Escaparate de una pastelería con roscones de Reyes.

Escaparate de una pastelería con roscones de Reyes. Imagen generada con IA

Estilo de vida

Una dueña de pastelería responde: "Cobro 35 € por uno de los mejores roscones y aun así me dicen que es una estafa"

Una de sus clientas ve "un abuso" pagar 40 euros por el que es considerado uno de los mejores roscones de Reyes.

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Lo que empezó como una reseña un tanto negativa tras recoger un roscón de Reyes ha acabado convirtiéndose en un debate gastronómico.

Precio, artesanía y expectativas del cliente se han mezclado en una polémica que ha corrido como la pólvora por redes sociales.

El escenario es Sevilla. El protagonista, una clienta descontenta. Y el detonante, un roscón de Reyes cuyo precio le pareció desorbitado. La reacción de la pastelería, lejos de apaciguar la situación, la elevó a fenómeno viral.

La cliente dejó su opinión en una plataforma tras recoger el encargo. En su comentario, calificó el precio del roscón como un "abuso" y llegó a hablar directamente de "estafa", aunque reconocía su parte de responsabilidad.

"Mi error fue encargarlo sin preguntar el precio", admitía, antes de añadir que había pagado cerca de 40 euros, por lo que, según ella, se anunciaba como "posiblemente el mejor roscón de Sevilla".

Respuesta contundente

La crítica no tardó en difundirse. Especialmente cuando fue recogida por la popular cuenta @soycamarero, especializada en visibilizar situaciones del día a día en bares y restaurantes. A partir de ahí, la polémica ya estaba servida.

La pastelería Cakes and Go, conocida en la ciudad por sus elaboraciones artesanas, entre ellos, sus roscones de Reyes, decidió responder públicamente. Y lo hizo sin rodeos.

"Nuestro roscón de nata cuesta 35 euros para 10 raciones y pesa 1,4 kilos. Si pides extras, el precio sube. No es lo mismo quererlo sin relleno que pedirlo de pistacho", explicaron en su contestación.

Pero fue la comparación final la que encendió definitivamente las redes: "Espero que cuando quieras un coche no vayas directamente a Ferrari sin preguntar el precio. Te aseguro que no estará al precio de un Panda".

La respuesta terminaba con una frase que muchos interpretaron como irónica: "Todos los días se aprende algo. Felicidades".

En cuestión de horas, el mensaje acumuló miles de interacciones y abrió un debate que va mucho más allá de un simple roscón.

¿Caros o infravalorados?

Las reacciones no tardaron en dividirse. Por un lado, quienes defendían al cliente y criticaban lo que consideran una subida descontrolada de precios en productos tradicionales. Por otro, un aluvión de mensajes en apoyo a la pastelería.

"Llevo 25 años haciendo el roscón en casa y los precios de las pastelerías artesanas siempre me han parecido baratos", escribía un usuario. "Harina, huevos, levadura, naranja, limón, azúcar, agua de azahar, tiempo, luz… Yo no pago impuestos ni alquiler", añadía.

Otros apuntaban directamente al desconocimiento del consumidor. "La gente quiere las cosas regaladas. Pensad en ingredientes, electricidad, mano de obra, materiales… Algo tendrán que ganar", señalaba otro comentario muy compartido.

También hubo mensajes más directos: "Pregunta el precio antes de comprar, sobre todo si pides extras. Es de cajón".

Productos artesanos

El caso ha reabierto una discusión recurrente cada Navidad y cada Reyes: cuánto estamos dispuestos a pagar por un producto artesanal frente a uno industrial. Y si el consumidor valora realmente todo lo que hay detrás de un obrador.

En los últimos años, el roscón de Reyes ha dejado de ser un dulce homogéneo para convertirse en un producto casi gastronómico, con rellenos premium, fermentaciones largas y materias primas de alto coste. Eso, inevitablemente, se refleja en el precio.

La viralidad del caso demuestra, además, cómo las redes sociales han cambiado la relación entre clientes y negocios. Una reseña ya no es solo una opinión: puede convertirse en un escaparate nacional. Y una respuesta, en una declaración de intenciones.

Para algunos, la pastelería fue contundente pero honesta. Para otros, innecesariamente sarcástica. Quizá esa sea la verdadera lección de esta historia. Preguntar el precio antes de comprar, sí. Pero también entender qué se paga cuando se elige un producto artesanal. Porque, como recordó la pastelería en su respuesta más comentada, no todos los roscones juegan en la misma liga.