Dos hermanos compartiendo un momento en la cocina.

Dos hermanos compartiendo un momento en la cocina. Foto de Annie Spratt en Unsplash

Estilo de vida

El síndrome de la hija mayor: la estresante carga que enfrentan las primogénitas y que alarma a los psicólogos

Esta situación emocional, que en redes lleva delante un hashtag, perpetúa roles de género y su sintomatología rebota en otro tipo de relaciones.

Más información: Silvia Llop, psicóloga, advierte: "Si alguien muestra interés y luego te ignora, está aplicando el refuerzo intermitente"

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Estar presente en redes sociales hoy en día puede resultar un arma de doble filo. Este tipo de plataformas nutren a sus usuarios, pero también tienen la capacidad de jugar con inseguridades y complejos. Mantener el equilibrio y los pies en la tierra en este contexto, resulta, a veces, complicado.

En la maraña de contenido que suponen espacios como Instagram, X o TikTok, una de las categorías que más consigue resonar con el público es la que tiene ecos de autocuidados, psicología y autoestima.

Los hashtags que incluyen términos relacionados con estos conceptos pululan por todas partes y, en ocasiones, van de su mano diagnósticos automatizados que comienzan a moldear personalidades.

No obstante, hay mucho de verdad detrás de ellos, pero es una realidad que hay que fundamentar y saber ver y aplicar. Una de esas combinaciones de palabras que fagocitan a muchas chicas desde estos lugares es la del síndrome de la hija mayor o hermana mayor

Pero, ¿en qué consiste esta especie de dolencia? "No es un término clínico, puesto que no aparece en el Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5)", aclara Anabel Sánchez, psicóloga sanitaria infantojuvenil y CEO y cofundadora de la clínica Pinsapo Salud.

"Se utiliza de forma coloquial para describir una situación emocional o de comportamiento en la que una hija mayor (generalmente en familias con varios descendientes) asume responsabilidades parentales o de cuidado que no son acordes a su edad", determina la profesional.

Fundamento científico

En febrero de 2024, la revista Psychoneuroendocrinology publicó el estudio El malestar prenatal de las madres acelera el desarrollo puberal adrenal en las hijas. El informe se llevó a cabo por la Universidad de California en Los Ángeles a lo largo de 15 años.

Este reporte ha sido el primero en "identificar patrones tempranos de pubertad adrenal como resultado del estrés prenatal de la madre. Esto se caracteriza por cambios como el crecimiento de vello corporal, aparición de acné y ciertos aspectos de maduración cognitiva", indica el trabajo.

Uno de los detalles más curiosos de este hecho, es que es algo que solo se ha reconocido en el caso de las hijas, que no hijos, y primogénitas, lo que otorga una base científica al síndrome de la hermana mayor.

La psicóloga infantojuvenil Anabel Sánchez en su clínica junto a otra compañera del centro.

La psicóloga infantojuvenil Anabel Sánchez en su clínica junto a otra compañera del centro. IG vía @pinsapo_salud

La antropóloga encargada de dirigir el estudio, Molly Fox, declaró para el apartado de noticias de la UCLA que "la maduración de la hija primogénita —pero sin inicio temprano de la menstruación— podría permitirle ayudar a su madre a criar a sus otros hijos con éxito. Esta se vuelve lo suficientemente madura para ello, aunque no esté lista para hacer lo mismo con descendencia propia", aseguró la experta.

Más allá del hashtag

El informe universitario asocia de forma directa y explícita sus conclusiones con el síndrome de la hija mayor, pero, además de poder ir vinculado a ese estrés prenatal, ¿qué otras situaciones lo propician?

"Podemos encontrar a personas que asumen un rol maternal con sus hermanos menores desde que ellas mismas son muy pequeñas. Niñas que sienten una gran carga emocional o responsabilidad sobre el bienestar de la familia. Y además, puede ser reforzado por progenitores que delegan excesivamente en ellos", concluye Anabel Sánchez. 

El estudio de la UCLA también midió la adversidad infantil para tener en cuenta otros factores conocidos por correlacionarse con la maduración temprana. Estos incluían la ausencia del padre o su muerte; así como la separación de los mismos antes de los cinco años del niño o niña; y relaciones bajas de ingresos respecto a necesidades experimentadas entre los siete y nueve años.

"Según mi experiencia en consulta, los contextos en los que suele darse este síndrome están relacionados con la ausencia parental", concuerda la psicóloga. "Padres que trabajan muchas horas o que no están emocionalmente disponibles. También ambientes familiares con muchos hijos donde se espera que los mayores ayuden a criar a los menores". 

Cumplir checks

Sin embargo, puede que estés leyendo este reportaje porque te sientas identificada con los síntomas de esta situación emocional sin haber pasado por los eventos anteriores. Y es que es posible, no va necesariamente relacionado con estos factores.

"Pienso que a lo largo de la vida nos enfrentamos a diversas etapas donde es necesario cuidar o resolver problemas familiares de padres o hermanos. Y, habitualmente, siempre hay alguien que coge el timón, ya sea por sus aptitudes o habilidades, o bien por su patrón de personalidad", especifica la fundadora de la clínica Pinsapo Salud en Sevilla.

Una madre cuidando de su hijo.

