Una de las habitaciones del hotel Torralbenc.

Una de las habitaciones del hotel Torralbenc.

Lujos

El secreto mejor guardado de Menorca: un hotel, unos vinos y la filosofía del 'poc a poc' que enamoró a Olivia Palermo

Al entrar, ya se palpa la calma. Su fuente por la que discurre el agua, como en esos patios andaluces -aunque aquí, nada que ver- ya te lleva a otra dimensión.

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Paloma Herce
Menorca
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Cuando se pone un pie en Menorca, no solo te invade la humedad, también una filosofía que se palpa en cualquier recoveco de la isla. Estamos hablando del poc a poc, un concepto que no hace falta traducir porque se entiende que aquí todo se vive poco a poco. Aquí todo va lento, consciente. Para lo bueno y para lo malo.

Por eso la isla es cada vez más refugio de actrices como Monica Bellucci o socialités como Olivia Palermo. Esta última eligió Torralbenc para unos días de descanso en la isla el pasado verano. También aquí descansan, de toda la vida, cantautores como Joan Manuel Serrat, a quien los menorquines recuerdan con cariño cuando dio el pregón de las poco conocidas Fiestas de Gracia, en Mahón.

Ahora, galeristas, artistas y amantes de la belleza se dan cita en Menorca para disfrutar de sus aguas turquesas, su riquísima gastronomía y, por supuesto, sus maravillosos hoteles. Cada vez hay más alojamientos de lujo, agroturismos sofisticados. Refugios en antiguas casas payesas con una decoración sosegada y un servicio exquisito.

Hotel Torralbenc de Menorca.

Hotel Torralbenc de Menorca. Mireia Noguer

Pero el primer hotel que asentó las bases de esta filosofía vacacional es Torralbenc. Para llegar, varias indicaciones a lugares talayóticos se cruzan hasta que observas un cartel grande que, tras una puerta, da pie a metros y metros de viñedos. Porque Torralbenc no solo acoge al huésped, también le da de beber con sus magníficos vinos.

Al entrar, ya se nota la calma. Su fuente, por la que discurre el agua como en esos patios andaluces ya te lleva a otra dimensión. Da igual si vas a dormir o a comer a su restaurante -donde se vela buganvilla más bonita de la isla-: la paz es un ingrediente más en el menú o en su hipotética carta de almohadas.

Una de las habitaciones del Torralbenc.

Una de las habitaciones del Torralbenc. Mireia Noguer

María Abad, la directora de Torralbenc, tiene parte de culpa. Menorquina de nacimiento -de la localidad de Llumaçanes, muy cerca de Mahón- sabe de sobra lo que es la tranquilidad de la isla. Aquí, cerca de Alaior, ella y su equipo buscan cada día transmitir eso mismo. Ya sabemos dónde nos encontramos, pero ahora es necesario conocer cómo es este lugar.

Torralbenc está formado por un conjunto de edificios de Marés, en color blanco, de los siglos XIX y principios del siglo XX. Como muchos lugares así, era una antigua finca que se dedicaba a la ganadería y a la agricultura, dos de las actividades más importantes de la isla. La transformación no fue sencilla, pero el resultado es un precioso hotel de 27 habitaciones rodeado de 77 hectáreas repletas de ullastres y viñedos.

También podemos encontrar restos arqueológicos del siglo II a.C., de la misma época que las taulas, esas edificaciones mágicas que son únicas en la isla. Un buen libro para meter en la maleta de Torralbenc es Menorca Mágica, de Carlos Garrido. Publicado en 1990, nos acerca a este mundo misterioso. Si no es fácil encontrarlo en la ciudad, una vuelta por Mahón es buena excusa para pasarse por sus librerías más conocidas: la Católica o Espai 14.

