Imagen de archivo de un salón con techos altos y mucha luz natural.

Imagen de archivo de un salón con techos altos y mucha luz natural. Foto de Clay Banks en Unsplash

Decoración

Los estilos de decoración del momento: adiós al antiguo minimalismo, hola al eco-lujo y al maximalismo con sentido

Ahora en el hogar no se vive, sino que se habita. No se está de paso, sino que es un lugar que se ha transformado para volver a ser acogedor.

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Cuando el tiempo cambia de la mano de las estaciones y el frío comienza a moldear los termómetros, el recogimiento hace acto de presencia en las rutinas, pero también en los fines de semana. De repente, tras haber disfrutado durante meses de días que parecían eternos y de la vida en terrazas, parques y playas, las casas parecen llamar a sus inquilinos a quedarse dentro.

En decoración, ese gesto íntimo —cerrar la puerta, encender una vela, notar la textura de una manta gruesa— se convierte en una declaración de intenciones. Tras años de exceso visual y ritmos digitales, la tendencia ya no es solo estética sino emocional. Decorar también es una forma de cuidarse.

En este otoño de 2026, los estilos que adornan los hogares hablan menos de modas y más de sensibilidades. Se impone una manera de habitar que busca el equilibrio entre lo bello y lo verdadero, entre la forma y la calma.

Maximalismo con sentido

Tras años de un minimalismo muy extendido, esta estética ha vuelto, pero alejándose de su versión exuberante y caótica. Ahora se transforma en una corriente más íntima y selectiva: aparece su vertiente curada.

No se trata de llenar los espacios, sino de dotarlos de alma. De hecho, algunos especialistas definen esta reinterpretación como una suerte de caos confortable. ¿Las claves? El empleo de piezas heredadas, libros antiguos, piezas de mercadillo… Al fin y al cabo, objetos con significado, con historia, que se alejen de una temporalidad asfixiante y de las tendencias.

Cuando se apuesta por este tipo de composiciones, el resultado termina siendo la creación de una especie de museo personal, que habla de aquella persona que le da forma. Aquí las reglas estéticas desaparecen. El ritmo lo marca lo emocional.

En cuanto a los colores y tonos que le dan forma a la paleta cromática de este maximalismo con sentido, hay que decir que hacen acto de presencia las variedades profundas.

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Este detalle choca de pleno con lo que venía siendo habitual en los últimos años, durante los cuales los tonos neutros habían sido los reyes. Ahora, el verde bosque, el granate e incluso el azul noche desplazan a los crudos, blancos, negros, grises y tierras en una misión de darle originalidad y calidez a los espacios.

Igualmente, las texturas también juegan al mix and match: desde terciopelos a lanas gruesas, pasando por la madera oscura. La caoba vuelve a tomar protagonismo tras un tiempo donde.

Gracias a todos estos elementos, esa sensación de habitar una vivienda de catálogo, un piso piloto, se esfuma. En tiempos de inteligencia artificial, crear algo propio es más lógico que nunca. La casa se convierte en un espacio lleno de memoria para seguir creando recuerdos únicos.

Japandi cálido

Y de un lado de la balanza al otro. Para los amantes del minimalismo, llega su revolución: el Japandi. Esta estética encuentra su equilibrio entre la sobriedad japonesa y la calidez escandinava, de ahí su nombre. La primera parte queda reflejada en la propia palabra y no es necesaria explicarla. La segunda también y se corresponde con el término escandi.

Este estilo le da sensibilidad a la sencillez y la sofisticación. La hace real, palpable, propia. La humaniza. Las líneas limpias siguen presentes, pero, en este caso, los materiales naturales toman protagonismo.

Las fibras vegetales, el lino y la cerámica artesanal son algunos de los detalles que le dan razón de ser a la propuesta. Hay un giro hacia una belleza que mira a lo emocional y se aleja de lo frío, de aquello que no tiene alma.

Imagen de archivo de una casa con decoración de estilo Japandi.

