore es mundialmente conocida: es la única destilería que combina seis tipos de acabados de barrica (bourbon, Jerez Matusalem oloroso, Madeira, Marsala, Oporto y vino Cabernet Sauvignon) para lograr perfiles complejos, redondos y absolutamente reconocibles.

Una colección de 270.000 euros

The Dalmore Boutique Madrid.

The Dalmore Boutique Madrid. Nieves Díaz Magas

En la boutique madrileña hay piezas que directamente no existen en ningún otro lugar del planeta. Las más impresionante pertenecen a la Constellation Collection. Se trata de nueve botellas seleccionadas a mano por Paterson, sin filtrado en frío, embotelladas con su fuerza natural y procedentes de barricas excepcionales. Destiladas entre los 60 y los 80, con entre 30 y 40 años de maduración tienen un precio total de 270.000 euros. Unidad a la venta: solo una, y solo en Madrid.

Hay más rarezas: la Cask Collection Series – Sherry Edition, con whiskies de 43, 28 y 26 años envejecidos en barricas de González Byass, presentados en un estuche artesanal de piel hecho por la casa florentina AB Florence. Su precio es de 35.000 euros.

Y, por supuesto, el whisky que ha dado fama global a la marca: King Alexander III (290 euros, aproximadamente), el único del mundo acabado en seis barricas de vinos distintos.

Aparicio-González sirve uno de los whiskies de The Dalmore.

Aparicio-González sirve uno de los whiskies de The Dalmore. Nieves Díaz Magas

Aunque parezca un universo reservado para millonarios, Álvaro Aparicio-González matiza: “La gente cree que esto es solo para coleccionistas. Pero muchos aficionados que han ido evolucionando su paladar pueden permitírselo. Un whisky de 40 o 50 años ha pasado por muchas barricas y ha estado inmovilizado durante décadas, perdiendo líquido cada año. Eso lo encarece y lo hace limitado”.

Entonces, ¿quién compra un whisky de cinco dígitos? “Personas que quieren darse un homenaje. Que buscan un aroma exclusivo para un día malo… o para celebrar uno bueno. Siempre hay motivos”, aclara.

De Asia a Madrid

Botellas de The Dalmore.

Botellas de The Dalmore. Nieves Díaz

El consumidor asiático —confirma Álvaro— es uno de los motores del whisky de malta en el mundo. Valor artesanía, refinamiento, saber hacer. “Las barricas de Jerez gustan muchísimo allí. Y nosotros llevamos más de cien años trabajándolas. Eso nos ha dado una posición privilegiada”, apunta.

Pero la boutique madrileña no es una réplica de Asia. Tiene carácter propio: “Queremos que Madrid sea un destino para amantes del whisky. Una parada obligatoria”, remacha.

Si algo distingue a The Dalmore es que su botella es reconocible al instante: la misma silueta desde sus whiskies de 12 años hasta las referencias más exclusivas. “Si el producto es excelente, la marca también debe serlo”, dice. “Y la botella forma parte de la experiencia”, concluye.

En ediciones limitadas colaboran con artesanos de otras disciplinas: Cristalería Baccarat, maestros del cuero en Florencia y grabados personalizados en la propia boutique, sin coste adicional. La personalización —nombre, fecha, dedicatoria— puede hacerse también desde la web, para cualquier comprador del país.

The Dalmore Boutique Madrid personaliza tu botella de whisky

"¿Cuál es el whisky que mejor representa a The Dalmore?", pregunta, interesada, esta revista. “Para mí, King Alexander III es el que mejor representa nuestro espíritu aquí”, afirma Álvaro sin dudar.

“Es muy democrático dentro de su exclusividad: 40 grados, complejidad enorme por su maduración en seis barricas, pero muy suave, muy redondo. Siempre pongo la metáfora de la orquesta: algunos whiskies son un cuarteto tocando fuerte; Alexander es una orquesta de 40 músicos tocando piano”, expresa Aparicio-González.

Antes de acabar este viaje por una de las boutiques más sorprendentes de la capital, la pregunta inevitable, ¿qué es el lujo para Álvaro y qué es el lujo para The Dalmore? “Como te indicaba, para mí el lujo es artesanía”, resume el Business Development Manager.

Vivimos más rápido que nunca. A veces olvidamos el valor de hacer las cosas despacio, con dedicación. El lujo está en aquello que cuesta mucho hacer y que pocas personas saben hacer. Lo importante es entender lo que ha costado y por qué no se puede replicar”, concluye.

Tras salir de la boutique, queda una sensación curiosa: la de haber estado en un lugar diseñado para que el tiempo se detenga. Como si Madrid, por unos minutos, hubiera cambiado de ritmo. Como para plantearse muy seriamente intentar ser el socio 67.