Mujer mirándose en el espejo.

Mujer mirándose en el espejo. Pexels

Actualidad

Bajo la sombra del narcisista: las claves de una psicóloga para sobrevivir a la manipulación y salir aún más fuertes

Aprende a detectar perfiles ególatras en tu vida y a decirles adiós mediante estas estrategias efectivas que te ayudarán a sanar emocionalmente.

Más información: ⁠El arte de decir 'no': la medicina necesaria, según los expertos, para honrar tus necesidades y priorizar tu bienestar

Publicada

Pocas experiencias desgastan tanto como convivir —o trabajar— con una persona narcisista. Esa figura que parece admirada por muchos, segura de sí misma e incluso brillante… Pero que, en la quietud de la intimidad, muestra su verdadero rostro: manipulador, incapaz de empatizar y con una necesidad constante de alimentar su ego a costa de quienes lo rodean.

Reconocer a un narcisista no siempre es fácil. No todos se presentan de manera claramente arrogante o agresiva, sino que pueden resultar encantadores, generosos y hasta parecer vulnerables. La psicóloga Luna González indica que “la narcisización es una necesidad humana” y que, en mayor o menor medida, todos tenemos rasgos narcisistas que son útiles para relacionarnos.

Sin embargo, y de manera muy habitual, se cae en el tópico engañoso de desdibujar la línea roja que difiere el narcisismo de una alta autoestima. Ambos son constructos psicológicos muy diversos en estructura, función y consecuencias interpersonales. Una autoestima sana tiene como razón de ser el reconocimiento y el respeto; mientras que la necesidad constante de validación externa y el menosprecio a lo ajeno se muestra en lo disfuncional y patológico, el Trastorno Narcisista de la Personalidad (TNP).

De acuerdo con la especialista, esta anomalía se deriva precisamente de un fracaso en el proceso de cultivo del ego “a lo largo de la crianza y etapa púber, tanto por exceso como por defecto (…). Y en estos casos, se genera una imagen distorsionada de uno mismo”.

A través de la fantasía de grandiosidad y omnipotencia, el incansable ególatra construye una máscara de la arrogancia que ofrece una maestría en control y coacción. Poco a poco, se va impregnando en su piel esa condición de inhumanidad donde “no le interesa la conexión, sino ejercer poder y dominio”, añade la doctora González: “No sabe amar, solo controlar; no se relaciona, solo conquista; no busca la comprensión, solo la sumisión”. 

Este es capaz de reanudar, una y otra vez, el mismo patrón: la necesidad constante de atención, el desprecio por los sentimientos ajenos, las críticas camufladas de preocupación, la manipulación emocional y, sobre todo, una narrativa donde solo hay espacio para ellos. La periodista estadounidense Oprah Winfrey asegura así que “la empatía es la antítesis del narcisismo”.

Se trata de un mecanismo de defensa compensatorio ante un yo frágil, vulnerable y no integrado. De modo que, al estrellarse con la realidad, el narcisista “desarrolla una sobrecompensación para lidiar con el insoportable reflejo que la vida les devuelve, tratando de suplir la decepción de sí mismos y la sensación de profunda falta de valía”, señala la especialista.

¿Puede revertirse?

Gracias a la neuroplasticidad, aclara la doctora González, “esa capacidad extraordinaria del cerebro para establecer nuevas y más amplias conexiones, y reconfigurarse, es posible el cambio profundo”. Ahora bien, se necesita una premisa previa: ser consciente de que algo en la relación con uno mismo no va bien, y sobre todo “una motivación intrínseca para querer comprender lo que sucede y cambiar”.

Es difícil recular, pero no imposible.  Según Luna, cualquier verdad “exige el fin de la ilusión que ha construido —el narcisista— y supone una amenaza para su grandiosa autopercepción (…) Es por ello que tan solo el 15-20% de pacientes con TNP completan la terapia a largo plazo, y la tasa de abandono supera el 50% en los primeros seis meses si se confrontan defensas”, añade.

Aun así, establecer vínculos con un arquetipo de estas características es especialmente peligroso. No solo por el daño emocional que puede causar —sentirnos confundidas, pequeñas, culpables, e incluso responsables de su bienestar o de su malestar—, sino porque muchas veces interfiere directamente en nuestro desarrollo profesional, nuestra autoconfianza y nuestra capacidad de decidir libremente. 

Mantener una dinámica relacional provoca un desgaste gradual de la identidad para aquellos que están en su entorno. De manera incontrolable, se van perdiendo partes esenciales de uno mismo que nunca deberían ser comprometidas, hasta que llega un punto en el que ya no sabes quién eres: “Te despiertas y no te reconoces”, expresa González. 

Cómo restaurarse poco a poco

Sobrevivir a una relación —personal, profesional o familiar— con un narcisista, y reconstruirse, no es solo una cuestión de cortar lazos. Es un proceso. Uno que implica abrir los ojos, soltar culpas y volver a poner el foco en una misma.

El primer paso es nombrar y saber identificar lo que estás viviendo mediante un enfoque psicoeducativo y de autocuidado. A continuación, algunas estrategias propuestas por la psicóloga Luna González para romper el ciclo:

  • Establecer límites no negociables, claros y consistentes. 
  • Desarrollar una comunicación asertiva, clara y directa.
  • Proyectar la desactivación emocional y responder con neutralidad para no alimentar una escalada.
  • Desmontar creencias tóxicas como "si me esfuerzo, cambiará" o "soy egoísta si le pongo límites”.
  • Gestionar las expectativas y focalizarse en la autorregulación propia.
  • Acudir a redes de apoyo social externo para hacer frente al gaslighting o desgaste emocional.
  • Trabajar en la autovalidación y autoprotección emocional

En realidad, se trata de huir de ahí sin enfrentamientos, sin dramatismos, y principalmente, sin venganzas ni búsquedas de validaciones ajenas. Simplemente, decir no al narcisista e irse en silencio para volver a uno mismo.

En un mundo que muchas veces nos educa para complacer, la capacidad de poner límites, de detectar dinámicas tóxicas, de liderar con autenticidad y de elegir relaciones más sanas es indispensable. Reconocer el abuso encubierto y rehuir de él es un acto de valentía. Y también, de liderazgo. Porque sobrevivir a un narcisista no te rompe. Te redefine. Te hace más libre.