Pero aquí no hay esos fantasmas del castillo de Sant Felip, aunque sí podemos soñar con esas ciudades sumergidas de las que el libro habla, porque Torralbenc es un lugar para dejarnos cuidar, descansar y por supuesto, leer. Podemos empezar a hacerlo por los jardines privados de algunas de las suites o por sus pequeñas terrazas…

O su maravillosa cama, con sábanas blancas, o en algunos de sus muebles de madera que salpican la habitación. Si salimos, empezamos el paseo por el jardín, porque su piscina tiene unas vistas a la inmensidad del Mediterráneo -estamos a solo 3 kilómetros-, con hamacas que nos permiten disfrutar de la lectura también en octubre, cuando las temperaturas son más suaves y el viento no azota tanto.

Jardines de Torralbenc.

Jardines de Torralbenc. Mireia Noguer

Además del rato de lectura, también debería ser menester disfrutar de uno de sus masajes. Porque sin duda, es la mejor manera de sumergirse en el poc a poc más allá de las brazadas en la piscina. Masajes aromáticos, terapéuticos, ayurvédicos… Con olor a romero y lavanda, es sin duda, la mejor manera de liberar el estrés.

Porque este hotel está en Menorca, sí, pero también es un destino en sí mismo y el wellness aquí es importante. Quizá por eso es habitual encontrar retiros de yoga para conectar cuerpo y alma. Siendo la isla más lejana de las Baleares -de alguna manera, es la más desconocida-, ¿existe un lugar mejor para desconectar de la velocidad de la ciudad? Aquí es fácil darle al botón de pausa.

Más allá de esos planes que nos llevan al dolce far niente, o como se dice en menorquín de una manera más mundana açò és vida en pilotes -no necesita traducción-, es necesario disfrutar de sus vinos y del restaurante. Porque la gastronomía menorquina es rica en producto y sabor. Y hay vida más allá de los huevos fritos con patatas y langosta.

Cualquiera de sus pescados, que realizan a la brasa, es un manjar de dioses -aquellos a los que veneraban en la cultura talayótica-. Desde el hotel se encargan de hablar con los pescadores de la zona -sa llotja- para que traigan la mejor pesca del día.

Si buscamos algún plato más refinado, hay quien viene desde la otra punta de la isla para degustarlos. Por algo tiene el asesoramiento del chef con estrella Michelin Gorka Txapartegi y la cocina está capitaneada por Gerardo Espinoza. El steak tartar de ternera vermella con alcaparras de ‘es murtaret’, el salpicón de langosta de Xec, berenjena asada con pesto de hierbas frescas y anchoa -la berenjena es un plato típico de la gastronomía isleña-.

Por último, no debería faltar el coulant de avellana tostada y helado de yogurt de la finca Lluriach o la pomada de melón, lima y menta. La pomada, esa bebida típica de los jaleos menorquines, es el sorbo favorito de quien es foraster en la isla.

Uno de los vinos de la bodega de Torralbenc.

Uno de los vinos de la bodega de Torralbenc.

Recordemos que además de ser un lugar en el que comer y dormir, en Torralbenc se bebe. En ese trabajo de rehabilitación de la finca también se trató de dar vida a una tierra muerta, en la que no se había trabajado en 30 años. César Palomino, su enólogo, tuvo el reto de plantar diferentes tipos de uva -Pinot Noir, Chardonnay…- lo que dio lugar a una exquisita variedad de tintos, blancos y rosados.

Vinos que se pueden disfrutar mediante una estupenda cata, en su restaurante -para comer y para cenar- y en algunos de los mejores restaurantes de la isla. Torralbenc abrió sus puertas en 2013, sus vinos llegaron un tiempo después, en 2016.

Si la vida en la isla sigue el poc a poc, cualquier viñedo requiere de un poc a poc al cuadrado. Un vino que ocupa 14 hectáreas, primero en forma de uvas, y después en forma de caldo… Y que nos da la bienvenida nada más entrar.

Joan Manuel Serrat, en los 90, publicó un disco dedicado a la isla. Uno de los versos de la canción dedicada a Mahón, capital de la misma, se refiere a la ciudad como “Escondrijo de vientos furtivos, refugio de velas cansadas”.

Es una buena manera de definir a Menorca, o Torralbenc, que no solo es el mejor lugar para esconderse del estrés o de la Tramuntana, es el agroturismo de lujo para un retiro otoñal y aprender, en la primera clase, lo que es el poc a poc.