Una madre cuidando de su hijo. Foto de Aleksandra Sapozhnikova en Unsplash

A diferencia de la pauta de partida, es decir, haber pasado por uno de los estados que se mencionan en el estudio o que la propia psicóloga cita, sí que existe la posibilidad de que este síndrome se asocie con otros, así como con algún diagnóstico más.

"Las personas asumidas en este rol pueden presentar problemas para poner límites y de autoestima, dificultad para delegar responsabilidades en la vida adulta, tendencias a relaciones codependientes e inseguridades", afirma la experta. De repente, al leer esto, muchas piezas pueden comenzar a encajar.

De acuerdo a Anabel Sánchez, todo esto va además de la mano de patrones autoexigentes y perfeccionistas, tras una exposición a la supervisión del cuidado o de las tareas continuas. Igualmente, suele haber tendencias al control y cuando este no se tiene, genera a su vez síntomas ansiosos.

La depresión también aparece en este combinado debido a "la falta de motivación personal, acciones rutinarias y poco satisfactorias durante un tiempo prolongado", asegura Sánchez.

Síndrome sesgado

El hecho de hablar de esta situación emocional en femenino no es casualidad. El lenguaje determina a todos los niveles y aquella persona que no sea consciente de tal realidad, puede encontrar en este caso un buen ejemplo de ello.

De forma evidente, al ir esto asociado a la labor de los cuidados y siendo en la mayoría de los casos las mujeres las que se encargan de los mismos, optar por hablar al respecto en el género en el que se hace tiene sentido. 

La profesora de la Universidad de Valencia Milagros Julve, licenciada en Sociología, publicó Dependencia y cuidado: Implicaciones y repercusiones en la mujer cuidadora, donde especifica lo siguiente:

"El estudio de los comportamientos dentro de la familia es difícil de abordar porque nos sumergimos en un dominio íntimo impregnado de sentimientos y de estrategias que justifican las acciones. No obstante, la observación de las prácticas femeninas de cuidado en la vejez reclama un análisis desde una perspectiva de género, poniendo de manifiesto las desigualdades que origina". 

En relación con esto, señala además "la importancia de considerar la lógica de las políticas sociales impartidas por el Estado del bienestar basadas en el privilegio del trabajo asalariado y en el desprestigio del trabajo no remunerado de las mujeres".

Una madre junto a sus hijos en casa.

Una madre junto a sus hijos en casa. Foto de Alexander Dummer en Unsplash

En este mismo informe, se asevera también que los criterios para designar a una cuidadora principal en el entorno familiar dependen de razones que no se verbalizan. Sin embargo, la realidad es que las estadísticas que se reflejan en el reporte indican que el género al que se asocian estas labores es el femenino y además, sale a relucir la razón de parentesco: hijas 70% y esposas 25%.

"Cuando hablamos de cuidar, este sesgo es evidente. De forma inmediata, se piensa en alguna familia donde estas tareas son desarrolladas por ellas, aunque en el mismo seno haya también varones. Igualmente, es cierto que la implicación de los hombres es cada vez más consciente y corresponsable", aclara la psicóloga Anabel Sánchez.

La experta comenta además la importancia de este mismo componente en los campos profesionales centrados en esta materia. "Hablamos muchas veces de profesoras y enfermeras porque la mayoría son mujeres". 

Los reflejos

Por supuesto, este síndrome de la hija mayor no solo afecta al entorno familiar, sino que también rebota en otro tipo de relaciones. Es una situación emocional que se extrapola a la pareja, amigos e incluso al ámbito laboral.

"Cuando alguien se acostumbra a entablar vínculos desde un rol o perspectiva, suele usar este esquema en otros contextos. Por lo que en los mismos va a seguir existiendo esa tendencia a estar pendiente de las necesidades de los demás, a interponerlas a las propias", confirma Anabel Sánchez.

Signos como la hipervigilancia y una supervisión exhaustivas también entran en este cóctel y ambos desembocan en una búsqueda de aprobación de terceras personas para sentir la satisfacción que esto genera. 

"A largo plazo se pueden desarrollar sentimientos de culpa, ansiedad o frustración si no se alcanza a cuidar de acuerdo a lo que esa persona considera correcto. A su vez, esto deriva en patrones de autoexigencia y perfeccionismo", zanja la terapeuta. 

En el estudio La experiencia del cuidado de las mujeres cuidadoras con procesos crónicos de salud de familiares dependientes, llevado a cabo por Mercedes Martínez Marcos, profesora de Enfermería de la Universidad Autónoma de Madrid; y Carmen de la Cuesta Benjumea, profesora de Psicología de la Salud de la Universidad de Alicante; los resultados reflejan un sentimiento vital mermado de las figuras femeninas que se dedican a estas labores.

"Al contrastar su vida pasada con la actual, se hacen conscientes de las pérdidas que han ido sufriendo a lo largo del tiempo. Se sienten menos fuertes, más tristes y menos libres, les preocupa cómo hacer frente a las demandas del cuidado familiar. La vida que ahora llevan les hace cuestionarse el sentido de las suyas propias", señalan las profesionales.

Como de costumbre, bajo unos términos u otros, lleven estos almohadilla delante o no, las mujeres se ven sumidas a aquello a lo que están condenadas desde antes de salir del vientre de sus madres: un ostracismo social que depende de la letra de un cromosoma y, sobre todo, de un mundo heteropatriarcal configurado para ellos.