Imagen de archivo de una casa con decoración de estilo Japandi. Foto de Ebru Yılmaz en Unsplash

El Japandi cálido concibe el hogar como un espacio de silencio visual y mental. Un remanso de paz en mitad de un caos acelerado que empuja en el día a día, que no da lugar a la pausa.

En parte, esta apuesta tiene mucho que ver con el Feng Shui, la filosofía china que busca la armonía entre las personas y su entorno. A pesar de que las raíces de este estilo y de la práctica son distintas, su esencia es compartida: la búsqueda del equilibrio, la calma y la serenidad. Incluso de la conexión con la naturaleza.

Eco-lujo

La cuestión ambiental se asienta cada vez más en el diseño y está redefiniendo el concepto de lo luxury en este ámbito. Ahora el término no es sinónimo de algo caro y ostentoso, sino de lo consciente. Piezas que se despegan de la obsolescencia programada y las tendencias, acercándose a los orígenes de sus materiales y a las razones que los hacen especiales en su unicidad.

Lo local se aproxima y aquello que ha de cruzar fronteras hasta llegar a casa queda en un segundo plano. El fast décor pierde importancia y lo que se ha concebido desde un punto de vista de la vida lenta, de calidad, que no de cantidad, lo llena todo. La coherencia ha comenzado a sustituir al exceso.

En cuanto a la paleta de colores que se suele plantear en estos proyectos, los neutros siguen estando muy presentes, aunque se combinan con pinceladas algo más subidas de verdes sutiles, marrones tierra y azules que se funden con el gris.

El eco-lujo encuentra su balance entre la ética y la estética, no tanto en que algo sea perfecto. O en las ansias de, al menos, parecerlo. Aquí hay un sentido y un propósito.

Al natural

Hace un tiempo esta conexión se traducía en plagar la vivienda de plantas: desde plataneras a costillas de Adán, pasando por strelitzias. No obstante, ahora los guiños a lo orgánico se hacen desde más planos.

Las flores secas forman parte de esta línea.

Las flores secas forman parte de esta línea. Foto de Maryna Kazmirova en Unsplash

Las flores, por ejemplo, están mucho más presentes en todos sus formatos: desde en los jarrones en casa, donde aportan mucho más color que hace unas temporadas; a los estampados de los cojines; o incluso en las elecciones de papel pintado, que ahora compiten con la pintura copando espacios.

La tendencia

Estos estilos que reinarán durante el otoño-invierno son en parte un reflejo de la polarización de la sociedad. Mientras que una parte de ella se mueve al ritmo de demandas cada vez más exigentes en todos los planos, otra procura vivir el momento, encontrar un refugio del caos en la familia, los amigos, la pareja y la casa.

El concepto de espacio emocional está cada vez más presente en la visión de los diseñadores. A pesar de tratarse de un término que normalmente se asociaba al espacio laboral, ahora también se ha colado en la vivienda. Se trata de entornos donde se generan y habitan sentimientos y ambientes específicos.

Por definición, estos pueden influir de forma significativa en el bienestar de las personas, por lo que deberían ser un lugar que invite a ser uno mismo, en esencia, desde la libertad. De ahí que no tenga sentido repetir patrones o que los proyectos decorativos sean una especie de copia y pega unos de otros, sino que, partiendo de una estética de base, se puedan personalizar.

Ahora, el hogar es un espejo del interior de aquel que reside en el mismo. No se espera complacer a nadie haciendo unas elecciones de estilo u otras, sino contar una historia propia. Cada decisión tiene un porqué meditado tras de sí.

En la vivienda ahora no se vive, sino que se habita. No se está de paso para cocinar y dormir, sino que debería irse más allá. Se tendría que tratar de un refugio que abrace en los días grises, y no solo en los de lluvia.

Un manifiesto de libertad que invite a ser uno mismo cuando las exigencias cada vez son más demandantes. Cuando parece que solo se está programado para responder a las urgencias del resto, olvidando las propias. Para recordar que cuando todo es prioritario, en realidad nada lo es.